‘EL LENGUAJE DE LAS BURBUJAS’, DE LA HONDUREÑA IVETH VEGA. COMENTARIO DE MARGARITA LEOZ

 

 

La poeta Iveth Vega con el libro reseñado. Foto de Marvin Salgado

 

Crear en Salamanca se complace en publicar el comentario que la escritora española Margarita Leoz ha escrito sobre el poemario Iveth Vega ‘El lenguaje de las burbujas’ (Editorial Efímera, Honduras, 2021,105 páginas), obra de Iveth Vega (Santa Bárbara, Honduras, 1991), poeta y correctora de textos. Licenciada en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Ha publicado los libros: Elementos sucesivos (Malpaso, 2021) y Amatista (Proyecto Editorial “La Chifurnia”, 2021). Ganadora del primer lugar en el Concurso de Poesía Narrativa en el marco del XVI Encuentro de Arte Estudiantil (Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 2019). Ganadora del V Premio Nacional de Poesía “Los Confines” (2021) con el poemario El lenguaje de las burbujas.

 

 

‘EL LENGUAJE DE LAS BURBUJAS’, DE IVETH VEGA

 

Con El lenguaje de las burbujas, su tercer libro de poesía, Iveth Vega (Santa Bárbara, Honduras, 1991) ganó el Premio de Poesía «Los Confines» en su edición de 2021, el mayor galardón poético en Honduras, y situó a su autora en primera línea de la literatura centroamericana actual.

 

La poesía de Iveth no se somete al capricho de las musas ni a la veleidad de las modas. No escribe en el momento ni para el momento, tampoco muere en él. En sus poemas se manifiesta el oficio y la paciencia de una pluma que anheló escribir durante mucho tiempo antes de osar hacerlo. Estas cualidades la distinguen, la tornan brillante, flotante, ingrávida, igual que sus burbujas, libre y liberada de los excesos del yo y de la bruma de lo instantáneo. «Los siglos me han sellado los labios, pero aún así / puede guiarte mi voz en el lenguaje de las burbujas».

 

La primera parte del poemario, titulada «Caer», nos habla de la caída universal de la condición humana («Yo estoy cayendo en los abismos de mis propias manos. / En mis propios sacrificios y carencias») y del anhelo por recuperar la perfección de la que un día formamos parte («Quiero volver a ser noble»). Esta restauración solo será posible si el ser humano se despoja de los lastres que amarran sus pies a lo terreno (las percepciones sensoriales que por su parcialidad emborronan la conciencia, el yugo del tiempo, la noción de la propia finitud) y emprende, a continuación, un viaje ―uno de regreso, en sentido ascendente― hacia el universo celeste del que partió, del que es originario.  

 

«Los brazos quieren volar, nunca nadar. Volar, para eso nacieron». De este modo, en «Flotar», la segunda parte del volumen, la voz poética ―múltiple, variada, poliédrica― emprende este ascenso, se eleva. Con el fin de alcanzar su meta, el reino del sueño se reivindica como vía de manumisión de la psique: «Solo en los sueños exclamamos sin culpa las palabras que nos definen y los deseos que nos pueblan. / Solo en los sueños la muerte y el tiempo pierden su imperio». La obra de Iveth Vega ―en este punto queda patente― bebe de André Breton, de las fuentes del surrealismo; el sueño surge como paraíso donde la lógica se estanca y la percepción se distorsiona y, en consecuencia, nos acerca a la auténtica verdad. No obstante, a diferencia de los poetas surrealistas, el cauce de Iveth no desborda en el torrente de la escritura automática, sino que reposa antes de entregarse a los versos.

 

Iveth Vega con otro de sus libros (Foto de Kevin García)

 

«Vivirás largos y luminosos años, pero no te bastará». La humanidad es limitada, es ruidosa, es contradictoria; está marcada por la insatisfacción, sobrecargada por la apreciación sensible, traicionada por el cuerpo («el cuerpo solo es un envase desechable»), ese recipiente sojuzgado a la podredumbre de su caducidad y al despotismo del olvido («la muerte vendrá a lavar nuestros rostros también»). Y, no obstante, en su paradoja, el género humano aspira a la sabiduría, a la pureza, a lo infinito, a lo eterno.

«Intento descifrar los mensajes de los astros». Al final de El lenguaje de las burbujas, la reconciliación se intuye posible, aunque la belleza y el conocimiento y la plenitud pasen por el silencio y por la aniquilación de la temporalidad. Para aprehender lo profundo es preciso no mirar, no hablar, adoptar otro lenguaje, porque el lenguaje humano se muestra incapaz («La voz quiere nombrar, quiere crear, quiere invocar, pero las burbujas ahogan los intentos»). En este libro, como en toda la literatura de calidad que se precie, la escritura es también una búsqueda de la propia escritura, un afán por rebasar los límites de la imposibilidad de nombrar.

 

A pesar de su juventud, la poesía de Iveth no es titubeante, visceral o irreflexiva. Todo lo contrario: se desvela filosófica y cosmológica, matemática en tanto que pugna por comprender las propiedades de lo abstracto. En sus páginas hay telescopios, estrellas, capas terrestres y celestes, planetas, seres mitológicos y ruinas antiguas, aves acuáticas, proporciones áureas y relojes, preguntas sin respuesta. Su voz busca la exquisitez, la iridiscencia, aspira a la armonía, a la música de las esferas. Y, sin embargo, no deja de mirar con compasión nuestros afanes humanos, los nuestros, los de esas hormigas que somos y que, dicen sus versos, «llevamos sobre nuestras cabezas las semillas de la civilización, por un camino que no se acaba nunca».

 

Que el camino de la escritura de Iveth Vega sea largo. Luminoso ya lo es.

Los poetas Salvador Madrid, Iveth Vega y Margarita Leoz en honduras. Foto de Marvin Salgado

 

Margarita Leoz (Pamplona,1980). Filóloga y escritora española, Se formó en Filología Francesa por la Universidad de Salamanca, estudiando también Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona. Leoz ha publicado artículos y críticas literarias en medios como Litoral, Cuadernos Hispanoamericanos o Revista 5W. También ha ejercido como comentarista literaria en programas de radio y televisión y, en 2021, fue seleccionada por la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) para el proyecto «10 de 30», una iniciativa que elige a los diez mejores escritores menores de cuarenta años para promover su obra en el ámbito internacional. Su producción cuenta con poemarios —El telar de Penélope—, libros de relatos —Segunda residencia y Flores fuera de estación— y novela —Punta Albatros—

 

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