DIEZ POEMAS DE PORFIRIO SALAZAR LEÍDOS DURANTE EL II ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS (MÉXICO)

 

 

 

Porfirio Salazar y Carmen Nozal

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar 10 poemas del panameño Porfirio Salazar (1970), leidos en varios Estados de México, dentro del Encuentro que dirige la poeta hispano-mexicana Carmen Nozal. Poeta y ensayista. Recitales y conferencias en España -1993, 2019, 2022-, Estados Unidos, México, Puerto Rico, República Dominicana, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Nicaragua, Chile y Panamá.  Selva, No reinarán las ruinas para siempre, Soles en la luna del cantor, Italia soul, El fuego despierto, La piel en la llama son algunos de sus títulos. Es Premio Ricardo Miró 1998, 1999 y 2009, poesía y ensayo. Ganó el Premio Centroamericano Rogelio Sinán en el 2008 con la obra Animal, sombra mía, libro traducido al francés. Su Decimario divino fue seleccionado entre los diez finalistas del Premio Internacional Fernando Rielo 2021, entre 267 libros de 29 países.

                                                          

 

 

CRÓNICA PARA NO MORIR SIN FE

 

Es difícil ajustar cuentas,

olvidar los pasaportes al abismo,

esos que compramos cuando la congoja

entraba a nuestra casa.

 

No es fácil mantener

la vigencia de la última foto,

porque el tiempo no perdona ni retrasa

la partida de sus trenes,

pero más difícil es mentirle a Dios

que siempre brilla en nuestros ojos,

como lámpara de aceite

en medio de la tregua

de unos ojos despiertos.

 

Durante siglos,

rotos harapos,

el amor ha marchado,

encendido con sombra,

rompiendo ventanas,

posando para ser fotografiado

en las crónicas del egoísmo.

 

Quien dispuso horrores,

supo extraviar el pan y la dulzura.

Son tantos los caídos

que los dedos de las víctimas

ya no alcanzan

para contar las agonías.

 

No hay Dios ni cielo

en medio de la calle,

sólo el hombre y sus horrores impunes.

 

Ojalá que cuando el hombre

proponga la paz,

Dios no haya muerto.

 

 

Marta Rojas y Porfirio Salazar

 

 

FÁBULA DEL HIPOCAMPO

 

Pequeño, azul o púrpura

en la noche del mar:

el hipocampo existe.

Puebla la ruta de las aguas con delicia

e inscribe su misterio en la piedra.

Muda transparencia en la cripta del oleaje,

de mar es su canto

en los horizontes perdidos

que se ven en la tierra.

Presencia de la dicha,

caballito del aire

en las alas del agua.

Inocente,

no conoce

la destreza de la daga.

Sólo convive y pervive,

animal de espuma.

 

En su mundo no hay prisiones.

Tampoco habita la liturgia del disparo,

sólo conoce de cerca

la alegría que sienten los delfines en el alba.

Un día su danza nos enseñará

que no hay sueño imposible.

Un día caminaremos

sin armas enemigas:

el luto habrá marchado para siempre.

 

 

 

 

 ARMAGEDÓN ESTÁ CERCA

 

Igual al uniforme del hambre

con que suelen vestirse los días de la pena,

es el ropaje del amor, del grito y del latido.

Hay tantos disparos en el aire

y tanta sangre de inocentes todavía

que nadie ha escrito la crónica oficial

de la tragedia.

Solos, perdidos,

con el cadáver de una flor sedienta

creciendo en los jardines abatidos por el viento,

hemos crecido

y nuestra suciedad se ha ido puliendo

desde adentro,

y ya no es posible distinguir

la noche de la sombra,

la ausencia tibia del silencio.

 

Vendrán días peores, ya lo creo.

Y seguirán cayendo pasos

en la terraza donde se encienden

los oscuros caminos y otras pestes.

Solos, perdidos,

perdidos, siempre callados.

Consumados en el rezo de un Dios inocente

que bajará, espero,

con el ropaje humano,

a explicarnos qué pasó,

a decirnos quién cerró las puertas

encendidas del crepúsculo,

a revelarnos quién arrojó al río

de la derrota el filo de la esperanza.

 

Porque si cada hombre

siembra el pan

y en el río donde brota el mar

hay un nuevo camino por abrir,

habrá sosiego y paz

y siempre habrá otro río.

Porque cuando dos alas se cierran,

un millón se abren a la resistencia

por no partir el vuelo.

Porque cuando se abren los ojos

para ver el camino,

la noche y el día

vuelven a brillar de otro modo,

sin aquel uniforme de hambre

con que suelen vestirse

los días de la pena.

 

 

 

ORACIÓN POR LA MUERTE DE UN NIÑO

Aylan el niño sirio

 

Tu muerte tiene olor a marejada,

a ira de amor y a paz de firmamento.

La fe del mundo rómpese en el viento,

en exilio de luz atormentada.

 

Tu voz era la paz de la cascada,

esencia de la rosa y del sarmiento.

Como laúd del alba en el portento,

tu voz era la lluvia torturada.

 

Sin avisar, te fuiste con la brisa,

los cañones talaron tu sonrisa

rescatada de un cántico del río.

 

Eterno niño, ruiseñor de altura:

¡en los atardeceres tu figura

música será, nunca más vacío!

                                              

Marta Rojas y Porfirio Salazar Pachula de Soto (Hidalgo)

 

         HISTORIA DE UN CAMINO

 

(Calidonia: barrio popular de la ciudad de Panamá fundado en 1915.)

 

El camino me lleva hasta los mares.

El camino me lleva hasta los muertos.

Un camino de panes y despiertos

dolores inundados de cantares.

 

Vuelo de tucán, luz de los hangares,

eran caminos, puertas. Eran puertos.

Eras canto de abuela entre los yertos

recuerdos aterrados de pesares.

 

La patria es la verdad, no ceremonia

de pájaros azules en bandada.

La patria huele a polvo de arrabal.

 

Soy lucero de marzo y Calidonia,

de cantos agoreros y celada;

soy delirio de fiesta y carnaval.

 

 

 

 

 

 

ALAS Y AGUACEROS

 

                                               (Zoología panameña).

 

Azulejos, pericos, mariposas,

reinita orejinegra, subepalo,

cerquero, palomares con que inhalo

el vuelo de las alas y las cosas.

 

Mensajeras palomas melodiosas,

lloviznas grises y el insecto palo,

presencias en el viento cuando exhalo

espíritus de mártires y cosas.

 

Ruiseñores, conejos y serpientes,

abejorros, mosquitos y dolientes

canciones de un pasado casi humano.

 

La noche del fulgor es pasadizo,

la senda de la patria no es hechizo

y nunca es muladar, infierno vano.

 

 

 

                                              

MÚSICA EN EL VIENTO

 

Hay música de mar en mi latido

y enredada la brisa se incorpora.

El día se perfuma con la hora

en que se apaga mi dolor sentido.

 

Sol inmenso, de patria compartido,

en una trémula emoción sonora

se multiplica -en siglos- cuando aflora

el único dolor que no he vencido.

 

Ni muro, ni muralla ni ballesta.

Agua, verso y pan sean mi alimento

para la patria vívida en su fiesta.

 

El aire se desdobla en un intento.

Dame, Mundo, el azul de tu floresta

y la ceniza déjala en el viento.

 

 

 

                                   De DECIMARIO DIVINO

 

XIII.

 

El sueño forja la lira

y tu palabra despierta.

La sombra cubre mi puerta

y un ángel prende la pira.

Tierra de paz me respira

y entre tu forma, doliente,

voy cantando, de repente,

rezos de lumbre y de yedra.

Humano Dios sobre piedra,

¡arde tu luz en la mente!

 

XIV.

Eres ala de paloma,

resplandor que nos saluda,

con valor y fe desnuda

renacemos en tu aroma,

y en la noche que se asoma

mi cuerpo bebe la huella

de luz divina que sella

ansias tristes del destino.

(Sobre pozo cristalino

tu lumbre pinta la estrella).

 

 

ELEGÍA DE LA PIEDRA

 

El arrullo de la noche la despierta.

Inmóvil,

cascabel serpiente,

la envuelve.

 

Duerme un sueño semejante

al palpitar de los suicidas,

y amanece en la tierra,

estancada en la hierba.

 

El arrullo del fuego la sonroja.

Inmóvil,

salamandra,

la besa.

¿Qué dirá por ser la piedra?

¿Qué dirá por ser la lápida?

¿Qué pensará tan solitaria?

¿Ser el muro y la muralla,

ser la honda y la pedrada?

 

 

 

 

 

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