‘DONDE SE QUIEBRA LA LUZ’, DE LA CUBANA LIZETTE ESPINOSA. PRESENTACIÓN Y SELECCIÓN DE TEXTOS POR ANA C. BLUM. FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN

 

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Crear en Salamanca publica con especial agrado el ensayo que la poeta ecuatoriana Ana Cecilia Blum ha escrito en torno al poemario de Lizette Espinosa (La Habana, 1969). Ella ha desarrollado su vida profesional en el campo del diseño aplicado a la arquitectura y la ingeniería. Es co-autora de ‘Pas de Deux’, Relatos y poemas en escena (Snow FountainPress, 2012), ganador del International Latino Book Awards 2014 en la categoría de poesía escrita por varios autores. En el 2014 fue invitada al Festival Atlántico de Poesía “De Canarias al mundo”, en Las Palmas de Gran Canaria, España. Autora de ‘Donde se quiebra la luz’, poemario publicado bajo el sello editorial de EriginalBooks en el 2015.Su poesía ha sido incluida en diferentes revistas literarias de los Estados Unidos, España y Cuba. Actualmente reside en Miami, Florida.

 

 

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‘DONDE SE QUIEBRA LA LUZ’, UNA APROXIMACIÓN

Vi por primera vez a Lizette Espinosa en la Feria del Libro de Miami, en el año 2012. Su rostro parecía como escapado del mundo, sus ojos lejanos imaginando metáforas, sus ademanes llevaban la brisa de las fabulaciones. Ella sostenía sus poemas y estos la sostenían a ella; allí recordé algo que un día un escritor mayor me dijo: “a veces uno reconoce a un hermano poeta solo con mirarlo”; y con Lizette pasó así, ese reconocimiento instantáneo, esa revelación inexorable que sucede como un relámpago.

Lizette Espinosa es una poeta torrencial, basta entrar en algunos de sus versos para quedar empapado de conmoción. La sencillez que ronda sus poemas guarda revelaciones abisales que resultan encuentros impostergables “donde se quiebra la luz”, buscando la sombra de la palabra, sombra que ha de cubrirla, protegerla y salvarla.

La poeta Alejandra Pizarnik escribió sobre el oficio de la poesía: “Se trata de infundir al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir”. De estas ceremonias nos habla la voz de Lizette, de los rituales cotidianos, los que son ya pasados, los que hacen el presente, los que se cuelan en la jornada del asombro y la melancolía, allí está su aliento, el registro de sus pasos.

Desde los parajes habituales se acude al encuentro con un mundo que poco a poco se va transformando en verso: “Cada día una orilla / Cada día un milagro / Siempre la cuerda”. Aquí la cuerda es ese hilo invisible que tira y procura el retorno a su oficio, continuidad que se inmortaliza en los andenes de la memoria, pese a las garras de una sociedad que demanda lo contrario; la voz misma lo confiesa: «…Es preciso cubrir / la propia esencia, / guardar en los bolsillos / el asombro, / la eterna fascinación, / la blanda lengua / para moldear abismos. / Es preciso arropar / la tempestad del pecho…». Y sí, es preciso pero no es posible, porque esa tempestad de la que nos habla es la explosión acuosa de sus composiciones, que la sorprenden y nos sorprenden sin albergue, la absorben y nos absorben entre las líneas de un canto azul, simbólico e insondable.

El poeta Manuel López (Manny), sobre la poesía de Lizette ha dicho: “Aquí no hay exceso de palabras ni trucos. Lizette Espinosa no está en una carrera para ser la poeta del momento. Ella está en un camino, en el camino espinoso de la poesía. El único que existe para un verdadero poeta”. Y así es, Manny lo ha manifestado tan bien, porque Lizette no sufre la manía de los reflectores, la invención de una tribuna para convertirse y convertir la poesía en un espectáculo del poder. Ella no va de prisa ni busca ventajas, ella escribe desde su intimidad, desde su sabia modestia y desde allí nos convoca y nosotros asistimos a sus rituales verbales, a su purísimo talento.

 

 

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Talento que es un alfiler de oro, exquisito y único, mas no por ello menos doliente, porque sus versos cortan un poco el alma, y ese dolor que causan es un dolor que la voz se ha propuesto provocarlo con belleza, desde lo tenue y aladamente lírico, desde lo entrañable que ha sido poetizado para que el lector se identifique, se acerque a sus propios anhelos. Y sin embargo, no todo es “consuelo en los abismos” o “grito de lluvia”, en la poesía de Lizette, también podemos encontrar las bondades de la luz, “unas manos llenas de sol”, las felices memorias, los aprendizajes insoslayables, la fe en la palabra y esas certezas necesarias que llegan con el ritmo de las estaciones, así lo declara: “Hilando amaneceres / sobreviviendo al estampido / he logrado juntar un par de verdades … / para llenar mis alforjas”; y las nuestras también, porque luego de leer sus poemas queda para la meditación una alforja repleta de imágenes en movimiento, imágenes que se mecen como aves en las olas, livianas pero tenaces.

El gran Jorge Luis Borges en sus múltiples reflexiones sobre la poesía escribió que “ésta es el encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro” y yo esta noche los invito a descubrir, explorar y conquistar “Donde se quiebra la luz”, hermoso poemario que hoy nos ha juntado bajo el mismo techo y el mismo latido, y que reclama una lectura entregada y consciente.

Hasta aquí lo que pueda decir sobre el mismo, porque más que hablar de los versos de Lizette Espinosa hay que vivirlos, volverlos a leer, darles su espacio y la oportunidad para que caigan lentamente en la garganta, para que calienten el pecho o lo quemen, para que extiendan sus significaciones que acaso son también nuestras significaciones, un espejo, ese espejo de agua en el cual todos podemos reflejarnos.

 

 

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DONDE SE QUIEBRA LA LUZ

Donde se quiebra la luz
afloran desafiantes los abismos.
Es llano el sendero hacia sus lindes,
angosta su garganta.

Llevo de compañera una cigarra
en este andar a ciegas
donde solo se palpan las entrañas.

No sé qué encontraré entre la maleza,
temo a las alimañas que la pueblan.

Pero heme aquí de nuevo
con la boca repleta de mendigos
que buscan su sombra.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)

 

 

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CADA DÍA

 

 

Cada día camino sobre una cuerda floja
que cede a ratos probando mis agallas.
Cada día presumo que todo está resuelto.

Que no hay nada que hacer que no sea
llegar a la orilla y cazar un par de milagros.

Cada día una orilla.
Cada día un milagro.
Siempre la cuerda.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)

 

 

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QUÉ HACER

Qué hacer con tantos atuendos
y sus costuras,
dobleces,
o artificios
para agradar al mundo.

Mi desnudez espanta
los cánones del día.

Es preciso cubrir
la propia esencia,
guardar en los bolsillos
el asombro,
la eterna fascinación,
la blanda lengua
para moldear abismos.

Es preciso arropar
la tempestad del pecho,
que insiste en mostrarse
tal cual.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)

 

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PARQUE ALMENDARES

Sobre todas las cosas el invierno.

Sobre el río que lame el fondo
y es el fondo mismo.

Sobre todas las cosas el musgo.

Aliento de la muerte merodeando
en la hoja, el bote, la tarde.
Mi sombra junto al banco,
dando de comer al tiempo
su dosis de perdón.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)

 

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SERÁ

Será como otras veces,
tú sentada en el tiempo
ignorando mis brazos extendidos.
Allí donde te sé
han puesto a mi nombre los destinos,
pero mi nombre es humo y evade la luz.
Aquí donde me ves
desato caballos en la noche.
Mi sangre rompe todos los cristales
pero tú nada escuchas.
Sigues sentada allí donde te escondo,
para que no te nombre la certeza.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)

 

 

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LA NOCHE

 

La noche me sobrevuela,
me padece.
Algo de mí se queda en su memoria.
Algo de ella me sigue.
Juntas hemos bebido la flor de los delirios,
juntas hemos marchado.
Sobre sus largas piernas he sentado mi casa.
Sobre su piel oscura he lanzado mis dados.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)

 

 

 

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TODOS HABLAN

Todos me hablan de naufragios.
La vieja cicatriz abre los ojos.

Dicen que son tibios los vientos
en esta playa y noble el suelo.

Dicen que es posible el rescate.

Ahora oscurece,
el aire tuerce los ojos y hace escupir
palabras que no saben de rumbos.

Yo sé de ciertos parajes…
Yo sé que he estado siempre
donde no se me nombra.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)
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HE QUERIDO ESCRIBIR DE LA HABANA

He querido escribir de La Habana
y la palabra merma su arrogancia primera.
Se queda gesto, intuición.
He querido escribir
y cuesta la pisada en retroceso
por entrañables patios
donde cuelgan al sol los paños tibios.
La fruta en la boca que madura.
La boca acomodada a su silencio.
Y mis pies van de niña vestidos,
mis ojos de niña asomados
            a un portal
donde se mecen la verdad y mi vejez.

 

 

(Inédito, 2015)

 

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