EL ITINERARIO DE LA PALABRA POÉTICA DE A. P. ALENCART: ‘EL SOL DE LOS CIEGOS’. COMENTARIO DE JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS:

 

 

Alfredo Pérez Alencart en el Casino de Salamanca (foto de Gabriel Alonso)

 

Crear en Salamanca agradece al destacado poeta abulense José María Muñoz Quirós por permitirnos publicar su comentario en torno al libro de Alfredo Pérez Alencart. El mismo fue leído el 18 de febrero de 2021, durante la presentación del mismo en el Casino de Salamanca.  En el acto también intervino la poeta Asunción Escribano y fue coordinado por el poeta José Amador Martín. José María Muñoz Quirós (Ávila, España, 1957), ha obtenido numerosos premios, entre los que figuran el Premio Fray Luis de León de la Junta de Castilla y León, el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma, el Premio Internacional San Juan de la Cruz, El Premio de Poesía Ciudad de Salamanca o el Premio Alfons el Magnanim. También, por el conjunto de su obra, recibió el Premio de la Letras Teresa de Ávila (2028). Ha publicado más de treinta y cinco poemarios, la mayoría de cuales se han reunido en “Tiempo y Memoria (Vitrubio, Madrid, 2016). Muñoz Quirós ha sido catedrático de Lengua y Literatura en un instituto de su ciudad natal, es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y Doctor por la Universidad de Valladolid. También es presidente de la Academia de Juglares de Fontiveros; Miembro de la Academia de Poesía de Castilla y León; director de la revista de artes y letras “El Cobaya” y Miembro del Consejo Asesor de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos de Salamanca, así como jurado del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador.

 

 

EL ITINERARIO DE LA PALABRA POÉTICA DE A. P. ALENCART:

 ‘EL SOL DE LOS CIEGOS’

 

 

 

La poesía, una vez más, intenta ocupar el espacio esencial que precisa para llegar a ser la expresión que da forma al universo de un poeta, sus raíces arraigadas en la palabra, la mirada, que nos es ciega sino absoluta, de quien sabe mirar a pesar del sol deslumbrante que puede impedir la captación de las cosas.

 

La poesía se transforma en un instrumento fundamental para conseguir alcanzar el objetivo último de sus implicaciones con la vida y el ser humano, con la realidad y el misterio, las dos caras de la identidad del poeta frente al mundo.

 

 Al abrir ‘El sol de los ciegos’ (Vaso roto, Madrid, 2021), libro de Alfredo Pérez Alencart, se nos presenta una poética que encauza la trasmisión de lo que va a acontecer a lo largo del poemario, como una perfecta advertencia de la finalidad y el sentido profundos de la poesía y sus vericuetos por el alma humana:

Vi cosas que no se ven

y me revestí de lo justo…

 

y esa percepción le conducen a la construcción de cada poema, huyendo de la repetición, encaminándose como un humilde carpintero, como un artesano en su taller. Ya sabemos por las palabras del poeta que “el sol de los ciegos: he aquí la poesía, brújula que orienta a ciegos perdidos y a quienes cuyos ojos todavía resbalan, sin ver lo que está por llegar”.

 

Alencart firmando libros, al final del acto (foto de Gabriel Alonso)

 

 

La poesía se convierte de este modo en una suerte de capacidad de penetrar en el destino del ser humano, de ser guía y señal de profundización en lo desconocido. La poesía es un territorio ardiente, una voz sonora y suficiente, un nutriente para los necesitados de luz, y la capacidad de generar el mundo y sus enigmas.

 

Este poemario se sitúa en diferentes planos, en distintos espacios poéticos y en diversas latitudes emocionales:

 

– La visión espiritual de un hombre profundamente religioso y comprometido.

– El amor como motor generador de toda la armonía esencial de la existencia.

– El paisaje emocional de la ciudad en la que vive, la Universidad con Unamuno al fondo.

–  La memoria de una vivencia total en el sentir amoroso con Jacqueline en el centro de su universo.

 

El poeta vive en un constante compromiso (al que llegó de la mano de su esposa y compañera) y nos ofrece una reflexión seria, serena, honda, de todo lo que su vivir significa desde este horizonte en el que se divisa la presencia del hombre en el destino de su contexto más próximo, el sentido de la justicia, de la paz, de la armonía. La familia y tos sus intensos lazos. La memoria de lo vivido, el amor paternal, la amistad fraternal, son los eslabones que su espíritu recorre de la mano de un anhelo de verdad y de vida.

 

 El poeta es un individuo que necesita creer, sentirse fiel a sus descubrimientos, a la espiritualidad que le muestra el lado más luminoso de lo cotidiano.

 

Sin hablar de poesía religiosa, estos poemas están en el ámbito y la onda de la espiritualidad, del compromiso, de la búsqueda en los hondos precipicios de la luz interior, que le sitúan en la cercanía de los enigmas de la existencia.

 

El amor, en estos poemas, es una fuerza iniciática, un impulso hacia lo esencial y necesario. La fuerza del amor lo fecunda todo, lo llena todo de verdad y nos entrega la claridad frente a lo oscuro. Se nos regala un vuelo constante sobre la mirada del poeta, alentándole y alentándonos en un espacio de amor. El mismo ejercicio de la poesía es un metalenguaje del sentir amoroso: las imágenes, las palabras, los gestos son dibujos de líneas trazadas sobre el rostro permanente del ser amado.

 

 Vemos y sentimos la ciudad de Salamanca, vivida por el poeta, como un escenario que apenas es nombrado pero que se refleja con numerosos afectos, en múltiples matices, en su Universidad, en la dorada armonía de la piedra, y allí Miguel de Unamuno sigue palpitando, alimentando verdades y destapando dudas y sentimientos trágicos de la vida. La universidad donde:

 

Uno viene a ti y rompe

el reloj de arena

de la espera,

 

y se retiene

en un prolongado abrazo

por el tiempo,

 

y sorbe de tu cáliz,

anhelando saberlo todo.

 

Curso a curso,

nadie olvidará el rastro

que dejas.

 

Cómo no descubrir en las páginas de “El sol de los ciegos” la luz de Jacqueline, su paso por la palabra amante y vigorosa de muchos de sus poemas, la melancolía que una mujer como ella ha sembrado en todos los que la conocimos y quisimos, y en Alfredo es permanencia de absoluto, mirada total, abrazo que genera la fusión sin dejar nunca de ser hondísimo existir. La poesía le ayuda a permanecer en el centro de su vida, la de la amada, la de quien no abandona su ruta, compañera en la memorable travesía de lo cotidiano, y de esta manera el poeta, el compañero, el sembrador de estrellas, surcará los caminos con su presencia en las profundas cavernas donde transita, sin descanso, su eco y su mirada.

 

“El sol de los ciegos” sabe ver lo que no vemos. Cuando este poemario nos ha forjado una ruta más allá de las palabras, hemos podido ver, nos hemos acercado hasta la orilla de un océano de transparencias, también a un universo de profundas dudas, de exilios, de lejanías.

 

Ahí es donde el poeta nos deja solos, nos suelta de su mano y nos ofrece la hermosa música del corazón, la que expresa la melodía del alma, la que nos envuelve con el inmenso secreto de la bondad y el perdón:

 

Apártate

de la hoguera del rencor

porque luego tendrás

que alimentarla.

 

(…)

 

El refugio ideal

es el perdón.

 

 

Los poetas Muñoz Quirós, Alencart, Escribano y José Amador Martín (foto de Gabriel Alonso)

 

 

 

 

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