Crear en Salamanca expresa su agradecimiento al escritor venezolano José Pulido, por permitirnos publicar su escrito aparecido a la manera de epílogo del libro Gastón Baquero: La poética del mestiza’ (Ceis, Salamanca, 2014), ensayo del también venezolano Enrique Viloria Vera, invitado al XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, donde se presentará este ensayo escrito especialmente para celebrar el centenario del natalicio del gran poeta cubano.
Alfredo Pérez Alencart, Carmen Ruiz Barrionuevo y Enrique Viloria en Salamanca (foto de Alberto Prieto)
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En el infinito laberinto de los libros se camina hacia cualquier fu¬turo, aunque cada página conduzca al pasado. Es indiscutible que esos caminos se recorren a sabiendas de que no existe un retorno.
Cuando un desconocido poeta acadio escribió el Poema de Gilgamesh se estableció una de las puertas del laberinto que carece de prin¬cipio y de final. Inclusive, los pocos reyes y profetas que sabían leer creyeron que el Poema de Gilgamesh era el laberinto porque aparecían alusiones o fragmentos de la epopeya en Nínive, y en cualquier otro lugar inesperado donde hubiese caballos, leones y mujeres con alas.
Muchos ilusos piensan que al terminar de leer un libro pueden es-caparse de sus embrollos. Pero se le llama laberinto y se le considera infinito porque cada libro es un puente que desemboca en otros libros. Es decir: es un puente conectado a un puente conectado a un puente. Es más o menos parecido al oficio de multiplicar granos con los movimientos del ajedrez.
Enrique Viloria Vera es baqueano de esos puentes; es una especie de viajero que transita libros, que deambula entre párrafos y frases; aunque en ciertas ocasiones puede hacer un alto y quedarse varios años visitando las páginas de un solo autor. Esto le ha ocurrido, por ejemplo, con el poeta cubano Gastón Baquero. Cualquiera que se asome a uno de los poemas o de los ensayos de Baquero, se explicaría perfectamente esa afortunada obsesión. Porque Gastón Baquero no sólo ha sido un poeta engendrado por el destino, como todo visionario: también ha recibido temple de sabio genuino gracias a su avasallante sinceridad.
Gastón Baquero por Alfredo Pérez Alencart (Salamanca, 1993)
Enrique tenía que escribir este libro suyo sobre Baquero: era un compromiso moral con el poeta que le ha mantenido intactas las ganas de leer y escribir. Viloria Vera sencillamente deja que fluyan los poemas y la vida de Gastón Baquero, interviniendo como abridor de cauces para que ese divino río avance. Este libro es un perfil bien detallado, una manera de conocer de cerca y con hondura a un poeta, usando como referencia su voz. Su voz es su cara. Su voz es su alma.
La sabiduría contundente de Baquero es tan abrumadora que no se puede evitar la tentación de ponerlo en escena. Creo que esa solidez de conocimientos ha sido una de las fascinaciones ejercidas sobre Enrique Viloria. En especial con el tema de la poesía, que Baquero abordó con una autenticidad aporreadora:
“Nunca me he planteado narrar un episodio, contar una anécdota, anotar una reflexión: lo que siempre me he propuesto, y me propongo, es hacer un poema, que es una entidad rigurosamente autónoma, desprendida por completo de la anécdota, de las ideas, de los antecedentes no poéticos que tantas veces pueden estar en el trasfondo de un poema. Lo que cuenta y lo que queda en definitiva, si queda, es el poema en sí. (Por eso es tan difícil hallar buenos lectores de poesía. Lo habitual es que la gente se distraiga con el asunto y no vea el poema, o no se dé cuenta de que lo que está entidad y realidad, libre de lo real antecedente. No todo el mundo ve el poema, y mucho menos la poesía. Puede haber poesía sin poema, pero no hay poema sin poesía”.
Esto lo dijo en una conversación con Felipe Lázaro. Y para com¬pletar la idea, en esa misma entrevista señaló:
-Poesía es lo que no está.
Ante una lección tan justa y perfecta ¿cómo no escribir sobre Gastón Baquero? Provoca rendirle ese homenaje cada vez que pase un año y que cumpla otro siglo. Aunque el mejor reconocimiento que existe para un escritor es leerlo. Pero leerlo comprendiéndolo, entendiéndolo, captando su música y su espíritu. Y eso es lo que ha hecho Enrique Viloria Vera, transmitiéndonos en su emoción un retrato igualito a Baquero.
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