‘EL CLAMOR ASCIENDE’ Y OTROS POEMAS DE LA COSTARRICENSE MÍA GALLEGOS

 

 

 

La poeta Mía Gallegos

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar una muestra poética de Mía Gallegos (San José, Costa Rica, 1953). Es escritora, periodista, ha publicado libros de poesía, de cuentos y de ensayos.  Sus libros de poesía:  Golpe de Albas. Los Reductos del Sol, Los Días y los Sueños, El Claustro Elegido, El Umbral de las Horas.  Cuentos y prosas poéticas: La Deslumbrada.  Ensayo:  Tras la huella de Eunice Odio. En el año 2020 se publicó una Antología de su poesía en la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.  La Editorial Nueva York Poetry Press publicará su poemario ‘Es polvo, es sombra, es nada’ durante el presente año. Sus poemas figuran en antologías latinoamericanas y de España. En 1985 participó en el Programa de Escritores en la ciudad de Iowa en los Estados Unidos. Ha recibido en tres ocasiones el Premio Aquileo J. Echeverría en la rama de poesía. Pertenece a la Academia Costarricense de la Lengua.

 

 

El grito, de Munch

 

EL CLAMOR ASCIENDE

 

 

Las naciones poderosas y altivas

poseen sofisticadas armas de destrucción masiva.

También hablan de desarme.

Cierto es que su clamor no llega al cielo,

no se eleva como un fuego vivo,

como una llama impetuosa.

 

Los pueblos, ¿acaso salen en las noticias

alzando una súplica?

No; solo los poderosos hablan.

Se acusan unos a otros

mientras que quienes no somos nadie

podemos morir con la colisión atómica.

 

¿Y si el impacto tenebroso llega?

¿Dónde quedarán las preclaras visiones de los mayas?

¿Dónde quedarán los que se amaron?

¿Qué pasará con la secreta luna y su rostro oculto?

¿Las pisadas del bisonte serán borradas?

 

Y el amor se habrá ido para siempre.

Y no se escuchará hablar de Empédocles de Agrigento.

Y no habrá pastores.

Ni cabreros contarán historias amorosas al calor de la hoguera.

Y alguien lamentará la muerte de Grisóstomo.

Y alguien dirá que Marcela, la zagala, era osada y certera.

Y alguien pensará con desconsuelo en don Quijote.

¿Y la Novena Sinfonía?

No se escuchará más nunca.

La honda música será tan solo un estertor de ángeles.

¡Y no habrá llama de amor vivo

que dulcemente hiera!

 

 

 

MISÍLES

 

 

Me veo ahí, sentada en la alfombra.

En la sala toda la familia está reunida.

Es octubre. Es 1962.

Descubro que el planeta puede estallar en mil pedazos.

Los mayores hablan de misiles.

Mencionan a Cuba,

Discuten sobre Rusia y Kennedy.

Un nombre me sorprende: Nikita Krushov.

Pregunto si es malo…

Se miran unos a otros y me mandan a jugar.

Yo quiero saber y me quedo detrás de un amplio sillón

para poder escuchar.

Observo sus caras largas,

y sé que hay mucho temor.

Bajan la voz.

No sé si rezan,

si tan solo susurran y me quedo dormida…

 

Crecí en el mundo bipolar…

Fui rebelde, ahora también lo soy de otra manera.

Ya no creo demasiado en nada.

Una sutil anarquía, muy íntima y dubitativa,

me transformó en una descreída.

 

Quisiera creer

pero la democracia está de luto,

hay dictaduras, sobornos, mano dura y enfrentamientos.

 

Escojo la soledad.

El silencio es uno de los más altos símbolos de la resistencia.

 

Mudez y sosiego.

La vida, no obstante, no pasa en vano.

 

 

UCRANIA, KIEV, 26 DE ABRIL DE 1986

 

 

Llegó la noche de ese día,

mas el amanecer sería precario.

Antes de que anocheciera los pobladores

cumplían con sus rutinas:

comprar la leche del desayuno

y el pan de la mañana siguiente.

Algunos pájaros se tendían ya sobre las ramas de los árboles

dispuestos a descansar.

Cierto que no era una ciudad bulliciosa en extremo.

Una ciudad igual a muchas otras, cercana a Bielorrusia.

Los vecinos se saludaban…

Y llegó la noche.

Y en el reloj se marcaron las 1:46 de la madrugada.

Y hubo un estallido en la planta nuclear de Chernóbil.

Estruendo y muerte.

Un pájaro que voló momentáneamente.

Estalló en el aire, muerto, desmesurado…

Murieron hombres y animales,

 el perrito del vecino,

el gato negro,

el ave violácea en pleno vuelo.

 

Un error en el reactor:

eso dijeron las noticias.

Mas en realidad era una de los círculos del infierno,

no visto jamás por Dante u hombre alguno hasta ese momento.

Hubo dos explosiones, una detrás de la otra.

Este era un experimento realizado por el ejército de los soviets.

Quienes presenciaron las explosiones

dicen que la primera fue de color rojo;

la segunda, azul celeste.

Y ahí por encima, cielo arriba,

nube en lo alto: el hongo atómico.

¿Cuál fue el último pensamiento de un soldado anónimo?

Y sus hijos, ¿también murieron?

La mujer del pandero se fundió con las brasas.

Y no hubo hogazas de pan en ese fortuito amanecer.

Alguien escuchó un himno.

Alguien dijo barbarie.

La muerte no se mencionó:

estaba ahí, expectante y silenciosa

entre los escombros.

 

Mientras tanto, yo me hallaba aquí,

en otro escenario de la guerra fría

esperando algo que nunca llegó.

Un amor, quizás, que fue fútil,

una quimera,

un abismo.

 

Pero luego de conjeturar sobre el estallido

mezclado con el miedo,

de imaginar los rostros desechos de los hombres, mujeres y niños

de Chernóbil, pienso que estamos hoy día a un segundo,

a un instante de desaparecer.

 

 

 

ESTREMECIMIENTO

 

Fisión de uranio.

Fisión de plutonio.

¿Y se llega el día aciago?

¿Y si las manos se desprenden en el momento del estremecimiento?

¿Y si puedo fusionarme contigo antes del fin?

 

No seremos recordados.

No quedarán fotografías, ni candelabros, ni velas.

Ya no habrá justos.

No estará la imagen del Buda compasivo,

Ni la del Jesús salvador.

No estarán presentes los misericordiosos.

La palabra ternura será borrada.

En la noche funesta no habrá bienaventurados.

Tan solo un racimo de muertos calcinados.

Y si alguien queda con vida todavía morirá de dolor,

expirará por hambre porque los alimentos estarán malditos.

 

Yo me iré, lo sé.

Puede que me vaya antes del fin.

Puede ser que mire el orbe

con la mirada de los mayas.

Puede ser que prenda una llama azul en tu cuerpo y el mío,

como una noche de amor sin final.

 

 

María Zambrano

 

MIMI

 

 

Mi tía abuela me protegió toda la vida

mientras vivió.

Murió a los noventa y dos años,

longeva y noble.

Su vida transcurrió pegada a la máquina de coser.

Puedo decir sin mentiras

que todos los domingos estrené un vestido nuevo.

De ahí mi amor por las costureras,

por el dedal, las agujas,

los hilos,

las telas, en especial las de algodón y de lino.

 

De ahí mi amor por las personas cándidas.

Sé que los pobres de espíritu poblarán el cielo.

Mi tía Mimi no oraba especialmente:

cumplía con los mandamientos.

Jamás la escuché murmurar de alguien.

Pagaba su diezmo en la iglesia

y mantuvo siempre el espíritu de pobreza

y un corazón cercano a la santidad.

 

Claro que no le entusiasmaban

las disquisiciones metafísicas,

no necesitaba perderse en los abismos como lo hacemos otras.

No obstante, el universo es prodigioso.

Hace unos años, empecé a estudiar a María Zambrano

y para mi sorpresa,

el rostro de mi tía abuela

se asemeja de manera precisa al de la filósofa.

 

Una tarde, cuando hurgaba en las entrañas,

mientras me abismaba en la razón poética,

dos gatos me acogieron

para no dejarme nunca.

Sé que es la sombra de la madre,

el hechizo de la tía.

No, no es fortuito

este hallazgo de dos rostros hermanos.

Es tan solo un regalo de la providencia.

 

 

 

NO CALLES

 

Barbra Streisand, prohíbo que te calles.

No permito el silencio de una mujer judía.

Si te callas, es como si me silenciaran a mí.

Por favor, no te calles, Barbra Streisand donde quiera que estés.

¿Qué va a ser de mí si te callas?

¿Dónde quedará esa Yentyl que soy yo misma

leyendo entre sueños la Torá?

 

Por favor, por mí, canta por mí,

te prohíbo callar, es una orden,

una orden divina que se ha de cumplir.

¿Dónde quedaré yo si tú te callas?

¿Cómo voy a cantar Once upon a time I had a true love?

No, no. El silencio es impropio del pueblo judío.

Canta, aunque sea para mí.

 

 

 

LEVÁNTATE ES TU HORA

 

 

¡Orfeo, levántate, es tu hora!

En las sombras se escurre Eurídice.

La flauta murmura melodías.

La flauta solloza.

Los animales se congregan.

Descansan en el cubil,

mientras, la honda muerte acecha,

se escucha un rumor de tierra,

es la huella de la novia de la muerte.

Es ella, es Eurídice,

quien revienta en cada primavera.

¡Orfeo, rescátala del frío!,

¡Ponles un cerco a los canes!

 

No mires hacia atrás, no te detengas.

Eurídice brota del abismo,

el hoyo inmenso está desnudo.

Es la puerta angosta que se abre.

Orfeo camina hacia la cúspide,

mas no debe mirar hacia atrás,

tampoco debe detenerse.

Ella está ahí, resucita,

llama al flautista por su nombre:

¡Orfeo! ¡Orfeo! ¡Orfeo!

¡Las campanas exclaman!

¡Las campanas claman!

Un escalofrío la sobrecoge.

¾Alas que abraza el viento¾

¾velo oscuro del silencio¾.

Las dos figuras avanzan, una detrás de la otra.

Un movimiento pasa, es el tiempo.

Es una montaña que se deshace.

Orfeo voltea hacia atrás.

Busca a la mujer deseada.

La contempla y la flauta calla.

Otra vez el abismo se abre,

y la sombra de Eurídice

regresa al lecho de la muerte.

“En la primavera no vendré”, murmura, ella.

¡Álzate, Orfeo!,

¡Deja que las aguas murmuren!,

¡Deja que los canes se retiren!

¡Orfeo, recoge el sonido!,

 

Los animales se levantan, alzan sus cuellos,

la piel se les eriza, musitan.

Se empinan en revuelo.

Escuchan la flauta de Orfeo…

 

Ahí queda Eurídice, en el hondo abismo; ahí yace.

Ella, la novia de la muerte.

 

La melodía continúa.

Una flauta sonora crepita.

Los animales huyen; se sobrecogen,

miran venir la muerte.

 

Orfeo mira ahora.

Y ahora es demasiado tarde.

El cielo y la tierra se congregan.

Las nubes bajan y rozan el suelo.

Es el instante de lo sagrado.

¡Sube, Orfeo, sube!

 

Otra imagen de Mía Gallegos

 

 

 

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