El poeta salvadoreño Luis Borja
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar dos poemas inéditos de Luis Borja (Ahuachapán, El Salvador, 1985), quien ganó la VI edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, fallado en Salamanca el pasado 12 de abril. Y lo obtuvo por su libro ‘UMIT’, uno de los 905 trabajos procedentes de todos los países iberoamericanos. En 2014 Borja también ganó el Accésit del XXIV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma con su obra El Disparo. Cuentos del Barr(i)o, publicado en 2014 por la editorial Visor. Otros poemarios son: Letrosis (2013), Pus (2014), La herida del poema (2015), Mi hombro es una lágrima (2016), Un labial para las muertas (2017). También realizó la antología Subterránea palabra (2016). Miembro fundador del Taller de poesía del Parque (Ahuachapán), en 2006 ganó el Certamen de Poesía Universitaria y, desde entonces, ha participado en diversos festivales celebrados en países centroamericanos. Poemas suyos se han difundido en revistas de España y México, y en las antologías Invisible. Antología de poesía joven salvadoreña (Venezuela); Las puertas de la madrugada. Antología poética Cuba-El Salvador (El Salvador-Cuba) y En el nombre de hoy (Visor, 2015).
Miembros del jurado del VI Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (foto J. Alencar)
El jurado del premio estuvo integrado por Pilar Fernández Labrador, Carmen Ruiz Barrionuevo, Jesús Fonseca, Alfredo Pérez Alencart, Carlos Aganzo, José María Muñoz Quirós, Inmaculada Guadalupe Salas y Julián Barrera Prieto, actuando como secretaria Victoria Pérez Castrillo.
I [se]
Todo comienza amando la madrugada
Amando el canto de los gallos que buscan un nombre de luna
Todo comienza en la ternura de las flores y sus pétalos de sangre
Todo absolutamente comienza amando la saliva
Porque de la saliva y el barro somos
Somos la jícara y el destino de la tierra
Todo absolutamente comienza con la tibieza del día
Con la sonrisa caliente de todos los astros: el nacimiento del padre y el fuego.
Yo
Que soy saliva y barro, planta y ternura
Comprendo que somos bebidos por la luz y el día
Pero también, mi hermano, somos de la noche
De la oscuridad y la luna: la madre.
Todo comienza en la sonrisa de la jícara y de la raíz
En la plegaria de sangre que cantamos
Todo comienza en la tierra y el sudor
En la semilla que nace en la palma de la mano
Todo comienza en la nocturna sonrisa del delirio
No, no callamos la locura ni la muerte
Ni el disparo que quebró los huesos de la tierra
Y de los huesos que nacieron como piedras
Todo comienza pues, con la ternura entre las manos y con el odio entre los dientes
Todo comienza, mis hermanos, en el sueño de los pájaros y su grito de sangre
Sumpul, de l salvadoreño Carlos Cañas
III [yey]
Yo soy el padre del que habla
Y hoy me arrancan de la tierra con las uñas sangradas en la nada
Yo soy el padre
El vejestorio de huesos que guarda un delirio de sangre
Yo
me niego a morirme cruzando los brazos de tristeza
Yo soy el puño y el grito
Porque lucho desde los rincones de la piedra
Tengo las fuerzas en la sangre que me bulle como un caballo perdido
Respiro
Y encuentro en mis manos los huesos de mis abuelos
Respiro
Y voy amagando con la amargura de mis años
Porque habitan en mí, todas las ansias de la primer cosecha
De la saliva del padre de mi padre
Y de la madre de mi madre
Porque me habitan todos como una cadena de huesos que me detienen para que no caiga
Por eso
Me adhiero a tu aroma agreste sorprendido por la lluvia
Me adhiero a la extraña suerte que nos invita el delirio
No me rindo
No me caigo
Me sostienen tus huesos
Y empuño en mis manos el ombligo de mi familia
La trenzada ternura de todos mis hijos
No me lo arrancan
Ni con el golpe, ni con la mentira
Ni con mil papeles que hayan firmado todos los tiranos
No se pueden llevar la tierra
No se pueden llevar mi casa
Porque mi casa no es sólo mi casa
Porque está habitada de todos los nombres que las sangre nos cosecha
Y al perderla, pierdo todo lazo que me ata a los años
Pierdo las caricias dibujadas de mis hijos
Pierdo los consejos de mi padre.
Contemplación del sacrificio (fragmento), del salvadoreño César Menéndez
La tierra no se puede perder
Porque se perdería el sustento y la saliva
Perdería mi lengua y la voz
Es más, perdería el grito de la sangre
¿Y entonces, qué sentido tendría resistir?
Me quedaría mudo como la piedra
Me quedaría habitado por todos los vacíos
Nadie me vería zanjando los nombres de la sangre
Por eso, yo me resisto con el golpe
Yo me resisto agitado por el polvo y los astros
Y desde ahora, no encuentro el sosiego
Yo soy el padre del que habla
Y no me pueden quitar la tierra
Porque la tengo metida en cada herida de la cara
Porque han sido las manos de polvo que me sostienen
Y eso, señores, sólo se quita con la muerte
Yo soy el padre del que habla
Y no me pueden quitar la tierra
Porque la tierra es la carne
Porque la tierra es el hueso
Porque la tierra es el puño
Porque la tierra es la sangre
Porque yo soy la tierra
“En UMIT Luis Borja traza el hilo conductor que relaciona la historia del pasado con el presente apoyándose en raíces míticas, telúricas y lingüísticas. Para ello trae a sus versos una historia de seres desposeídos por la violencia, despojados de su tierra y de su arraigo cultural. El dato fundamental reside en la fecha de 1932 cuando se produce el levantamiento campesino en su país, un enfrentamiento que termina en el etnocidio de las comunidades nahuas. Borja traza un libro sólido, de sesgo social, en el que se habla de la tierra, del origen de los seres, de los huesos que reclaman, de la sangre, de los antepasados lejanos y cercanos, estos últimos en las figuras del padre y de la madre, ambientados en esa dolorosa época que todavía condiciona el presente. El tiempo se articula en la sucesión de los números arábigos que desgranan los poemas, pero también incluye la numeración pipil, lengua nahua que homenajea y exalta como una resistencia cultural y social ante la violencia invasora del poder”.
Carmen Ruiz Barrionuevo, directora de ‘Guaraguao,
Revista de Cultura Latinoamericana’
Carmen Ruiz Barrionuevo (foto de Jacqueline Alencar)
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