“ATANOR”, DEL VENEZOLANO AQUILES VALERO. COMENTARIO DE ALBERTO HERNÁNDEZ

 

 

1-valera-estado-trujillo-la-ciudad-de-las-siete-colinas

Valera, Estado Trujillo, la ciudad de las siete colinas

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por el escritor Alberto Hernández, colaborador nuestro, sobre el libro Atanor, de Aquiles Valero Monzillo, quien nació en los andes venezolanos, en la ciudad de Valera, Estado Trujillo, en 1943, y murió en la ciudad de Barquisimeto, Estado Lara, en 2006. Fue poeta y filósofo, licenciado en Letras en Roma y con estudios de filosofía y letras en Madrid. Sus libros son: Poemas Italianos (1962 -63); Poemas Dípteros (1964); Doble Caballo (1965); Catorce estaciones en la ruta de los cipreses, Ángel de Plomo (1968); Para medir el tiempo (1971); Fogatas prohibidas (1973); Atanor (1975); Juego limpio (1977); Enmaginario (1981); Signo de estaciones (1982: Antología); Solares (1983); Rocío de la espada (1999); Crónica de la fundación del crepúsculo (2002). A su muerte quedaron algunas otras publicadas que no han tenido la difusión adecuada.

 

 

 

2-atanor-portada-e-ilustraciones-de-francisco-_pancho_-massiani

Atanor, portada e ilustraciones de Francisco  Pancho Massiani

 

1.-

 

Casi regreso a la adolescencia. Un poco después de esos años dislocados, por ahí andaba el altísimo Aquiles Valero. Un hombre de voz amable e inmensa felicidad asediada por algunos tropiezos, así lo sentía. Fueron varias veces de hablar, de vernos en Caracas de casualidad, sin llamadas telefónicas ni agendas previas. O cuando pasaba a Choroní o a otro pueblo del interior que pudo haber sido el suyo, Valera.

 

Con talante diplomático, andaba en sus andares, entre la bohemia y la poesía; entre la vida y una sombra que lo hacía doble. Un hombre de aquella Venezuela de hace cuarenta años, entre la ilusión y la realidad. Ambos universos se unían y se convertían en palabras, en voces venidas de una escisión que no lo dejó en paz, porque la paz también formaba parte de un sueño. Pesadillas, andanzas, tragos, la palabra afectiva y a veces la discusión. Y como escribió Alejo Urdaneta: “el encuentro agónico consigo mismo”.

 

Atanor es horno, cocción, sitio por donde discurre el agua. En este caso, por donde circulan las palabras que contienen el ser, ese desgaste, la disolución. Atanor es el poema cocido por los sueños, la agonía, la búsqueda permanente del yo y su repetición en el otro, quien resulta ser él mismo.

 

El tiempo hizo que ese barro nos encontrara en pleno corazón caraqueño.

 

Creo que también nos vimos con Eduardo Casanova, mi “partner” en muchas revelaciones que a la larga terminaron en hermandad. Y todo gracias a la literatura, a la poesía, a la cercanía a tanta gente, entre quienes estaba Aquiles Valero, quien nació en Valera en 1943 y falleció en Barquisimeto en 2006. De su desaparición me enteré tarde. Este país se ha convertido en una amnesia colectiva. Un poeta, un hombre que le aportó imágenes a un país siempre huérfano, siempre en busca de una figura tutelar que le dirija su destino…los poetas, los escritores develan estas desgracias, por eso el poder como el actual los olvida, a menos de que formen parte de sus desmesuras.

 

Los dos libros que conozco de Aquiles llegaron a mis manos gracias a él. Se desprendió de ellos y me los entregó. Los leí con Nono Sucre y también me los bebí en aquellos días de extrema irresponsabilidad porque la libertad personal me llevaba a desligarme del mundo y a entrar plenamente en los sueños ajenos, en las vidas nuevas o agotadas de poetas, locos e iluminados.

 

Me avengo a sus poemas. Los rescato de un rincón donde “Atanor”, un cuaderno sobrio y delicado, esperaba ser nuevamente saludado.

3-bulevar-de-sabana-grande-caracas

Bulevar de Sabana Grande (Caracas)

 

 

2.-

 

La poesía de Aquiles Valero advierte al lector de ser parte de una crítica en la que diversas corrientes poéticas se deslizan. Surrealista, romántico, realista, poeta al fin. Quien lee a Valero siente la punción de las palabras. Siente que es puesto al margen, fuera de la fiesta. El lector es protagonista en la medida en que el poeta lo rechaza, lo deja en la puerta, pero primero lo nombra, lo describe. El lector es la impronta, en el caso de    

 

 

 

“PUERTAS DEL SUEÑO

 

Ha quedado instalada de nuevo la recurrencia de los rostros, tan familiares algunos.

Cierro los ojos y están allí. Los reconozco: el implorante, el buen mozo, el burócrata, la mujer

De mediana edad, el niño feo, la muchacha de cabellos grises, el enano, un hombre moreno

Tocado por un sombrero alón, indefinible. Qué vienen a buscar en la frontera de mi sueño. No

Son mis invitados (…)”.

 

 

3.-

 

La demencia, la soledad, ese miedo a estarse sin él, sin el nosotros interior que termina en el reflejo borroso de su existencia. Aquiles Valero solía decir que parecía un naufragio, un barco grande, porque era grande de cuerpo y de espíritu muy abierto, lo cual lo convertía en víctima de cualquier movimiento externo. Sus fantasmas lo mostraron en el niño que conocí a una edad en la que ya era un poeta de nombre en los círculos literarios de aquella Caracas de los años 70 u 80. Pasados esos largos días no lo vi más. Supe que estaba convaleciente, que no estaba al alcance de la realidad. Pero eso no me consta. Sólo me han quedado los dos libros que recibí de él. Sé que llegó a publicar algo más, antes y después de los que atesoro, aunque creo haber oído que un libro suyo andaba a punto de ser editado cuando le quedaba poco aliento.

 

De esa vida, de esa andariega vacilación vital, son estos

 

 

 

“ACTOS DEL MIEDO»

Largos actos del miedo

luengos efectos

consecuencias hondas de pavor

hincadas aquí en la vigilia

en órbitas desmedidas donde yazgo

al silencio de las esferas

sincopadas cadencias

rumores más o menos inútiles

donde la majestad se pierde y redime

en volición estrecha

donde locura es la medida”.

 

 

4-navidad-de-olivares

Navidad, de Olivares

 

4.-

 

La ironía, la sonrisa inteligente en el poema. O la cara lista a borrarse en el instante en que pronuncia los versos. El alejamiento de cualquier maceración material. En estos tres versos se sintetiza su desgano

 

 

“CANCIÓN DE NAVIDAD PARA FEBRERO»

 

Vengo a colaborar contigo en eso del inventario que jamás he entendido,

Sabes. Hay un libro allí donde todo debe ser apuntado con tinta roja y otro

Que va a la caja fuerte, dices”.

 

Y después, sin mucho andar, un recorrido por una tierra que siempre añoró, amó y sufrió. El poema canta, se desliza como una corriente donde el yo se posesiona de los accidentes geográficos, pero sólo se trata de una justificación: Aquiles Valero era más de interior, más de sus adentros. De modo que esa geografía sin nombre son sus meandros más íntimos, donde una doble atmósfera lo convierte en ilusión. El poeta como ilusión, como susurro, como ausencia:

 

 

“LECCIÓN»

 

Me enseñaste a seguir

el curso de tus ríos ilusorios

desde entonces las aguas

comenzaron también a bañar

meandros de mi cuerpo

y a veces cierro los ojos

para sentir mejor un susurro

de caños

golpe de río indócil

en las sienes

llanto de riberas

y discurrir de vegetales

tercos

asilados en los márgenes

de mi vigilia

como la vida

plenos”.

 

 

 

5-francisco-massiani

 Francisco Massiani

 

5.-

 

¿Cuántas veces con Pancho Massiani? ¿Cuántos sueños, tragos, trasnochos, cigarrillos, recuerdos y olvidos? La poesía era “el único lugar posible”, como tituló Salvador Garmendia una de sus novelas. Massiani y Valero en una mesa, en un solo poema. Cantando, sosegando el ambiente. Alborotando calles y avenidas. Sabana Grande era el mundo. Y mientras Aquiles cantaba sus adentros, Pancho lo dibujaba, dibujaba sus poemas. Atanor era un trazo firme de quien estaba retozando con los personajes de “Piedra de mar”.

 

De allí este poema de fábula para el dibujante, poeta y narrador, también “señor de la ternura”:

ç

“FRANCISCO MASSIANI»

 

Una estrella se enmarañó

entre las antenas eléctricas de Pancho

Massiani

y entonces vino la araña a la mosca y

dijo:

ciertamente que el viento

es más luminoso los jueves”.

 

 

6.-

 

Me quejo del olvido. Me quejo de mí, de haber escuchado a Aquiles en algún lugar de Caracas decirse angustiado. Decirse solo. Creo recordarlo en pareja con una bella señora y los hijos. Recuerdo al ser humano poeta y al poeta ser humano. En medio de sus sombras la luz de su inteligencia verbal.

 

Yo lo recuerdo y extraño su bondad como un venezolano culto y conversador, de la estirpe de Alberto Patiño, también extraviado en el olvido.

 

Me apena dejarlo en ese allá inconcluso.

 

Pero su poesía tranquiliza el hecho de saber que existió y sigue cerca, en mi casa, a la luz de otros poetas y libros que despiertan a diario con sólo abrirlos. 

 

Y una vez más me hago el adolescente.

 

 

6-barquisimeto

Barquisimeto

 

——–

(*) “Atanor”, edición del autor, fue impreso en Caracas en “los talleres de “El loco luminoso”, el domingo 30 de marzo de 1975, día de la quema de Judas”. De él escribió Ludovico Silva: “Aquiles Valero es el poeta de un mundo dividido –pero no alienado- en dos inmensos aspectos: el de la simple y llana creación de su mundo, y el de la reflexión sobre ese mundo. El primer aspecto nos lleva a una violenta confrontación con la realidad, a través de ondas sentimentales que son como ondas sísmicas; el segundo aspecto nos enfrenta a una poesía que, como rasgo típicamente moderno, tiene el de ser (lo recordaba Octavio Paz) una poesía crítica, que se mira a sí misma a través de ese ojo único e impersonal que es el poeta. Por ello a su gran valor o coraje humano, une una gran validez estética”.

 

 

7-obelisco-de-barquisimeto

Obelisco de Barquisimeto

 

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario