Crear en Salamanca se complace en publicar los poemas que, para el XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, ha enviado Moisés Mayán Fernández (Holguín, Cuba, 1983): Grado en Historia. Máster en Historia y Cultura. Actualmente curso un Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Salamanca. Poeta, narrador y editor. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2003). Entre los premios de poesía obtenidos se encuentran, Mención en el Premio David de la Uneac (2007), Premio Ciudad del Che (2007 y 2013), Premio Gastón Baquero (2010), Premio X Juegos Florales, Matanzas, (2011), Premio De la Ciudad de Holguín (2012), Premio Mangle Rojo, (2017), Premio Calendario (2018), Premio Regino Boti (2008 y 2018), Premio Manuel Navarro Luna (2018), Premio José Jacinto Milanés (2018), Premio La Gaceta de Cuba (2019), Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara (2019), Premio Fundación de la Ciudad de Nueva Gerona (2019), Premio Rolando Escardó (2020), Premio Hermanos Loynaz (2020), Premio Paco Mir (2021) y Gran Premio Silvestre de Balboa (2022). Tiene publicados los libros de poesía Fábula del cazador tardío (La Luz, 2007), El monte de los transfigurados (El Mar y la Montaña, 2009), Cuando septiembre acabe (La Luz, 2010), El cielo intemporal (Ediciones Holguín, 2013), Raíz de yerba mate (Cuadernos Papiro, 2015), Estética de la derrota (Áncoras, 2017), El factor discriminante (Casa Editora Abril, 2019), Mentalidad de enjambre (Ediciones Matanzas, 2019), Carga al machete (El Mar y la Montaña, 2019, Premio de la Crítica, 2020) Caballo de Frisia (Ediciones Loynaz, 2021) y El último lector de Marx (Editorial Capiro, 2021). Muestras de su obra aparecen en numerosas antologías en Cuba y en el extranjero. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
EXILIO COMPARTIDO
Los largos viajes conducen
inexorablemente
al impasible espejo
Pío E. Serrano
En el impasible espejo mi soledad y la suya tropiezan
como migrantes en las bodegas de un pesquero,
aturdidos por el frenético teatro de las olas.
¿Recuerda aquellos versos de Heredia?
No en vano entre Cuba y España tiende inmenso sus olas el mar.
Después de vivir como exiliados en el país natal
hemos decidido vivir como exiliados en el país ajeno.
Y a veces ―es lo terrible― esta tierra parece tan nuestra.
Aferrados al hilo de sangre de algún ancestro.
A torpes documentos que certifican la estancia.
Que dan fe. Que nos hacen pasar por lo que no somos.
Por lo que no seremos.
En la noche densa de los tiempos
cruzamos bajo las alambradas de la palabra frontera
y la patria como un trozo raído de camisa quedó atrás.
¿Quién puede acompañarnos en el larguísimo viaje del no ser?
¿En qué cajón? ¿En qué sitio del trastero?
¿En qué descoloridos retratos asoma todavía el sucio rostro de la patria?
Quizás usted, como yo, prefiera para conciliar el sueño
repetir cada noche la vieja mentira que aún nos sostiene,
como la mano de vidrio de la madre, cada noche más frágil:
un poeta no tiene más patria que sus versos.
ASIMETRÍA
La mujer del seno extirpado es el nuevo paradigma de belleza. La dócil curvatura del seno real no compite con el presentido seno. Bajo la mano, los labios, el cuerpo todo del amante, la promesa de un seno es acaso más perturbadora que el seno en sí mismo. El miembro invisible desdeña la flacidez de su sobreviviente. Como el hocico de un animal fantasma se abre paso en un océano de bruma. De las aguas del quirófano emerge, victorioso de la opresiva sombra del cáncer. Como buen difunto ha sido perfeccionado por la muerte y adquiere estatus de leyenda. Ninguno como el ausente ante el roce ávido de la boca. “El mordisco de la uva”. Ninguno como el ausente escurriendo sobre las encías del recién nacido. “Rocío, goteo”. Ninguno como el ausente. En su lado del sostén se agazapa un montículo de niebla. De niebla es también su deseo.
MIEDO
Como otras construcciones mentales, el miedo es también abstracto. Si yo dijera espada, notarías el frío inmediato del metal a través de la línea de la columna. Pero si dijera mandoble, tu reacción sería de extrañamiento. Si yo dijera, fusil, levantarías en alto los brazos. Pero si dijera espingarda arrugarías el entrecejo como ante una insolencia. Si yo dijera escudo, sentirías una inusitada seguridad. Pero si dijera adarga, volverías a quedar a merced del enemigo. La palabra espada no cercena la carne. La palabra fusil no hace fuego. La palabra escudo no ampara. Sin embargo, la palabra miedo anticipa el miedo. Como anticipa una semilla la certeza del membrillero o del olivo. Escuchas la palabra miedo, y sin saber cómo, ni porqué, empiezan a sudarte las manos.
JUGUETES
En las noches antes del sueño, me abandono al sueño. Saco los viejos juguetes del cajón de mi cabeza y los desparramo con inaugural alegría sobre mi trozo de cama. Un camión de bomberos que provocaba incendios en la apagada noche de provincia. Verónica, la muñeca inflable con ubres de vaca y el rostro de una de mis primas. Una escopeta de palo que disparaba sin fallar a la cabeza de los que abusaban del poder. O de los que tenían el poder de abusar de otros, no sé bien. Un libro que se mantuvo imperturbable en el índex de libros prohibidos. Incluso después que el Papa suprimiera el índex de libros prohibidos. El cadáver de una flor hermafrodita en la página cincuenta y nueve de ese libro. ¿Cuántas cosas me ha arrebatado el maldito sentido común? Mi corazón de niño y mi corazón de hombre se baten a duelo todas las noches. Un húsar polaco, escoge mi corazón de niño. Mi corazón de hombre sabe que la indiferencia es un arma invencible. Y simplemente apaga la luz.
JAMONES
Sacarle lascas a la poesía. Lascas como si se tratara de un jamón. Jamones curtidos en Guijuelo. Mis amigos españoles me impelen a degustar el cebo ibérico. Los cerdos en las dehesas extremeñas persiguen las bellotas de los robles. No saben que su carne se adereza con el rústico sabor de las bellotas. Se convierten en jamones potenciales mientras hozan con total indiferencia. El cerdo es lo que come, certifican mis amigos españoles. Mientras echan en sus españolas bocas las fibras rojiblancas del jamón. Bajo un árbol nombrado García Lorca encuentro bellotas sazonadas con pólvora. Bajo otro árbol, un olmo centenario, recolecto las bellotas de Machado. Bajo ese árbol que es Juan Ramón Jiménez, disputo sus bellotas con un burro. El poeta es lo que come, manifiesto a mis amigos españoles. Mi carne va engordando en las dehesas arboladas de los libros. Sacarle lascas a la poesía. Lascas como si se tratara de un jamón. El hambriento lector afila su cuchillo.
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