Retrato de Juana Rosa Pita, obra de Ben Morales-Correa
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar este ensayo de Juana Rosa Pita, poeta, escritora, editora y traductora cubana, quien nació en La Habana el 8 de diciembre de 1939 y salió de Cuba en 1961. Desde entonces ha residido en Washington —donde se doctoró en Letras Hispánicas en 1984—, Caracas, Madrid, New Orleans, Miami y Boston, ciudad en la que ahora vive. Ha recibido numerosos reconocimientos como el VIII Premio Internazionale Ultimo Novecento de Pisa (1985) y el Letras de Oro de Poesía (1993), y ha publicado una treintena de libros, los primeros con el sello Solar, “editorial itinerante” (en palabras de Octavio Paz) que cofundó y alentó por diez años. Su poesía ha sido ampliamente estudiada y traducida a seis lenguas, e incluida en importantes antologías: New Directions in Prose and Poetry 49 (New York 1985), Poesía cubana del siglo XX (FCE: México 2002), y Otra Cuba secreta (Verbum: Madrid 2011), entre otras. El pasado año presentó en Salamanca (Librería Letras Corsarias), su Antología poética (1975-2018), editada por Verbum, con selección y prólogo de Alexander Pérez Heredia, así como su poemario ‘Imaginando la verdad’ (ediciones Deslinde). La presentación estuvo a cargo de Francisca Noguerol, catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca. Este ensayo apareció por vez primera en la revista Cuadernos del Matemático, Madrid, enero 2017.
Corazón I, de MIguel Elías
EL CORAZÓN DE LO SAGRADO
Siempre he tenido para mí que la incompatibilidad entre religión (del latín religare), poesía y física, proclamada aún por tantos, es un artificio forzado por quienes ignoran que prescindir de la dimensión de lo sagrado no hace más que impedir el despegue y vuelo de toda actividad humana propiamente creadora. Y como consecuencia, afecta la vivencia, visión y validez esencial y alcance abarcador de cualquiera de ellas.
¿No dijo Novalis que la poesía es la religión original de la humanidad? Nada más natural que descubrirla ahondando en el propio maríntimo, sitio indispensable de encuentro con el otro. Y ¿no era la física en sus inicios considerada una filosofía natural? Nada más justo entonces que sea un físico poeta, Giovanni Vignale, a titular un libro La bellezza dell’invisibile (Zanichelli, 2013): título afín si los hay a la poesía, en particular a mi poética. Y nada más necesario que, con bastante atraso, cayera en mis manos en su versión original, The Beautiful Invisible (Oxford University Press, 20011), haciéndome reconocerlo como algo que me atañe tanto como lo por mí escrito. Sacrosanto entonces que de súbito nos hayamos puesto a conversar y crear mutuamente incitados, descrubriéndonos en la misma frecuencia, estado y código vibracional, encontrándonos cada vez con un como-decíamos-ayer; sin saber si ese ayer es de años luz, eras, meses o instantes, pero en todo caso pertinente a la vigorosa continuidad de su revelante (favor no cambiar por relevante: no es errata) y soberana vigencia.
Y hablando de mar, su olor llega hasta Conrad que aporta una de sus asombrosas percepciones, traídas con naturalidad desde el abismo, en medio de un contexto estrictamente mundano hasta ese instante. Como cuando el narrador de su cuento “The Warrior’s Soul”, refiriéndose a la crudeza perceptiva de un personaje ocasional, anota (traduzco impromptu): “Él razona sobre la conducta de las personas como si el hombre fuese una figura tan simple, digamos, como dos palos cruzados; cuando el hombre en realidad es más como el mar cuyos movimientos son demasiado complicados de explicar y cuya hondura puede sacar solo Dios sabe qué en cualquier momento”.
Y es que la realidad tiene incontables estratos, visibles y sobre todo invisibles. Tantos que llegar a la expresión concisa y cristalina de su esencia, meta de todo arte y ciencia que se respete, es tal vez posible, pero antes hay que investigar y crear sin descanso o desmayo, como anotó Chopin en una carta: “La sencillez es lo último. No se puede empezar por el final”. Porque la realidad se parece con toda probabilidad a un cuadro de Kandinsky titulado “Simple-Compliqué”, cuya réplica geológica libre me pareció avistar en un farallón vecino al Caídero de las Palmas, en Gran Canaria. Guiño de Dios: solo Él entiende por entero la realidad que para nosotros, al menos en cierta forma y hasta cierto punto, es indescifrable. Careciendo de su perspectiva infinita, a los mortales se nos da por ramalazos más o menos luminosos que van conformando el acervo de las epifanías poéticas, científicas, musicales y místicas: alimento del alma.
A veces, en buena compañía, una iluminación llega a los labios a la vez que a la mente y así quien la enuncia y quien la escucha se enteran al unísono de su presencia. “La esencia de los Evangelios es poesía”, le dije a Giovanni el pasado 22 de mayo estando rodeados por los frescos de Masaccio en la florentina Carmine. Supongo que era algo que sabíamos sin saberlo, pero solo allí y en ese instante salió a relucir, se hizo alcanzable, poniéndose a la orden, por así decirlo – como el tributo en la boca del pez en el fresco que estábamos contemplando -, en el preciso instante en que era convocada; al modo de una partícula en un campo cuántico al influjo tenaz de la mirada; del fondo a la conciencia, aprovechando la coyuntura vital eidética de la expriencia compartida. (Amanece en el patio de mi infancia donde había una vez un pez amigo en la fuente con surtidor que construyó mi abuelo). Y una iluminación no necesita comentarios: solo tesón y tiempo fiel para internalizarla.
Cristo en la Cruz, de Miguel Elías
Huelga decir que las epifanías son por naturaleza interdisciplinarias. Ninguna persona de espíritu abierto podría sentirse ajena a una verdad profunda, a su imantador poder de convocatoria . Además, a estas alturas el lector se habrá dado cuenta de que el pensamiento de Vignale es afín al de Bohr, que se abstenía de decirle a Dios lo que tiene que hacer, sabiendo que aunque lo opuesto de una verdad trivial es a todas luces falso, “lo opuesto de una verdad profunda puede muy bien ser otra verdad profunda”. Ignoraba yo todavía el decir de Bohr cuando vi que Giovanni había escrito: “Considérese, por ejemplo, el bien conocido episodio reportado en el Evangelio según San Mateo, en que Jesús camina sobre las aguas a la vista de sus discípulos. ¿Es esto verdad o ficción? Pensándolo un poco muestra ser ambas – la ficción de una violación flagrante de las leyes físicas, y la verdad de que la fe puede mantenernos a flote en un momento de aflicción”. Vale decir: una cosa es la dimensión visible de la gravedad y bien otra la invisible de la gracia o el espíritu. Del mismo modo, la mecánica cuantística no desmerece la tradicional, pero ciertamente la contradice al trascender su ámbito.
Por eso lo reconocí desde el principio y no me extrañó (de hecho me encantó) que diera espacio preferencial en The Beautiful Invisible al “amazing entanglement” que Einstein, algo incómodo, había en su momento echado a un lado como “spooky actions at a distance”. Mi total adhesión quedó expresada ya de entrada con el título que di al primero de los poemarios surgidos a raíz de nuestro encuentro y por ende del de poesía y física teórica: imposible de prever, pero sin dudas bien fundado en un Legendario ‘entanglement’ (El Zunzún Viajero, 2016). Título que tuve que defender para mi poemario desde que estaba por salir en italiano con el sello de Campanotto, a fines del 2015; y no brillantemente (no soy buena dando explicaciones), porque no hay que subestimar la exigencia para la palabra justa que tiene un científico que es además poeta. Y me sentí aliviada cuando se dio por satisfecho, y no solo por las distintas explicaciones que le di para justificar lo de legendario, sino porque, como luego me confesó, por más que había tratado de encontrar otro mejor, no lo había logrado.
Corazón I, de MIguel Elías
Un salto cuántico es infinitesimal, pero el salto de la fe es inmenso. La verdad es que no podemos vivir sin lo sagrado, y si por más de un siglo se ha tratado por todos los medios (incluso excesivamente cruentos) de hacerlo, ha sido para suplantarlo con versiones apócrifas o imitaciones arrogantes que solo angustia y frustración aportan. Lo vio venir claro Unamuno en 1904 en un ensayo que solo sobrevivió en italiano: “De la desesperación religiosa del hombre moderno”. He tratado de restituir su vigorosa voz a nuestra lengua: “…Todo lo que se refiere a causas y a porqués es estrictamente científico y responde a la necesidad de la inteligencia, de la lógica; todo lo que se refiere a intenciones es estrictamente religioso y responde al sentimiento de esperanza, de la lógica del corazón (. . .) De esta forma tenemos unida la ciencia a la religión y la religión a la ciencia. Ha habido un período durante el cual el científico o pseudocientífico ha dominado, y se nos quiere hacer creer que la investigación de las causas habría resuelto el problema del corazón, o mejor que problema, el anhelo de las intenciones”. (Cuadernos del Matemático No. 43, 2009). Escrito hace 112 años, no hay error.
Y ahí está la poesía (sangre de Dios), puente volado sobre el abismo que insiste en separarlas: lengua del corazón de lo sagrado, indispensable para expresar la sencilla verdad de complejas relaciones invisibles, que pone la mira en su profunda belleza de sentido. La textura armónica expande su nube de probabilidad con la nueva física teórica, su función de onda con la doble hélice y el espín imposible. ¿Acaso no es Dios un triple campo de amor? Hay que darle la mano (humano monumento) para que salga al mundo. ¿No somos los seres humanos un proyecto en vías de dicción, aspirantes a hacer lo que nos hace ser? “Todo lo que brilla ve”, anotó Gaston Bachelard en La Poética del Espacio (1957). ¿Quién y por qué nos mira y ve desde la luz de una estrella ya muerta? ¿A causa de qué Se desata el milagro/ Si scatena il miracolo? – título de mi poemario en prensa (El Zunzún Viajero: Boston, Dic. 2016). Dignas preguntas para un físico original y valeroso como Giovanni Vignale. O para un nuevo teólogo, que acaso sean indistinguibles algún día. Y si todo esto parece loco, espero que lo sea lo bastante como para tener futuro. Porque ya lo dijo Bohr: “Tu teoría es loca, pero no suficiente como para ser verdadera”.
27 de agosto, 2016
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