Piera, Alencart, Armas, Iglesias y Pérez (foto de Jacqueline Alencar)
Crear en Salamanca se complace en publicar el texto que leyó Edda Armas durante la presentación de la antología ‘Nubes’, en la librería Víctor Jara el pasado 10 de diciembre. Armas (Caracas, 1955), poeta, editora, gestora cultural, es Licenciada en Psicología Social por la Universidad Central de Venezuela. Autora de dieciséis poemarios, algunos de ellos: A la hora del grillo (Ecuador, 2016), Alas de navío (México, 2016), Sin negativo ni estaciones (Kalathos, 2012), Corona mar (pról. De Rodolfo Häsler, 2011), Toma lo simple por el tallo (pról. de Eduardo Moga, 2009), Armadura de piedra (2005) y una antología personal Dagas y otras flores (2007). Con En bicicleta recibió el Premio «XIV Bienal Internacional J.A. Ramos Sucre», 2002; y con Sable, el Premio Municipal de Poesía «Alcaldía de Caracas 1995». Figura en recientes antologías internacionales: Rasgos comunes, poesía venezolana del Siglo XX (Pre-textos, Madrid, 2019), Poesía Latinoamericana de Hoy (Rafaelli Editore, 2016), Cantos de fortaleza. Poetas venezolanas (Kalathos Madrid, 2016), y en Poetas en blanco y negro / Contemporáneos (Abada Editores, Madrid, 2006). En 2019 editó Nubes, poesía hispanoamericana (Pre-textos, Madrid), que reúne 291 poetas de dieciséis países. Desde Caracas impulsa Dcir Ediciones de Poesía. Traducida y reseñada en publicaciones literarias de América y Europa.
CELEBRANDO ‘NUBES. POESÍA HISPANOAMERICANA’
Nos convoca el libro Nubes. Poesía hispanoamericana, bellamente editado en España por Pre-Textos en alianza con Dcir ediciones de Venezuela. Un proyecto antológico complicado y largamente soñado, obsesionada por ellas desde que abrí los ojos al mundo, convencida al igual que Borges de que “No habrá una sola cosa que no sea una nube”. Por esta razón, es que creo que este libro responde al encantamiento que las nubes ejercen sobre los poetas, y en su cuerpo de papel de 490 páginas reúne 291nubes (55 de ellas inéditas), de 291 poetas de 16 países, en celebración al sol común de la lengua compartida.
La pasión de coleccionar aquello que nos apasiona dio bases a este proyecto. Las nubes, encontradas unas por mí y otras que a mí me encontraron, me convencieron del valor de reunirlas y ofrecerlas al lector, y este volumen con un dibujo de portada del poeta y pintor José Saborit, es lo que hoy y con ustedes celebramos. Destaco, esencialmente, que a este libro lo erige la solidaridad de muchos y la cofradía entre poetas. Fue gracias a la sinergia que se hizo posible la edición, al contar con el apoyo de los autores o sus derechohabientes en la necesaria cesión de los derechos de autor para integrar los más de 200 poemas al jardín flotante que con paciencia cultivé, y el respaldo de la prestigiosa editorial Pre-Textos que lo acogió en su colección La Cruz del Sur, garantizando la mayor difusión en España y en América. Fueron tantas las personas que me colaboraron que resulta imposible hoy nombrarlas a todas, más si están sus nombres bien referidos en el largo agradecimiento que en el libro he dispuesto para dejar constancia de ello.
Esta antología, desde su concepción en mi Caracas sitiada y aislada, ya creaba lazos entre poetas, entre países hermanados por el castellano, puentes e intercambios insospechados, cruces de sentidos expandidos, y creo que con ella saldo deudas con poetas, editores y amigos que por años nos obsequiaron poemarios, en festivales de poesía a los que fui invitada permitiéndome conocer colegas y el consecuente intercambio de libros como suele suceder. Y digo que saldo deudas, pues el desarrollo del proyecto me dio la oportunidad de acometer la debida y atenta lectura durante los tiempos de investigar la representación del símbolo de la nube en la poesía hispanoamericana.
Edda Armas y Jacqueline Alencar, celebrando la antología (foto de A. P. Alencart)
Realizar esta investigación ocupo muchas horas de mi vida en más de una década, pero viendo el resultado impreso, siento que bien valió la pena, pues este particular libro causa curiosidad desde el mismo título, y porqué de acuerdo a lo investigado no hay otro similar. Creo que valió la pena prestar atención a los poetas y lo que con las nubes asocian, sintiendo qué cuando de se ocupan de estas errantes hay una elevación espiritual en su expresividad. Las nubes, son maestras ejemplares de la libertad. Nada las ata, nada las detiene. Son voluntariosas, disímiles, experimentales y la mejor expresión del movimiento cíclico y perpetuo. Habitan los cielos y en éste los sabios, las deidades, nuestros muertos y ancestros, desde los griegos hasta nuestros días.
Ellas sobrevuelan por encima de nuestras cabezas y hacia ellas elevamos la mirada en los días de hondo penar y angustias terrenales –las que nunca faltan por re o por fa- en búsqueda de luces, ideas o bendiciones. En ellas nos inspiramos para entender los procesos de cambio y adaptación a los que la vida nos somete. Flotantes en los cielos, en ellas contemplamos la zoología que se extingue en la tierra. A ellas, en sus más inusuales formas, asociamos los temperamentos y las pasiones humanas, ofreciéndolas aquí tejidas las unas a las otras, cruzando vectores de sentidos en siete capítulos: Cielo y escritura, Criaturas del espejo, Voluntariosas y amantes, Catecismo animal (idea prestada de Olga Orozco), Terredad de errantes, Refugio hallan las viajeras y Oscuras intemperies, recordándonos los poemas -de este capítulo de cierre- que son las benefactoras del reino animal y vegetal, dadoras de vida cuando descargan sus úteros con el más preciado líquido de la naturaleza: el agua.
La poesía necesita de la transparencia del agua en la voz y el alma del poeta para alcanzar su cuerpo de luz. La diversidad y pluralidad de las voces arman el celaje que celebra este libro. Las gracias doy a Julia Piera, Alfredo Pérez Alencart, Amalia Iglesias y María Ángeles Pérez López por habernos acompañado hoy en este simbólico acto, leer su nube y la de otro, y al maestro Antonio Colinas por aceptar ser parte de esta antología con su poema Letanía del ciego que ve, al que le he dado lectura yo por encontrarse él en Roma. Cierro mi saludo, agradecida con todos ustedes por su atención, haciendo mías unas palabras de mi padre narrador, Alfredo Armas Alfonzo, en las que dice: «Uno se pone a mirar la nube y aprende que desde el cielo alguien le mira también y no le desampara.»
Salamanca, 10/12/2019
Librería Víctor Jara
Antología ‘Nubes’ (El Norte de Castilla)
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