Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar estos poemas enviados, para el
XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, por la poeta Carmen Alicia Pérez Gómez
(Cereté, Colombia – 1992). Licenciada en lengua castellana de la Universidad de
Córdoba, especialista en gerencia de proyectos, maestrante en Estudios Avanzados del
Teatro, poeta, actriz, dramaturga. Textos de su autoría han sido publicados en medios
impresos y virtuales de carácter local, nacional e internacional. Ha participado en
importantes eventos literarios, como la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el
Encuentro Nacional e Internacional de Mujeres poetas de Cereté, Festival
Internacional de Poesía de Medellín, festival Wine and Poetry (Chile) entre otros. Ha
sido miembro activo de innumerables colectivos artísticos. Finalista en el concurso
nacional de poesía Casa Silva, “la palabra, espejo sonoro” (2019). Ganadora del
primer concurso internacional de poesía, “Manuel Zapata Olivella” XVIII Parlamento
Internacional de Escritores Cartagena de Indias 2020. 2do puesto en el premio
internacional de poesía Luigi Vanvitelli (Italia, 2024). Libros publicados: Silencio en el
espejo (2020) Poemas de la Sed (2023) Obras inéditas: Árboles de piedra (poesía) La
Casa (teatro) Olvido (cine) Círculos (teatro) Burdel poético (teatro). Actualmente es
integrante del colectivo de mujeres escritoras “Volverán las oscuras golondrinas” y
fundadora del colectivo de mujeres artistas de Montería, “Teatro nómada”.
DUELE
Duele la piel al roce con las hojas secas
y los huesos sedientos de humedad.
El sol es inclemente.
¿Habrá piedad para las pobres
que amamantan
con la sed incrustada en sus espaldas?
Ella recoge los últimos granos del día.
En casa, los niños lloran de hambre.
La madre es un río interminable
perdido en el maizal,
tiene sed de encontrarse, y los hijos
detienen el vertimiento.
Es imposible abandonarse,
cuando el cuerpo se divide
y algunas partes son el oasis.
¿QUÉ HACER CON LA SED?
Un hombre duerme cerca de un oasis,
tiene sed.
El agua se agota, como se agota
la imagen ilusoria del sediento,
bebiendo aguas que no terminan de saciarlo.
Dormido, enceguecido por la modorra,
busca a tientas algún pozo de agua para calmarse.
Aunque halle mil agujeros, seguirá teniendo sed.
¿Qué hacer con la sed
que se incrementa al pie de un oasis?
CEGUERA
Los ciegos deslizan sus manos
por los bordes de las formas,
desatar un nudo, implica tensar
una cuerda que ya no es lisa,
para ellos el agua es la misma
en todos los tiempos.
¿Por qué cuestionar el origen histórico
de las cosas,
si todos provenimos de aguas distintas?
Nadie cree en la metamorfosis de la gota
que brilla en el pasto.
Los ciegos se adentran en
las profundidades de las cuevas
con la certeza de seguir caminando,
en la ceguera.
Despertar no es una opción,
aunque de golpe,
la luz de un espejo,
les vibre los párpados.
QUEMAR TODOS LOS VELOS
-Madre ¿Por qué esa mujer de hablado
extraño cubre su cabeza con un velo?
Las mujeres no se cubren el rostro,
a menos que llueva o el sol las azote.
¿Por qué esa mujer, ignora que la
observo, aunque yo no dejo de mirarle?
¿Por qué ocultarse en un lugar en el que
todos tenemos los rostros desnudos,
y los ojos clavados como buitres
en un accesorio llamado Yihab?
Ayer vi en la prensa, que una mujer
fue golpeada
por no llevar ese atuendo raro
en la cabeza,
y yo no entiendo que hay de malo
en ello. Tampoco entiendo,
¿Por qué aquella mujer de hablado
extraño, insiste en cubrir
su cabeza en un lugar cerrado?
-Hija, no emitas juicios en contra
de las mujeres que usan o no,
velos en sus cabezas.
Nosotros, también usamos
velos pesados en los ojos y en los pies.
El otro día, un hombre que abrazaba
una biblia, era juzgado por homicidio.
Los estudiantes de una escuela,
fueron hallados con una enorme
cuerda en sus gargantas,
y mil preguntas atragantadas.
A veces es necesario mirarse
en los espejos, quemar todos los velos.
VIAJE AL INTERIOR DE UN BURKA
Soy una cueva que anda con el peso
de no detenerse.
Mi espalda pesa, reposa los insultos,
las piedras arrojadas
la memoria de la respiración
agitada detrás de un burka.
Soy una cueva de silencios y susurros,
jadeante al terminar el día,
de cuerpo sediento,
impenetrable por la lluvia
(refugio de mujeres amordazadas
hasta los sueños)
Soy una cueva que anda con el peso
de no detenerse,
de pies desgastados que me sostienen,
y manos atadas luchando entre sí,
para agarrar un lápiz,
en vez de un pedazo de pan
o una sortija de matrimonio.
¿Soy una cueva pesada o una cruz?
No lo sé.
No soy Jesús, pero me han crucificado,
y en esta cruz de siglos,
solo hasta ahora, los clavos
empiezan a caerse.
RESIGNACIÓN
No quiero volver, mi cuerpo se resigna,
se abandona en un territorio
que no es propio.
No me pidan que abra los ojos y camine,
soy una niña inmigrante,
solo deseo seguir durmiendo.
Madre, no agotes tus esfuerzos
para despertarme.
No me rescates. No intentes abrir
mis ojos cada día,
No hasta que el horror acabe.
No hasta que el pasado deje
de pesarme en la boca.
Soy una niña inmigrante,
solo quiero soñar
sin miedo a abandonar
los juguetes.
GALLOS DE PELEA
Para herirse es necesario mirarse
a los ojos,
olerse la piel en un círculo en el que
ya no existe el amor.
Es invierno y el dolor aflora
como las plumas que se pierden,
como las caricias deformadas
que no conocen de Dios.
Los hombres los observan, mientras
se desangran, aclaman un vencedor.
Se defienden, sin velos en las jaulas,
clavan sus espuelas para ganar.
Ellos se amaron, y ahora amar
se ha vuelto tan doloroso,
como arrancarle las plumas
a un gallo de pelea.
SAN JUAN DE LA CRUZ
San Juan de Cruz arde, anda
sobre brasas,
tiene sed de beber de un pozo
más grande que el camino.
En cada intento por tocar el fondo
de la eterna luz,
palidece, al no poder apresar
con las manos la dicha que huye.
¿Será que somos esclavos de saciar sed
de presencias y ausencias?
Buscar en las planicies todo espacio
cóncavo, llenarlo con agua o fuego,
o vivir como Sísifo con la ilusión
de haber alcanzado lo deseado
y retroceder justo al borde
de la meta.
San Juan seca la sangre cada día,
de un corazón represado
en las ramas secas de un espino,
tiene sed de abrazarlo, fundirse en él,
aunque sea de noche, su luz brilla.
CAMINOS
Cientos de puertas atravieso,
en el puerto, una embarcación de calzados
espera el arribo.
A dónde reposar estos pies cansados de caminar,
si bien parece que esta extraña nave
está construida de zapatos desgastados
que otros arrojaron.
Duermo transitoriamente sobre ellos,
el barco navega a su propio ritmo,
la arena cae como cascadas, el agua hace menos ruido,
me hundo, despierto sobresaltada,
en mi pecho pesan las preguntas.
Estoy atrapada en una red
en medio de una represa de agua salada,
me abalanzo, en el fondo
hay tantos caminos como zapatos.
ETERNIDAD EN UN INSTANTE
A mi pequeña Alma, que fue Luz desde antes de nacer.
Abro los ojos cuando todos duermen
La luz de dos túneles diáfanos me atrapa
me adentro en ellos y no siento miedo
tal vez porque en el fondo vislumbro tu sonrisa,
tal vez porque el miedo ha huido.
—Ya los perros olfatean y no ladran—
y los surcos se han llenado de agua
—ya no hay sequía—
Afuera llueve, gotas de agua pesadas
—como de hierro—
He visto varios lacerados
por poco mi alma se agujera,
pero ahora me he adentrado
en estos dos túneles diáfanos
en estos dos cuencos de luz que son tus ojos
y me he salvado.
OLVIDO QUE SOY UN NIÑO…
Arrojar piedras con furia es otra manera de gritar,
déjenme arrojarle piedras a los soldados,
no pesan más que la impotencia.
A veces olvido que soy un niño, en medio de la guerra.
¿Qué hice para merecer esto?
Pregunta una niña que ha quedado huérfana
mientras besa la mano rígida de la madre
entre los escombros.
El peso de las piedras, no es más grande,
que el peso de la ceniza en los juguetes.
Ayer jugaba a ser zombi con mis amigos,
hoy somos zombis deambulando por la ciudad,
y no jugamos.
La guerra ha despertado la furia de las piedras en los bolsillos,
pero no ha sepultado el dolor
de la ausencia de los abrazos de mamá.
Solo soy un niño que soñó con ser doctor,
pero en medio de la guerra,
a veces olvido qué es ser un niño, en un infierno como Gaza.
ABANDONO
“Que cese esta asfixia de respirar con un pulmón ajeno”
Rosario Castellanos
I
Me arrojaste como un pedazo de carne
a una bandada de perros hambrientos,
colmillo a colmillo la carne fue desgarrada,
sin embargo, en medio del jadeo del miedo,
el corazón palpitaba,
necesitaba solo otro pulmón para cesar la asfixia,
la fatiga, el dolor de respirar…
Aprisionando mi pecho, me dijiste: “busca ayuda”.
II
Toqué tu puerta como el animal
que no entiende de abandonos,
y espera paciente en el mismo lugar,
pero el portazo fue implacable. El pecho dolía,
como si necesitara de otro pulmón para respirar,
como si se le abriera una grieta en la mitad,
y en ella los perros hambrientos devorándose el vacío.
III
Desamar es buscar a ciegas tus pedazos
sin saber a dónde reubicarlos,
es ese desarmarse y volver a armarse
para que el día en que la puerta se abra,
el animal se vaya, y tampoco entienda de regresos.
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