POEMAS DEL ESPAÑOL JOSÉ MANUEL LUCÍA MEGÍAS. XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

1 El poeta José Manuel Lucía MegíasEl poeta José Manuel Lucía Megías

Crear en Salamanca tiene el privilegio de dar a conocer, por vez primera, algunos poemas de José Manuel Lucía Megías (Ibiza, 1967). Es catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid. Sus libros de poesía publicados son: Libro de horas (2000), Prometeo condenado (2004); Acróstico (2005); Canciones y otros vasos de whisky (2006); Cuaderno de bitácora (2007); Tríptico (2009); Trento (o el triunfo de la espera), en edición bilingüe español/italiano (2009); Se llamaban Mahmud y Ayaz (2012) y Los últimos días de Trotski (2015). Sus versos han sido base de varias obras de teatro: “Del amor y otros demonios” y “Voces en el silencio”. Además de ser el promotor de Escritores complutenses 2.0, es director de la Semana Complutense de las Letras.

Los textos forman parte de “He muerto… y he resucitado”, Antología del XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca y quien los ha traducido desde el portugués.

 

2  Pintura de Miguel Elías

 

SE NOS ESTÁN MURIENDO LOS POETAS

Se nos están muriendo los poetas,
están quedando sin versos las avenidas
y las gargantas mensajeras que solo saben volver,
una y otra vez,
a esta voz que un día le dio la vida,
que un día las creó a su imagen y semejanza.
¡Qué gris, qué desolador, qué muerto un mundo
sin poetas y
sin poesía!
¡Qué deshabitado! ¡Qué inhumano! ¡Qué mudo!

Se nos están muriendo los poetas
que un día pusieron voz a nuestro grito de libertad,
a la alegría desbordada en las avenidas
de las revoluciones y los ideales compartidos.
Un día fuimos felices porque había versos
que echarnos a la boca,
que echarnos a la cara.
Un día fuimos humanos porque soñamos
con revoluciones permanentes, construidas con los versos
de tantos y tantos y tantos poetas.

Pero se nos están yendo todos,
una a uno.
Y uno a uno se van alejando de nosotros sus versos,
el verdadero murmullo de nuestras conciencias,
sombras en los espejos de la historia.

Uno a uno
somos cada vez menos humanos
a medida que
uno a uno
se nos van muriendo nuestros poetas,
llaga viva de nuestra conciencia, de nuestro destino.

(en la muerte de Juan Gelman,
José Emilio Pacheco y Félix Grande)
3

 

 

 

TRENTO (O EL TRIUNFO DE LA ESPERA)

 

3.

“Ven pronto,
mi amado.
Los racimos
de besos
están ya maduros”.

Apoyado en el balcón,
mirando al oeste,
espera cada noche
el milagro de un encuentro,
repitiendo como una oración
ese nombre extranjero
que le llena de miel los labios
y de sonrisas los amaneceres.

“Ven pronto,
mi amigo.
Lejos queda el invierno.
Ven pronto,
amado mío,
que ya me quema la espera”.

 

 

 

4 Holocausto Holocausto

 

 

EN EL MUSEO DE HISTORIA JUDÍA, BERLÍN

 

A Ruth Fine, por tantas historias compartidas

Silencio.
Tan solo una luz.
Una luz lejana.
Una línea de luz a lo lejos.
Silencio.
Escucho tan solo mi corazón.
Las paredes están frías.
Frías como mi corazón.
Frías como mis caricias.
Frías como el recuerdo de tus besos.
Silencio.
Miro con mis manos las paredes de hormigón.
Y están frías.
Nada.
Silencio.
Intento esconderme en una esquina.
Y me siento pequeño.
Diminuto.
Inexistente.
Tan solo un latido.
Un lento y cansado latido.
Un latido que dejará de serlo.
Tan solo en unos segundos.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Paso mis manos por las paredes frías.
Y el frío me entra por la boca.
Rebota entre mis dientes y mi lengua.
Y me quedo mudo.
Silencio.
Dos lágrimas heladas
Recorren mi cara
Abriendo dos arrugas a su paso.
Dos nuevas arrugas
Que tú nunca podrás ver,
Que tú nunca serás capaz de ver.
Y sigo con mi mano en la pared.
Y el frío me congela el corazón.
Por fin. Ahora. Por fin.
Silencio.
Silencio.
Ahora podré existir.
Ahora que he dejado de vivir.
Ahora que muero solo.
Sin esperanza.
Sin memoria.
Sin nombre.
Sin pasado.
Muero en la alta torre de frío hormigón
Con las manos sobre las paredes.
Con la cabeza sobre la pared helada,
Mirando a un punto,
A ese único punto de luz
En lo más alto de mi pecho.
Este único punto de luz
Que no viene de ningún sitio.
No hay nada fuera de la torre.
No debe haber nada fuera de la torre.
Nada después de haberte tocado
Y estar tan frío como estas paredes.
Tan muerto como estas paredes.
Tan silencioso como estas paredes.
Nada.
Ni latidos.
Ni corazón.
Ni vida.
¿Para qué la necesito si ya no te tengo?

5

 

 

 

 

ESPÉRAME EN EL CIELO

 
Respirar. Tan solo respirar.
Dejar caer los brazos
en medio de las aceras
y buscar en el horizonte una playa
en la que poder respirar.
Abrir los pulmones al mundo.
Las aguas estancadas de los calendarios
se filtran por la alcantarilla de los candados.
Respirar sin abrir la boca, de perfil.
Respirar sin tener que pronunciar
sílabas atónitas de anonimato.
Cruzarse de brazos y de pies
y de manos. Cruzarse de alas.
Y respirar, respirar, respirar.
Buscar el aire de los atardeceres
y fumarse los últimos rayos de sol.
Y respirar el alcohol irascible
que compartimos la otra noche,
los bordes de los reproches injustos
y esos otros que nos callamos
y que nunca, ya, nos diremos.
Respirar. Respirar. Respirar. Respirar.
Recuperar la brisa de las alas
y volver a respirarte por la noche
entre almohadas y sueños sudados.
Respirar tu pecho y en tu pecho
buscar las sombras de otro tiempo.
Respirarte una vez más, la última vez.
Abrir los pulmones al mundo.
Dejar libres, por fin, tus alas,
y respirarte una vez más en un beso.
El último. El definitivo. El eterno.
Ese beso que se repite y multiplica
en las repetidas imágenes de estos versos.
(a partir de los ángeles de Ana Matías. Inédito)

 

 

6

 

 

 

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