Hugo Mujica en Salamanca, 2011 (Foto de Jacqueline Alencar)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar el Preludio del último libro publicado por el argentino Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942. Estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Esta gama de estudios se refleja en la variación de su obra que abarca tanto la filosofía, como la antropología, la narrativa como la mística y sobre todo la poesía. Entre sus principales libros de ensayos se cuentan “Origen y destino” (1987), “La palabra inicial” (1995), “Flecha en la niebla” (1997), “Poéticas del vacío” (2002), “Lo naciente” (2007), “La casa y otros ensayos” (2008), “La pasión según Georg Trakl” (2009) y “Del saber del no saberse” (2014). “Solemne y mesurado” (1990) y “Bajo toda la lluvia del mundo” (2008), son sus dos libros de cuentos.
Alencart, Pedro Tarquis, Asun Quintana, Milena Rodríguez, J. A. Valle Alonso, Miro Villar, Hugo Mujica y Cristina Falcón Maldonado
(Salamanca, 2011)
Su obra poética, iniciada en 1983, ha sido editada en Argentina, España, Italia, Francia, Estados Unidos, Chile, Eslovenia, Rumania, Bulgaria, Grecia, Portugal, México, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Venezuela, Bolivia y Uruguay. En 2013-2015 publicó tres volúmenes con casi la totalidad de su obra, poética, ensayística y narrativa: “Del crear y lo creado”, en la editorial Vaso Roto, México-España. En 2013 se editó su último libro de poesía: “Cuando todo calla”, por el que recibió el XIII Premio Casa de América de Poesía Americana. Su vida y sus viajes han sido el material principal de su obra, hitos como el haber vivido y participado de la década de los 60 en el Greenwich Village de Nueva York, como artista plástico, o el haber callado durante siete años en el silencio de la vida monástica de la Orden Trapense, donde comenzó a escribir, son algunos de los mojones de su historia.
Hugo Mujica fue homenajeado en Salamanca dentro del XIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca en octubre de 2011.
PRELUDIO
(de la edición española,
aparecida bajo el sello editorial El Hilo de Ariadna)
Hefesto-dice un texto órfico- hizo un espejo para Dioniso, y el dios, mirándose en él y contemplando la propia imagen, se puso a crear la pluralidad.
Hay imágenes, algunas pocas, que el tiempo no borra, más bien las pule, les da brillo, las bruñe espejo; son esas de los mitos, las religiones, la tradición, el arte… Íconos en los que todavía podemos mirarnos, reconocer y proyectar; son las que permanecen contemporáneas no en las respuestas que dieron a su época sino en las preguntas que formulan a la nuestra, en las respuestas que nos instan a buscar. Imágenes, tan insondables algunas, como la de Dioniso, “el dios venidero”, como Hölderlin lo llamó. Dios, según Hefesto, que lo es creando lo que es, revelando la posible fecundidad de sí, las imágenes de la propia imagen que cada uno puede imaginar para y en sí mismo, las que imaginando podemos crear, las que podemos llegar a ser.
Crear es el verbo y la insistencia de la vida. Soy lo que le está aconteciendo a la vida ahora, en este ahora que ella me acontece a mí; somos su creación si la creamos y la creamos si nos dejamos por ella originar. Dioniso y dionisismo seeeon nombres de un acontecimiento, nombres que albergan una póiesis, una ontología del devenir, o, en palabras más amables, un deseo de ser, una erótica de la creación. Un devenir, una transfiguración, no como futuro temporal sino como un acaecer presente, como un manantial, una fuente, un brotar, ya, aquí. Desde aquí.
Eso sí, creo que ni siquiera habrá un dios que nos salve si abdicamos ante la idolatría de lo dado y lo que ya se sustantivó, si nos postramos ante el culto de la objetividad con su mito del mundo como cosa hecha, y, consecuentemente, su haber despojado a la existencia de su perenne estado de epifanía. No, no habrá salvación si no nos dejamos arrobar por el asombro de ver surgir desde lo que no es lo que llega a ser, si desterramos de nuestro hacer ese crear y de nuestra mirada el asombro; si no llegamos a amar cuanto vive por la vida misma que en lo vivo se ama. No, ni un dios podrá salvarnos si no lo creamos a él.
Estas páginas, como una rapsodia o un canon musical, repiten unos pocos temas que dialogan, se entrelazan, contrastan y mestizan: abrirse, devenir, surgir, crear… y, como siempre, la palabra vida, la palabra y su reclamo. También, y no menos destruir y morir, esas otras formas de abrir, ese otro vivificar. Un ritmo, un repiqueteo, que llama, que intenta despertar, encantar, esa hondura que es nuestra dimensión más abismal, allí donde no somos, allí desde donde podemos crearnos, ser la pluralidad que pulsamos por ser, dar carne a lo que nos busca para ser.
Como ninguno de mis libros, y menos que ellos, este es un libro técnico, erudito… A la palabra logos, ya pronunciada por Homero, derivada del verbo légein, se la suele traducir como contar, portadora de una doble acepción: contar como enumerar –cuando cuenta, por ejemplo, las ocas que salieron del mar, en su Odisea– y como narrar: contar como se cuenta un cuento. Yo aquí, simplemente, doy cuenta, cuento, mi synousía, diría con los griegos, mi ser-con Dioniso, mi experiencia de él, mi convivirlo en el hacer creador, en la creación de mi obra y, congénitamente, de la que va siendo mi vida… Se los cuento mientras me lo cuento a mí…
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