Luis Enrique de la Villa (foto de José Amador Martín, Salamanca, 2017)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir seis poemas de Luis Enrique de la Villa Gil (Madrid, 1935), catedrático Emérito de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Autónoma de Madrid y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca. Entre sus libros de poesía están ‘307 haikús’ (2017), presentado en Salamanca en un acto celebrado en el Centro Cultural Hispano-Japonés de la Usal. También ‘Poemas eneasílabos. La inspiración de los 400’ (Colección El espolón encendido, Madrid, 2018), un atractivo volumen que contiene poemas cuyos primeros versos, que le sirven de inspiración para el resto del texto, son de autores reconocidos de todos los tiempos, principalmente. Entre los 400 elegidos hay poetas vinculados con Salamanca, como es el caso de Fray Luis, Unamuno, Gabriel y Galán, Aníbal Nuñez, Colinas y Alfredo Pérez Alencart.
Los poemas aquí seleccionados forman parte de su último libro ‘Los sonetos del trapecio con estrambote’ (2019), que acaba de publicar. Esta selección es un regalo salmantino para celebrar sus primeros 84 años de vida. Todas las ilustraciones son obra de Luis Enrique de la Villa, salvo la que preside el soneto ‘A Juan amadísimo’, hecha por su hijo Juan.
DERECHO Y POESÍA
Los oficios ejercidos de modo
dispar. Derecho, el arte de lo justo,
Poesía, lo bello incluso injusto.
Cada cual sus principios y acomodo.
En ambos la ley es el vale todo,
el instrumento agradable o adusto,
a veces miserable, otras augusto,
su objeto común librarse del lodo.
Vivir honestamente, no hacer daño
a otro, dar a cada uno lo que es suyo,
los tres macro mandamientos jurídicos.
El poeta es el rey del desengaño,
a nada califica como tuyo
ni venera los vocablos verídicos.
Son dos oficios druídicos
vestidos de plenitudes herméticas
con fórmulas pausadas o frenéticas.
¿COLECCIONAR GALLOS?
Muchas horas de estudio en la camilla
con la ilusión de alcanzar una meta
aconsejaron la expansión discreta
de enviar el estrés a la almohadilla
de un gallo de trapo, después semilla
cierta de la colección. La escopeta
de tanto en tanto horadaba una grieta
en el ave humillada sin rencilla.
Ya con el título de licenciado
terminaron también los perdigones
y la madre, veloz, suplió al finado
por otro flamante de cien colores,
el mismo absurdo de las colecciones
todas, un fatuo amor de adoradores.
¿Qué hay en estos amores,
Claudio admirado? ¿La materia vista
o el alma misma del coleccionista?
LA SUERTE DE LAS PEQUEÑAS COSAS
¿Nos aman las cosas a las que amamos?
¿Saben seguro quién es su dueño?
¿Valoran más que otra cosa el empeño
de su atención con caricia? Pensamos
en verdad poco en ello y proyectamos
avidez, capricho, quizá el ensueño
fugaz de acaparar el halagüeño
bagaje que tiernamente mimamos.
Mas las cosas no toman decisiones
ni están comprometidas con los muertos
y desdeñan la rifa de la herencia.
Algunas se esconderán en cajones,
muchas perderán su pasada influencia
y todas tendrán destinos inciertos.
Entretanto los yertos
amos de algo entonces, sin nada ahora,
buscan tristes el polvo donde mora
LA VIDA ES UN TRAPECIO ESCALENO
Irregular cual trapecio escaleno
es a final de cuentas toda vida.
Cuatro lados con distinta medida
y a todos los polígonos ajeno.
El nacer es el lado más sereno,
el azar es un lado sin guarida,
carece el lado amor de cualquier brida
y el morir es un lado con veneno.
Es el ring en que se libra el combate
de los años, donde se pierde o gana
vez a vez, por desgracia o por fortuna.
Sobre la casualidad no hay debate
ni la suerte suele pagar aduana
y solo la muerte a todos aúna.
Se ignora si la cuna
luego, es de gloria, de tierra o de fuego,
si el muerto halla la paz o es andariego.
A JUAN, AMADÍSIMO
Desde el día -casi ayer- que naciste
por padres y Tito fuiste cuidado
y, al pasar de los años, fusionado
con esos cinco hermanos que tuviste.
Íntegro y letrado un hombre te hiciste,
dos hijos criaste después de casado,
jugaste el papel de amador y amado
por el amor que a todos dar supiste.
Eras Juan de la Villa de la Serna
y eres ya nuestro firme ligamento.
Fuiste luz y en las sombras la linterna
de hijo, hermano, esposo, padre y amigo.
Alumbraste esas vidas con aliento
que han de seguir encendidas contigo.
Del pan nuestro, eras trigo
y al manar hoy el agua de tu fuente
se hace un río, del que somos su afluente.
ACRÓSTICO
Múltiples experiencias compartidas
a través de los años camineros,
raíces familiares de toreros
injertadas con otras añadidas.
A los ya lejanos diez años de idas
-jalón de seis tesoros verdaderos,
enumerados todos de primeros-
sucedió medio siglo de venidas.
Una fuerte cadena, quince nietos,
seis heredados y nueve herederos,
de todo ocurriría en la aventura.
La estrella venció siempre a los aprietos,
salvo tristes males, bienes certeros
embridaron la alianza que perdura.
Rociados de ternura
nacerán bisnietos, tataranietos
alumbrando a los choznos con sonetos.
Salamanca (foto de José Amador Martín)
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