Alfredo Pérez Alencart por José Amador Martín
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de reproducir la entrevista que al poeta Alfredo Pérez Alencart realizara el colombiano Manuel Rivera Ospina y que salió publicada, el pasado 30 de junio, en el suplemento Las Artes, de El Diario, periódico de Pereira (Colombia).
LA GENUINA POESÍA SIEMPRE ESTARÁ
ENRAIZADA A LO SAGRADO
En Madrid me hablaron de un poeta peruano-español que hace gala de su ‘provincianismo universal’ y al que no se le ve en actos por Madrid u otros lugares de relieve del circuito poético español, pero que a la vez es muy traducido por el mundo entero. Se trata de Alfredo Pérez Alencart, a quien acabo de visitar en su despacho del Campus Unamuno de la Universidad de Salamanca, con la intención de hacerle una entrevista sobre su poemario ‘Barro del Paraíso’, recién presentado, y sobre sus relaciones con poetas colombianos.
–Permítame que empiece preguntándole si conoce de poetas colombianos que hayan escrito sobre temática bíblica
–Uno de los poemas más conmovedores que he leído, y no sólo en la poesía colombiana, es obra de Porfirio Barba Jacob. Sé que muchos colombianos conocen de memoria su ‘Canción de la vida profunda’, pero en mí ha calado más su texto titulado ‘Oración’. Sus 76 versos tienen el caudal de lo genuino para un ser que necesita de lo sagrado. Sabemos de la vida díscola y atropellada que tuvo ese trotamundos llamado Ángel Osorio y, por ello, valoro más la confesión que allí hace, la entrega que realiza al Señor, comenzando con un cuarteto que pareciera del salmista David: “¡Qué cantaré de noche ni de día/ sino tus alabanzas,/oh Divino Poder que me creaste,/oh Sagrada Bondad que me sustentas!”, para concluir diciendo: “Gracias por el misterio / que el hombre sabe y no comprende nunca, / gracias por la inquietud del alma mía… / ¡Gracias a Ti, Señor, por ser quien eres!”.
–Qué interesante. Creía que Barba Jacob no había escrito nada en torno a lo divino…
–…Pues también tiene otro, algo más enigmático, titulado ‘Parábola de la estrella’, donde Jesús está mirando hacia el Jordán, así como un terceto insuperable, incluido en su largo poema ‘El triunfo de la vida’. En sólo tres versos condensa la médula del Evangelio: “¡oh paz de Cristo, fraternal aurora/ En que del cielo del Amor descienda/ Justicia al mundo que justicia implora!”. Está pendiente, entiendo, una lectura crítica de esta vertiente de su poesía, pues hay buen número de poemas suyos donde Dios está bien presente para este Maín de Santa Rosa de Osos, el mismo peregrino que ansiaba una ciudad nueva, “¡una Jerusalén de poesía”, según sus propias palabras.
–¿Algún otro poeta colombiano que llame su atención en esta temática?
–Por ahí sigue José Asunción Silva. Pareciera que, como a mi Amado galileo, me interesan más los marginales o quienes no son un ejemplo de vida cristiana, como actualmente se entiende desde el puritanismo chabacano. Y ahí me topo con un verso del joven suicida: “Y dadnos fuerza ¡oh Padre! para cruzar la vida”. Prefiero ser samaritano que sacerdote y así tratar de entender los dramas y desazones que anegan la vida de cada ser humano, al margen de escenificaciones cara a la galería.
–¿Qué nos puede decir de Álvaro Mutis, con quien tuvo ocasión de departir?
–Hay personas que en un breve tiempo logran impactarte para siempre. Hay otras con las que puedes relacionarte durante lustros o décadas y poco o nada logran nutrir tu tránsito existencial. Álvaro era y es de los primeros. Compartí con él pocos días del mes de julio de 1991, tanto en Madrid como en Salamanca, en dos actos poéticos. Las conversaciones que tuve con él me resultan inolvidables, también sus gestos y explicaciones hacia un joven aprendiz. Sería extenso hablar de esos breves instantes perdurables, pero sí le puedo decir que él era un hombre creyente hasta la médula, en Dios, en Cristo, pero reacio a las burocracias vaticanas. Consideraba la plenitud del poder de Dios en todas las facetas de nuestra vida, admiraba la ejemplaridad de Jesús y a esos doce apóstoles que le seguían, con sus imperfecciones y demás defectos humanos, leía la Biblia como un libro revelado en contacto con el Creador y con las esencias de la vida del hombre.
Alencart, Rojas, Westphalen y Mutis (Palacio Real de Madrid, 1991, foto de Jacqueline Alencar)
–Aleccionador ese primer contacto con un notable escritor, pero no conozco ningún poema de Mutis con temática religiosa. ¿Esto es así?
–Posteriormente a nuestro encuentro, en alguna ocasión le llamé a México y nos escribimos unas cuantas cartas. Conservo como un tesoro invaluable su ‘Summa de Maqroll el gaviero’, la antología que le publicara Fondo de Cultura Económica en 1990, con pintura de portada de Alejandro Obregón. Era el único ejemplar que había traído para sus lecturas en el Palacio Real de Madrid y en el edificio histórico de la Universidad de Salamanca, y me lo dedicó en la Residencia de Estudiantes, donde tuvimos varias charlas. Dice, con letra temblorosa: “Para Alfredo Pérez, gran protector de las letras y amigo gentil. Madrid 12-7-91”. Yo tenía entonces 29 años. Respecto a la segunda parte de su pregunta, es verdad que no tiene ningún poema que directamente hable o trate de la figura de Jesús, pero según me comentó era por respeto y por no considerarse a la altura. Ahora bien, Mutis no tuvo vergüenza alguna en proclamar su religación con Dios, tanto en entrevistas o conferencias. También me comentó que de joven había escrito y publicado un capítulo de una novela titulada “Dios bajó a La Gaima”, proyecto que no completó.
–¿Estima que son tiempos propicios para la poesía arraigada en lo religioso?
–Pues claro. La genuina poesía siempre estará enraizada a lo sagrado, a lo espiritual trascendente, al Misterio que nos libera de lo racional o de una verdad adulterada, encorsetada para beneficio de ciertas elites, incluyendo las jerarquías religiosas. Las verdades esenciales están en lo sagrado que se presenta en muchos hechos que estimamos cotidianos y que, al menor descuido, vuelven a desaparecer. He ahí el milagro de la existencia y ahí es donde la poesía busca abrir una rendija para atisbar dentro, dejando constancia del mundo interpretado, de la supervivencia más allá de una cripta. Dejemos que algunos hagan sus jueguecitos retóricos y que los denominen ‘poesía’, aunque sean escritos estériles, secos, sin posibilidad de conmover e impactar en el espíritu del otro. También dejemos que algunos sigan con los desdenes hacia la poesía que encuentra anclaje en lo sagrado. Unos y otros pasaran de moda porque sólo se confían a una brújula epiléptica y no escriben sus versos como auténticas oraciones, dejando destilar las verdades que guardan dentro. Varios milenios de la historia del hombre permiten que tenga plena fe en lo sagrado.
Pérez Alencar con su libro, en el Puente Romano (foto de Jacqueline Alencar)
–Entremos en su libro ‘Barro del Paraíso’, última obra en ser publicada.
–Lo escribí en 2010, de un tirón, y quedó aparcado, macerándose. Tras haber superado la prueba del tiempo, lo rescaté a petición de la editorial Ars Poetica, de la ciudad de Oviedo. Alberga una treintena de poemas que abrevan principalmente del manantial poético que hay en el Libro de los Libros. La temperatura del lenguaje, la fuerza de su clamor y de su tributo a lo divino siguen la senda de los poetas-profetas del pueblo de Israel.
–He podido comprobar en Internet que está teniendo valoraciones muy elogiosas por parte de críticos y poetas que han escrito reseñas, comentarios y hasta ensayos sobre el mismo.
–Lo agradezco en grado sumo, máxime en estos tiempos donde se suele esquivar poemarios de corte cristiano, algo inaudito, cuando la inmensa mayoría de poetas letrados ha leído y admiran los versos de San Juan de la Cruz, por ejemplo. No debe importar la temática sino el aporte, el tratamiento del lenguaje, el voltaje que alcanza por la dermis del espíritu del otro, haciéndolo sentir y pensar, entrando una y otra vez, incansablemente, en los textos ofrecidos.
–Para finalizar, ¿qué poetas colombianos atraen su atención, una y otra vez?
–Además de Mutis, no olvido ‘Morada al Sur’, de Aurelio Arturo, especialmente cuando empieza diciendo “En las noches mestizas que subían de la hierba…”. De auténtico gozo es la edición crítica de su poesía completa, realizada por mi entrañable amigo el bogotano Hernando Cabarcas Antequera, doctor por Salamanca. La hizo para la Colección Archivos de la Unesco. Colombia es tierra de muy buenos poetas y leo textos de distintas épocas y estilos, León de Greif, Jorge Cadavid, Patricia Iriarte, Rómulo Bustos, Jaime García Maffla, María Mercedes Carranza, Andrea Cote, Harold Alvarado Tenorio, Juan Manuel Roca, Raúl Gómez Jattín, Fernando Charry Lara, Luz Giraldo, Juan Gustavo Cobo Borda, Clara Schoenborn, Darío Jaramillo Agudelo, X-504, Omar Castillo, Juan Carlos Galeano, Eduardo Cote Lemus, quien estudió en Salamanca y muchos/as más pero cuyo listado sería extenso. Estoy al tanto de las contiendas entre algunos, pero me limito a valorar sus versos al margen de connubios o discordias. Ahora bien, no quisiera dejar de animar a que sus propios paisanos lean la poesía de Juan Mares, un inmenso poeta allá perdido por la tierra caliente de Apartadó. Con franqueza debo decir que ‘descubrí’ su obra y que ya lo he invitado tres veces a los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que coordino en Salamanca desde hace veintiún años. Y esto es así porque en esta capital del Tormes suelo recibir poemarios dedicados por sus propios autores, algunos que ni siquiera son conocidos en los circuitos oficiales de su propia patria.
Juan Mares y Alencart. Atrás Cabarcas y Bulzan (foto de Jacqueline Alencar)
–Ha mencionado al profesor Jaime García Maffla y comprobé, antes de venir a Salamanca, que él escribió un amplio libro de ensayo sobre su poesía.
–Así es, el libro se titula ‘La órbita poética de A. P. Alencart’ y se publicó en 2017. Como para no creer en los milagros. No nos conocemos personalmente pero pareciera, por nuestros intercambios epistolares, que nuestros afectos vienen desde el primer día de la Creación. Que un maestro escriba 240 páginas sobre los ejercicios de un aprendiz sólo me ha enseñado a ser más humilde, si cabe. García Maffla vive ahora algo alejado de Bogotá, en su retiro de Guaymaral, pero fue Jefe del Departamento de Humanidades de la Universidad de los Andes y Director del Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana.
Manuel Rivera Ospina, desde España.
Entrevista en el suplemento Las Artes, de El Diario, periódico de Pereira
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