El poeta salvadoreño Sergio Inestrosa
Crear en Salamanca se complace en publicar estos dos poemas inéditos de Sergio Inestrosa (San Salvador, El Salvador, 1957), quien es profesor de español y temas latinoamericanos en Endicott College, al norte de Boston. Su último libro publicado por Editorial Obsidiana es ‘Luna que no cesa’ (edición bilingüe español/inglés, 2018), ya antes esa misma casa editorial le publicó su novela sobre la guerra en El Salvador, ‘Los motivos de la memoria’ (2016). La Universidad Iberoamericana de México le publicó el libro ‘Vivir la fiesta’, que aborda las fiestas religiosas en una comunidad a las afueras de la ciudad de México. Su próximo libro de poesía se titula ‘Piedras para María’. Forma parte del Consejo Asesor Iberoamericano de TIBERÍADES, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos.
Estatua de Miguel de Unamuno. Foto de José Amador Martín
DIME POETA…
1
Dime poeta ¿qué oyes?
Escucho la voz del niño que una vez fui
Y me apena mi adulta cobardía y timidez;
Igualmente oigo la voz de la tierra
Que en su agonía nos pide que no seamos tercos
Y la escuchemos, antes de que sea demasiado tarde;
Al mismo tiempo, escucho la risa socarrona de quien
Incrementa sus riquezas y del político servil
Que lo favorece condonándole impuestos;
Oigo la voz del pastor que pregona una fe pasiva.
De nuevo escucho la voz del niño
Y frente al espejo de mi apatía me preguntó:
¿Qué haría él si fuera yo?
Foto de José Amador Martín
2
Y dime poeta, ¿qué ves?
Y te respondo de inmediato, pues es obvio:
Veo sobre todo desolación;
Veo jóvenes deprimidos que han perdido todo interés,
Veo pueblos enteros sumidos en la pobreza
Veo discriminación y racismo por todas partes;
Pero además veo bosques que han sido arrasados,
Tierras baldías y cada vez más aridez.
Veo los lagos que languidecen
Los ríos contaminados
Veo océanos que rebalsan llenos de plásticos y engullen playas.
Veo los picos que pierden nieve
Las reservas de agua dulce que se extinguen;
Veo cada vez más incendios, muchas veces intencionales,
Veo, por igual, el daño de las sequías e inundaciones.
Y ¿qué decir de los pobres animales?
En fin, mi hermano, veo muerte y destrucción por todas partes
Lo mismo en Siria que en Nicaragua.
Veo a hombres violando leyes para así acrecentar sus fortunas
Y cada vez es más cierto que el tener es más importante
Que la vida misma.
Atestiguo crímenes, medias verdades y burdas mentiras,
Veo volver enfermedades que ya no existían
Veo el derroche en armas
Aun en países que en vez de fusiles necesitan de escuelas
Y hospitales y bien harían comprando palas y azadones
Para producir lo indispensable.
Veo con miedo la vuelta de dictadores y falsos mesías
Y el creciente miedo al extranjero.
Por otra parte veo robots y drones por todas partes
Y cohetes súper poderosos
Que servirán para que solo unos pocos se fuguen
A no sé donde
Cuando entre nosotros se haya perdido la batalla por preservar la vida.
Estatua de Góngora. Foto de José Amador Martín
3
Y ¿qué sientes?
¡Ay mi amigo! Siento tristeza y rabia, a la vez,
Me duele mucho la falta de humanidad
La pérdida de valores
Y la falta de interés que tenemos por preservar la vida.
Me entristece tanta necedad,
Tanta insensibilidad ante los problemas que afrontamos.
Para serte sincero,
Me siento agobiado y algunas veces me doy por vencido
Ante el caos en que vivimos.
También me da un poco de pena con las generaciones futuras
Pues, les estamos heredando un mundo
En peor estado de salud que como lo recibimos.
Pobrecitos de ustedes
Que pagarán con creces el precio de nuestra irresponsabilidad
De nuestra arrogancia y avaricia.
Foto de José Amador Martín
EL TAÑIDO DE LA FLAUTA
Fuga de plumas verdes, amarillas
Cafés y rojas
En el otoño de Nueva Inglaterra
En el mapa de los recuerdos distantes
Que huyen al ritmo del universo acongojado
Hora con hora, minuto tras minuto.
Fuga de todo
Bajo el embrujo del tañido de la flauta de Hamelin
Que nos hipnotiza
Llevándose nuestras sombras a otros bosques.
Señoras y señores, niñas y niños
Que no se nos olvide el tañido de esta flauta,
Ella es la voz de Dios
Gravada en el espejo
Donde se refleja nuestra más profunda singularidad.
Foto de José Amador Martín
Foto de José Amador Martín
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