Gastón Baquero por Alfredo Pérez Alencart (Salamanca, 1993)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir dos poemas del libro ganador del último Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero, convocado por Editorial Verbum con el apoyo de la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca (SELIH). El ganador, Luis Manuel Pérez Boitel (Cuba,1969), ha participado en las lecturas virtuales del XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, recientemente celebrado en Salamanca. Boitel ha publicado en diversas editoriales cubanas y extranjeras los poemarios, entre los que se destacan: Unidos por el agua (Editorial Capiro,1997); Aún nos pertenece el otoño (Editorial Casa de las Américas, 2002); Para no quedar en el andén (Editora Capiro, 2002); En esta extraña circunstancia (Editorial La cuadrilla de la langosta, 2005); Ciudades del invierno (Ediciones Ávila, 2005); No llames en la noche (Editorial Azafrán y cinabrio, 2005); Memorial de invierno (Editorial Casa de Teatro, 2006); Las naves que la ausencia nombra (Editorial La Garúa Libros, 2008); Hay quien se despide en la arena (Editorial La Ronda, 2010); Artefactos para dibujar una nereida (Editorial Secretaría de Cultura de Coahuila, 2014); Mecánica sobre el ciudadano A (Editorial Vigía, 2018). Ha obtenido importantes reconocimientos
literarios como el Premio Casa de las Américas (2002) y el Premio internacional “Manuel Acuña” de poesía en Lengua Española (2013). Posee la Distinción por la Cultura Cubana que otorga el Ministerio de Cultura en su país.
El premiado Luis Pérez Boitel
FALLO DEL XIII PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA
“GASTÓN BAQUERO” 2020
El jurado del Premio Internacional de Poesía “Gastón Baquero” 2020, integrado por
los críticos y poetas Raúl González García (España), Pedro Shimose (Bolivia-España), Alfredo Pérez Alencart (Perú-España), Pío E. Serrano (Cuba-España) y el ganador de la convocatoria anterior, Jorge Luis Arcos (Cuba) acordó otorgar, por mayoría, el XIII Premio Internacional de Poesía “Gastón Baquero” 2020, al poemario Contra la noche es el juego, del poeta cubano Luis Manuel Pérez Boitel, al considerar, en palabras de Jorge Luis Arcos: «Este libro de Luis Manuel Pérez Boitel es capaz de crear un universo propio, con un lenguaje ‘poético’ muy suyo, muy sugerente. Nunca se agota su sentido. Tiene certeras intertextualidades. Es un libro cerrado sobre sí mismo» y de Raúl González García: «El mejor libro con diferencia. Renovador, valiente, intenso. Poemas en prosa, de aliento narrativo, pero que avanza en círculos. Gran ejercicio con el lenguaje […] El libro, la vida, la belleza, la rosa son un juego contra la noche, el desconocimiento y la pérdida». Igualmente, el jurado señala los valores del accésit resultante: Desnacerse, de Carmen Palomo Pinel (España).
Gastón Baquero, Alfredo Pérez Alencart y Pedro Shimose, en la Pontificia de Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar, 1993)
DIÁLOGO CON GASTÓN BAQUERO
1
ya no soy un niño, Gastón Baquero, en el díscolo paisaje,
a la deriva de las cosas que puedo decir como epílogo de
tantas utopías, tanto reino junto. sangro en mi sino por
estos daguerrotipos, sueños estos, la abulia, confusión que
me alimenta el mal dormir, rémora de estos mediodías.
de vuelta estoy en el mortecino relieve, en las parcelas
civiles, con la maquinaria de la noche, el paso gélido del
animal que nos habita. Enrico está en los espectros de lo
insondable. lapislázuli. piedra sobre piedra. el rostro cubre
lo agreste de los días y escapa como si fuera un viento que
renueva todo lo que está por venir. goteante sortilegio.
la sed del comensal. la sed del otro. en el remanso de
tanta isla, siento tanto vacío, lo indiferente como cielo
real a estas parcelas. convocada mi sombra viaja entre
los nidos de la noche. el desaforado tiempo nos corta la
cabeza. Enrico está donde las aguas de la isla. ayer fue
el crepúsculo. en la desesperación ya no soy un niño
realmente, es como si la isla quisiera decir alguna palabra
precisa. algo que la habita, pero ya no soy un niño, Gastón
Baquero, ya no puedo decir.
Carlos Edmundo de Ory y Gastón Baquero en la Universidad de Salamanca (foto de A.P. Alencart, 1992)
2
el nuncio ha tocado la puerta. un aire azafranado cubre
los huecos de la casa de madera donde mi padre estuvo
siempre con su cáncer y su fe por las palabras. irracional
ha sido el aguacero que nos dejó los cuerpos imperfectos
a la intemperie. los caballos que estaban en el patio,
como guardianes de la noche, y escaparon sin saber de
las lobregueces. lo matinal. la salida. tenebrosa ha sido la
otra página, el infortunio de otros cuerpos. isla que ya no
será como antes, pero que va creciendo como la raíz de un
algarrobo, una música llega a tus costas cubiertas de tanto sol
arrastrando esta impenitencia. también un día dibujaré una
palma en tu veteado paisaje. el nuncio se despide. el niño que
ya no es, también calla. inmensos son estos relieves, isla mía.
figuraciones de un verano. restos de algo. el nuncio y el niño
que ya no es tiran un barco de papel en el contén. el tiempo
mismo, el recobrado espacio, simplemente ha hecho lo
suyo. si algo pasa dos veces, nada diré; difícil resulta, querido
Gastón, mirar de cerca la aurora.
Luis Alberto de Cuenca, Octavio Paz, Gastón Baquero, Jaime Siles y Carmen Ruiz Barrionuevo en el Palacio Real de Madrid (foto de A. P. Alencart)
3
Yo no sé escribir y soy un inocente.
Nunca he sabido para qué sirve la escritura y soy un inocente.
Gastón Baquero
un pedazo de raíz en la tierra, también soy Gastón, aunque
me han quemado las ramas y no he sido yo la tierra más
firme en estos descampados, ni la sed de la raíz que
nunca llegó al fondo, a la desembocadura de algo, ni al
verano mismo. yo tampoco sé escribir y no me atrevo a
despoblar un paisaje ni a llegar a las costas de una isla sin
persignarme, sin pedir perdón a los que llegan. un pedazo
de tiempo he sido, y mi nombre no tendrá razón en esas
grandes luminarias de una ciudad del mundo, cosmopolita
ciudad de estos tiempos para clavetear este poema donde
también soy un inocente, alguien que desconoce cómo
hierven las palabras en la memoria y nos salpican como si
fueran avalanchas y silencios recobrados. mis otras raíces
ya no existen, y no sé escribir querido Gastón porque ya
no tengo manos, ni sueños, ni realidades que compartir y
siento un terrible miedo que se escapa de toda definición
del inocente que soy, del muchacho que soy cuando me
atrevo a pensar en tu dolor, en tu difícil distancia, de tu
andar, de tu sentir a cuestas. yo que soy un pedazo de raíz,
que no soy nada, me atrevo a descubrir tu otra ciudad,
para que vengas a decirme frente mí, que “yo soy un
inocente, ciego, de nube en nube, de sombra en sombra levantado”
para que te habite el silencio como a mí, que soy también
ese niño que no duerme, que se estremece cuando
mencionan tu nombre, y llega al límite de la desesperanza
como los escolares que llegan por vez primera al curso, y
disfrutan de sus lecciones que quizás son los sueños, la fe
matinal. pero aquí yo soy un inocente, alguien que no sabe
si vivir cuesta toda la vida o es un pedazo de esta raíz que
no tengo, de esta felicidad que no tengo, para que llegues
tú, querido Gastón mío, y te sientas como el más sublime
estudiante a preguntarme por el inocente, es decir, su
destino, por los cometas que se izaban en la isla, y por el
mar, por si he visto el mar o algún simple marinero que
nos indique por dónde seguir camino
José Hierro, Baquero y Alfonso Ortega Carmona, en el Palacio Real de Madrid (foto de A. P. Alencart)
CONTRA LA NOCHE ES EL JUEGO
BAJO los estertores, en el mismo hospital que despedí a mi padre,
hay un extraño en la misma cama, como si la escena se repitiera.
deambula la familia y nadie se atreve a decir lo inevitable, esa
mixtura que hacen los días. lo trascendente es mirarles a los ojos al
enfermo, con rara vestidura él ya imagina su paso por el trasmundo,
el códice de los que están saliendo del círculo. contra todo
pronóstico, quiere decir algo, mastica unas palabras sin remedio,
ensaya una sonrisa, una simple sonrisa para evadir la mala racha; y el
que está más próximo añade: − parece que ya está mejor! aunque sea esta
una sonrisa para el que deambula, la parentela que deambula, para el
que espera el turno. de un momento a otro abre los ojos el que está en
la cama número veinte y cuatro, en la misma cama que despedí a mi
padre, y así queda el cuerpo para no decir más, para no decir.
BAJO una luz descifro lo que nos va quedando. territorio que nada
podrá equiparar el vacío, lo mínimo, especie de arte minimalista para
los que están sobre la cuerda. de un punto a otro solo hay dos puntos
y un gran temor al salto, estoy en un hospital, en la cama de un
hospital, en el centro de la cama misma que hace el centro donde la
familia observa, a mi lado la familia, la familia como lado, como
sustancia, brizna, imán de los días, días estos que pasan. misterio de
la media luz, una luz goteante, un lugar donde todos miran el reloj,
sin conocer que contra la noche es el juego. el juego del que se
suministra una sobredosis de seconal sódico, y es casi un cadáver
exquisito, un cadáver para el día próximo, un muerto más entre
tantos muertos.
Foto de José Amador Martín
EL juego es contra la noche, en este hospital veo la familia como
nunca, y yo que he sido el hereje, el buscapleitos, la mala cabeza, solo
pido un minuto mientras el seconal sódico transite el cuerpo, el
rostro del poema. el de la izquierda de mi cama mira horrorizado el
próximo turno, su turno, la línea frágil que hace el cuerpo, el seconal
sódico, para el que tiene la mirada fija, invisible para el tiempo
mismo. invisible para el que no quiere el turno y le dan un puntapié
para que sea el muerto real. el juego es contra la noche, lo inerte, una
especie de sobredosis, la alianza que Octavio Paz definió: la palabra en
la punta de la lengua. y la lengua se tuerce con el seconal sódico, y es
promiscua, se deleita para que el cadáver exquisito tenga cierto sabor
a gloria. el juego es contra la noche para que el muerto no sea un
muerto común y corriente.
Foto de José Amador Martín
UNA sobredosis doblará mis arterias y siento el reino de lo
intangible, de ciertas realezas. bien sabía Pere Gimferrer: Duró más
que nosotros aquella rosa muerta. duró más que nosotros las campanas
del pueblo, y la callejuela donde mi padre vendía estampas de santos.
duró más, es cierto. la rosa muerta es una libación de pasado, un
rostro que sentencia la belleza de aquella otra rosa muerta ya, de rosa
misma en el lugar que estaba la belleza que pudo ser más evidente
pues: Duró más que nosotros aquella rosa muerta.
Foto de José Amador Martín
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