Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar 15 poemas de Abdul Hadi Sadoun (Bagdad – Irak, 1968), destacado escritor, hispanista, editor y colaborador en varias revistas culturales árabes y españolas. Durante diez años codirigió la revista literaria en lengua árabe Alwah, la única publicada en esta lengua en territorio español. Dirige la editorial Alfalfa, especializada en letras árabes modernas. Es autor de una larga lista de libros, tanto en árabe como en castellano, entre ellos: No es más que viento (2000), Plagios familiares (2002), Escribir en cuneiforme (2006), Pájaro en la boca (2008) y Siempre todavía (2010) y Memorias de un perro iraquí (2012).
Abdul Hadi Sadoun en Toledo
Ha publicado tres Antologías de poesía iraquí moderna en lengua española: La Maldición de Gilgamesh (2003), A las orillas del Tigris (2005) y Otros mesopotámicos raros (2009).Entre los escritores que ha traducido al árabe están J.L.Borges, Adolfo Bécquer, Antonio Machado, Octavio Paz, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Juan Ramón Jiménez, F. G. Lorca, José Hierro, Javier Marías, A. P. Alencart y Enrique Vila-Matas. Tanto su poesía como su narrativa han sido traducidas al alemán, francés, inglés, italiano, persa, turco, kurdo, castellano, catalán y gallego.
Estos 15 poemas forman parte de los 20 textos leídos en Toledo, entre el 5 y el 7 de septiembre, tanto en árabe y en español.
La ciudad
Y la ciudad ahora
una línea torcida en mis manos
un callejero de desilusiones
Desde esta puerta salgo a recibir al día
y desde la misma despido los atardeceres
que se empapan en su fiesta de ámbar
Ante esta piedra
almaceno mi aliento para otra novillada
Es un día confuso y desacorde
planifica mis destinos en la cesta de la nada
Aquí mis pasos
estampan sus eternos laberintos
El atardecer gris
espera
la fruta que cosecha mi mañana.
Aquí mis nubes se merman
Sombra de tentativas crudas
Nos une el miedo no el amor querida
por eso nos abrazamos todo el rato.
El cielo se enturbia
El cielo se enturbia igual que tus ojos
cuando no quieren verme,
Amalia Iglesias
Te dije que todo está en mi contra
llueva o no
la ciudad está en duelo
y el cielo se enturbia igual que tus ojos
ay de tus ojos
que no quieren verme
a pesar de desfilarme en sus cauces
día y noche
Todo el día
aunque no lo creas
el cielo se enturbia
y tus ojos
– ay de tus ojos –
siguen sin querer verme.
En el tren con Machado
En el mismo tren de cercanías
o de tercera
que te llevó hace ya un siglo
voy
pero con el equipaje repleto de recuerdos
dejando Madrid atrás
y más aún Bagdad.
Yo no contemplo nada
pero los asientos
como sabes
te eligen al azar.
A mi lado tres doncellas
dicen ser de Jadraque
un pueblecito perdido
hojean con interés
revistas del corazón
una mujer mayor con su hijo
conserva el brillo
y esa dulzura lejana
que un buen día
a todos
nos abandona.
Ruinas veo desde mi ventana
campos de olivo veo
letreros y señales
verde, amarillo, rojo
y un color hermetizado
de las charlas ajenas
sin parar.
Intento cerrar los oídos intento
sin éxito
olvidar los dedos que me recuerdan
a no olvidar.
El sol es el mismo
aunque decía el poeta mesopotámico
que allí
donde lo dejé
es más bello
Y conformo
con no abrir
los cajones del alma.
El tren marcha siempre
yo me quedo pegado al calor de la ventana
o al calor de los versos melancólicos.
Todo necesita principio
menos nosotros
la vida
nos premia a seguir
y no nos recompensa
excepto por el espectáculo.
No es esto Don Antonio
que contemplamos
y lo sabemos los dos
lo que pienso en mi viaje
como lo pensaste en aquel viaje.
Lo que nos preocupa
es ver pasar la vida
– fugazmente –
ante nuestros ojos
como estos árboles
que saltan consecutivamente
a través de las ventanas
y no hay manera de alcanzarlos.
Casimiro de Brito y Abdul, en la Plaza del Ayuntamiento
Te acostumbras a la muerte
Te acostumbras a la metafísica
a la malísima costumbre de morirse.
Sin más
cosa que te hace observar
la ligereza, y fugaz
naturaleza de las cosas.
La silenciosa calma
del ser errante
y nos empeñamos en olvidar
el azote creciente.
Romántica rinconera
es el único movimiento ermitaño.
En algún lugar
y te sientes el latido
del causador tiempo.
Nos disculpamos
no vaya a ser repetible.
Cada día
me acostumbro más a la muerte
ese paseante cojo y perfecto
que camina tranquilamente
sus pasos ligeros
en una plaza tan cercana
que no te da tiempo
a contemplar la escena
ni darte tregua
a presenciar la lucidez.
Las nubes
Corzos disolutos
barbas canosas a tiempo
lechoso matorral sin guardián
besos de primer encuentro
del primer amor o del primer lamento
Son las nubes
que contemplo desde mi silla
invadiendo las ventanas de mis ojos
una y otra vez
como lluvia insalvable
Barbas
corzos
matorrales
y yo
contemplándolos
desde mi silla de confesión.
Sadoun con otros poetas árabes
Canción
En tu amor
soy como aquel trovador que decía
yo sé que mi corazón te desea
y tu ausencia es mi castigo divino
Y sé también
que quien ama
tendrá difíciles noches
y sonámbulo irá
para siempre
Sé todo
y aún no me canso
de correr tras tus lunas.
How I am not self?
How I am not self
y en cada vuelta
y en cada ida
y en los mismos espejos del camino
y en los mismos árboles también del camino
corriendo como un caballo loco
detrás de la inmortalidad de la foto
How I am not self
Igual a un mar ignorando su primera gota
igual a un mar ignorando su primera y precisa gota
igual a un mar ignorando su primera precisa y airosa gota
Ayer mientras contemplaba los atardeceres
desde las ventanas nubladas de tu habitación
y no hacíamos el amor como de costumbre
no sabía qué significaba esta frase inglesa
de la película que veías entusiasmada
no sabía que pretendía de mi espera
tampoco el por qué de sentirme frustrado
How I am not self
tanto que la espalda me ataba
firmemente
al vacío.
Peces muertos
Los peces muertos de la fuente,
¿acaso sienten su frío caído de lo alto?
¿acaso miran con asombro mi nuevo traje
ceñido como un cinturón
de tela revuelta por las aves del viento?
Cada día, en el autobús,
cruzo cerca de ellos.
El hombre de siempre,
inclinado sobre la fuente
pule sus escamas de piedra.
Los peces muertos,
¿en qué piensan
si no pueden nadar?
Pájaro en la boca
Mientras me deshago de los versos
y las tentaciones de las palabras inservibles
de la mujer que duerme a mi lado esta noche,
intento llamar al pájaro del estrecho tragaluz
espero salga de la sombra
como lo adivinaba aquel poema que leí y olvidé.
Le espero… hasta que salga de mi boca
y desaparezca en el silencio.
Mientras doy la vuelta
de un lado a otro
en el hueco de mi deseo
tampoco pienso en una muerte
tan clara como dormir
en este momento.
La mujer, casi inocente
sonríe en la penumbra.
Mi idea desprecia el amanecer surgente
me levanto descubriendo el juego
nada de pájaros
las carcajadas de esta mujer son la única verdad.
“No es más que viento”, diré
repitiendo la frase de Gilgamesh el mesopotámico
un antepasado raro,
y vuelvo a besar las rosas del mantel.
El pájaro es un viejo recuerdo
de apoderada noche.
Los agujeros
¡Oh Señor!
cuando dibujo mi cabeza, aparecen los agujeros
cuando agito la cabeza, me perforan los agujeros
cuando revuelvo la cabeza, me vigilan los agujeros
cuando hablo a la cabeza, me inundan los agujeros.
No hay esperanza
la cabeza
taladrada por los agujeros
no podrá conservar ninguna dirección
solo agujeros.
Los agujeros,
¿Por qué, Señor?
El buitre
Mi hermano
a quien no veo desde hace mucho
muchísimo, quizás décadas
me mandó una cabeza de buitre
con una nota en el dorso:
“Guárdalo de ladrones y mendigos
del tiempo”
y añade:
“De ti”•
nadie necesita volar.
Desde hace tiempo
vuelo en los sueños
y caigo siempre
y siempre en el mismo sitio.
Al buitre no le preocupa mi derrota
ensimismado
vuela.
Lectura en el Cigarral del Ángel Custodio
Una Lección
Mi padre en sus repetidas lecciones
me enseñó
a no quitarme jamás la sonrisa de la cara
— la cara es cual la mano que saluda — decía.
Después de los años
en rol de padre
no me queda herencia
para mi hijo
— que nunca nacerá —
más que esta carcajada dibujada en carboncillo.
Esteras de tanques
Qué pacifista la gente de aquí,
ofrecen las dos mejillas,
si más tuvieran las ofrecerían
a su destino;
mientras tus labios buscan
palabras que recuerden.
Aquí
la gente no conoce la maldad.
Más vale que se enjaulen en su aburrimiento
-hasta prefiero su mansedumbre-
pues ellos no han sabido de guerras.
Es como si Speilberg no los hubiese invadido con sus dinosaurios.
No se desangraron por las túnicas de Kubric.
Les digo:
-Ay de sus inteligencias.
Y me protejo bajo sus mismos paraguas.
Aquí
ríen mucho, sin miedo,
tocan mi barba crecida
y carcajean:
-Háblanos de lo que sabes, de tus esteras.
E…S…T…E…R…A…S.
Y arrastran la palabra como un paño extendido.
La gente, aquí,
me confunde con un cuentero
y me llevan, amablemente,
con bondad, en sus brazos.
Las estaciones
Las estaciones,
fulgurantes,
suavizan su sonrisa.
Pongo la cabeza
sobre la almohada.
Sus ligeros sueños
como águilas
avanzan hacia el límite de mi garganta,
también fulgurantes.
Y nuestros pasos
corren tras su mar.
No vemos el fondo.
Las estaciones.
Aparecen con las piernas desplegadas.
Frotamos el amargo vello tembloroso,
lo sacudimos
y se marchita,
contamos sus comas
entre una letra y otra.
Tejen el vestido de la partida
Y, airados, lo devolvemos.
¡Qué falaz!
¿Por qué nos acostamos sobre la misma cama?
¿Por qué sostuvimos sus ladrillos en inviernos lluviosos?
¿Por qué cortamos la cresta de sus rejas?
¿Por qué vigilamos cada vello de sus axilas?
¿Por qué cosechamos el aceite de sus momentos mágicos?
¿Por qué hablamos de sus ardides
ahora, mientras escribo estas preguntas sin orden?
Las estaciones…
Andar sin ruido de un confín a otro
o abandonar las luces de Gran Vía
dejando las manos abandonadas,
suspirantes, o quizás solo abandonadas.
Así,
sentir cómo se respira el aire.
Las estaciones
que temo advertir.
Debo dibujar sus costillas
y sorprender sus mariposas lumínicas
y sus epidemias…
Quien se acerca a ellas
se inclina hacia mí señalando
su presencia.
Las estaciones,
fulgurantes,
se detienen.
Me escuchan marchitarme,
impasibles.
Las estaciones.
Otra lectura nocturna
Sonrisa ligera
Te digo
que los caminos no son mi profesión
ya que soy por excelencia
un hombre de casa
no me gusta plagiarme
mis pies no aguantan el viaje
se tropiezan desde la eternidad
pero cada vez
me marcho más lejos
no me seduce el deseo de desaparecer
tampoco el gusto de vigilar los paisajes que pasan
gasto mi tiempo como un viajero en su habitación
contemplando la guía turística
y sonriendo sin apenas despeinarme.
Te digo
que no soy Virgilio
no soy el dueño del ligero equipaje
soy una vista cansada
y la sonrisa ligera
de una imagen en color sepia.
ابتسامة واهية
أقول لك
أن الطرق ليست مهنتي
فأنا رجل بيت من طراز آخر
لا أمتهن التخفي
و قدماي لا تحتملان السفر
تزلان منذ الأبد
لكنني في كل مرة أمارس الإبتعاد
لا تدفعني رغبة التلاشي
ولا متعة تحسس المناظر التي تمر
أمضي كأي (مسافر في غرفته)
متأملاً دليل السياحة
و مبتسماً بلا أدنى تعب.
أقول لك
لست فرجيل
ولا صاحب حقيبة بمتاع خفيف
لست سوى نظرة تعبى
و ابتسامة واهية
في صورة بالأسود و الأبيض.
Descanso del poeta
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