Antonio Pereira
(Efectivamente, Antonio Pereira nació en Villafranca del Bierzo el 13 de Junio de 1923, y falleció en León, donde residía, el 25 de abril de 2009, es decir hace 10 dolorosos años. Hoy hemos oído decir que era un hombre “machadianamente bueno” y, al reproducir esta entrevista queremos rendir un nuevo homenaje a este autor entrañable y berciano ejemplar que, según nos dijo en su juventud compraba los cuadernos en Becerreá, provincia de Lugo, en la mismísima comarca de Los Ancares, con lo que demostraba la hermandad entre gallegos y bercianos).
Antonio Pereira nacido en Villafranca del Bierzo en 1923 y Doctor Honoris Causa por la Universidad de León es un gran amante de su tierra, a la que ha hecho protagonista de varios de sus libros, como ya hizo el poeta Juan Carlos Mestre en aquel delicado tomito, “Antífona de otoño en el Valle del Bierzo”, que mereció el Premio Adonáis de Poesía 1985. De la producción de Pereira, tanto en narrativa como en poesía o ensayo, citamos títulos tan significativos como “Una ventana a la carretera” (Rocas, 1967), “El ingeniero Balboa y otras historias civiles” (Emesa, 1976),la muy celebrada obra “País de Los Losadas” publicada en 1978 por Plaza & Janés y en 1999 por Espasa, “Relatos sin fronteras” que editó la Junta de Castilla y León 1998, “Cuentos de medio siglo” (Espasa-Calpe 2000) o el delicioso libro de relatos bercianos “Las ciudades de Poniente” que apareció en aquella deliciosa aventura editorial que fue Anaya &Mario Muchnik en el año 1994, mundo que tan significado autor pone al día al publicar “La divisa en la torre” (Alianza Literaria, Madrid, 2007). En Alianza también ha publicado “El síndrome de Estocolmo” y “Cuentos de la Cábila”.
Relacionado con el grupo poético “Espadaña” Pereira es autor de poemarios como “El regreso (Rialp, 1964), “Dibujo de figura” (El Bardo, 1972) o “Ciudad de los poetas” (Endymión 1990). Algunas antologías han publicado selecciones de sus versos: “Contar y seguir (Poesía 1962-1972)” (Plaza&Janés 1972), “Antología de la seda y el hierro” (Colección Provincia CSIC, 1986). Obra, la de Antonio Pereira, que ha recibido interesantes premios muy merecidamente, destacando el “Castilla y León de Las Letras, 1999” a toda su producción, además del Leopoldo Alas, el Fastenraht de la Real Academia Española de La Lengua. Su poesía ha sido recogida en un precioso volumen que ha publicado la Editorial Calambur (Madrid, 2006) titulado “Meteoros (Poesía, 1962-2006)”. Aunque no publicó un libro de poesía hasta el año 1964 la vena poética ha estado constante en sus novelas y relatos pero contar, a partir de ahora, con todos sus versos repletos de realismo y cierto tono melancólico en un solo volumen es un verdadero regalo que sirve, además, para apreciar la capacidad creativa de Antonio Pereira y que le confirma como un poeta a tener muy en cuenta.
“En las ciudades de Poniente las tardes son lentas y propicias para el vino y la confidencia, y quienes viven en ellas o las visitan terminan acostumbrándose a que las rarezas sea lo más natural del mundo” leemos en el libro que Muchnik editó, lo cual es un a modo de explicación de la literatura bella y elegante del mismo. Las gentes de Villafranca además de considerarse bercianos y leoneses se siente apegados, a veces unidos, a las tradiciones gallegas pues su cercanía es apenas interrumpida por algún río como el Valcarce y unidas por montañas siempre verdes. Ese sentirse leoneses y galaicos es lo que late en el espíritu de los relatos de Pereira, quien habla de las ciudades del entorno aduciendo que, como en Granada, en ellas todo es posible, desde el misterio que rodea a la pintora que busca desnudos masculinos ara su trabajo hasta ese rincón en que triunfa una moda visigoda. Pasamos por la historia de un obispo que nació junto a los verdes prados y la tierra de buenos vinos o la divertida “El asturiano de Delfina”, con sorpresivo final, “Don Eloy deje salir a Dorita o me mato” donde leemos: “Don Eloy dejó salir a Dorita y ya sabemos las consecuencias. Dorita era dulce y demasiado desarrollada para su edad, lo propio en la niña de un juez que viene de Tenerife”. Poesía y ternura recorren estas páginas tan llenas de geografías, gentes, amor y desamor, lluvia en Los Ancares y morriña del terruño.
En “La divisa en la torre” leemos: “Salimos a la terraza última del poniente y pensé que me habían robado la vida, la que llevaba sin sentir la caricia de un vino en los labios”. Hay en estas páginas una especie de recordatorio perpetuo de la existencia, trozos de alguna autobiografía más o menos apasionada. Las fábulas de lo cotidiano, la efervescencia de la selva virgen que es el diario acontecer, personajes regresando de mundos inéditos donde todo es posible, la Naturaleza con todo su rigor y toda la realidad que imprimen las tardes largas y las noches serenas. El vino aparece como protagonista de tiempos que parecían perdidos, aunque habiten el recuerdo. La belleza siempre inédita de todas y cada una de las mujeres que vuelven del futuro a cada paso, sigilosas, son leyendas exóticas de soñados paraísos. Y por encima de todo la literatura, cabalgando por una prosa delicada y elegante. Ese es el espacio que nos sigue ofreciendo Antonio Pereira.
Retrato de Antonio Pereira, obra de José Carralero
Carmen Busmayor, en el excelente estudio de su obra “Países poéticos de Antonio Pereira” (Universidad de León, 1996), decía que “El hombre pereiriano es un hombre conviviente, debido a su condición de habitante de un pueblo casi siempre, circunstancia que facilita, obviamente, la relación con los demás”. La relación con los otros, la capacidad de habitar un mundo donde siempre hay alguien cerca, rincones como los de Poniente con tardes “lentas y propicias para el vino”, van formando el entramado de una obra que entre la ironía y la inquietud dibuja paisajes donde es posible la existencia, donde es fácil entenderse. Carmen Busmayor dice que así “se pregona la inocencia del poeta”. De tal significado autor dijo Camilo José Cela: “No he conocido jamás a nadie con más vocación literaria que Antonio Pereira, el hombre que nos demostró a todos sus lectores que un cuento, por breve que fuere, puede tener la misma entidad intelectual, social y artística que la novela más completa”. Su obra, además, es un monumento a la cordialidad y a la convivencia. De ello queríamos conversar con Antonio Pereira.
-De “Espadaña” al río revuelto de la poesía actual, ¿qué es ti el verso, el poema?
-Me gusta lo del río revuelto. Me gustó en los tiempos de “Espadaña” y, también, me gusta ahora, más que hablar de las aguas espejeantes y sin movimiento. El verso es el latir del corazón, que en el poema suele ser perfectamente rítmico… o con extrasístoles.
-¿Dónde aparece mejor la inspiración, el desarrollo de una idea, en la narrativa, en la poesía o en los comentarios a vuela pluma, llamados críticas o ensayos?
-En la poesía predomina la emoción sobre la información. En la narrativa, creo, ocurre al revés. Pero todo esto no se debe tomar al pie de la letra.
-En “Las ciudades de Poniente” leemos, y es un ejemplo, “Los tipos en las fotonovelas los calas desde el principio”. ¿Cuándo tiene un novelista un personaje: en el momento en que comienza a pensar en él, a situarle en medio de la trama o, más bien, cuando ese personaje va cobrando vida a través de la intensidad del relato?
–Un tipo aparece en mi conciencia de narrador. Puede borrarse o puede permanecer. Si permanece y me acompaña tenazmente, lo probable es que sea un buen personaje.
-El Bierzo es una bella tierra, una zona a caballo entre León y Galicia, entre la meseta y el mar: ¿qué siente un berciano que escribe en castellano?
-Me gustaría saber gallego para escribir en esa lengua. Es algo advierto próximo a mi sensibilidad. Pero aún en ese caso mi lengua sería siempre el castellano.
-¿Diríamos que el castellano o español es un buen idioma para la poesía y el relato?
-El castellano es mi herramienta querida desde que comencé en la literatura. Y en esa lengua serán mis últimas palabras sean escritas, balbucidas o rezadas.
-Con unas u otras políticas, ¿es la labor del escritor apoyada desde las instituciones o es un trabajo en solitario, callado, esforzado, mal pagado, poco comprendido, difícil…?
-Sí, es solitario, callado, esforzado, difícil y todo lo demás.
¿Qué puede hacer la sociedad y qué puede hacer el escritor para que la gente lea, para que el libro sea el tesoro que amaban personas como Miguel de Unamuno, Pérez Galdós, Valle-Inclán o Álvaro Cunqueiro, por ejemplo?
-Empezar por el principio, que es la escuela.
-¿Existe una literatura que podamos llamar específicamente leonesa, un espíritu especialmente afincado en el antiguo Reino de León, en la manera de ver la existencia, en la forma de retratar sus costumbres o paisajes o de cantar a las mujeres, y se me ocurre una muestra tal vez interesante como fue “La esfinge maragata” de Concha Espina o escritores más recientes?
-Mi opinión es que no. Los escritores leoneses podemos agruparnos en la amistad. Pero no lo estamos- gracias a Dios- en la literatura.
-Y Castilla, ¿qué es Castilla para quien escribe en su idioma pero que se siente, también, galaico, que participa del embrujo de las tierras altas, de Babia y otras comarcas cercanas a Asturias, allí donde comenzó la Reconquista de lo que luego sería España?
-Castilla es como Cataluña o como Andalucía o Levante, un pedazo de la- para mí- indispensable España, sólo que a León se coge el coche y se llega antes.
-Y lo andaluz, ¿no forma parte del ser español, tal vez por esos datos de la cercanía, aunque en algunas zonas se idioma se modifica, se mezcla con las lejanías de lo popular y con los ancestros de quienes en último lugar tuvieron que abandonar la Península, me refiero a musulmanes y judíos, dejando su huella y sus afectos en calles y hondonadas?
-Andalucía es España. Y además la tengo en casa: mi esposa es natural de Jaén.
-¿Tenemos grandes escritores, te decantarías por alguno en particular?
-Serían los nombres de mis escritores amigos, o sea, un juicio descaradamente parcial.
-De “Espadaña” a “Filandón”, pasando por la labor y las figuras de Victoriano Crémer, Antonio Gamoneda, Eugenio de Nora, Rogelio Blanco y otros, León es un país para la poesía. ¿Qué diferencias tiene esa geografía para que la poesía cobre un valor especial?
-León es un país de importantes escritores que cantan y que cuentan. Más que en el clima- no tan fiero León como lo pintan- pienso en la influencia decisiva de un hombre a partir de la postguerra. Me refiero naturalmente a Antonio González de Lama.
-Carmen Busmayor en su estudio “Países poéticos de Antonio Pereira” habla de manera clara y contundente de tu obra poética y de tu vida de escritor, pero además de sus precisiones ¿qué nos aportarías, qué es la existencia para un autor berciano que se siente y es poeta y narrador, que acude al refranero y que otea todos los horizontes?
-La Doctora Busmayor trabajó mucho y bien. En muchos aspectos sabe de Antonio Pereira bastante más de lo que sé yo mismo.
-¿Qué es el libro, como medio, para un escritor?
-El libro ajeno, si es valioso, se convierte en un ejemplo que se debe seguir.
Otro retrato de Antonio Pereira, de José Carralero
-¿Y el libro propio, el que uno escribe?
-El libro propio hay que olvidarlo, no sea que vuelvas a escribir otra vez el mismo libro.
-¿Qué valor tiene el libro para la cultura: se lee en España (poco, mucho o nada)?
-Lo que se dice leer, se lee poco. Se leen pocos libros.
-¿Crees que se valora de manera suficiente a los escritores aquí, como se les aprecia en otros países, se valora su trabajo?
-Lo de valorar al escritor depende. Es mi pueblo- Villafranca del Bierzo- la respuesta es afirmativa, si se le valora. Claro que esto puede que sea algo excepcional.
-¿Existen jóvenes valores, existe en España inquietud por la cultura, qué sucede en el ámbito del idioma español?
-Inquietud me parece mucho decir. Eso se queda para el fútbol y sus fichajes. Pero sí creo que hay valores jóvenes que están recogiendo el testigo de otros escritores. De todas maneras, el mundo sigue. Mientras haya hombres y mujeres, o viceversa, habrá una lengua que sirva no sólo para comunicarnos sino, también, para sentir la belleza de la creación.
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