Crear en Salamanca publica con especial satisfacción esta antología de la obra de Alexis Gómez Rosa (Santo Domingo, República Dominicana, 1950), quien realizó sus estudios de secundaria en su ciudad natal y obtuvo una Licenciatura en Letras de la State University of New York (Saratoga Spring, 1989), ciudad donde vivió durante varios lustros. Tiene una maestría en Literatura Hispanoamericana de New York University. Trabajó como profesor de lengua española en el sistema de educación pública de New York, y enseñó cultura dominicana en The City University of New York (Hunter College). Sus libros de poesía publicados son: Oficio de post-muerte (1973); Pluroscopo (1977); High Quality, Ltd (1985); Contra la pluma la espuma (1990); Tiza y tinta (1991); New York en tránsito de pie quebrado (1993); Si Dios quiere y otros versos por encargo (1996); Self Service Poems (2000), Adagio cornuto (2001); Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida (2004); la tregua de los mamíferos (2005);Ferriboat de una noche invertebrada (2006); Marginal de una lengua que persigue su forma (2010); el festín de (S)obras completas (2011), Trueno robado (2013); Máquina olandera y otras olas de lava & lanman (2014); Prosas de un peso welter (2014) y La mirada imantada (2014, antología poética).
ANTOLOGÍA DE ALEXIS GÓMEZ ROSA
Les invito a leer esta brevísima antojolía que he cernido de la obra amplia escrita por el poeta dominicano Alexis Gómez Rosa. No lo conozco personalmente y tampoco he cruzado con él correos electrónicos ni nada que se parezca. Pero sus libros llegaron a mi despacho de la universidad y, tras un breve ojeo, quedaron a la espera del debido sosiego para espigar algunos de sus frutos, pues de cierto merecen una mayor difusión en las dos riberas del castellano y del portugués.
He aquí tres vertientes, de las múltiples, sobre las que orbita su escritura. Justo es decir que sus versos siguen ardiéndome adentro porque contienen esa candela que calienta el porvenir.
ALFREDO PÉREZ ALENCART
Universidad de Salamanca
I.- LA PIEL NAVEGO
La piel navego
en un viaje que hace
locos naufragios.
ARRODILLADO
Se ha instalado un herrero
frente a la noche,
un herrero de la misma naturaleza
de la noche,
que abre un hueco muy grande,
ferruginoso, por donde trafica
Eros su ardiente caravana
de bajas pasiones, que ahogo
en sólidas razones,
instalado como un gusano
de fierro
frente a la mojada entrepierna
de tu noche.
LUGARES COMUNES
Tu nombre sólo existe
para pronunciarse en la cama.
Tu nombre de arcilla caribe,
bambú, guarapo y caimoní,
humedece los labios que articulan
su forma, viene a ser un círculo
negro de advertencia; ese
tu nombre que avisa la carne
que lo aguanta, se refugia
en tu vulva salobre y se duerme
contigo. Tu nombre manchado
de improviso en el lavabo,
surge de mi tierra mental
que invade el sueño; ese
tu nombre oloroso a cañaveral
y a licor casero.
Nombre de oscura geografía
instalado en un mapa salvaje,
sabe a ríos infinitos y a sótano
preñado de misterio. Tu nombre
amasado por sombrías concubinas,
entra en la composición
de un siglo de miserias; ese
tu nombre como un collar
de semillas de tamarindo,
tornasolea su piel entre los
buhoneros
del parque, y pernocta
en la rambla que frecuentan
buzos y soldados. Tu nombre
que arde igual que la picadura
del tabaco, lleva sombrero
cuando paseas el lunes
por la tarde. Tu nombre,
nacido del centro mismo del
mundo, anuncia el sol de una vida
al día siguiente. Nombre de aguacero
y mollizna: entra y sale
de lo cálido a lo ardiente.
Tu nombre, lanzado por lenguas
de mudez mensajera, pregona
las noticias que guarda el viento
en su valija.
MIÉRCOLES EN CUERPO DE CAMISA
Hoy te has puesto la camisa verde
que a tantos desvaríos conduce.
—Dafne, la mujer de tierra,
la hechicera en su balcón henchida—.
Camisa verde recogida en nudo
inviolado, que impone al corazón
su argumento de fiebre:
delirio del corazón que airea
su inapelable fantasía.
Hoy no es hoy sino un jadeo
que llueve, petrificado, con linaje
de párpados despoblados y en fuga,
cerrando una puerta que también
apertura el corazón del poema.
Miércoles desencadenado
de aguas tibias, sobre una lengua
terrosa de roja desmesura.
NOCHE DE UN ÁNGEL COSMÉTICO
Diariamente la sentía venir
en la ruta del ojo,
con la imprecisión del color que abandona
el semáforo,
entre dos luces en conflicto.
Un día sí y otro no se inscribía en la vida,
como si quisiera borrarla,
su intensa vida de la que siempre se ha querido
despedir, abrumada
por tanta noche
y espejos que la reparten y asesinan.
Transportaba ella en su cuerpo
deshabitado,
un domingo aerosol de aguas termales
y aceites que incendian la piel
copra en la danza.
Se transportaba ella entera y solitaria
en su historia,
anochecida entre mesas y sillas
para dar sentido a su existencia,
disminuida
tras cada hora; los minutos avanzan;
detrás de cada segundo se agazapa un león.
Parecía no tener prisa
en carne de mansedumbre su delirio
(protégela, Señor);
cierto temor la embargaba y oscurecía
(protégela, Señor);
nadie como ella ejercía las artes
del cuerpo
(protégela, Señor);
un sol se aposentaba en la sangre
se aposenta
(protégela, Señor);
la noche, manto divino, siempre su olimpo
y su diadema
(protégela, Señor).
A diario me regaló en su niña el paisaje
de lo incierto.
Entre locos ciclistas y los patinadores
del verano,
la incertidumbre cobró en muerte la certeza
de un ángel cosmético,
vulnerado, con piernas y manos de oración.
(A diario, entre los locos ciclistas).
FERRIBOAT DE UNA NOCHE INVERTEBRADA
Hacia el final de tus latidos,
el ferryboat corta la rosa de los vientos,
entre otras amputaciones y cicatrices
frente a la noche de un solo temblor.
En el ojo izquierdo:
pulso de águila,
guardo pequeñas travesías
que en tu cuerpo se pierden,
y hace olvido,
porque nuevos naufragios
el ojo derecho inicia y te bendice
señora,
por altas planicies
menos mía,
que el vaivén sobrecogido
en tu piel que delira y adormece
los sentidos.
Aprendiz de brujo,
te observo y me extravío
por tu fosforescente desnudez;
mas lírica cuanto más te abandonas;
sorprendida,
y en la lengua te anudas
con un prontuario inútil
de sílabas líquidas,
entrecortadas,
como si en ellas se borraran
tus párpados de amarilla enfermedad,
y el mar y su infinito sombrío
que alimentaran
su inequívoco paisaje.
Animal hecho de la materia prima
de la muerte.
Sobre tu cuerpo la noche
avanza mi palabra en el tiempo,
el ferry muge anclado bajo el bostezo
de los astros:
el agua parlanchina
que intercambia el cifrado mensaje
de tu elocuencia danzaria.
Mujer,
manantial de niebla, trampa
del paraíso.
Gime tu piel en su castillo
el día,
se levanta intranquilo
ante tus ojos narcóticos
de contracción sedienta, irredimible.
En ellos cabe la urdimbre
de la incontinencia y del desasosiego,
el tránsito del amor en la ciudad
donde sangra,
el sol de tu quimera.
Sábanas sueltas
tras el biombo reviven
la blanca noche.
II. DELETREAR LO MIRADO
MIRAR CON EL OJO AL REVÉS
Estoy viendo con el ojo hacia adentro,
donde un pájaro se desinfla en verde música.
(Ves cómo no puedo con ese adverbio
en herencia, igual los dos nervios pesantes
de un delirio). Frente a Bretón, Artaud:
nigromantes del ojo copulativo, lactando
una purulenta y espumosa luz muere.
Al revés, el ojo, manoseado en su paisaje,
irriga la mesa en que alunece un pastelón
de carne, provocando miserias en hartazgo.
El ojo sigue abierto, ordenando domingos
en los que palpa un horario de cangrejos.
Niños almidonados caminos que tragarán
este ser vivo. Mirar con el ojo al revés
es un acierto.
POEMA INCONCLUSO
Mira a ver lo que el ojo contiene,
que ha resuelto callarlo en la ceguera
ilustrada.
El ojo de todos los días, instalándose,
de pronto, en la sensibilidad copiosa
de la noche total.
El ojo responsable de la mirada
que lo ata, y que, pensándolo bien,
es el que centinela legañoso,
la distancia oscura
que me devuelve a la nada.
DELETRAER LO MIRADO
Los ojos como dos afiches del tiempo.
En las fotos: rumiando fulge la eternidad.
Doblega la contemplación (ufano), el espíritu
que deambula en su embriaguez.
Manirroto insumiso laqueado en el rincón
donde lo constriñe la memoria, con panoplia,
arcos y flechas, con que lo invistiera
una fuerza de superior destino.
(Noche remota, guarapo y cañaveral,
por la que sangra el espejo un cielo de cotorras).
Una teoría: el tiempo presente de mirar el pasado
moviliza el presente. El tiempo de llegar,
más tarde que temprano, a la pizarra
de un reflejo, es una meditación.
En la mirada niña: números y estrellas
del corazón migratorio; árboles y casas
de hospedaje.
Las calles que terminan en el Ozama
retorcidas: muñecas de trapo, bicicletas,
presentes en la historia antigua que reverdece
en el ahora. (Incesante la noche
y su tambor amarillo de hojalata).
Alto silencio el vacío nada se mueve.
Solamente sus ojos flotando en el galpón
de la noche, dan el santo y la seña,
abren túneles, por donde yo llego al caimán
de lo indecible.
ESTE OJOS MÍO QUE TODO LO ARCHIVA
Este ojo mío que todo lo archiva; pobrecito rumor.
Mirando el interior de mi organismo, se viaja
de incógnito por túneles, laberintos, nosocomios,
este ojo espiándome la materia de origen.
Dólmenes, ruinas, grutas, cementerios,
también encuentro cuando su lente me observa,
este ojo mortal que llega de la región más cristalina.
Afianza una mirada en el corazón de la muerte,
y deja bajar su párpado al nervio de la impudicia,
este ojo de todos reunido en pleno vuelo.
Dicta la luz compacta como la sombra líquida,
al tiempo que incursiona en los pabellones del fuego,
este ojo de agua con su boca de aljibe.
Mezcla en su profundidad de océano muerto,
dentaduras cuyas lenguas tejieron idiomas distintos,
este ojo cerrado que espera por su homólogo abierto.
Juntos inician la búsqueda del paraíso perdido,
en el ambiguo y estrecho corazón del mapamundi.
III.- OTROS POEMAS
LOS PASOS COMUNICANTES
De tanto hablar
me ha salido una lengua,
que amenaza con avanzar
al centro
de lo inefable.
De tanto caminar
me creció ayer un zapato,
hacia el lugar donde mis pasos
crean tus huellas.
¿Qué otra cosa podría yo hacer?
Ni siquiera los actos de magia
del tecato Pascual
me fueron permitidos.
Una palabra alquilada,
una calle de corazón,
siempre han servido
a mi existencia.
MUSEO DE UNA HORA NOCTURNA
Acostado sobre la cama
leo un libro de poesía.
El ojo se desplaza sobre una línea
de Santa Teresa de Jesús
el ratón aparece.
Negro y plomizo el ratón
me juega la cabeza, sacando el nombre
de la santa de la página (o de mis ojos),
para llevarlo detrás
de la consola marrón donde permanece
un buen rato.
¿Qué hará ese roedor
con el nombre sagrado de quien naciera
en Ávila en 1515?
Se me ocurre pensar
que, como la poesía de la Madre Teresa,
el ratón ha penetrado en el misterio
sombreando de incertidumbre
las páginas que leo.
Pero no; el ratón no está
en el misterio,
sino en un lugar
indeterminado detrás de la consola.
Lo busqué con mala fe,
con propósito
criminal, y esa hora sólo me deparó
ansiedad religiosa;
lo busqué minuciosamente.
Su ausencia me ha devuelto a cierto
regocijo espiritual,
y a la intensidad lírica de la santa,
en dirección opuesta al ratón
aún detrás
de la consola.
agosto 21, 2015
Buena selección de un buen poeta. Felicitaciones.