Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar algunos de los poemas que, durante el XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, leerá Jeannette L. Clariond (Chihuahua, México, 1949). Poeta, traductora y editora. Es licenciada en Filosofía, Maestra en Metodología de la Ciencia y Maestra en Letras Españolas. Su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones: Mujer dando la espalda (1992); Desierta memoria (1996); Newaráriame (1997); Todo antes de la noche (2003); Amonites (2003); Siete visiones (2004, con Gonzalo Rojas); Nombrar en vano (2004); Los momentos del agua (2006); Leve Sangre (2007). Entre los premios obtenidos sobresalen el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde (1992), el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (1996) y el Premio Gonzalo Rojas (2001). Es antóloga y traductora de Roberto Carini, Alda Merini, W. S. Merwin, Primo Levi y Charles Wright, entre otros. Publicó recientemente una antología traducida de poetas norteamericanos, en colaboración con Harold Bloom.
Estos poemas forman parte de la antología “Palabras del Inocente”, realizada por Alfredo Pérez Alencart para Editorial Edifsa y la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes.
Jeannette L. Clariond (Miguel Elías)
ASTILLADA CLARIDAD
Una tierra devota, madre,
un vientre para la miel de lo perdido,
tierra de todos
en el insbrik, cobre esbelto donde la espuma
multiplicaba tu rostro.
Busco la duración y no aparece.
Veo desplegarse la oscuridad
labrada
desde un brillo solitario.
Surgen en mi incertidumbre,
muertas, un puñado de hojas grises.
Las formas ceden a lo inmóvil:
humo obstinado en engarzar
las perlas.
Sangra en el vidrio, astillada,
la claridad.
FRÍA LLAMA
Como si palpitara un silencio
el oro de las luciérnagas
entre abetos llameaba.
Su luz caía sobre el agua y tú
desaparecías
como quien sale de una escena
sin su cuerpo.
Lumbre en el centro del agua,
trazabas una estela sin saber
que el sol te miraba
por vez primera.
HE DE LLORAR
He de llorar
a mitad del río,
a mitad del puente
el fuego del amor.
Es la pregunta de la carne,
alas y caricias
de lumbre hasta los huesos, he
de llorar.
TRANSCURRIR
Déjame sentir, ancha hora,
la extendida lentitud de sus brazos,
descubrir en la flama de sus ojos
jardines de turgentes anturios:
pistilos que recorran mi piel
y abran paso hacia vías encendidas
donde jóvenes amantes ríen
y sus vasos llenan.
Quiero cantar entre tus hojas
que de elevadas ramas descienden,
llorar entre tus flores,
en tu seno de tierra
–néctar, ojos, selva–
cuando el dolor de tu partida
mi juventud alimenta.
GÉNESIS
Como un espejo que sangra,
como una herida que escurre,
resbalo.
Desfallezco y resbalo por la boca del volcán,
resbalo entre tus piernas,
tiemblo ante la vacilación.
Tiemblo,
procuro sostenerme.
¡CALMA EL AVE EN SU ELEVACIÓN!
¿Qué nombramos? ¿Qué imagen
de nuestro yo rescata el piélago?
Las nubes avanzan y el cielo persiste, inmóvil.
Mañana la luz arreciará invencible,
el tigre y su garra inmortal.
Y Dios hallará refugio en mi plegaria.
EL PAN DE CADA SOMBRA
Esta costumbre,
esta grave costumbre de perderse
al momento en que hilos,
hojas lanceoladas,
tenues luces
de rostros
se deslíen
y cuerpos se borran
como en una vieja fotografía.
Hacienda, pan,
todo guarda su nombre bajo la sombra.
Siete vados antes de entrar a la ciudad
aún esparcen su mancha neblinosa.
LA TARDE
Si es cierto que al crepúsculo todo tiene su hora, entonces vi
un ánsar borrarse en la niebla, cegar las crestas el brillo, el águila
perderse en su silencio, infinita.
El mar, el mar, don de nuestra falta. Y en el pretil, el jaspeado
verdor del grillo. Oh Dios, abraza este cuerpo, es mi lengua, es
el fluir de mi sangre entre olivos.
(Sus ojos miraron el principio, amaron la duración de la flor,
pero el dolor cubrió el oro silencio de Sainápuchi.)
Arde en su soledad la piedra.
Yo soy un pez, un eco de la muerte,
en mi cuerpo la muerte se aproxima
hacia los seres tiernos resonando,
y ahora la siento en mí incorporada
Gastón Baquero
IN REQUIEM
Estoy cansada de amar, y de vivir,
y de morir.
Estoy cansada de pensar que amo, y que vivo,
y que muero.
Quiero salir del mundo
y entrar en mi casa.
Estoy cansada de vivir la orilla del amor.
Busco la cercanía del pez,
sus grandes ojos subterráneos.
Mis manos recorrerán su cuerpo,
hablaremos en burbujas,
óvalos serán nuestros besos.
Comeremos, dormiremos, nos abrazaremos al fondo
de las rocas.
Pero no basta ser pez.
Oro en el ojo.
Es origen dar pasos en la niebla,
caminar la tempestad,
ser silencio.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.