Crear en Salamanca se complace en publicar la reseña inédita escrita por el poeta, narrador y ensayista chileno Sergio Macías, participante del III Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Trata sobre el libro ‘El joven Neruda, 1904-1935’ (Lumen editorial. Santiago de Chile, 2014), de Hernán Loyola (Talagante, Chile, 1930), graduado en la Universidad de Chile (1954) con una tesis sobre Canto General (1950) de Pablo Neruda, con quien había entablado amistad en 1952.
En noviembre de 1973 comenzó el exilio de Loyola en Italia. Desde febrero de 1974 hasta 2002 desarrolló su carrera académica enseñando literaturas española e hispanoamericana en la Universidad de Sássari, de la cual actualmente es catedrático emérito. Desde 1952, Loyola ha concentrado su esfuerzo investigador sobre la vida y la obra de Pablo Neruda (el volumen Ser y morir en Pablo Neruda, 1967, y numerosos ensayos en revistas americanas y europeas). Ha publicado del poeta una Antología ya clásica en dos volúmenes (Madrid, Alianza, Residencia, 1981; 2ª edición revisada, 2000), la edición crítica de “Residencia en la Tierra” (Madrid, Catedral, 1987) y en particular la magnífica nueva edición de Obras completas en cinco volúmenes (Barcelona, Círculo de Lectores & Galaxia Gutemberg, 1999-2002). La fundación Pablo Neruda le otorgó en 2002 un Premio y Medalla de Oro por sus 50 años de dedicación a la obra del poeta.
EL JOVEN NERUDA
El destacado catedrático de Literatura Hispanoamericana y ensayista Hernán Loyola publicó hace pocos meses una nueva y valiosa obra sobre el Premio Nobel Pablo Neruda, que es su especialidad, titulada: El joven Neruda -1904-1935. Su gran mérito radica en el análisis que hace del poeta fusionando la actitud humana con el yo poético. Los materiales que encuentra el niño, el joven y el hombre en su existencia los convierte en poesía. En un Yo que le confiere identidad pero que no queda, a veces, en un aparente egocentrismo, sino que los vuelca en un Nosotros, y por eso el lector se identifica no sólo con el amor de Los veinte… y más o con Residencia en la tierra o las luchas de los republicanos en España en el corazón, por señalar algunos ejemplos, sino con todo lo que brota de sus vivencias.
El autor divide el libro en diez capítulos que los inicia con el poeta en el sur, en la Frontera hasta el año 1920, luego sigue con su vida de provinciano en la capital donde desarrolla una creación que comienza a ser muy importante, a pesar de la juventud, hasta encontrarnos con su inquietud de viajero que para Loyola es un verdadero exilio cuando parte a Oriente. El investigador nos da una serie de detalles de los “días negros como viejos hierros” del poeta que lo lleva a escribir Residencia en la tierra, afirmando que el título de alguna manera se lo debe a la maligna Jossie Bliss, porque cuando da curso a su inspiración está atravesando una delicada y delirante situación pasional con la pantera birmana que lo devora, lo destruye pero que en la escritura lo enaltece, como se lo comunica a su amigo Eandi. El resultado de esta situación es terriblemente perturbadora, pero creativa.
Loyola va desarrollando su narración en base a una minuciosa investigación de hechos que le suceden e impresionan a Neftalí Ricardo desde su iniciación poética, analizando la métrica y su contenido. Incluso con aquella influencia que le venía de los modernistas, especialmente de Rubén Darío. Pero tampoco se le escapa la penuria del padre José del Carmen, por la muerte de su madre; los diferentes y duros trabajos que debe afrontar; su nuevo matrimonio con Trinidad Candia, a la que el muchacho de Temuco y colaborador de Claridad llamará mamadre; su amor extraconyugal que significará el nacimiento de la hermanastra Laurita; de su empleo de ferroviario acompañado de su carácter severo que determinará una relación más bien fría con Neftalí, dado a que éste lleva una vida meditativa y quimérica.
El tren lastrero que conduce su padre transportando toneladas de ripio tendrá para el niño Reyes una importancia vital. Cuando le acompaña en algunos de sus viajes personificará una acumulación de vivencias: sumergirse en el paisaje con sus bosques, ríos, volcanes, pájaros y escarabajos. También determinados personajes cobrarán importancia como Carlos Mason que será un puntal para la familia. El acucioso investigador Loyola va agregando a los pasajes de la vida y obra de Neruda apropiadas citas poéticas que testimonian, primero, una existencia lárica, pueblerina, luego amorosa, metafísica y comprometida con la lucha del hombre por la justicia y la libertad. La misma morada del vate la describe con el aroma a tablas del sur, como las construyeron los primeros colonos. Con el transcurso del tiempo, cuando el poeta vuelve de sus viajes a la región de las espigas y los temporales, la recuerda con nostalgia y dosis de romanticismo.
La obra es muy extensa para referirnos a cada título y a tantos nombres de escritores, poetas y políticos. Pero sí que nos llama la atención el descubrimiento que nos comunica debido a su conversación con el poeta, cuando Loyola pone el dedo en la llaga erótica del poema Las furias y las penas. A ese periodo que se refiere a su arribo a España en 1934, fecha de su breve estancia en Barcelona, de su traslado a Madrid, de su rica relación con el grupo del veintisiete, especialmente con Federico García Lorca, Alberti, Aleixandre, Maruja Mallo, Altolaguirre, Hernández, etc., de sus problemas matrimoniales que significan alejarse de su primera mujer, María Antonia, para unirse a Delia, la famosa hormiguita, bella ideóloga que influirá decisivamente en su posición política. Y año en que aparece otra fémina que entusiasma al vate, que era la compañera nada menos de Alejo Carpentier. La historia es entretenida y digna de una composición teatral, sin que la anécdota pierda dramatismo, frescura, pasión. Se trata de una seducción que envuelve al poeta en un escenario donde se dejan traslucir tres temperamentos: el de Alejo, del amante Carlos y del bardo chileno, mientras Eva, la francesa nueve años menor que Pablo, la coqueta parisina que se dejaba posar desnuda ante un pintor que terminó poseyéndola, los ponía delirantes con sus actitudes voluptuosas. Loyola termina con la rica presencia del poeta como cónsul en España, donde el ambiente, las tertulias de Morla y de la casa de las flores, el impacto de la guerra y su inspiración poética contribuyen a que el libro atrapen al lector con un lenguaje de mucho aliento, lirismo, de crónica y reconstrucción de un pasado fundamental en la vida de Neruda.
Madrid, invierno, 2015.
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