CINCO POEMAS DE LA COLOMBIANA MARÍA EUGENIA MARíNEZ GARCÉS

 

 

 

La Poeta María Eugenia Marínez Garcés

 

 

«Crear en Salamanca», de complace en presentar cinco poemas de la Poeta Colombiana María Eugenia Marínez Garcés,

esta autora nació en Tumaco, Nariño. Es Magíster en Filosofía. Universidad del Valle, Cali, 2018. Especialista en Desarrollo Comunitario. Universidad del Valle, Cali, 2013. Licenciada en Filosofía. Universidad del Valle, Cali, 1999. Graduada como Trabajadora Social de la Universidad del Valle. Cali, 2012. 

Trabaja actualmente en la División de Bibliotecas de la Universidad del Valle.  

Autora de los ensayos:

  • Desgracias, determinación natural y justicia. En D. Grueso (comp).  La justicia una reflexión inacabada. Entre lo clásico y lo contemporáneo. Editorial Universidad del Valle. Cali, 2017.
  • El mérito, la necesidad y la ciudadanía social en la justicia de género de Nancy Fraser.  En D. Grueso (comp).  Justicia, redistribución, reconocimiento y participación política. Una revisión de las teorías de Nancy Fraser. Editorial Universidad del Valle. Cali, 2021. 

Libros publicados

  • La oscura cicatriz de algún silencio, Apidama ediciones, Bogotá, Colombia, 2021.

Antologías impresas

  • Luz al vórtice de las palabras, cartografía poética de mujeres colombianas, Escarabajo Editorial (2022)
  • Morir es un país que amabas, Escarabajo Editorial (2022)
  • Antología Poéticas corporales: entre la carne y el mundo, Red de Escritoras de Caldas (2022)

Antologías virtuales

  • Poetas comparten 2. Bazante, Enver et al. (2022). [blog].  Quito, Ecuador.  Publicación independiente.
  • Poetas de once países comparten. Bazante, Enver et al. (2021).  [blog].  Quito, Ecuador.  Publicación independiente.

 

 CINCO POEMAS

 

 

Foto: José Amador Martín

 

Oblivisci

 

Hay días que desecha la memoria,

tienen consistencia vaporosa,

es difícil agarrarlos con los dedos.

 

Temo que días como esos

tengan réplica,

proyecciones que en las noches

si no sueño, salen de mí

a imponer un nuevo ciclo.

 

Esos días enmarañan nuestros ojos,

los contornos de las cosas,

los sonidos, nuestra frágil comprensión

de lo que es dado,

astillas que se clavan en las manos.

 

En días como esos

la palabra

es la oscura cicatriz

de algún silencio.

 

Foto: José Amador Martín

 

 

Relámpagos

 

La lluvia limpia huellas

que imprimió la tierra,

lo imborrable se vislumbra

si el sol retoma el día.

 

Se derrama en chubascos

el favor de los dioses sobre las sombras,

y aletea sin fuerzas

lo que horada el tiempo.

 

¿Persiste algo después de los diluvios?

 

Quedas tú…

Tiritas de frío en la penumbra.

 

Olvidado el recuerdo

de la gris tormenta

rehaces tu camino sin motivos.

 

Anhelas en secreto,

con la memoria fugaz del relámpago,

que el día se quiebre

y la lluvia regrese a recordarte

de qué estás hecho.

 

 

Foto: José Amador Martín

 

Silencio

 

He visto al tiempo

ser neblina en nuestros actos

y la vida un singular que se resiste.

 

A los hombres que dominan los sentidos,

con los años, los he visto arrepentirse

cuando exhibe lujuriosa y cruel la vida,

contornos que la niebla ensombrecía

y aparecen ya radiantes,

como nuevos, 

sucesos que creímos acertijos. 

 

La renovada luz del mundo,

ese frágil patrimonio de los años,

excusa la ceguera del sufriente,

la torpe necedad de hacerle nudos

a una cuerda que se advierte inexistente.

 

 

Foto: José Amador Martín

 

Oración capital

 

Padre capitalismo,

dios de dioses, ungido por el hombre,

el que tiene todo y crea el mundo,

y hace del infierno una utopía.

 

Tú, rey de la tierra, el cielo y el subsuelo,

amo de las plantas, el agua y el petróleo,

traes a nosotros el hambre de cada día,

la abundancia, la paz de la guerra, la injusticia.

 

Danos hoy como ayer,

y por los siglos mientras vivas,

razones para excluir al prójimo,

que alimente su penuria mi barriga,

mi plácito esclavismo,

crítico del ocio y otras vagabunderías.

 

Dios de la usura,

creador del paro y del empleo,

al que tus fieles adeptos rinden culto  

día y noche y en la madrugada, 24-7.

 

Conduce a tus CEOs del exterminio

a sembrar de pobres esta tierra,

mientras esperamos

la tercera venida de una guerra masiva.

 

Padre capitalismo,

hazme un instrumento de tu odio,

ciego y sordo, por las diferencias.

 

No permitas que los don nadie, sueñen mucho,

ni la esperanza reivindique el absurdo igualitario,

haz de la equidad el lugar que no tiene lugar 

de Tomas Moro.

 

Tú, con el poder de hacer vivir y dejar morir,

convierte una diáspora en festival de sombras,

no olvides los campos de concentración modernos,

los tugurios, las favelas, los destierros.

 

Restituye la ley al más fuerte,

usa las redes sociales,

crea perfiles en Twitter, Facebook e Instagram.

 

Convierte a tus discípulos y mercenarios,

en youtubers e influencers, al servicio de tu erario.

 

Que nadie ose bendecir tu nombre en mi presencia.

 

Padre mío, capitalismo,

reina por los siglos de los siglos,

mientras alguien siga vivo.

 

Foto: José Amador Martín

 

Cuestiones

 

Acá escribo,

allá moran los hijos y las cosas,

la casa y su desorden.

 

Los restos de la noche

apilados yacen exangües,

héroes caídos.

 

A resguardo en sus trincheras

las cosas no saben, están cerradas,

tampoco aguardan.

 

Los hijos saben y esperan,

deambulan incesantes por la casa,

tropiezan con la inmovilidad de las cosas.

 

Los hijos y las cosas se abren hacia mí

como ventanas,

grandes ojos para mirar afuera,

a la calle, y al interior de la casa.

¿Qué más podría observar a través de ellos?

 

Acá yo soy el tiempo,

allá discurre lento entre pasillos.

 

Las horas son piedras

que lanza una mano invisible,

golpean con fuerza los cuerpos y los rostros.

 

Dejan sobre las cosas

una leve capa de polvo y siguen.

 

En su trasegar impío, el tiempo

delinea la carne de los hijos,

se posa en sus miradas que fustigan.

 

El tiempo se hace verbo

y las bocas de los hijos

paren víboras enredadas, acertijos.

Acá el sol vence las sombras,

allá lo cuelgo en el tejado cada día.

 

Acá suelo ser yo,

allá me inventan.

Foto: José Amador Martín

 

 

 

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