Santiago Montobbio
Crear en Salamanca se complace en publicar estos poemas escritos por el poeta catalán Santiago Montobbio (Barcelona, 1966). Es licenciado en Derecho y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Profesor de Teoría de la Literatura y Crítica Literaria en la UNED. Tiene publicados numerosos libros de poesía.
LA POESÍA INUNDA LOS PASILLOS, LAS AULAS,
las calles, las alcobas. La poesía
es tan libre como un pájaro
y no se resiste a dejar de ser misterio.
La poesía nos puebla, nos inunda, nos penetra.
Pertenecemos a la poesía. La tierra es poesía.
Pero está también la noche, y el miedo,
y las fauces del tiempo y el olvido.
También la poesía es su signo.
Si abandono la poesía, del hombre abdico.
Aun en el silencio en ella vivo.
De La poesía es un fondo de agua marina (2011)
LOS SOLES POR LAS NOCHES ESPARCIDOS.
Las lluvias impensadas. Los compases que marca el alma
y en los que la vida se encuentra y se descansa.
También asalta. Con fino pulso los registro.
Escribo un cuaderno a su dictado,
en el que me digo a mí mismo
y ausculto al mundo. Tomo el pulso a esa noche
con soles esparcidos. A las lluvias impensadas.
Y el alma es puerta que se abre, también
puerta cerrada, llave que a nadie jamás confía,
sólo acaso a una música que en el arte la busca.
La puerta se abre a mi paso y adentro lleva.
No sé deciros nada más acerca de ella.
De Los soles por las noches esparcidos (2013)
ME TIENDO A LA SOMBRA DE LA TARDE
o del alma, y con el mar al fondo de la mirada
enhebro las palabras. Quiero vivir y amar,
aun la vida y el amor que me han quedado,
por tantas heridas penetrados. Quiero esta tarde
y la rama en que el sol se inclina,
también acaso de palabras, como el mar
o como el alma, horizonte y agua
al final del corazón además de la mirada.
La poesía es esta agua que nos salva.
De Hasta el final camina el canto (2015)
TENGO UN LIRIO, O SOY UN LIRIO, YA QUE EN LA LIBERTAD DEL AIRE
con pureza así lo siento, y se corrompe,
porque el lirio se corrompe como la hierba mala,
como tan bello y hondo cantó Cernuda,
para luego acordarse del poeta y dejar
como sobre mármol grabado su retrato,
en aquel precioso poema dedicado a Keats
que yo transcribí de mi puño y letra
en la primera página de la edición mexicana de su poesía,
y que le regalé a mi hermano hace tantos años,
una de las veces que fui a su casa a Madrid,
a la buhardilla de la Plaza Mayor donde vivía
al poco de sacarse la oposición. Pero el amor
por Cernuda me despista y ensancha mi discurso.
Yo estaba con el lirio, el lirio blanco y limpio,
o preciosamente morado y en su belleza esplendente,
o el lirio de agua de los viejos veranos, y decía y pienso
que el alma es este lirio, el espíritu libre
de servidumbres y falsías, la conciencia blanca
como una mañana que empieza y ya no tiene mancha.
El lirio sigue blanco, sigue firme, ahora pienso,
pero la vida en que vivir debe sí se corrompe,
y para él de pronto todo es cerco y es peligro,
es la presa sobre la que la noche y el dolor se ciernen,
la pieza que la maldad o el pesar o el diablo
que se esconde en tantas cosas codicia y quiere.
Pero, aunque sea un milagro, aunque no pueda
en pura lógica esperarse, quiero y voto
porque este lirio como tal lirio permanezca,
intocado, libre, puro, y que pueda pervivir
aun en el desierto y las agresiones feroces de la vida.
El lirio ha de ser mañana y esperanza. El hombre
ha de ser lirio. Si no vivir no tiene sentido,
es el mundo un desatino. Así en verdad es,
y al decirlo me corrijo: pero aun en ese absurdo,
ese sinsentido, ese desatino, hemos de ser viento
y el lirio que como espíritu en él esplende.
(La blancura que nace de la tierra
ha de lograr pervivir sin mancha).
De Sobre el cielo imposible (2016)
HE TENIDO QUE VOLVER A SER PEZ Y SER ESCAMA.
He tenido que volver a ser antiguo. Que ser limpio.
Que ser otra vez niño. He tenido
que recuperar la infancia y volver
a las edades más antiguas de la tierra.
A la memoria perdida. Al tiempo sepultado.
He tenido que volver a ser el fuego
y la luz del primer día, que la tiniebla
aleja y rasga. He tenido que ser
otra vez pez, antiguo y niño
para que sea cierto mi querer. Para quererte.
Para que mi amor sea profundo y verdadero he tenido
que perderme y olvidarme, que dejar atrás
como a quien se le cae del bolsillo en una esquina
mi vida pasada, y he tenido
que atravesar el tiempo, que agotarlo
y volver a estar en el principio. (Adiós a todo,
y bienvenida a la vida
en ti y por ti sentido). Sólo así
puedo sentir que te quiero, y que así
el amor se ha cumplido.
De La lucidez del alba desvelada (2017)
BIENAVENTURADOS LOS QUE NO SABEN LEER Y ESCRIBIR
porque ellos serán llamados analfabetos. Hoy es el día
de las bienaventuranzas y en la iglesia recuerdo esta añadida
bienaventuranza de Bergamín. Y veo en ella no sólo
un rasgo de humor o sarcasmo, hasta un elogio
de la vida sin letras y a la que no le hacen falta,
ese analfabetismo cuya decadencia lamentó y con esta palabra
dio título a un ensayo, por cifrar y retratar acaso
ese hombre libre de letras y fundido sólo con la tierra
y con el campo, intuyo y veo todo esto pero veo también
en esta bienaventuranza nueva una pura aspiración al silencio,
una celebración del misterio callado y que no se puede decir
y está en el secreto de la vida y para el que las letras
no bastan y no sirven, no lo acercan ni penetran. Veo
en esta bienaventuranza una añoranza y loa del silencio
y del saber que no se puede decir lo más secreto de la vida.
La poesía se acerca, lo intenta en la música de su canto,
y por ello tantos hay que no la comprenden, la buscan
o la ignoran y expulsan de la ciudad y de los pueblos
a quienes la ofician. La poesía lo intenta, pero también
sabe que tras ella hay un hondo silencio y que no
lo alcanza, a él no llega, aunque también con él se hace
y de él viene. La bienaventuranza que merece el silencio
no necesita ya ingenio ni humor, ni apariencia
de juego de prestidigitador en las palabras. El silencio
es una bienaventuranza, merece una bienaventuranza el silencio,
porque bienaventurados son los que no manchan el silencio
y en el fondo de su corazón conservan en él de la vida el secreto.
De La antigua luz de la poesía (2017)
ADIÓS, ROMA. ADIÓS. PARA SIEMPRE. ¿O VOLVERÉ?
¿O volveré yo a ti, aunque no haya podido esta mañana
echar ninguna moneda en la Fontana di Trevi?
Roma, no te irás. Estarás en la poesía y en mí,
me acompañarás como una música de fondo en la vida,
como acompañaste así a mi padre y esto para él fuiste.
Escribo en parte en su memoria también estos poemas.
Digo en parte porque los escribo para todos, para nadie,
como dijo Nietzsche en su libro autobiográfico
que escribir quería. Y en verdad así sientes
que escribes. Así he escrito
estos poemas. Te has escrito también tú
en ellos, Roma. Tú los has escrito
para todos y para nadie y mientras a través mío
los improvisaba a cada paso un ángel escondido.
Vayan hasta el final del corazón de los hombres,
hasta el final del tiempo, mientras corra el agua
de tu río, mientras corra el Tíber
suenen en él y como agua estos poemas,
suenen y corran como agua viva y agua que salva,
agua que brilla, agua que tiembla,
agua que si a veces es oscura es para decir
de esta manera la verdad, la verdad oscura.
La verdad de Roma y de la poesía. De la poesía en Roma
y su sonar como agua escondida tal un río
hasta el fin del tiempo y del corazón del hombre.
De Poesía en Roma (2018)
ERNESTO CARDENAL, AHORA, DENTRO
de poco, esta mañana. En su casa.
Le llevo mi último libro y libros
suyos, y también un encargo
de Amelia, la Antología de El Bardo
en que incluyeron íntegro el texto
de La hora cero, que ellos publicaron,
y que lleva ese texto legendario
para la poesía española que escribió
José Batlló para abrir la antología,
cien páginas de vida y poesía
y las peripecias de la colección
con la censura y tantas cosas.
En esta historia, en esta aventura,
Ernesto Cardenal, y el encargo
de Amelia de que le lleve la Antología
para que vea que lo incluyeron con todo
honor en ella, y que lo haga con un
abrazo muy cariñoso de su parte. La hora cero
de Ernesto Cardenal que se incluyó
en un libro emblemático para la poesía española.
Su Cántico cósmico que le llevo, con unas palabras
de nuestra común amiga Luce López-Baralt,
que también quiere mi poesía, y su último
libro, que compré en Granada el otro día
en la multitudinaria presentación que
hubo, y una antología editada en Nicaragua
y también comprada allí. Y La antigua luz
de la poesía, mi último libro. Sí, la poesía
es una antigua luz, es el lugar de la reunión,
como dice Gamoneda, es un abrazo y un encuentro.
Va a serlo esta mañana entre Barcelona y Managua.
De Nicaragua por dentro (2019)
VOY A BAJAR POR LAS CALLES DEL TRASTEVERE
y pienso en ti, padre, y en la España rota
y en guerra en la que aquí viviste
y a la que volviste. Lo pienso y lo recuerdo
porque por ello se me ha preguntado. Pienso
también ahora que quizá no se entienda bien.
Tú eras demócrata convencido, eras monárquico
y también eras católico. Quisiste combatir
sin disparar un tiro y querías la paz,
y también la reconciliación de España.
Una persona como tú -y había otras,
conocemos las muy célebres, personas
que fueron mártires-
no gustaba mucho en ninguno de los dos
bandos. Y seguiste sin gustar en la España
de Franco, y Franco sin gustarte a ti.
En uno de sus plebiscitos propagandísticos
y falsos pusiste en la papeleta un lema:
“Mientras la ciudad duerme, están despiertos
los centinelas”. Éste fue tu voto,
siempre, toda la vida. Y la paz
la quisiste también en la guerra
–Paz en la guerra quisiste, como el título
de Juan Ramón-, y la quisiste también entonces,
muy joven, y en ella. Ion me preguntaba
El día de la presentación en Roma
de estos poemas romanos (te hubiera
gustado) si nos hablabas de esto.
“De la guerra no. De Roma sí”, le respondí.
Porque es verdad. Recuerdo
que al final de tu vida me contaste
que el primer día de acabada la guerra
el cura castrense, en la misa
que celebró, hizo una homilía preciosa.
Decía que todos los españoles éramos hermanos.
Y que ahora, acabada la guerra,
había que olvidarla. Olvidar
la confrontación y que hubiera
reconciliación. Ser hermanos.
Pensaste que esto es lo que
tenía que ser y querías que
fuera. Me añadiste que
tardaste cuarenta años
en volver a oír decir
algo así. Tampoco
les debió gustar ese cura. Lo digo
para no falsearte, padre, y
que se te entienda y se te conozca
bien como yo te conozco, que soy
tu hijo. Para que se comprenda
la complejidad y los matices
de la guerra y ese tiempo dramático
de España, que siguió siendo así
-dramático- décadas. Quizá tenía
que volver a Roma para decirlo.
Volver a Roma es, ha sido
otra vez volver a ti. Y a España.
Vuelta a Roma. A España. Roma
en España. España en Roma.
He de ir a encontrar su memoria
en las viejas calles del Trastevere.
De Vuelta a Roma (2020)
DÍA DE SANT JORDI CONFINADOS. RECIBO
mensajes de amigos que así lo indican,
Sant Jordi desde els balcons, cosas
así. Sant Jordi encerrados en casa
y no en las calles, el aire y el sol
desde el balcón. Pero los libros son
la libertad. Lo son también hoy. Por esto
iba a retomar la lectura de los Carnets de Camus
donde los dejé -que es muy al principio.
Me iba a poner a leer -una libertad, un acto
precioso de libertad. Leo justo donde lo dejé
estas palabras de Camus: “Que la vida es la más
fuerte: verdad, pero principio de todas las cobardías.
Hay que pensar ostensiblemente lo contrario”. Lo
sabemos, se ha puesto de manifiesto y de modo
terrible estos días cuán frágil es la vida.
Saber y actuar de acuerdo con esta fragilidad,
con su desamparo profundo -el desamparo
cierto que es la vida- es la valentía, sí.
La necesitamos. También la libertad. La libertad
del conocer y del canto, del ritmo de la sangre
al que evoca y con el que se acompasa la poesía,
de dirigirnos hacia lo primero y lo antiguo, como
hace el arte. Evoco y practico hoy esta libertad,
y para ello cojo un libro.
De De infinito amor (Cuaderno del encierro) (2021)
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