La poeta Ana Becciu
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar estos poemas de Ana Becciu (Buenos Aires, 1948), poeta, profesora, y traductora argentina. Estudió Letras en la Universidad Católica Argentina, donde obtuvo el título de profesora en letras en 1972. En 1976 dejó Argentina y vivió en Barcelona primero y más tarde París, donde prosiguió sus estudios en la Universidad Central de Barcelona y en la Sorbona (Paris VII).1 Trabajó como traductora supernumeraria en algunos organismos del sistema de las Naciones Unidas. Además, Becciú es traductora literaria. Ha traducido a autores como Djuna Barnes, Allen Ginsberg, Tennessee Williams. Desde 2002 reside en Francia. Pertenece a la Asociación internacional de escritores (PEN). Se ha encargado de la compilación de la obra de la poeta argentina Alejandra Pizarnik que ha sido publicada por la Editorial Lumen (Random House Mondadori) de Barcelona en tres volúmenes, Poesía, Prosa y Diarios, entre 2000 y 2002. Sus libros de poesía son: Como quien acecha (1973); Por ocuparse de ausencias (1982); Ronda de noche. (1999) y La visita y otros libros (2007).
Mundo Aquí (Pintura de portada realizada por Miguel Elías)
Estos poemas serán leídos durante el XXIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, organizado por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y que se celebrará en Salamanca del 14 al 20 de octubre de 2020, dedicado a José María Gabriel y Galán. Habrá actos presenciales y virtuales. La lectura de la poeta argentina será en una sesión online y saldrán publicados en la segunda antología del encuentro, titulada “Mundo Aquí”, también coordinada por el poeta peruano-salmantino Alfredo Pérez Alencart, director de estos encuentros desde su primera edición.
DE RONDA DE NOCHE
—No tenía sentido, me dice, y es como si lo preguntara.
—No tenía sentido…
¿Por qué insistirá tanto, esta madre, por qué preguntará tanto por eso que no sabe por qué pregunta? ¿Por qué tendré yo que seguir sin conocer eso y nada que pregunta, eso y sol que pregunta, eso y madre que por hijos pregunta? ¿Por qué tendrá madre que preguntar hija?
En su descuido, ella tan pulcra, me mira pero no sabe quién soy, me mira y soy otra, se cala el sufrimiento de antes, de cuando me estaba por ser, de cuando me era, de los días y los otoños y las noches y los inviernos y los caballos y el mar y las valentías que yo me acordaba para seducirla y que me amara más que a nadie en la casa que era de todos, pero mía no.
«Flava y dulce» como el sol de vallejo, el sol cae entero y se deshace contra los escalones de la galería, la risa se arracima, la oigo, yo la sostiene, te la guardo, madre, prometo, nadie más te va a tocar esa risa.
Que no era para mí.
—Entonces me voy.
Eso dice, y en los ojos se ven hilitos, adherencias. Mira hacia atrás, yo no está, nadie queda atrás. Dice que se va, y su irse es todos los irse de todas las que se han ido pues ya no queda lugar para ellas, esta tierra no es para nosotras.
La mujer sin lugar, ¿o es el lugar el que anda errante?
El parque como lumbre, aquí aprendo, con balbuceos, eso que me dicen que es mi voz, eso que me dan para que sea mi voz, las palabras de ellos que no son mi lengua; pero digo quedamente las imágenes de mi morada, el agrupamiento de esmeraldas y cornalinas blandas entre las que me muevo para convocar a las formas que devuelvan mi forma, pronuncio, pero no hago alusión a lo que no está pues todavía yo está.
Soy deliberada en mí, el recuerdo pertinente, la evaporación de mí cuando me hago recuerdo, imagen sola, ardentosa de a ratos, vegetativa otros, persiguiendo trazos casi siempre. La imagen de mí chisporrotea y sus luces lanzadas a una nada muy sola, ¿serán apisonadas por la sombra de los otros, otros días, más adelante, más allá, en el futuro todavía tan cierto, tan cuerpo, que me veo ser la que soy en ésa que va a ser, la pura en sí lanzada a lo muy solo de las otras?
Cuando yo salga se oirá una música. Un musicar semejante al andar entre los otros cuando yo sea extranjero y hable la lengua de ellos con el sentido de la mía. Dorales en su garganta. Aves maravillosas de ver que nadie verá.
Con las imágenes de mi morada construyo mi lengua y la paso por cada palabra hasta disimularla en ellas, y los padres me escuchan, y sonríen, y yo, la encantadora que habla, todavía no sé hasta qué punto seré doble.
Dueña de dos voces, con la una entro en la otra como una extraña, mi lengua es extranjera en la casa verbal que es la casa del padre, y no entienden los que allí se agitan, yo dice amor y ellos evocan a la presa en su madriguera, yo dice ella y ellos riman histeria, yo es una música y ellos la vuelven paralítica.
¿Con mi lengua hablo madre?
Sin sitio fijo, la madre, pordiosera ahora que la hija habla esa lengua que no le enseñaron. Hizo tanto silencio. Calló hasta su silencio. Dejó que ellos hablaran, a gritos, a gestos perentorios, a ira que devoró a sus hijas, por hacer, como decían, la historia. Madre no habló, pero yo hablo madre. Veo a mi lengua volver al parque que se guarda y lamer hasta negar la voz ripiosa del padre. Yo quiero hablar con la voz del principio que decía madre y madre era caricia y punto de partida.
¿Y es el amor la palabra escondida?
Madre de ella, ella un libro para darse a palabra tras palabra ahora que sabe quién y cuándo le robó allí donde sí había un estar.
¿Cuándo empezaste a irte?
a Albalucía Angel Marulanda
DE: LA VISITA
vuélcala, ahí, a la piadosa,
no sabe si apiadarse, ¿de quién?
sabés que ya –nada- no queda nada.
estamos ahí, adentro, rinconcito nosotros
lo más solo, lo más solo de todos
afuera. afuera –dicen- hace mundo
mundo apenas grandioso –eso dicen-
los rincones amedrentados
somos, tan somos, alma mía,
que no sabría hasta dónde podríamos
si un ser nos cobijara
nos abrigara
nos diera esa pena, esa pena
desde que a todos
ah, sí, desde que a todos
pero no todos, no, no todos,
a ella, bella y palabra,
la muertearon, a ella
la hicieron esta cosa que ahora
tanto, sí, risas, añoro, vos, tú, juego,
la vida ahí, en vos, ella y palabra.
a Perla Rotzait
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