El poeta Javier Alvarado, en la Casa de América (Madrid)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir esta muestra poética de Javier Alvarado- (Santiago de Veraguas, Panamá,1982). Hizo sus estudios en el colegio Panama School y después obtiene el título de Licenciado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Panamá en el año 2005. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño en los años 2000, 2004, 2007 y 2014. Premio de Poesía Pablo Neruda 2004 y Premio de Poesía Stella Sierra en el 2007. Poeta residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido 2009. Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba 2010 con su obra Carta Natal al país de los Locos (Poeta en Escocia). Primer Premio de los X Juegos Florales Belice y Panamá, León Nicaragua. Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2011. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua 2011. Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012. En 2014, un jurado conformado por el poeta español Antonio Gamoneda, el poeta peruano Rodolfo Hinostroza y Julio Pazos de Ecuador, le otorgaron el Premio Medardo Ángel Silva a obra editada por su libro Carta Natal al país de los Locos. En el 2015 obtuvo el premio Ricardo Miró de poesía, máximo galardón de las letras panameñas. En 2017, obtiene el Premio Hispanoamericano de poesía de San Salvador. Premio Juegos Florales de Quetzaltenango, 2018. Mención de Honor Premio Mundial de poesía mística Fernando Rielo 2019. I Accésit del Premio de Poesía Virgen del Carmen en Alcañiz, España, 2020. En 2020, una traducción de sus poemas y de la poeta colombiana Lucía Estrada, realizada por Russel Karrick, obtiene The Gabo Prize for Literature in Translations & Multilingual Texts juzgado por el aclamado poeta de Estados Unidos, Ilyá Kaminsky, organizado por la revista Lunch Ticket y Antiocn University Los Angeles. Accésit del Premio de Poesía María Fonellosa sobre discapacidad organizado por la Unión Nacional de Escritores de España. Fue nombrado como Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Vicente Huidobro, honor que ha recaído en figuras como Octavio Paz, Nicanor Parra o José Ángel Valente.
Su libro presentado al prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador quedó entre los 15 finalistas. Se presentaron 1304 trabajos a esta VIII edición, que fue ganada por el mexicano Margarito Cuéllar y cuyo Accésit recayó en la española Carmen Palomo.
A SOLAS POR LA TIERRA
Yo, que anduve solo por la tierra
Buscando significado a la orfandad,
¿Qué puedo hallar esta vez en el pecho de la aldea
Cuando impera en los sentidos
Esos fosforescentes días
Del invierno o el verano,
Cuando mi letra va detrás de las carretas
Buscando la ceremonia alegre de las calles?
Busco a deshora, el aceite en la lámpara profunda,
Ese mecha umbilical que me guiaba
Hasta la residencia de mi abuela y de mi madre,
Trazando con guijarros un cordel de escapatoria,
Un pentagrama para bosquejar en el cielo una cantata,
Una capa que me lleve al cielo de los árboles,
A un bosque de sequoias milenarias
Que se tienden en los caminos hasta igualar la cabeza del hombre,
Que está orientada a la aurora de sus nidos,
A sus diezmadas migraciones.
Esos días de ansia mineral,
En los que voy hasta el fondo
Como una roca a la hondura de su limo,
Vuelvo hasta el origen, hasta el sopor del mito
En las alcobas,
En que una alondra atraviesa la garganta
Hasta imantar la memorabilia de sus sueños,
Esas estirpes que refulgen en la fe,
En los bohíos de vanguardia
Dando a mis rimas identidades de viento,
Algún vestigio de una aureola necesaria.
Yo, que anduve solo por la tierra
Buscando significado a la orfandad;
Regreso a estas calles lambisqueadas por el sol
Con mis recuerdos deshechos por la nieve.
Escudriño algún mito, alguna explicación,
Alguna necesidad de escapatoria. Son mis manos
Que trascienden lo incorpóreo,
El canto transfigurado de la tierra. Yo que anduve solo
Buscando significado a la orfandad,
Prosigo con mi llanto, con mi risa,
Con el padecimiento del dolor y sigo en marcha.
Javier Alvarado con Gonzalo Rojas
COMPRADO EN UN ALMACÉN DE ANTIGÜEDADES
Después de haber comprado un viejo libro de Faber & Faber
Después de haber caminado
Y desenrollado
Mi latinoamericana vida por las calles,
Buscando yuca para un sancocho en una tienda de abarrotes,
Después de prometer un plato casi trunco, casi exótico
Después de todo eso y de agitar en vano la bufanda
Recorriendo las vastedades y el infortunio del frío
En Inglaterra,
Allá en aquel lugar
Cuando la señora Patt horneaba los mejores pasteles
De aquellos años,
Hay un asedio en la casa donde no existen los árboles.
La niña del Almacén de Antigüedades sigue caminando
Bajo el cielo tronchado. Por su zapato se cuelgan las historias
De caminantes,
Y mendigos.
De esa pluma mortal ha salido las más altas exposiciones
De la miseria de Inglaterra;
Personificar
La ternura hasta morir tosiendo
Cof cof cof la pulmonía también es una antigüedad
Para heredar
Y para llevarla a la mejor subasta. Después de varios años
Nell Trent vuelve a nacer y a tomar leche.
Alguna Parca estará esperando su cabello
Para terciar la aurora en uno de sus moños.
¿Será la mejor opción en matrimonio
Para alguno de los Príncipes o de los muchachos
Que recorren la niebla del condado, las cantinas o centros nocturnos
O las iglesias del pueblo?
Quizás Charles Dickens
Asistió a una subasta donde la niña aún mostraba
El mejor paraíso y la mejor edad para vivir en la pobreza
A través del agujerito
Que hizo el andar en su zapato.
Pilar Fernández Labrador, Javier Alvarado y Jacqueline Alencar, en Salamanca
HAY UNA ALDEA HECHA CON LOS POEMAS DE LEDO IVO
Lédo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco.
Juan Carlos Mestre
Ya los cangrejos caminan sobre Ledo Ivo
Sobre las casas y los sueños
O los promontorios en la tierra de Maceió,
Ya se volvió mar bajo los barcos
Y desató sus palabras como gaviotas en el muelle
Silbando esta vez ese acorde funéreo para las carnes de Hermengarda
Para esa ebriedad que traspasa las boquitas de los murciélagos y las colillas de cigarro
En la caverna más oscura donde tintinean las almas como oseznos,
Donde se mancha la oscuridad con esa iridiscencia de tus constelaciones
Increpando la resurrección del gallo,
La leche estelar de las espuelas
Y el plumaje irredento corajeando entre los patios y entre las casas marinas
Donde los niños se sientan en el lomo del caracol
Y las niñas fijan su belleza a las estrías teologales de las conchas.
Esta es tu aldea donde un niño llamado Ledo empezó a escribir sus poemas en la arena
En los pétalos de la caña y en los trapiches donde el pueblo suda
El jugo inmemorial de la caña
El jugo equinoccial de la caña
El jugo demencial de la caña
El jugo sexual de la caña
Junto al aroma infinito del cacao, junto a las flores del cacao, junto a las semillas del cacao,
Donde
Clareas esta vez sobre las piedras, sobre el testamento de una negra bailando samba
Silba que te silba el vals funéreo
Para las carnes de Hermengarda
Y eres tú caminando mulatamente sobre las nucas vacilantes de los cangrejos
Sobre una iracunda hoguera de agua, sobre los pilotes azarados
Por la espuma reinante,
Abriéndose tu palabra como un lecho de hojas,
Como una almohada de árboles sobre esos sueños gualdos
Que van a la memoria del camino y terminan en los pies
De los infantes y se ponen a correr
Y rechinan como abejas o mariposas al cuidado de la nieve profunda,
De la nieve inventada y del sol que ordeña los milagros de las cabras
Donde hay brujas y mujeres explicando la redondez de la tierra
Con rituales dibujados en las esferas monacales del coco
Y muchachas extrayéndose del corazón cardúmenes de peces.
Ya los cangrejos caminan sobre Ledo Ivo en la tierra de Maceió.
Allá en el Brasil hay una aldea
Donde aprendió a escribir poesía
Un niño antologado con cara de loco,
Separando las patrias de las lenguas,
Emigrante e inmigrante de la lengua portuguesa
Haciéndola tierra,
Haciéndola jugo de caña
Haciéndola cacao,
Haciéndola cangrejo sobre las playas de Maceió.
Allá en Brasil hay una aldea hecha de los poemas de Ledo Ivo.
LA MURALLA CHINA
Construye una muralla
Y deja una puerta entreabierta.
Quizás entre los miles de bárbaros
Quiera entrar una extranjera, una mujer reencarnada
Entre los bambúes
Que resulte ser la luna,
Una mandarina,
Una osa panda,
Una grafía, una abstracción, una pregunta de jade
Para los dioses oscuros
Que habitan las sucesiones del color en la porcelana;
El ying y el yang sobre la concha del caracol
Arrastrándose sobre las gibas montañosas
Y los monzones,
Deletreando un rastro de plata,
Un colmenar con su saliva
Sin delimitar muros y fronteras.
Ya muerto,
No puedo entreabrir puertas
Ni ofrecer defensas.
Pensé llegar a la gran muralla; extraviarme entre cada roca
Y entre cada muro, protegiéndome
De las tribus invasoras.
Pensé en servir al Emperador, en escribir las sagas del imperio,
Pero morí atravesado por una lanza enemiga, no hubo piedra
Para proteger mi cuerpo,
Allí recibiendo pisadas en el polvo,
Como una ofrenda de arroz o una lámpara flotante en la agudeza del río;
Allí donde el fuego revele
Su milagrosa agonía,
Donde una y otra vez
Me despierte esa foránea
Haciéndome muralla en la tierra,
Crisis migratoria en el orbe,
Un gusano de seda armando una invasión
En la astronomía de las hojas. Yo guerrero ocupante
Abrazado con la forastera invasora
Posando
Sin ser percibidos
Ante el flash de los excursionistas.
Javier Alvaro y Mar Russo
RENOVACIÓN DE CÉDULA
ante las situaciones kafkianas…
Cada uno se va como puede
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo.
Roberto Juarroz
Hoy he tenido miedo de mi identidad.
Ha expirado mi cédula.
No estoy aquí subiendo este piso,
No estoy allá consumiendo esta escalera;
Cada ser con su paso, cada ser con su pose,
Cada uno con sus kilos, en su peso
Donde no haya fuego ante la propia voz,
La propia voz, una revolución, un manuscrito.
Hacer filas inmensas
Para renovar tu vejez en la foto.
Llenar mis datos, volver al nacimiento
Y al dolor parturiento de mi madre.
Gatear y caminar sobre papeles
Burócratas.
Una fecha exacta para la entrega, para volver a plasmar
Las huellas, comprobar solicitud
Y dar fe de vida o dar fe de muerte
Como si alguien se despidiera en medio de la luz, al otro lado.
Unos se van con su espejo,
Otros se van con su perro,
Otros se van sin su pensión con un sello en la frente,
Otros con su nacionalidad y cédula de extranjería,
Aquellos con una carta rasgada antes de tiempo.
Otros se van sin escribir su mejor obra,
Otros se apresuran a tomar talleres literarios y a dejar anaqueles llenos de letra innecesaria,
Insisten en dejar un libro detrás del árbol o detrás del hijo.
Mejor no se apresuren a nada.
En ese lapso de tiempo, ningún banco o trámite aceptan
De que estás ahí, en ese lapso de la otorgación no existes, mientras
Alguien vive, alguien escribe, alguien rompe papeles, alguien renueva su cédula,
Alguien se equivoca escogiendo a un diputado, a un alcalde, a un presidente,
Alguien asegura que todo ha caducado.
Alvarado, Olivas, Santiago, Camargo, Gentile, Rozas, Redondo, Álvarez y Gatica, en Salamanca (foto de J. Alencar)
POEMA DE DOLOROSA PRIMAVERA DE LAS HERMANAS DE KAFKA
Aunque la primavera entra en mi corazón como un dolor,
No me quejo. Algún día seré bienaventurado.
J. C. Bloem
-1-
Nunca he sentido compasión por la primavera.
Las lluvias caen como un fonema gris, como un concierto que han desechado los arpistas,
Puedo tener deseo de abrir una puerta y dejar el corazón colgado como un ramillete de arroz en las fiestas de año nuevo,
Como naranjas oscuras que el tiempo agrieta;
Extrañar a los amigos que aún me llaman
Y que sin embargo siguen habitando mi conciencia
Con una profunda nostalgia como si estuviesen allí apilándose para la confrontación de la esfinge y las arenas.
Las hermanas de Kafka me agitan el pañuelo desde las filas de la Shoa
Elli, Valli y Ottla,
Como si atravesara un puente sin pilotes;
Pues ante la traición es mejor a veces levitar en el aire,
Oír el silbato de un tren
Como un espejo que se ha dejado caer en decenios,
Donde no se aparquen los amores pasados
Ni las naves que olfateen la niebla salitrosa del puerto.
Me abro un umbral en el vientre donde está nuestra madre y nuestro padre con sus rosas de juventud. Me apresuro a escribir el libro de los dolorosos y fatigantes momentos.
-2-
Hermanas:
Yo me he retrasado antes de colocar estas imágenes como el tiempo bosteza el nimbo de su polvo,
Gaviotas ebrias andan en mi conciencia con sus sílabas cortadas
Parecen niñas sin cuerdas vocales que juegan a buscar un plenilunio deletreado
O una falsa gravitación del café, cuando nos volvemos a sentar para recibir una visita
O la charla de un viejo amigo.
Hermanas:
Han partido al Holocausto con maletas de piel de conejo, ahí pueden caber la infancia, los miedos, los traumas, las risas en los cumpleaños de los niños, las escenas familiares. Queda un hueco para rellenar con la fecha y las cualidades de sus muertes: el frío y el hambre penetrando en la boca, la fatiga de los trabajos forzados o la lucidez voltaica de la necesidad, el fusilamiento de sus cuerpos judíos o la aspiración de la exégesis de gas.
Hermanas:
Ya no puedo con mi obra. Ya no puedo interpretar una canción.
Hermanas:
No me gusta emborracharme y veo cada infierno en las botellas,
Cada trago ha de ser alguna falsa recompensa o esa timidez de reconocer lo que no se alcanza.
Veo los restos de cenizas en la chimenea y me dan ganas de llorar carbones
De escarbar entre los ladrillos y buscar el materno fuego.
A veces cuesta observar la vida y al amor sobre una mesa de disección,
Abrir los cadáveres del sueño y con un escalpelo ir hurgando en las luminosidades y en las tinieblas
Pesando los órganos y los momentos y quedarse con la ausencia de los muertos. Errante yo en la sed de los limbos.
Hermanas:
Hay que aprender a diseccionar lo que viene antes de que venga y sea como un objeto, concreto, contundente.
Hermanas:
Liberad a los insectos.
Hermanas:
Ignorad los disparos, ignorad a los gendarmes.
Aquellos extintos pueden convocar a vivir y enseñarnos cómo hacerlo.
JULIE WOHRYZEK
Vida y lino lo mismo ata la hebra.
…
Una mujer en el silencio cose, cose, cose…
Luis Vidales
Prohibido amar a una costurera. El apellido no se puede colocar sobre una tela y evitar que se traspongan alfileres. Ese es el destino doloroso de la costura ante la belleza: tantas perforaciones para dar paso a la rigidez, a las coronaciones del color. Hoy sobrevivo en mi escritura como si fuese un pájaro vegetado en el invierno, un puente desbarrancado hacia el Mar Negro o hacia el Báltico donde reposan las almas de los ahogados. No hay vacío para la guerra, no hay torpedos ni balas que atraviesen la rosa enemiga. Soy un niño con manos de jardinero, las tijeras de su taller han dejado sobre el suelo mis cabellos y estrategias de navegar junto a usted en una barca en medio de una proa de inocentes. Recorte estas nociones de escribir y cósalas a una capa para recorrer todas las calles de Europa, todas las veredas de América, los mercados de Asia, los puertos de Australia y en el África quedarme en una aldea con su humilde paja y su eterno fogón incrustado en el suelo. Así la veo en su cuarto de costura, de nube en nube, de páramo en páramo, decapitando en su cortar mis ansiedades en la tela. Un hombre en la algarabía, escribe, escribe, escribe; una mujer en el silencio cose, cose, cose. En un hospital de tuberculosos, una costurera y un escritor, tosen, tosen, tosen. Ambos han sido desahuciados en el examen de esputo. Nos apresuramos a amar, nos apresuramos a coser y a escribir. Una tijera y una tela y muchas cuartillas, no tienen la aprobación de un padre. Una mujer baja según su oficio. En mi máquina de escribir ya todos duermen, en mi lecho ya todo se congela.
DORA DIAMANT
«Sólo quien conoce a Dora sabe lo que es el amor»
Robert Klosptock
Todo había sido postergado – desde esa huida y ese largo peregrinar-
Hasta la prisión junto a su hija en la isla de Man, por ser una “extranjera enemiga”
Y por hacer extrañas coaliciones con el fuego. También se alió con el mar,
Alguna vez en un balneario conoció a un escritor.
Franz Kafka la había visto a través de otros ojos
Su miedo a sujetarse una y otra vez el bañador- la playa- estaba llena
De lugareños y turistas y había quedado en esa búsqueda
De la frase legendaria o los últimos párrafos
Para acabar la obra,
Siempre lúgubre
Siempre insatisfecho,
Ante su máquina de escribir y ante los amores inconclusos
Que alguna vez poblaron las islas de Dios
En la deriva de las páginas.
Ciertamente la encontró en la “innoble tarea” al descamar pescados,
“Unas manos tan tiernas para tan cruel oficio”
Y ambos rieron y partieron a caminar al atardecer.
Esta Dora Diamant contaba que había otro padre
Dentro del padre de Kafka
Que se asilaba tras su mesa de negociante
A escuchar de mala gana, la prosa de aquel hijo
Y aun así su crítica
Le hacía respirar ampliamente en los piélagos de la mañana helada
Y aunque no hablara nada con su madre
Aún seguía esperando a los señores de negro
Alquilados para siempre en la rutina
De la cocina o el living
O en el aletear de los murciélagos en el desván.
Ya no queda un trabajo ni un jefe
Solo cuidar de la tos y las crisis, aquel el último amor de Kafka
La actriz desde los escenarios de Moscú, en las salas de Alemania;
Ahora en este invierno, desde el aguaviento de cualquier lugar
Hasta esta tumba
En la United Sinagogue Cemetery de Marlowe Road, en East Ham,
Cuando nos apoderamos de la calina
«Sólo quien conoce a Dora sabe lo que es el amor»
Lo escribió Robert Klopstock
Cuando nos asaltan las fiebres de Inglaterra
Fumando cigarrillos de contrabando;
Cuando nada queda eximido para apoderarse de los días
En que un cirio se apodera de las catedrales
Y todo se inflama como en la memoria de los cuervos,
Esos chirridos que corresponden al vecindario y la belleza
De retener la palabra lejanía en un mantel
Puesto para el ofertorio de la tarde, así acabando
Con el silencio del silbato y la marmaja
Ahora que estoy aquí correspondiendo con una rosa
Al cuerpo, este último testimonio que se puede amar
Ante la negativa de los padres
Volviendo una y otra vez hasta el cementerio de Praga
Donde descansan los judíos muertos en la guerra,
De algún cansancio espectral, de una batida en el holocausto
O de pulmones agotados por la tisis,
Esa expectoración cacofónica
Que persigue a Dora Diamant,
Gozando de cada día junto a él más que su obra
Y terminar en aquel acertijo de Kafka,
Cuando lo vio toser
Por última vez.
Javier Alvarado
LAS MEMORIAS DEL CAFÉ*
En el pueblo de Ocú, a principios del siglo XX, durante las noches, un hombre cubierto con una sábana blanca y arrastrando una cadena asustaba a sus habitantes. Ninguna persona salía por miedo hasta que mi bisabuelo, Jorge Juan Medrano Herrera (ya con apellidos castellanizados), proveniente de Líbano, acompañado de un termo de café y una taza; se decidió a esperar y desenmascaró al cobarde apuntando con su inseparable pistola y diciendo: “O la paro o la tiro.” El cobarde se identificó y la abusión no volvió a asustar a nadie.
I
Sabio el café en su actitud de observarlo todo.
Este retrato de mi bisabuelo entre sus dos perros y su rifle
Atisbando la nostalgia y catando la soledad del siglo XX.
Yo me derrumbo en el borde de la foto para recordar a los parajes
De la desértica llanura, las palmeras y los dátiles
Y el camello arrancando la corteza
Y así rumiar
La corola del sol y la sequedad de los muros vegetales,
Cuando una mano
Se disponía a desordenar los círculos concéntricos en el agua y a escribir fechas
Sobre las caídas de ciertos imperios, guerras de religión o la construcción del Canal de Panamá, ganando un flete en aquel barco.
Sólo así comprobaste que ciertas hazañas y ciertas esperanzas son inhundibles.
El bisabuelo libanés acogió el néctar del cafetal en sus labios
En la noche atestada de poderes,
Esperando a que el aparecido apócrifo
Iniciara su arrastrar de cadenas y gemidos
Hasta el enfrentamiento y desenmascaro del cobarde, geómetra en su atisbar de constelaciones
Y de avivamientos con la turquesa y el fuego, en la humareda expectante con sus lágrimas,
el recuerdo transatlántico de recorrer el estrecho de Magallanes y quedarse anudando la orfandad en cada puerto.
El bisabuelo se mantenía a sus saudades
Y a su familia
A través del servido en el termo,
La absorción del café y la noche fue honda sin remedio
Hasta el claror horadante de la mañana exacta.
Sabio el café en su actitud de espera.
Dádiva en la actitud del cántico,
Manos de muchachos y muchachas
Que se yerguen sobre la tierra, arbustos en su furia,
(En su pasividad arbórea), cuentas de coral, inexistentes,
Como las parábolas del aire
Y las fronteras entre la turba y el sueño,
Del gusto y el olfato
(Deviniendo) en el tamiz antiguo de las horas,
En la fecha gregoriana, en el pensamiento árabe, en la actitud taoísta
De meditar en el éxtasis de los colores
Anunciando la vertiginosidad
De una ofensiva, de una lluvia sobre el mortero, de un éxtasis perpetuo
Tronchando el aire,
Excitando a los labios a sorberlos
En señal de plegaria y alabanza.
Viene de tan lejos y es tan cercano a la glorificación
De sus verbos de montaña y valle, que devienen en la alegría sonora de las cosas,
A mensajeros diurnos y nocturnos que van detrás de las vaharadas
A dirimir sus dones, sus sonatas, sus fragatas de verano o invierno.
Ay, si el otoño se demora en balancear sus vestiduras.
Ay, si la primavera se vuelve café en la oleada de un exilio.
II
Me levanto nuevamente entre las heredades de la haya
Y el cafetal me espera con su sonido seco,
Con su esperanza húmeda; no me callo
Ante las voluntades de seguir por la autorruta
De los minerales de la sombra, argumentando un cuerpo
Entre marmitas, reposiciones y batracios,
Las puestas de sol ante la abdicación de un rey,
Sus vasallos de oro, la carne elemental
Con el soplo en la nuca, la caricia en la miel de los cortejos,
La nube trepidante en el solsticio, el café voluntario
En la voz de las cocineras, el café que se va a dorar
En las plenitudes de las playas, convoco al pescador
Y el ermitaño en su bosque, al eremita y al cantor del mundo
Entre las hojas, entre las colmenas y sus laboriosas habitantes,
Las torrenteras que van a las bocas, a la sumisión de los rostros,
El café que ondula en mis iniciales como un vapor de antorchas,
Otras vidas y otras muertes que van conmigo, en pequeños pueblos,
En caóticas capitales, en todas las entidades posibles
Que se puedan apoderar de la porcelana, de la totuma,
De la turba y de la casa, así voy llegando al árbol de la trasparencia,
A la nomenclatura sin nombre, llevando y despidiendo
Al pan y al surtidor y la corona desayunatoria del perfume.
Juan Carlos Olivas, Concha García y Javier Alvarado, en Barcelona, tras participar en el XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca
III
Aquí me detengo para tomar un sorbo.
Soy un sorbo y todos los sorbos en la taza de la historia.
Somos conocidos, somos extraños,
Ante el capuchino,
Ante el americano, ante el expreso, ante el café helado
Que transitan por las tiendas, bajo el techo cubierto de palomas,
En la cocina, en el balcón, en el patio del hogar
Que se renueva con el aroma de la bebida que algún dios
Olvidó esconder sobre la lumbre del desmadre.
Soy joven, soy viejo. Infancia y senectud se definen
En un pocillo de café como una luz pálida, como un neón creciendo
De súbito dentro de la boca, donde la toma
Me ha convertido en exiliado y habitante,
De mi casa y otras casas.
Mi bisabuelo deja a un lado el tazón
Y apunta al hombre disfrazado y convoca
A su identidad en la tierra. El nombre se revela
Entre el aleteo de las lechuzas silvestres
En medio del campanario hispánico. El café lo supo acompañar
En la resaca de la noche. La cafeína acrecienta la voluntad
Y la valentía de los hombres.
Nada me puede aguardar con un motivo de conmoción,
Con una naturaleza anudada a mis dedos, como los granos
Orientados al molino y al espolvorear sobre el agua hirviente
Las angustias y la quietud del ansia renovada,
En la mutabilidad de lo que existe y no existe,
Así quedándome sobre el nimbo y la pureza,
Sobre la abyección y el mutismo, sobre la fijeza y la inestabilidad,
El todo y la nada y la ambigüedad de sorber y sorber
La tertulia de los vivos y los muertos, de las esquinas fantasmas
Donde Dios y el hombre se congregan,
Donde tomo el café eterno con mi bisabuelo, aguardando a la abusión
En el portal de Ocú, en la mesa bendecida allá en el Líbano,
En un café concreto, en un café atemporal, ganado o vencido,
En una sensación bucólica o abstracta.
RENÉ CHAR
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.
R.Ch.
Tú no has dicho nada, nadie dice nada, todos se callan sus muertes.
Algunos se atreven a marcharse después de mascar tus hojas de hipnos,
Buscando esos utensilios posibles para acumular la vida,
(La cuchara paralítica) (El plato ciego)
Y yo penetro en otra hipnosis
Cuando deambulo por tu poesía
En este nuevo espejo que la historia va a desertar;
Amigo en lo improbable,
En el incendio de la tundra donde se aprende a escribir
Y a discrepar contra la cacería furtiva o reglamentada
Cuando un cervatillo riela en la otra orilla,
Elegido por la circunstancia de la presa
Ante el ojo caníbal ante lo nupcial devastado
Y las noches podían concebirse a través de un prisma,
Leyéndonos a nosotros alguna argumentación por la metáfora o el lenguaje llano;
Ese intangible destierro hacia la originalidad, cuando se empieza a acostar
Tu poema predilecto,
En medio de los niños que ríen de gozo en la primavera de los poetas.
¿Acaso también no habrá un otoño o un invierno o un verano para esos seres
Que desechan el fárrago carnívoro, un arcoiris en el cuello, una rosa que grite de terror al saberse viva,
Tan roja en la alienación de la sangre, tan sanguínea en la prueba de ADN,
Una puerta falsa para esconderse y tiritar de fuego
Cuando nos encontremos cara a cara con el sucesor de Ulises
Tocándonos el destino de ser errantes en la condenación de las ínsulas
Y el mar sea ese mensaje cifrado que nos cuesta entender
Muy adentro, muy adentro de la botella rota que es el origen
Cuando nos posesionamos juntos del microbiótico espejo
Y hay una noche que sucede hasta encontrarnos en el vuelo del águila
Y todo sigue siendo noche más que noche que agujero negro que agujero lunar
Y allí estás tú en medio de los polvos cósmicos, en medio de las explosiones de asteroides
Y eres tú
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.
Alfredo Pérez Alencart y Javier Alvarado en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca(foto de Jacqueline Alencar)
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