‘ARRITMIA DE LAS HORAS’ Y OTROS POEMAS DE LA COSTARRICENSE LUCÍA ALFARO, POETA VALORADA EN EL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

La poeta Lucía Alfaro

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir una muestra poética de Lucía Alfaro (San José, Costa Rica, 1959), poeta y escritora, graduada en Administración de Empresas con énfasis en Mercadeo y Bachiller en Filología Española por la Universidad de Costa Rica, con estudios de la maestría de Literatura Latinoamericana. Es presidenta de la Fundación Jorge Debravo, directora adjunta de Poiesis Editores y, desde 2007, miembro fundadora, tallerista y gestora cultural del grupo literario Poiesis, entre otros. Sus publicaciones son: Inevitable travesía (2008); Nocturno de presagios (2010, EUNED); La soledad del ébano (2015 UCR); Antagonía (2016, Editorial Torremozas – España); Vocación de herida (2016, EUNED – POIESIS); Las lunas del mal (2020, Editorial Summa – Perú). Premios: Segundo lugar de poesía en el certamen Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica – Sede Pérez Zeledón (2013); Segundo lugar en el certamen Hispanoamericano de Haikus organizado por Némesis Perú (2019). Participación en antologías: Bitácora abierta: 31 latidos en el andén (2015 Poiesis Editores); Líneas de mujer (ACE- 2018); Voces contra el silencio (2018 – Tinta en serie); Donde contamos hormigas y segundos: antología del cuento (2020 Poiesis Editores); Los gritos de Medea Antología virtual de mujeres costarricenses (2020 – UHE); Palabras Viajeras, Mujeres poetas de Costa Rica, Antología bilingüe. (2020 Uruk Editores). Su poesía ha sido traducida al portugués e inglés y antologada en Costa Rica y en las compilaciones de los Festivales Internacionales a los que ha sido invitada: México, Nicaragua, Panamá, Cuba, Colombia, Uruguay Miami y Perú.

 

 

El libro que presentó al prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador quedó tras los 15 finalistas, y entre los 10 libros recomendados por el Comité de Lectura para reconocer al autor/a con la publicación de una muestra de su poesía en las revistas que son afines al Premio. Se presentaron 1304 trabajos a esta VIII edición, que fue ganada por el mexicano Margarito Cuéllar y cuyo Accésit recayó en la española Carmen Palomo.

 

 

ARRITMIA DE LAS HORAS

 

 

                               La ventana del comedor

                 se ha tornado de un azul oscuro.

                                             A Virginia Wolf

 

 

Empiezo a sospechar

la gota de sangre en el espejo

y la lágrima estéril

que bordea las piedras.

 

He novelado el beso en las cuatro estaciones

de esta cárcel que algunos llaman casa.

Las paredes no saben que me tapo la cara

para que no intuyan 

ese olor a muerte que sube a quemarropa

rasgando los peldaños

y me suspende total detrás de la ventana.

 

He tentado el pastel

con un sabor a sal

y a chocolate

en la estoica mejilla de mi hijo.

 

Confieso que fui a comprar las flores

y a recoger las arrítmicas piedras

en el jardín de atrás,

donde duermen los pájaros

con los ojos abiertos debajo de las aguas.

 

(De Antagonía, Editorial Torremozas, España 2016)

 

 

 

AVENIDA CENTRAL

 

 

No debe ser normal

tener dolor de aire en las pupilas,

flotar sin presentirlo, sin tener un motivo.

Sentir asco por todo

o enredarme en el verso

y desaparecer sin que nadie lo note.

 

No, no debe ser normal

depender del naufragio,

del “ya no hay remedio”,

“tenga fe, eso funciona”.

Llenar mi botiquín con mansas mariposas

o polvo de serpientes segadas por la luna.

 

Aquí en la avenida

todo es anormal y a nadie le importa.

Hay mil y una palomas,

mil y un alma revolotean y chocan

como inmensos abejones de siempre.

 

Un niño no vidente falsifica la vida

y canta una ranchera.

Una adolescente se levanta la falda

pero solo la miran el policía que escupe

y el drogadicto loco que estira la mano

para medir el borde del abismo

y calcular el salto.

 

Mil y un vendedores se lanzan al acecho,

insisten, majan, gritan,

tratan de convencerme:

“melcochitas de coco”,

“llévese un recuerdo,

venga tómese una foto

aquí con las palomas”.

 

Justo frente a la estatua de Beethoven

una ocarina proscrita convulsiona;

solo diez metros más a la derecha

me intercepta Calderón de la Barca

y me recuerda que la vida es sueño.

 

(De La soledad del ébano, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2015)

 

 

 

A CONTRAPELO

 

 

La vida es este instante –me repiten los ecos,

y yo sigo corriendo, buscando en cada ojo,

en cada signo,

en cada flor que se abre la señal de salida.

 

Alguien me quiere hablar de sus veinte años,

de los pétalos rotos que esconde entre su falda,

de los sueños que antecedieron siempre a las posibilidades.

Mientras yo camino indiferente

tropezando entre las hojarascas

y en el tacón mordaz del boom de los charoles.

 

He dejado el instante

en el cansado quicio del cansancio.

He envuelto con gasa mis talones

y he tomado en mis brazos el corazón del viento

para correr entre las avenidas

y entre los vendedores de manzanas,

de luces importadas, de diciembres…

 

El carnaval a veces me convoca,

después me deja ebria

en esa esquina que tampoco existe.

 

La vida sigue atenta la dirección del polvo

que levantan mis pasos;

con su boca ya seca

y su mareada brújula

corre detrás de mí, a contrapelo,

tratando de alcanzarme.

Se vuelve perra fiel, hambrienta loba,

quiere beber la savia de mis huesos,

quitarme el antifaz, la piel, la lágrima,

esta sonrisa de esfinge que no es mía.

 

Pero yo sigo nómada, solipsista metáfora,

cláusula impersonal

buscando alucinada la cábala,

o el ángel que se atreva a estremecer la piedra,

la meta y su cintilla.   

        

La vida se desnuda de pronto en mis pupilas…

 

(De La soledad del ébano, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2015)

 

 

 

MELANCOLÍA

Melancolía, saca tu pico ya.

A César Vallejo

 

Espergesia, escalera,

barro meditabundo sin garganta,

búho triste batiendo

un corazón de viejo

en el límite siniestro

de mi beso.

 

César sin pan,

sin Lima, sin Paris,

sin los dados de un dios

que gira sordo y ciego

sobre las avenidas.

 

Sin cesar yo te busco

entre aguaceros tristes

y calaveras

siempre calaveras

que ya no dicen nada,

ni siquiera te nombran.

 

Pero el verso apócrifo

hace un rito en la página,

la retuerce, la muerde,

la deja sin aliento 

y el féretro se esconde

entre la niebla,

y tu melancolía

se empoza como un charco

de culpa en mi mirada.

 

(De Antagonía, Editorial Torremozas, España 2016)

 

 

 

 

BLUES

 

 

El blues me llama siempre

desde cualquier neblina.

Desde este ozono

gris y nauseabundo

contaminado de odio

penetra hasta dolerme,

desguaza muy despacio

a cada araña sobria

que se teje en mi boca.

Los girasoles, todos,

son un charco de miedo

temblando en estas cuencas

que perdieron los ojos.

Pero el blues se acurruca

como un niño muerto

al lado de mi tumba.

Me llama desde entonces,

desde antes,

desde siempre.

Dice que esta atmósfera

no le es suficiente

para sus coordenadas.

Repite que los buitres

nos secaron los huesos,

y que inventaron nombres,

líneas distorsionadas,

colores cibernéticos

y pantallas de plasma

con pájaros y niños

empapados de sangre

y de demencia.

 

(De Antagonía, Editorial Torremozas, España 2016)

 

 

 

RITUAL MATUTINO

 

Nos hemos convertido

en dioses atrapados

por nuestros propios miedos.

Nuestras heridas siguen

oliendo a jaguar y ocarina,

atadas a rutinarias cuerdas

de vicio y de desdén.

 

Las cifras desiguales,

con más ceros que sueños

nos incluyen a todos:

al crónico indigente, al Papa,

al embrión que se mueve

en el útero de una adolescente,

y al iluso magnate

que ordenó destruir

las torres de Babel.

 

Tanto fantasma estúpido

transita a nuestro lado,

dejando su locura

y su pétalo mordaz

en la misma estación.

 

La túnica que estamos arrastrando

es demasiado densa…

 

Mientras en las iglesias

los corrosivos ángeles

inclinan sus campanas

al ritual matutino,

solariegas cigarras

se mutan en asfalto

y neón plastificado.

 

Un día somos dioses

inventándolo todo,

y otros somos heraldos

avanzando rabiosos

hacia nosotros mismos.

 

¿Dónde gravita la fe horizontal

de tantas golondrinas?

 

(De Vocación de herida, Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica, 2016)

 

 

TRES LATIDOS

 

Quiero llamarte niño solamente,

porque no hace falta un nombre

para desear la muerte.

 

No voy a utilizar una metáfora

para entumecer aún más tu herida.

Lloraré mi impotencia sin adornos baratos,

sin eufemismos que solapen

el dolor de tus manos pequeñitas.

 

Uno, dos, tres…

trescientos treinta días

la muerte jugó a las escondidas

debajo de tus uñas,

sobre la indiferencia del vecino

y en el surco que el hambre,

los golpes y el fuego hicieron en tu cuerpo.

 

De qué sirve esta página,

qué puñal, qué profecía nos está haciendo falta

para salvarte ahora en otro nombre,

en otra soledad, en otra llaga.

 

Uno, dos, tres…

diez dedos ya sin miedo me señalan al unísono

como un solo índice.

 

Once meses de llanto

cruzan una y otra vez detrás de mi ventana,

como impíos apóstoles sin fe, sin evangelio,

que ocultan sus mentiras entre tus cicatrices,

las que ya no te duelen, gracias a Dios

o a los ángeles torpes que siempre llegan tarde.

Ya no habrá abandono

que haga saltar la noche por tus ojos.

 

Uno, dos, tres latidos de muerte

zigzaguean sobre una mueca de cama,

mientras queman las yemas de tus dedos,

y un grito vaga solo

en un domingo de ramos

que celebra allá afuera la “salvación” del hombre.

 

(de Vocación de herida, Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica, 2016)

 

 

ALBATROS

 

Sabe que no es un simple ángel,

se descubrió animal

que no conoce

dónde empieza el perdón.

 

Intuye que la muerte

descansa entre sus ojos.

 

Su alma

fue imantada

por un falso satélite.

Se esfuerza en olvidar el rastro

del ángel vengativo,

por eso ha escondido la llaga

debajo de sus plumas.

 

Se le ha visto llorando,

tendido en la arena,

pero ya no le teme a la lluvia

ni a los objetos recios

que agitan las aguas.

 

Es solo un animal

que no sabe

donde acaba el océano.

 

(De Las lunas del mal, Editorial Summa, Perú, 2020)

 

 

TREGUA

 

Necesito reconstruir su rostro,

su círculo perfecto

cada treinta de octubre

y no morir de mar en el intento.

 

Necesito llegar a ese puerto

donde llegan los pájaros

que perdieron el rastro

y hacer de este corazón

un muelle silencioso

en desventaja idónea,

para que copulen las ballenas,

los naufragios, los delfines,

y que el fin de las sirenas

no sea la extinción de los sueños.

 

Necesito encontrarla flameando

en los faros de los barcos de infancia

sin cobardía o valor,

simplemente mirarla de cinco años

en las latas urgentes de los techos

y lavarle los ojos con la sal

de mis aguas ocultas,

cauterizar la sangre,

la mentira, la arena

con la grafía rebelde

que palpita debajo de esta huella.

 

(De Las lunas del mal, Editorial Summa, Perú, 2020)

 

 

EL ROSTRO OCULTO DE LA LUNA

 

Yo conocí ese rostro desde niña,

lo vi por la ventana

asomarse en la lasciva pupila del padrastro,

lo vi resplandecer sobre la piedra

donde él firmó el pacto

que hizo con el diablo

mientras me penetraba.

 

Yo conocí ese rostro,

me marcó con lunares la cara

y me llenó los ojos de ceniza.

Me hizo caminar por la hojarasca roja del suicidio

y reventó las cuerdas de los puentes

para tenerme presa.

 

Sí, yo conocí su resplandor

de luna mentirosa desde siempre;

por eso la podría odiar

con el odio de Dios o el de Vallejo,

pero he decidido perdonarla.

 

(De Las lunas del mal, Editorial Summa, Perú, 2020)

 

 

JUNTO A LOS GIRASOLES

 

 

Lancé detrás de la montaña

las velas del ritual

y la luna se posó sobre la misma orilla

donde puse los pies,

como un ave vencida se acurrucó

equidistante al viento

que silbaba en el hoyo

de una oreja locuaz y solitaria.

 

Un grito contrahecho

cruzó el Mediterráneo

buscando a quién culpar.

Más que un astro amable

parecía un carbunclo del Averno.

 

Entonces lancé,

por el desfiladero de la indiferencia,

ese antiguo deseo

de absolverla de todas sus mentiras

y de sentirme segura debajo de su rayo.

 

Pude llorar sin miedo

por mis muertes y sus nombres comunes

y me llené los ojos de montaña

junto a los girasoles de Van Gogh.

 

(De Las lunas del mal, Editorial Summa, Perú, 2020)

 

Otra imagen de Lucía Alfaro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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