Crear en Salamanca se congratula en publicar, por vez primera, cinco poemas de Gastón Baquero traducidos por el notable poeta portugués António Salvado (Castelo Branco, 1936), a quien el XIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos rindió homenaje en 2010. De un maestro para otro grande la poesía de la lengua castellana. De Portugal para Cuba y España y América. Humilde y magno homenaje del lusitano para el cubano-español. Acompañamos esta entrega con las portadas de algunos de los libros de Baquero traducidos a otros idiomas, así como de algunas de las ediciones de su obra que se hicieron en España, Colombia o Cuba.
O POEMA
Homenagem a Eugenio Florit
«Quero, disse a menina
irrompendo pelo silêncio do poeta,
que me escrevas um poema».
«Quem poderá fazer um poema? Eu, não», responde
o poeta surpreendido.
«Todos os poemas já foram escritos».
«Estava ensimesmado,
perante o branco papel, branco e vazio hora após hora.
Um papel cheio de bocejo interminável do nada».
«Quero, quero um poema», insiste
inesperadamente a menina. «Eu gosto de poemas».
«Olha, meu anjinho ignorante, o dia de hoje não é bom dia: a inspiração
fugiu. Não posso dar-te um poema,
nem sonho, em faze-lo durante todo o dia. Mas olha: toma,
toma esta rosa, leva-a até aquele vaso ali ao fundo,
e coloca-a lá cuidadosamente, para que amanhã
continue a ser tua todo o dia. E então poderás ir-te embora,
mas em silêncio: a musa tem medo do ruído, e se ela se afasta,
tardará muito a regressar: deixa-me sozinho.
A menina pegou na rosa delicadamente,
e como que voando cruzou o quarto colocou a rosa
no seu erguido sepulcro de cristal e sem ruído partiu,
apenas se pôde ouvir a porta, a porta que, ao fechar-se,
enclausurava de novo, na sua espera estéril, no seu vazio,
o poeta. E tudo voltou à paz.
O nada ressurgia
como uma terra amiga perante o inútil ensimesmada.
E ao pousar outra vez os olhos no papel branco,
viu que estava ali
como um melro no meio da neve,
como uma estrela solitária no centro do céu,
que ali estava, sobre o imenso papel, o Poema.
EL POEMA
Homenaje a Eugenio Florit
«Quiero, dice la niña
irrumpiendo en el silencio del poeta,
que me escribas un poema».
«¿Quién puede hacer un poema? Yo no», responde el sorprendido.
«Ya están escritos todos los poemas».
«Ensimismado estaba,
ante un blanco papel, blanco y vacío hora tras hora.
Un papel lleno del bostezo interminable de la nada».
«Quiero, quiero un poema», insiste
la inesperada niña. «Me gustan los poemas».
«Mira, ángel extraño, no es buen día el de hoy: la inspiración
ha huido. No puedo darte un poema,
ni soñar en hacerlo en todo el día. Pero toma,
toma esta rosa, llévala a aquel vaso que está en el fondo,
colócala allá cuidadosamente, para que mañana
siga siendo tuya todo el día. Y luego, puedes irte,
pero en silencio: la musa teme al ruido, y si se aleja,
tarda mucho en volver: déjame solo».
La niña tomó la rosa delicadamente,
y como en un vuelo cruzó la habitación.
Puso la rosa
en su erguido sepulcro de cristal, y sin ruido partió;
apenas pudo oírse la puerta, la que al cerrarse
enclaustraba de nuevo en su estéril espera, en su vacío,
al poeta. Todo fue paz de nuevo.
La nada resurgía
como una tierra amiga ante el ensimismado inútil.
Y al volver los ojos otra vez hacia el blanco papel,
vio que allí estaba:
como un mirlo en medio de la nieve,
como una estrella sola en el centro del cielo,
allí estaba, sobre el papel inmenso, el Poema.
Baquero al griego (traducción de Eleni Jaratsi)
PAVANA PARA O IMPERADOR
Napoleão tinha um manto cheio de abelhinhas de ouro.
Quando a dor do lumbago acometia o Imperador,
as velhas bruxas da Córsega davam-lhe o seguinte conselho:
_ Polioni, põe o manto ao revés, coloca as abelhas sobre a pele.
E as ferozes abelhinhas picavam de alto abaixo o espinhaço imperial;
sem a menor contemplação cravavam os seus aguilhõeszinhos para cima e para baixo,
até misturarem os seus benévolos ácidos com sangue do Corso,
e o lumbago manifestava-se aos gritos, vencido pelo vencedor de Austerlitz.
O riso reaparecia- no rosto imperial, e a corte vestia-se de vermelho;
Napoleão, liberto das dores, tornava a pôr o manto direito,
o manto das abelhinhas de ouro,
e agarrado com aponta dos dedos os extremos do arminho
começava a bailar uma palavra por todos os salões das Tulherias:
Trá-lá-lá, trá-lá-lá, bailava e cantava, e dizia olá e viva a vida, e olé.
e enquanto o Senhor do Mundo bailava de novo feliz
as douradas abelhinhas do seu mastro, também felizes,
riam e cantavam,
como raios de sol na cabeça de uma criança.
Antología italiana (de Gaetano Longo)
PAVANA PARA EL EMPERADOR
Napoleón tenía una manto lleno de abejitas de oro.
Cuando el dolor de lumbago acometía al Emperador,
Las viejas hechiceras de Córcega le aconsejaban:
-Polioni, vuelve el manto al revés, ponte las abejas en la piel.
Y las fieras abejitas picoreaban a lo largo del espinazo imperial;
Sin la menor reverencia clavaban sus aguijoncitos arriba y abajo,
Hasta que transfundían sus benévolos ácidos en la sangre del Corso,
Y el lumbago salía dando gritos, vencido por el vencedor de Austerlitz.
La risa reaparecía en el rostro imperial, y la corte se vestía de encarnado;
Napoleón, libre de penas, volvía al derecho el manto, el de las abejitas de oro,
Y tomando con la punta de los dedos los extremos del armiño,
Echábase a bailar una pavana por todos los salones de las Tullerías:
Tra-la-lá, tra-la-lá, bailaba y cantaba, y decía olé, y viva la vida, y olé.
Y en tanto bailaba de nuevo feliz el Señor del Mundo,
Las doradas abejitas de su manto, felices también, reían y cantaban,
Como rayos de sol en la cabeza de un niño.
1963
Baquero al alemán (selección de Shimose y Serrano, traducción de Juana y Tobías Burghardt)
O PIRILAMPO
Para José Alfredo Pérez Alencar, filho
Um haiku de Matsuo Bashó
canta:
«O pirilampo perseguido / esconde-se na lua.»
Com certeza, digo ao poeta do alaude de nácar, desde menino
que descobri, segurando as asas da esmeralda a voar,
que aquilo a que chamais um pirilampo pousado numa camélia, e que nós
chamamos pirilampo enredado num árvore, e também falena,
descobri que existe um laço de amor entre
a fosforescente lua e o refulgente pirilampo.
Conheci, e para jamais o esquecer, esse laço de amor
entre o astro e o insecto, porque
a lua falava-me lá desde o céu e dizia-me:
«deixa em paz o pirilampo, faz-me falta
esta noite para iluminar a minha festa
de cada outono».
E o menino obedecia
como sempre à lua. Na janela principal
do céu aparecia, feliz, o tímido pirilampo.
Olhava o menino a sorrir, e com suavidade
movia as suas asas. Queria enviar-lhe desde
o reino esmeralda dos seus olhos um sinal de
gratidão, um hino de esperança.
Poesía completa (de Alfredo Pérez Alencart y Alfonso Ortega, Fundación Central Hispano)
LA LUCIÉRNAGA
Para José Alfredo Pérez Alencar, hijo
Un haiku de Matsuo Bashó, el haiyin de los haiyines,
canta:
«Perseguida la luciérnaga / se esconde en la luna».
Cierto, le digo al poeta del laúd de nácar, desde niño
descubrí sujetando las alas de la esmeralda en vuelo,
lo que llamáis luciérnaga posada en la camelia, y nosotros
llamamos cocuyo engarzado a la ceiba, y también falena,
que existe un lazo de amor entre
la fosforecente luna y el refulgente cocuyo.
Conocí para no olvidarlo jamás ese lazo de amor
entre el astro y el insecto, porque
la luna me hablaba desde el cielo, y decía:
«deja en paz la luciérnaga: me hace falta
esta noche para alumbrar mi fiesta
de todos los otoños».
Obedecía el niño
como siempre a la luna. En la ventana principal
del cielo aparecía feliz la tímida luciérnaga.
Miraba sonriente al niño, y con suavidad
movía sus alas. Quería enviar desde
el reino esmeralda de sus ojos, un signo de
gratitud, un himno de esperanza.
Antología cubana (de Efraín Rodríguez Santana)
PRIMAVERA
( Beethoven, opus 24)
Há dias em que o sol sente desejos
de imitar Deus.
Ele farta-se
de ser a andrógina margarita do firmamento,
e atarefadamente entrega-se ao trabalho
de imitar Deus.
Utiliza a sua malicia de menino irreverente
a produzir uma nova borboleta.
Introduz luz no consumido arco-íris
e o vermelho entrega ao preto e ao azul ao amarelo.
Da barriga do sapo faz um diamante
tão puro e diáfano como o planete Vénus.
E onde existiu cor verde deixa flutuantes cabeleiras
(intermináveis cabeleiras da cor do amaranto).
Não há quem descubra na suave beleza da rola
a mesma (e que fosse retorcida) cabeça de hipopótamo!
O Universo é posto em ordem pelo sol: permanece
isento de qualquer erro! Tudo é beleza! Transfigurado,
o medonho de ontem canta hinos de graças àquilo que é justo,
os elogios tanto saem da boca do javali como do bico do rouxinol.
Aleluia para todos! Aleluia até final dos tempos!
E depois de sol ver o mundo pintado de várias cores e novo começa a rir.
(A esse riso de sol é aquilo que os homens chamam de primavera).
Como um Deus novo, o sol ri, e as suas cascadas de ouro líquido, ardente,
submergem resplendores e criam alegria
até nas entranhas negras dos sepúlcros.
Magias e invenciones (Edición de Pedro Shimose)
PRIMAVERA
(Beethoven, opus 24)
Hay días en que el sol siente deseos
de imitar a Dios.
Él se hastía
de ser la andrógina margarita del firmamento,
y atareadamente se entrega a la tarea
de remedar al Señor.
Aplica su malicia de niño irreverente
a producir la mariposa nueva.
Mete la luz entre el gastado iris,
y lo rojo da el negro y amarillo lo azul.
De la panza del sapo hace un diamante
tan casto y diáfano como el planeta Venus.
Y donde hubo verdor deja flotantes cabelleras
(interminables cabelleras de color amaranto).
¡No hay quien descubra en esta dulce belleza de la tórtola
la que fuera arredrante cabeza de hipopótamo!
El Universo es puesto en orden por el sol: queda
limpio de error. ¡Todo es belleza! Transfigurado,
lo hórrido de ayer canta himnos de gracias a lo justo.
Las alabanzas brotan de la boca del jabalí como de la del ruiseñor.
¡Aleluya por todos! ¡Aleluya hasta el fin de los tiempos!
Y tras ver el sol el mundo variopinto y nuevo, échase a reír.
(A esa risa del sol es a lo que llamamos los hombres primavera).
Dios nuevo, ríe el sol, y sus cascadas de oro líquido, ardiente,
hunden fulgor y hacen alegría
hasta en las negras entrañas de la tumba.
1967
(Poesía completa (Edición de Pío Serrano, Verbum)
A ESPERANÇA
Recordo sempre aquele moribundo,
ele que ampliava a sua vida a comtemplar um ramo
na extremidade do qual permanecia apenas uma folha,
nada mais que uma folha que resistia ao vento do norte
e a quaisquer ventos: uma folha empenhada em não morrer.
Todos os dias o moribundo assombrava os doutores,
a esses qua afinal não conheciam o segredo da sua resistência,
a esses que não viam a trama urdida no silêncio
entre a folha tenaz e o moribundo que se esquecera de morrer.
Recordo sempre, sempre, aquele moribundo,
que olhava da sua cama, por detrás das janelas, a folha solitária,
desafiando as leis da duração da vida humana,
vivendo quando todos, médicos e sacerdotes,
tinham decidido que tudo aquilo havia terminado, e definitivamente.
E a sua ainda não apressada viúva, com largos véus e lágrimas,
e os sues gratos herdeiros, instruídos perante o notário, atribuladamente:
todos coincidem no pensamento de que era excessiva tanta persistência,
e nisto coincidiam os sábios doutores com os parentes nada inquietados,
e com parcimoniosos sacerdotes.
Todos bocejavam, todos, no enorme desconcerto
de uma vida que escapava ao velho costume de se morrer.
Porque não sabiam que uma frágil folha indicava o caminho,
e o moribundo resistia, insistindo em viver,
humilhando o senso comum dos sagazes, mortificando o prestígio
de quem em tais assuntos possuía grande autoridade,
e uma irrefutável experiência.
Isso,
a isso chama-se a esperança,
a esperança é
um pavão dissecado que canta incessantemente
no ombro de Neptuno.
QUANDO OS MENINOS FAZEM UM BONECO DE NEVE
Quando os meninos fazem um boneco de neve,
eles não sabem que brincam a fingir de Deus,
e autorizados ficam para tal por Deus.
De dentro do nevão o Senhor sorri,
e traz novos ramos de neve, a cada momento mais branca,
para fazer os braços daquele ser, as orelhas, a frente
desse boneco que acaba por erguer-se na vastidão da neve,
idêntico a um homem saído das mãos de Deus.
Quando os meninos fazem um boneco de neve,
uma vez bem satisfeitos como o próprio Pai de todas as criaturas,
com gentileza abandonam-no ao seu novo destino,
e fica surpreendido de assim permanecer, para sempre,
uma sombra atirada à neve,
esse a quem os meninos abandonam como uma
sentinela perdida no deserto.
Antología colombiana (de Efraín Rodríguez Santana)
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