Roberto González-Amado
Crear en Salamanca tiene a bien publicar la reseña que, sobre el libro de Roberto González-Amado, ha escrito Madrid. Quiroga Clérigo (Madrid, 1945), es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología con una tesis titulada La crítica literaria como fenómeno sociológico. Narrador, autor de teatro, crítico literario y periodista de la cultura, ha centrado su actividad en la labor poética y sus versos figuran en diversas antologías, revistas y trabajos colectivos, habiendo editado hasta la fecha dieciocho libros de poesía, entre los que están Homenaje a Neruda(1973); Fuimos pájaros rotos (1980); Vigía (1997); De Morelia callada (1997); Los jardines latinos(1998); Versos de amanecer y acabamiento (1998); Íntima frontera (1999); Desolaciones tardías. Aristas de Cobre (2000); Las batallas de octubre (2002); Mudo mudo (la aventura de Manila), (2004); Leve historia sin trenes (2006); Crónica de aves. El viaje a Chile (2007); Páginas de un diario (2010) o Volver a Guanajuato (2012). Actualmente es secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE).
“AZAR Y CENIZAS”, DE ROBERTO GONZÁLEZ-AMADO
Editorial Amarante, Salamanca, 2017. 333 págs.
Entendemos por azar aquello que es producto de la casualidad o lo que ha sido posible en un momento dado. Alguien opina, más bien, que se trata de algo parecido a la suerte, una coincidencia, un caso fortuito, algo (desgraciado o no) imprevisto… Para el Catedrático de Física Aplicada Roberto González-Amado el indagar en los enredos del azar, como se dice en la contraportada de su libro, hacer balance de la intemporalidad de lo vivido e investigar en los misteriosos mecanismos de la memoria y del olvido ha sido- la mejor manera de penetrar por segunda vez en los áridos territorios de la novela.
Y ahora lo explicamos. González-Amado es, además de Físico, autor de interesantes libros de investigación y de divulgación científica llevados a cabo en sus largos años de docente universitario. Conviene recordar títulos como “Física para juristas, economistas…y demás gente curiosa” o “Microscopia Electrónica”, lejos incluso de adecuada apreciación para poetas o lectores de novelas. Pero también este terreno ha sido recorrido por quien fuera profesor universitario y que probó su capacidad de creador con “Los dioses que no podían serlo”, novela que vio la luz en el año 2013.
Y, por consiguiente, su segundo relato que aborda aspectos muy interesantes, veamos la mencionada contraportada, como es ese recorrido por el pasado y el presente y pasa, y no de puntillas precisamente, por cuestiones tan escasamente leves como la realidad y la ficción, la historia o esa intemporalidad que es la ausencia de todo tiempo material en los ámbitos del ser humano siempre inserto en una dramática aventura, llamada vida. El resultado de cuestiones tan diversas es su nueva novela, “Azar y cenizas” que, además, nos capacita para resumir la historia real de casi un siglo, desgraciado desde luego, en el cual unos protagonistas a la deriva de su propia necesidad, volvemos de nuevo a Jacques Monod, van a revivir experiencias tan singulares como son las de cada uno de los seres racionales que, a la vez, se nos permite reflexionar en torno a un mundo especialmente dramático.
Tras ese preámbulo del “12 de julio de 2012. La madrugada” con implicaciones lógico-matemáticas, donde Jaime, el narrador, explica: “Hoy tengo exactamente la misma edad que tenía mi padre” y descifra los valores simbólicos de varios números, entre ellos el 36, los de la edad referida, el autor penetra con vehemencia en la historia, en este caso “La aventura castreña de Armando Gonzálvarez”, un supuesto relato que va a poner sobre el tapete la vida de un simple jubilado que, amante del campo y fiel compañero de la esposa, se adentra, junto a ella en la procelosa Ruta de los Monasterios, con visita incluida a su antiguo amigo Camilo, quien fuera un entusiasmado afilador allende los mares a quien él mismo dio trabajo en dos hoteles y que, adicto al producto cubano por excelencia, vive sus últimos momentos sufriendo un enfisema pulmonar. La señora vive las delicias de las creencias casi místicas del mundo eclesial y Armando, el egresado del mundo ultramarino, penetra en el mundo rural cerca del Monasterio de Santo Estevo de Ribas do Sil, precisamente un Domingo de Gloria que coincide con el 14 de abril republicano, encontrando allí a una mujer preciosa, hada o meiga que le va a poner en contacto con cierto mundo de fantasía o espejismos y que nos permite, enseguida, penetrar en la infancia y adolescencia de Armando. Ahí vamos.
La vuelta al mundo permite, o anima, a Armando a recordar su infancia gallega con sus hermanos Eduardo y Benito, el acoso del maestro del pueblo para que vaya al colegio, las largas caminatas para asistir a las clases, cierta pobreza familiar y, ya, la emigración primero de Eduardo a Montevideo y, luego, de Benito con rumbo a Buenos Aires, y el p propio “Armando, cuando andaba todavía de pantalón corto, tuvo que ponerse tras el arado y, sin apenas resuello, alzar y bajar su reja para levantar la gleba, los terrones”. Ahí podríamos decir que acaba la infancia del joven y comienza una adolescencia nada fácil tampoco. En Os Penedos do Castro se confunden, o confluyen, O Casal, la vivienda en la calle de la Iglesia, casi el mundo del nacimiento a la vida adulta cuando ya los hermanos están lejos y Armando recibe la ayuda de su primo Evaristo para viajar también, en estrechas condiciones, a Cuba. La imagen es la de sus padres, Eduardo Gonzálvarez y Mercedes Quiroga, y su hermana Estrella despidiendo al muchacho en el Muelle de La Coruña, pues su otra hermana, Teresa, y la mujer que les ayuda en la tienda familiar, Gumersinda, se despiden antes. Los avatares del viaje y la llegada a La Habana son un capítulo de cierta melancolía que dan paso a esa estancia en la ciudad acogedora y prometedora. La bondad de Evaristo es extremada, enseguida coloca a Eduardo en un hotel, le lleva al Centro Gallego, le enseña las calles, romerías y rincones de La Habana y le pone en contacto con Osvaldo Valdés, que fallecerá nadando en solitario en su mar. Mientras tanto el joven gallego estudia inglés y se va preparando tal como su madre le había recomendado. Es época de cierto progreso sobre todo a costa de los yanquis que acuden a la isla huyendo de la Ley Seca instalada en su país, a fin de beber sin tasa y disfrutar de sensuales panoramas y buena vida gracias a sus dólares fuertes. Así Armando conoce a un ejecutivo norteamericano, Isaac Silveira, con quien hace buenas migas y a Clara, muchacha interesante, iniciando con ella una relación amorosa. Pero la dictadura cruel de Gerardo Machado parece querer precipitar las decisiones que el joven debe tomar. Entonces, cuando ya está preparando su posible emigración a Estados Unidos, todo toma un rumbo diferente. Muere su padre en Galicia y la madre pide que uno de los tres hermanos vuelvan a O Casal para hacerse cargo de la tienda. Todo toma un nuevo rumbo: cuando el joven tenía ya casi en orden los papeles para huir del mundo difícil de la Cuba machadiana y debe abandonar la isla, pero no rumbo al mundo yanqui sino al lado de familia. Atrás queda el primer amor y una consecuencia del mismo, de lo cual cuarenta y tantos años después Gonzálvarez aún conserva algún recuerdo.
La Habana
González-Amado sigue ofreciéndonos un relato apasionante, con un desarrollo literario repleto de poesía y vitalidad donde, además de otras percepciones, podemos hallar una historia repleta de emociones, de vivencias, de realidades como las de gran parte de las familias gallegas de comienzos del siglo XX tuvieron que vivir, fundamentalmente, atenidos a las circunstancias del país y de España. El autor recuerda cómo determinados escritores veían la emigración gallega a los países del Nuevo Mundo: “Alfonso Castelao” hablaba de “el afán de aventuras y el instinto migratorio que iban asociados a una pretendida ´alma viajera´ propia de los mundos celtas”; Julio Cambia decía: “Las razas aventureras lo son por falta de patatas, por falta de pan, por falta de libertad”, aunque “medio siglo antes ya Rosalía de Castro lo había denunciado en sus Cantares gallegos: “Galicia está probe/ i á Habana me vou…”. Parece que las dos últimas acepciones estaban más cerca de la realidad, y la del autor de “Os vellos non deben namorarse” se nos antoja una apreciación digna de poetas no tan preocupados por la desgracia humana,
El capítulo sexto, por ahí andamos, se titula “La realidad alternativa de Armando Gonzálvarez. Vida en Estados Unidos”. Y es que sucede que debido al azar, o a la conjunción de un deseo y de una nueva inspiración del novelista, el padre de Armando logra sobrevivir de su accidente y el joven, por fin, se ve llegando a Nueva York donde ya su amigo, el Silveira descendiente de sefardíes expulsados por los Reyes Católicos al tiempo que propiciaban el descubrimiento de América por Colón, le espera dándole trabajo en el Continental Hotel propiedad de su padre, enseñándole la ciudad y permitiendo que el ambicioso muchacho comience una vida diferente a las que le esperaban en Cuba y en O Casal gallego. “Tal como hoy, hace 45 años, llegué a Nueva York. Había embarcado tres días antes en el puerto de La Habana en un vapor norteamericano que me trasladó a Tampa en la península de Florida”. A partir de ahí surge un torbellino bien relatado por el gallego desde el apartado castro. Después de la primera guerra mundial el progreso llegó al país yanqui, alcanzando el liderazgo mundial y lejos de la asquerosa dictadura de Machado y del subdesarrollo de Galicia. Pero “a lo largo del otoño negro de 1929 se produjo el desplome de la bolsa neoyorquina”, escribe. “La crisis y la Gran Depresión se prolongaron primero durante meses y después años”. Solo en 1933 con el ascenso de Roosevelt comienza la recuperación económica y, en lo personal, todo se va arreglando, aunque el mismo presidente, siguiendo la tónica de Inglaterra, no toma partido por la legalidad republicana en España cuando llega la insurrección armada del 18 de julio. Se entera, efectivamente, que Clara tuvo un hijo suyo, que se casó con el novio de toda la vida, el cual adoptó al niño y que vive tranquila con su familia en Batanabó. Son momentos de ahorro, de su relación con Clarisse Duncan, matrimonio y nacimiento de sus hijos Elisabeth y James, a quienes de niños cuenta la vida en Galicia, relatos escuchados por él mismo alrededor del fuego de la lareira familiar, de la Santa Compaña y similares, como esa Trini capaz de desdoblarse y que mantiene la idea de una primitiva Alicia en el país de las maravillas del lógico Lewis Carrol. Pero la ironía es ese nuevo episodio, llovido entre el deseo y la realidad, donde la vuelta de Armando a Galicia marca una nueva etapa. Todo ha sido relatado, presuntamente por Nicolás Ramos y, enseguida, Jaime nos sitúa en Julio de 2012, exactamente en el primitivo día 12, que luego pasará al 24, donde queda atrás. Daniel, el hijo de Jaime, residente en los Estados Unidos encuentra en una librería de lance de Washington un curioso libro, que adquiere de inmediato, “The Uchronia of Arturo Caeiro. A likely story”, que enseguida nos recuerda al heterónimo de Pessoa, Alberto Caeiro, aunque en este caso se trata de un descendiente de gallegos. La autora es Julie Maddow y data de 1992, aunque el propio Jaime lo traduce para mostrárselo como curiosidad a su amigo Nicolás Ramos. El azar de nuevo permite que Geraldine, la esposa de Jaime, consiga una entrevista con la autora del mencionado libro, donde nos enteraremos de muchas cuestiones de gran interés. Seguimos: Ucronía, según el Diccionario de la RAE, es la “reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder”. Así es como el físico-novelista-biógrafo escribe dos historias, casi idénticas, que nos recuerdan como creación las conocidas “Vidas paralelas” de Plutarco, Plutarco de Queronea, educado en la Academia de Atenas que vivió entre los años 46 y 120 de nuestra Era, en las que, según la wikipedia, trataba de “extraer el carácter moral del personaje, revelando la naturaleza del ser humano en el mundo que les había tocado vivir”. A cada personaje griego opone el autor un personaje romano con sus virtudes y sus defectos. Algunos escritores como Michael de Montaigne o Hernán Pérez del Pulgar usaron esta forma de escritura, así como el propio William Shakespeare en sus tragedias “Julio César” y “Coriolano” (éste último ya glosado por Plutarco).
Así es como González-Amado trae a su obra a Arturo Caeiro nacido en Os Muiños con similares datos familiares que Armando y una aventura, digamos equinoccial para emular a Ramón J. Sender, con dos hermanos y dos hermanas, con unos padres labradores, un primo llamado Edelmiro que le facilita la llegada a La Habana y Anuncia, una mujer que ayuda en la casa-tienda, como en el caso de Armando, el cual va a vivir (casi) las mismas vicisitudes tanto en Cuba, con una novia cubana Celia Vargas de la que tiene un hijo y su amigo íntimo Humberto que pierde la vida nadando en aguas habaneras, como en los Estados Unidos, con Mildred, una esposa norteamericana, y la pequeña diferencia detalle de tener una hija adoptada, que es Julie Maddow y dos hijos de esta. El resultado es una ampliación de la vida de Gonzálvarez que se quiso ir de España para huir de la guerra de África y luego estuvo a tiempo de trasladarse a zona yanqui para no verse salpicado por los crímenes de Machado, que la arremetió contra sindicalistas y todo tipo de opositores como hicieron en sus países los Trujillo, Somoza, Stroessner, Duvalier, Videla y alguno más hasta llegar al célebre Pinochet.
Inmigrantes llegando a Nueva York
Sucede que en la víspera del 4 de julio, Bicentenario de la Independencia de Estados Unidos, Mildred y Arturo están esperando la llegada de Julie y los chicos y, mientras conoce la noticia de que en España el Rey ha confiado a un político joven llamado Adolfo Suárez la formación de un gobierno, que sería el de la Transición, Arturo comienza a sentirse mal. Le sube la fiebre demasiado y aunque toma algunas pastillas su situación se va agravando poco a poco. En esos momentos la mente parece trabajar aprisa y el enfermo comienza a recordar cuestiones de su pasado personal partiendo de su llegada a Cuba igual que lo habían hecho sus hermanos Leandro y Francisco, tras dejar en Galicia a sus padres Leandro y Milagros y a sus hermanas Carmen y Ester. Parece que es el momento de repasar su vida y lo hace mientras la esposa y Julie preparan el ingreso en el Lenox Hill Hospital. Lentamente se van poniendo de manifiesto los misterios de la memoria, como cuando la intoxicación del padre de Arturo por inhalación de monóxido de carbono mal apagado podría haber causado la muerte de éste y modificar sus planes de viajar a Estados Unidos, lo cual conseguirá en otro plano de la reconstrucción de su biografía gracias a la ayuda de Ismael Salgado, un judío neoyorquino a quien conoció en La Habana, quien le ofrece trabajo en el Continental Hotel de la Gran Manzana. En un momento de la fiebre y la intranquilidad de Mildred y Julie el propio Arturo se pregunta “¿Por qué llevo toda la noche recordando tantas cosas?”.
El excelente ensayista, académico y psiquiatra cordobés Carlos Castilla del Pino dijo en una ocasión: “La vida depende de instantes, de segundos, de una serie de azares” y Francisco Ayala en “Muertes de perro”, deja en la página 282 un precioso interrogante: “¿Hasta qué punto interviene el factor azar en la Historia?”. José Luis Sampedro ya, en sus novelas, nos da lecciones precisas acerca de estas cuestiones. Pues similares cuestiones aparecen en este libro. La atenta lectura de “The Uchronia…” nos permitirá comprender las singulares experiencias de dos gallegos en busca de fortuna, para decirlo sencillamente, o las peripecias de un mundo a la deriva, que es el resultante de la pérdida de las colonias americanas más Guam y Filipinas por España, y la realidad de un país abandonado por sus propios dirigentes. Y cuando el plano se duplica y Arturo llega a La Coruña, aplicando hechos que podrían haber ocurrido, entonces comienza a recapacitar en torno a cuestiones como los episodios que dieron lugar al levantamiento franquista, la muerte del poeta García Lorca el 18 de Agosto de 1936 y la represión de unos insurgentes que juzgan a los representantes de la República legal con el grave cargo de auxilio a la rebelión. En su sueño, convertido en memoria afiebrada, en el cual el propio Arturo conversa con cuatro integrantes de la Santa Compaña que fueron “defensores o simpatizantes del Frente Popular cuando Franco encabezó el Alzamiento Nacional”. Es una escena entre dolorosa y denunciadora, en la cual nos enteramos de los horrores de una guerra fratricida, con muertes incontroladas, desaparecidos y todo tipo de crímenes.. Es uno de los capítulos más clarificadores de una Historia que, acaecida, hace más de setenta años, sin embargo, pone en cuestión todo un repertorio de culpas, incertidumbres y violencias y que, pese a la existencia de la Ley de Memoria Histórica, aún no han tenido reparación. El apunte final, redactado por Julie permite dejar en el aire muchas preguntas, muchas de las cuales serán contestadas analizando la vida de esos “dos muchachos gallegos emigrados a Cuba durante la década de los años 20 del pasado siglo” y, al tiempo, nos facilita conocer casi un siglo de la historia de Occidente, con España a la deriva, Cuba enfrascada en situaciones difíciles hasta la llegada del castrismo, la sucesiva intervención en el mundo de diversos presidentes yanquis como Roosevelt, Kennedy, Reagan, Bush pero también penetrar en la escritura condescendiente y vitalista de Roberto González-Amado quien, además, de algunas referencias de lógica matemática, reflexiona sobre la existencia de esos personajes que es como hablar de todos nosotros, de quienes hemos vivido la postguerra y hemos tenido ocasión de recapacitar sobre el pasado brutal y el presente nebuloso, sobre la realidad trágica y la ficción acomodaticia.
De todas formas, los interrogantes continúan: ¿qué habría sucedido si los terratenientes de siempre hubieran dedicado sus esfuerzos a construir un país mejor, si el estado hubiera protegido la agricultura y la ganadería, si la República hubiera podido negociar una manera de modificar las estructuras del país con quienes tomaron las armas sin contemplaciones para teñir de azul y rojo cuarenta años de vida española, si el mundo hubiera intervenido para evitar una guerra entre hermanos? Seguramente Armando y Arturo habrían podido ser unos españoles prósperos y no unas víctimas del desarraigo.
¿Y si hablamos ahora con el físico Roberto González-Amado de las ondas gravitacionales?
Manuel Quiroga Clérigo
Majadahonda, 5 de noviembre de 2017
Roberto González-Amado
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.