Crear en Salamanca se complace en publicar el texto que Noel Rivas Bravo, Profesor titular de Lengua y Literatura españolas en la Universidad de Sevilla, leyó en Managua el pasado 5 de septiembre, durante la presentación de los tres libros del poeta nicaragüense Humberto Avilés, licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca. Los libros han sido publicados por la salmantina editorial Amarante.
Iván Uriarte y Noel Rivas presentando los libros. A la izquierda, Humberto Avilés
Conozco al poeta Humberto Avilés desde hace mil años. En el Instituto Nacional de Oriente y Mediodía fue un excelente alumno de las asignaturas humanísticas, distinguiéndose por la elocuente exposición ante sus compañeros de las lecturas literarias obligatorias. Se despidió de mí cuando se fugó a la ilustre ciudad de Salamanca, para estudiar en su famosa Universidad bajo la tutela de Fray Luis de León y don Miguel de Unamuno, la carrera de Derecho. Por esa casualidad del azar, lo encontré de nuevo años más tarde en una de las calles de Madrid, retornamos a cultivar nuestra vieja amistad, viajamos juntos a Salamanca, enredados ya en las actividades patrióticas de solidaridad con la Insurrección Popular Sandinista, y después lo dejé en la Embajada de Nicaragua en Madrid bajo la protección de nuestro gran Ernesto Mejía Sánchez, quien lo acogió como un discípulo predilecto y a quien debe la mitad de lo que sabe (la otra mitad se la debe a Edwin Yllescas, Iván Uriarte y Chichí Fernández, sus maestros de vida y literatura). Y, por último, desde su regreso definitivo a Nicaragua lo he visto y tratado, con la misma amistad y aprecio de siempre, en las gratísimas ocasiones que le deja su agitada militancia política.
Durante todos estos años, mil dije anteriormente, el poeta Humberto Avilés ha escrito versos y poemas que ha ido guardando celosamente y con mucho decoro. Y no es hasta hace dos años, precisamente, que decidió, cumplidos casi los sesenta, reunirlos para su publicación. Recordemos que publicó su primer libro Perfil del olvido, compuesto por una selección, (de antológica la bautizó él mismo), de toda su fecunda producción entre 1976 y 2012. Y curiosamente sus dos libros posteriores nos remiten hacia sus creaciones de adolescencia y juventud, de tal manera que Estigmas del silencio y Poética de la simpleza, encierran sus poemas escritos de 1971 a 1976 el primero, y de 2010 a 2013 el segundo. Son nada menos que una recuperación de los pasos perdidos, de una lúcida mirada hacia atrás. Me ha llamado la atención esta forma escalonada al revés, al contrario, a contra corriente, de programar la publicación de estos libros, porque casi siempre, los poetas y escritores aborrecen, se avergüenzan incluso, de sus obras primigenias, hasta el punto de intentar hacerlas desaparecer. Así Borges con su etapa ultraísta, así Neruda con sus primeros tanteos anteriores a los Veinte poemas de amor, así Juan Ramón Jiménez que perseguía implacable, inmisericorde, para destruirlos sus Ninfas, y sus Almas de Violeta, así casi todos. En cambio, el poeta Humberto Avilés rescata con valentía y riesgo sus primeros poemas, su etapa inicial, iniciática, en el entendido que son dignas por su calidad estética de formar parte de su canon personal, tal vez o casi estoy seguro, porque los hizo pasar por una criba eficaz y contundente. Lo cierto es que estas obras no merecen el olvido y están a la misma altura literaria de los textos de madurez.
Los tres libros de Humberto Avilés
Tengamos en cuenta asimismo, que si de la valoración de la obra poética total, hasta ahora conocida y publicada del poeta Humberto Avilés me ocupara, no puedo menos que calificarla de culta, un tanto barroca, sabia en procedimientos retóricos, rítmica y musical, implacable en la búsqueda de la palabra justa, de la mot juste. Por aquí aparecen las reminiscencias, huellas e influjos de Borges, de Neruda, de Antonio Machado, de Carlos Martínez Rivas, de César Vallejo y de nuestro gran Rubén Darío; por aquí las metáforas atrevidas, las imágenes surrealistas, los paralelismos eufónicos, el verso de noble factura; todo ello envuelto en un lenguaje poético sorprendente, con léxico extraño y novedoso que no desdeña el neologismo ni la frase inusual, y que, según el decir de los simbolistas, es más sugerente que expresivo.
Una poesía honda y emocionada que ronda la metafísica, pero con los pies sobre la tierra, poesía que nos enfrenta con nosotros mismos, con lo claro del sol y lo oscuro de lodo que llevamos dentro, que aborda los nobles sentimientos de la amistad y del deber cívico, que exalta el sufrimiento y la alegría del amor, que se asombra ante el misterio de la naturaleza y de la humanidad misma, poesía de todo y para todos, que proclama que la vida merece vivirse, aunque esté preñada de soledad y silencio, tragedia y amargura, poesía en fin, que canta y encanta, porque busca expresar el milagro de la existencia y de la belleza total.
En definitiva, la obra del poeta Humberto Avilés que hoy nos convoca y nos congrega, se inscribe ya, – un poco tarde tal vez, aunque nunca es tarde, nunca es demasiado tarde, para ingresar en la República de las letras, -en el canon más solvente de la literatura y la poesía nicaragüenses.
Parte del público asistente al acto
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