‘NOCTURNO CARDÍACO’ Y OTROS POEMAS DEL SALVADOREÑO MANUEL BARRERA IBARRA

 

 

El poeta salvadoreño Manuel Barrera Ibarra

 

Crear en Salamanca se complace en publicar unos poemas de Manuel Barrera Ibarra, (Usulután, El Salvador, 1969), licenciado en Letras por la Universidad de El Salvador. Perteneció al reconocido Taller Literario “Xibalbá”, 1990-1994. Obras publicadas en poesía: “Memorias del Paleolítico” (Editorial Amada Libertad, 1999) “Mitómano suelto” (Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador, 2004), “Ganar la niebla” y “Tattoo” (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2015 y 2018) y “Estro” (Estro Ediciones, 2022). Premios: Primer Lugar Radio Francia Internacional, Alianza Francesa de El Salvador; Homenaje a “René Char”, 2007. Seleccionado para publicar en la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador por su libro “Mitómano suelto”, en la Colección Nueva Palabra, 2004. Invitado a festivales de poesía nacionales e internacionales en Centroamérica y Cuba (Uneac, La Habana, 2014).

La selección de poema ha sido hecha por el poeta Alfredo Pérez Alencart, del libro ESTRO.

 

 

NOCTURNO CARDÍACO

 

 

Y aquí tenemos a este corazón postrado, hecho

amasijo de soplos.

Vino mi abuela Julia a cubrirlo con su suéter de

paludismo y explotación terrestre.

Explotación de siglos, explotación que a ella le

incrustaron como una llaga,

y ahora me toca a mí gritarlo con el poderoso

caudal carmesí, tal vez se ahogue y lo

evacuemos del ser.

 

Corazón que en las noches de este nosocomio de

       seda puede ser un panal donde los infantiles

       aviones nocturnos guardan su miel de

       extravíos. Este corazón en su dura prueba de

       ser foco en el umbrío lodo del silencio. Este

       corazón yendo arriba y abajo entre monitores

       amarrados a cuerdas de neones azules.

 

Corazón como actor furioso entre relámpagos

      que ajan las medicinas, como fruto de

      veneno en todos los cuentos de hadas de las

      enfermeras somnolientas…

Y en este hospital, el más gordo y traidor rubí de

    la quietud temida.

 

 

 

 

HARLEY QUINN EMPAPA CON NOSTALGIA ESTE ASYLUM

 

 

Ella sabe que la locura es un carrusel nocturno

       que gira y gira.

Cada caballo de madera y fibra lleva su nombre

       grabado con corta pluma y fuego.

 

Es el legado al cual la cobijó su hombre de

      sonrisa larga y venenosa.

Ese hombre alimentado con bombas atómicas y

       relámpagos afilados.

Ese hombre que le manda películas con besos en

       “western”, y que ella disfruta de sopa en sopa.

 

Ella en su paroxismo sin fin prepara y plancha su

       mejor camisa de fuerza,

por si él la visita subrepticiamente y con

       ramilletes de acero.

Limpia la mejor silla invisible por si hay que

      quitarse las ropas malhechoras.

 

Ya cuadriculó las sombras de las rejas de la

     ventana y con la luna llena, porque al hombre

     de mordida verde le gusta el ajedrez salvaje

     cuando llega aburrido o hastiado de gente buena.

 

 

SONATA

 

 

Madre, escogeré el bambú más verde

para hacerte una flauta resistente.

En la noche apagaremos

las pavesas del silencio.

Los grillos vestirán

como emperadores

de la dinastía Han

y mariposas cetrinas llenarán

un deshojado árbol viejo

para hacer el aforo y la ecología;

después aplaudirte madre, aplaudirte.

 

 

 

LENTITUD

                                             A Li Tai Po

 

 

En la sombra que proyecta la silla

se sienta a cada momento el saltamontes.

El sol le repara su holográfico mueble

a cada momento.

El estío le cambia el mueble

a cada momento.

El saltamontes brinca, brinca y brinca

persiguiendo su negro holográfico descanso.

 

 

Barrera leyendo poemas de su libro

 

ESTRO DE T.D.A.

                                                        A Alfonso Cortes

                                            A Valeria

 

 

Yo no recuerdo a la gente por sus horas

     guardadas en su ropa

ni por sus abrazos de vino

ni porque se restriegan la cara con el pedazo de

    sol que compran cada mañana

a la chica que vende periódicos y ausencias.

Yo los recordaré por las once mil lamidas que les

     dan sus mascotas del purgatorio

cuando llegan del trabajo hechizados por las

      heces fecales de dioses,

ese sí es cariño de espaldas al fascismo

y a los deshielos de los viejos y olvidados polos.

Le mido a la gente, cada día el árbol que les

     crece con Humus Mull dentro del

refrigerador y que se compró para helar la locura.

Espero que los ancianos disfrazados de poetas,

       desde las ventanas con barrotes

me tiren los frutos justos que ellos

      mordisquearon para triunfar.

Invito a ser algo pálido y nocturno a los que

      pagan a los

muchachos Down que embolsan raquitismo y

       ofertas podridas en los

supermercados.

Soy algo de carretera en los relatos de caballos

       viejos que rumian

sus memorias frente a una laptop que se

      enciende desde mis entrañas-quimo.

Esta es la vida y a ella y al sol hay que hacerles

         una sombra azul para que

embodeguen el paso del tiempo y sus gusanos

      pasen a horadar la entropía de la

existencia y el sufrimiento.

No puede ser posible que los megalodones

      empiecen a tejer su océano

prehistórico desde mis ojos que aportan la

     vitamina desolada para los aburridos

paleontólogos oficiales.

Yo no recuerdo a la gente por su llanto ni por su

     risa inodora. La recuerdo por las

cicatrices que trae de otra vida igual de mal

      gastada que ésta,

por como estrechan la mano después de golpear

       injustamente a sus familiares o

firmar cheques sin fondos para los hijos

       amarrados a duros latidos.

Ya ustedes verán si me aceptan un café o un

     abismo cuando me importen.

 

 

Cuatro poetas salvadoreños, Barrera, Guevara, Domínguez y Peña

 

 

ANTE UN PELOTÓN DEL 36

 

Finge amigo, finge que no tienes frío ni

      parientes.

A ellos debiste bajar a patadas del árbol de

    granada,

pues no se merecían la altura de los atardeceres

ni la tenue luz de tu ESTRO colmando el poema.

 

Cierra los ojos e imagina a New York y su beso

       metálico,

su abrazo ruidoso, sus carruajes llenos de

     historia;

seria reconfortante estar ahí en estos momentos,

leyendo poemas y vidas a los trenes que pasan

forrados de seres con futuro.

Hombres y mujeres que con sus puños

entregan el signo forjado por Vulcano

a la libertad sin ambages.

Ahora lo quisiéramos, pero ya es muy tarde.

Estrena el pecho que te dio la luna,

y acuérdate del profesor que le gustaban tus

    madrigales.

Sé gallardo ante tanta nervadura infame.

Luce ante ellos el corazón de acero

con el cual bruñías tus palabras en los jardines

     del universo,

será la última vez que verán tu abecedario de ángel

por sobre el engarrotado vino del miedo de ellos.

 

Recitales los fuegos de las Erinias que guardas

        en tu dolor,

saca un buen escupitajo y el sincero himno de

         quien te tuvo

bajo el cobijo de los besos anónimos por sobre

        almohadas que eran nubes.

 

Agua de dramaturgia para calmar tu sed

y tu temple de bien parado rapsoda bajo el sol,

y que apunten bien, pues hasta en sus balas son

        impuntuales

los traidores y fascistas.

 

Barrera, Guevara, Domínguez, Peña, Pérez y Alencart, en San Salvador.

Dedicatoria de Manuel Barrera Ibarra al poeta Alfredo Pérez Alencart

 

 

 

 

  

 

  

 

 

   

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