Antonio López Ortega (foto de José Amador Martín)
Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por nuestro colaborador Alberto Hernández, poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano (Calabozo, 1952). Reside en Maracay, Aragua. Tiene un posgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista Umbra. Ha publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia(1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Nortes (1991),Intentos y el exilio (1996), Bestias de superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca ajena: antología poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de Galina (2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), 70 poemas burgueses (2014), Ropaje (2012). Además ha publicado los libros de ensayoNueva crítica de teatro venezolano (1981) y Notas a la liebre (1999); los libros de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994), Cortoletraje (1999), Virginidades y otros desafíos (2000) y Relatos fascistas (2012), la novela La única hora (2016) y los libros de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999) y Cambio de sombras (2001). Dirigió el suplemento cultural Contenido, del diario El Periodiquito (Maracay), donde también ejerció como director, secretario de redacción y redactor de la fuente política. Publica regularmente en Cervantes@MileHighCity (Denver, Estados Unidos) y en diferentes blogs de Venezuela y otros países. Sus ensayos y escritos literarios han sido publicados en los diarios El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y El Carabobeño, entre otros. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano, al portugués y al árabe. Con la novela El nervio poético ganó el XVII Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2018).
Fotografías Jacqueline Alencar y José Amador Martín
DIARIO DE SOMBRA
1.-
Un diario es la crónica de un trozo de vida. El repaso de un día que se convierte en el plural del tiempo. Son muchos días que logran alcanzar el o los años y así una existencia, un libro: testimonios, confesiones, eventos cotidianos, íntimos, públicos, callejeros o caseros. Un diario, en fin, es un argumento, la narrativa de un sujeto que se retrata en él mismo, desde él mismo para entregarse a quien lo lee, lo mira y hasta lo comparte. O lo enfrenta.
El diario es un género que se puede leer como un libro de cuentos, de minificciones, de ensayos o de los dramas cotidianos de quien se atreve a volcarse completo y dejar en manos de los curiosos lectores sus angustias, momentos de alegría, silencios, augurios. Un libro puede contener un largo poema o un testamento donde la vida y la muerte se deshacen y se recomponen.
Antonio López Ortega nos entrega “Diario de sombra” (Editorial El Estilete, Caracas, 2017). Es un diario compuesto por testimonios de los años 2004 y 2005. Libro de episodios en los que algunos paisajes le han dado cuerpo a unas páginas donde ciudades, calles, pueblos y países acompañan al escritor y también al lector, porque quien ha viajado siempre anda con el clima, los colores y olores de sus travesías y se los acerca al lector para que se los apropie o imagine. Pero más allá de esas experiencias está la tierra del origen, el solar nativo donde el autor revela momentos que –resumidos- forman parte de la crisis, en este caso, de Venezuela, cuyos valores, personajes antes apreciados, se han convertido en sombras, en una sombra densa y fantasmal que se pasea oronda por todo el mapa devorando todo lo aceptablemente bueno que el país tenía como herencia y agravando los problemas que la democracia no pudo o no supo resolver.
Antonio López Ortega, Rafael Cadenas y Alfredo Pérez Alencart,
en el Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca
2.-
En el diario López Ortega revisa lecturas de diarios, comenta encuentros, se concentra en una ventana y se abre a los lugares donde la tensión de una historia, que se resiste a cambiar, se abre como una boca oscura que engulle los sueños de los habitantes de un país que se retuerce en manos del populismo más descarado.
Escritores, poetas y narradores que en el pasado reciente eran celebrados por quienes sostenían la democracia, hoy se han convertido en miopes seguidores y en insanos funcionarios de un régimen que destruye, apresa y persigue a quienes se le oponen. Intelectuales de importante obra, mencionados con nombres y apellidos, desembocan en estas hojas que López Ortega ha escrito con elegancia y respeto. El autor, ante la ofensa y el maltrato de quienes una vez fueron sus amigos, responde con altura. No desvía la atención anímica: se sostiene con argumentos y analiza más allá de resentimiento alguno.
Alencart, Ruiz Barrionuevo, Cadenas y López Ortega (foto de José Amador Martín)
3.-
A juicio de quien esto escribe, muchos de los intelectuales que han apoyado a Chávez y a Maduro llegaron a ser niños mimados de la mal llamada cuarta república. Publicaban en los grandes diarios, en las revistas culturales del Estado. Eran editados por Monte Ávila, Fundarte. Fueron funcionarios importantes en ministerios y fundaciones, beneficiados con becas y viajes pagados por el Ministerio de Cultura, etc. De modo que ellos fueron parte de aquella estructura política que durante más de tres décadas se llamó democracia representativa. Luego de la Política de Pacificación promulgada por Rafael Caldera y ejecutada por Lorenzo Fernández como ministro del Interior, los rebeldes bajaron de la montaña (como se decía), con la excepción de Douglas Bravo, y fueron ubicados en los distintos ministerios, institutos autónomos y universidades de acuerdo con la profesión u oficio de cada uno. Esos que hoy se rasgan las vestiduras y que Antonio López Ortega menciona en su diario fueron alegres becarios, celebrados por los gobiernos que ahora encaran como enemigos con una demencia que no tiene explicación.
El fanatismo en el alma de algunos poetas, narradores, periodistas, pintores y bebedores que en un tiempo pasado eran respetados y queridos en el mundo cultural y político. De eso sólo queda el recuerdo en medio de una terrible desazón y una sombría enfermedad llamada resentimiento.
Pero también este diario celebra a muchos autores que han mantenido un perfil respetable. Es un diario de reconocimientos. De afectos.
López Ortega afirma en un sitio del libro: “¿Una escritura secreta, íntima, como para llevar el pulso de los días? Se diría que es la promesa mínima a la que todo escritor se debe. Siempre será considerablemente mayor lo que callamos a los que decimos, y siempre preferiremos lo primero porque es la duda lo que nos carcome. Pero habrá que hacer un esfuerzo en un momento en el que todos creemos que el silencio es liberador. Salir de él, dar cuenta del horror cuando todo es celebración hueca”.
Este diario forma parte de la profunda herida cuya cicatriz será difícil de borrar de la piel de Venezuela.
Antonio López Ortega (foto de jacqueline Alencar)
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