Crear en Salamanca publica con satisfacción el texto que leyera María Ángeles Pérez López, poeta y profesora de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, como palabras iniciales a la presentación del poemario “De Santa Teresa” (Ediciones La Rosa Blanca, Jaraíz de la Vera, 2017), de Minerva Margarita Villarreal (México) y José María Muñoz Quirós (España). En el acto, celebrado en la librería Letras Corsarias, de Salamanca, el pasado 9 de octubre, intervinieron J. M. Muñoz Quirós, el editor Salvador Retana, el artista Antonio Oteyza y María Ángeles Pérez López.
Reportaje fotográfico de Jacqueline Alencar.
Salvador Retana, Antonio Oteyza, J. M. Muñoz Quirós y María Ángeles Pérez López (foto de Jacqueline Alencar)
DE SANTA TERESA: TRES MIRADAS
Tras decir gracias, esa palabra incansable -como nos recordaba recientemente Rafael Cadenas- nombramos con el poeta brasileño Ferreira Gullar la certeza de que leemos porque la vida, sola, no basta.
Este libro surge de la fulguración teresiana, porque sigue emanando, de su búsqueda altísima, una luz que no ceja:
digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo
Como indica el editor, Salvador Retana, en su nota preliminar, nos hallamos ante tres miradas y una nueva lectura de Teresa de Jesús, que presentamos en el mes teresiano por excelencia, en la proximidad del 15 de octubre.
La primera mirada es la de la escritora mexicana Minerva Margarita Villarreal. Poeta, editora y directora de la Capilla Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ha obtenido grandes reconocimientos (Premio Plural, Premio Alfonso Reyes, Premio Jaime Sabines, Premio Sor Juana Inés de la Cruz), el más reciente el Premio Aguascalientes a su libro Las maneras del agua.
Villarreal le ha hecho caso a Teresa de Ahumada y ha desconocido aquellas voces que nos desalentaban de las grandes búsquedas: “no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones”, o “mejor será que hilen”.
En De Santa Teresa, brinda un solo poema largo, “Aparecida”. Se trata de un poema extraordinario, especialmente por el modo en el que se aúnan planos diferenciados, la parte narrativa y la parte lírica, en esa tradición poderosa del poema largo en México (el Sueño de Sor Juana, Muerte sin fin de José Gorostiza, Piedra de sol de Octavio Paz…).
En el alrededor escuchamos lo que “arde redor”, y la autora sobrecoge a los lectores al recordar cómo las muchachas de Juárez son despedazadas y violentadas. Mártires de un presente que duele tanto en la ficción (la novela de Bolaño, en su parte dedicada a Santa Teresa, de ahí la referencia a 2666) como en sus afueras, porque todo forma parte de la experiencia del mal y del combate que desde la luz se lleva a cabo. Ahí Teresa. Ahí aparecida.
Nos acercamos a este libro hoy 9 de octubre, día en que los padres de Minerva Margarita Villarreal contrajeron matrimonio: ella me lo recordaba con emoción en un correo que envió ayer, para sentirse así próxima a esta presentación, que nos acerca a diversas textualidades en su aspiración a un modo de plenitud.
La segunda parte corresponde a los poemas escritos por José María Muñoz Quirós. Poeta abulense muy reconocido, director de la revista “El Cobaya”, miembro de la Academia de Poesía de Castilla y León y Presidente de la Academia de Juglares de Fontiveros, los numerosos galardones recibidos atestiguan la importancia de su obra: fue accésit del Premio Adonáis, ha ganado el Premio Tiflos, premio Fray Luis de León, premio Jaime Gil de Biedma, premio San Juan de la Cruz, premio Ciudad de Salamanca… En Tiempo y memoria, publicado por Vitruvio en 2014, puede leerse gran parte de su producción.
Sus cualidades como poeta son notabilísimas, especialmente en la aspiración a la luz y la cercanía de lo místico. De ello da cuenta que acaba de recoger el premio de Poesía Mística de Malagón. La luz, el tiempo, el misterio y sus abismos son constantes en su obra. Su muy reciente libro en Vaso Roto, Inalterable luz, da cuenta de ella de modo extremo.
Su acercamiento a Santa Teresa lleva por título “En el centro del centro”: conjunto amplio de poemas que parten de epígrafes de la obra teresiana para después meditar profundamente, con palabras depuradísimas, hacia el lugar en el que tiembla la luz, y que me llevaba a recordar una de las preguntas que se formula la poeta argentina María Negroni, si la poesía no es una declinación del asombro.
Por último, la obra se completa con dibujos del artista y escultor vasco Antonio Oteiza. Son dibujos que abren y cierran el libro y me llevaron a recordar, a propósito del pájaro con el que se abre el libro, el colofón que eligió Juan Gelman para la edición de la antología Oficio ardiente. Se trataba de una mano de santa Teresa a la que llevaban en vuelo las alas de un pájaro. Decía el colofón:
Este libro se acabó de imprimir en Salamanca
el día 15 de octubre de 2005,
la misma fecha de hace siglos
en que la poeta Teresa de Ávila supo
que lo muy más interior del alma
no sabe decir cómo es
porque no tiene letras.
En este prodigioso De Santa Teresa, las alas iniciales dibujadas por Antonio Oteiza trasladan el libro hacia otros confines, otro modo de respiración poética.
Hallamos también dibujos en el comienzo de cada una de las partes, entre ambas (donde se aparece un bestiario apenas anunciado: metonimia de aquella parte que se asoma; hocico, ojo, ala, línea de horizonte, que me hacía retomar su franciscanismo y su deseo de estar próximo al arte popular) y por último, con entidad propia, en la parte final del libro, donde Oteiza conforma el rostro y la biografía teresiana: trazos que resaltan, por el contraste entre blancos y por la presencia de la línea, el silencio que todo lo hace audible.
Algunos dibujos llevan su anclaje verbal y el comienzo es hermosísimo: la frase teresiana “Ya es tiempo de caminar”. Además, una nota manuscrita de Antonio Oteiza señala hasta qué punto también el alfabeto fue dibujo que luego se convierte en poema.
Por último, hay que detenerse en la belleza de la edición, por parte de La rosa blanca, que cuida el pintor y editor Salvador Retana. Sobresale la calidad del papel, la bellísima maquetación e impresión, la elección de colores carmelitanos para las tapas, su cubierta en blanco, el modo en que respira la caja del texto, el separador, todo aquello que apunta a una cuestión medular en un editor: la de saber que los libros son apuestas radicales hacia el futuro, quedan en la figuración de lo permanente.
Desde esa convicción, la enhorabuena a todos los que han hecho posible De Santa Teresa.
Montserrat Villar
Charo Alonso
Maribel Hernández
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