La poeta venezolana Carmen Cristina Wolf
Crear en Salamanca se complace en publicar dos reseñas escritas por nuestro colaborador Enrique Viloria Vera, en torno a sendos libros de la poeta venezolana Carmen Cristina Wolf. Viloria reside en Salamanca desde hace tres años, aunque sus vínculos con la ciudad y la Universidad comenzaron en 2002. Desde aquí difunde la obra de otros autores venezolanos y ha escrito varios libros.
Foto de José Amador Martín
CARMEN CRISTINA WOLF: LAS MANOS HACENDOSAS
Carmen Cristina Wolf es poeta por vocación y no por destinación, como solíamos decir los que abogados fuimos. Su Antología Mínima, editada eN 2008 por la Universidad Nacional Abierta de Caracas, es genuina expresión de una emoción polisémica que se traduce en versos plurales como su vida misma.
Destaco su largo y enjundioso poema a las manos. En efecto, la poeta – o poetisa como ella prefiere llamarse – elabora un fiel retrato de la bienvenida cotidianidad cantándole a sus manos que sin fatiga han servido para mimar, saludar, arrullar, tejer, doblar, planchar, confortar, fregar y cocinar el pan cotidiano que convoca a la mesa a su acariciada y siempre presente familia. Así la poeta comunica:
Las manos reconocen la madera del roble
arenas muy antiguas, el azul de los juncos
desaplican las cartas, se abanican
Alisan asperezas, doblan colchas
trenzan lazos, escriben
se vuelven rojas, pálidas
se estremecen antes y después de la cocina
del jabón, del carbón
Y sostienen la copa de vino y sinsabores
No ignora Carmen Cristina la ausencia, la soledad y versos emocionados también dedica al que está lejos, al que se fue para no volver, al que está por venir y al que esperanzada le dedica un poema antológico y por antolojiar como diría el poeta peruano – español Pérez Alencart que tanto hace por nuestra poesía en la dorada ciudad de nombre Salamanca. Así la poeta escribe:
Te esperaba en el umbral del mundo
tejiendo alfombras de praderas para que no tuvieras frío
Como una mínima corola, en el ala de un pájaro
busco la huella que marcaron tus pies
Escucho tus palabras humedecidas de mar y de tiempo
El sol dibuja medallas en nuestras sábanas
mientras el alba extiende sus jaguares
todavía entre las sombras
Todo ello sin comentar su ya varias veces antologado poema de amor Escribe un poema para mí que expresa a cabalidad las ganas de amar y ser amada que la poeta transmite en sus femeninos versos.
Vuelve a la infancia la poeta en las travesuras de sus nietos, en la continuidad de su vida y de sus emociones. Conmovida y permisiva la abuela poeta le pide a su descendencia:
Cuéntame de la casa y su memoria
las luces de la noche
acompañando el aroma de la cena
Tras un balón
la calle con los niños en tropel
deslizan sus patines
pretendiendo volar hacia otros mundos
Ven, cuéntame tus historias
Foto de José Amador Martín
La vida es riesgo certifica la poeta y confirma sin resignaciones en realistas versos que:
El mundo hierve de caminos
rúas galerías
atajos y veredas
sin levantarse un palmo de su cárcel
¿Sería mejor permanecer en un punto
cálido, cerca de casa
o recorrer los surcos
curtidos por el polvo sideral?
Ejerzo mi oficio de perseguir palabras
sin volver la espalda al dolor
tampoco al éxtasis
A veces, ¡es tan corta la calle!
Y en ocasiones se abre al horizonte
Sirvan estas palabras para presentar el libro de esta poeta que ha venido ganando voz propia y merecidos espacios en esa siempre dificultosa tarea de nombrar lo innombrable.
Elisabet Schön y Carmen Cristina Wolf (2006)
CARMEN CRISTINA WOLF Y SUS ATAVÍOS DEL ESPÍRITU
Eres el sueño de aquél
en quien siempre florecen las palabras.
Carmen Cristina Wolf
17 poemas, 280 versos sirven en esta festiva ocasión para que Carmen Cristina Wolf exprese una emoción plural, un habla madura, unas letras afectivas que sirven para adornar de buena poesía su espíritu de mujer sensible y colega solidaria.
En estos Atavíos la poeta desanda recuerdos, revive momentos y circunstancias, reconstruye los lugares fundamentales – la casa familiar, el jardín de las mil palmeras – que acendraron su madurez de mujer comprometida con su tiempo y con su prójimo, confiesa Carmen Cristina que desde temprano se acostumbro a “vivir / con un pie en su morada / y otro en el infinito”.
Esta existencia – un aquí cercano y un allá lontano – le permite a la escritora entender lo ya preludiado y presentido desde muy temprano, que: “había un itinerario / en el centro del alma, era fácil sentirlo / casi imposible hallarlo persiguiendo las sombras”. Y de las negruras se apartó pronto la poeta para construir un mundo luminoso a la medida de sus esperanzas y expectativas acuñadas en su infancia para preservar – ya madura – el añorado “espacio de los pies desnudos / con cientos de caminos y tréboles irreverentes”.
No podía faltar en sus versos, el otro, el tercero, el ajeno del que la emoción de la escritora se apropia con afanes libertarios, la otredad se hace presente en forma de amante y de amigos. Al amante, lujuriosa, incontinente, lúbrica, le confiesa que es “mejor un instante de atrevido sonrojo / a mil versos de sensata palidez”.
Foto de José Amador Martín
A los amigos, a esos que son con ella, imprescindibles siempre al momento tanto de los logros como de las flaquezas, la poeta, generosa también en versos, les declara: “Amigo, amiga mía, / compartimos con gracia / algún secreto de mermelada caliente // Ríen de las tonterías que les cuento / y leen mis pequeños poemas // Pasos unidos en un manto de hojarasca / Abrazos que no deberían terminar nunca / Palabras que devuelven el coraje ante la muerte // Amigo, amiga, / refugio exacto para conjurar la desolación”.
No se le escapa a la sensible poeta el entorno político de la última década bolivariana, la espeluznante posibilidad de un destino monocrómico, monótono y monocorde. Contra el pensamiento único y el color dominante se rebela la artista, y desafiante expresa que “estos versos no son para la siembra” en vista de que “un déspota no sabe el valor del silencio / el derecho a ser frágil / ni admite cercanía entre el clavel y el nardo”, porque de lo que si sabe y quiere y pregona e insensatamente promueve el autócrata es: “Clonar gente con similar ropaje / que siempre doble el cuello y diga ¡sí!”.
Otra vez las manos, sus manos, llevan un registro de lo que ha sido, de lo que es y lo que será. En anterior oportunidad nos referimos a esos poemas en que la poeta – a través de sus manos – retrata las disímiles realidades de su feraz existencia. Una y otra vez vuelve por los fueros y habla con sus polisémicas manos: interrogadoras, viajeras, acariciadoras, obreras, dibujantes, amorosas, hilanderas, prestas siempre a tomar el libro cómplice para contarle a los infantes ingenuos y solícitos que entre las palabras y su eterno ciclo aún habitan duendes traviesos y hadas buenas.
Pero hay más, mucho más y bueno en estos atavíos donde la poeta reviste su alma de espirituales e íntimos versos al alcance de la curiosidad de todos nosotros, leámoslos en lo que dicen y en lo que no, exploremos sus entrelineas, atendiendo, sin embargo, a la expresa advertencia de Carmen Cristina:
“No es tiempo aún / de encontrar el árbol del comienzo”
Foto de José Amador Martín
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