‘ORDEN Y DESORDEN EN LA MIRADA POÉTICA DE MARGARITO CUÉLLAR’. PRÓLOGO DE CARMEN RUIZ BARRIONUEVO PARA EL LIBRO GANADOR DEL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

 

El poeta mexicano Margarito Cuéllar

 

 

Crear en Salamamca se congratula en publicar, como primicia, este prólogo escrito por Carmen Ruiz Barrionuevo, una de las reconocidas especialistas en Literatura Hispanoericana a nivel internacional, en torno al libro ganador de la VIII edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, titulado ‘Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas’, del mexicano Margarito Cuéllar, el cual sobresalió entre los 1304 trabajos presentado a la VIII edición de este galardón salmantino.

 

El jurado estuvo integrado por Pilar Fernández Labrador, António Salvado, Carmen Ruiz Barrionuevo, Jesús Fonseca, Alfredo Pérez Alencart, Carlos Aganzo, José María Muñoz Quirós, Inmaculada Guadalupe Salas y David Mingo. Victoria Pérez Castrillo actuó como secretaria

 

Margarito Cuéllar es autor de una decena de poemarios muy valorados por la crítica especializada y ha obtenido importantes reconocimientos por los mismos, el último otorgado en Huelva el año 2020, el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, por su libro ‘Con Nadie, salvo el mundo’. Otros reconocimientos son el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (2014) o el Premio Hispanoamericano Festival de la Lira (Ecuador, 2019).

 

Este prólogo sale publicado en el libro editado por la Diputación de Salamanca y que se presentará el día 13 de octubre, en el marco del XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos.

 

 

ORDEN Y DESORDEN EN LA MIRADA POÉTICA

 DE MARGARITO CUÉLLAR

 

 

La obra de Margarito Cuéllar (San Luis Potosí, México, 1956) ocupa una larga trayectoria de casi cuatro décadas, desde su primer libro Que el mar abra sus puertas para que entren los pájaros aparecido en 1982, hasta su última entrega Nadie salvo el mundo, galardonado con el XL Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez en 2020, al que se suma ahora Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas. Autor reconocido en varios países latinoamericanos y en España, cuenta premios y libros publicados en países como Chile, Ecuador, España y Colombia, pues el poeta se ha interesado en trapasar la frontera de su propio país para acceder al ámbito latinoamericano. No ha pasado desapercibido el mexicanismo inserto en Nadie salvo el mundo, el último título de su producción conocido en España,  junto a este que ahora que ve la luz al que se concedió el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador en su octava edición, en el que trasciende y revive ese mexicanismo asentándolo en un itinerario que abarca un homenaje a Colombia y sus poetas. El propio autor confió enseguida, en las primeras entrevistas, que Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas, es un libro concebido en Colombia y su tema desarrolla el motivo del viaje, que también aparecía en el libro precedente aunque como búsqueda del origen, pero que en este alcanza una expresión nueva.

 

Llama la atención que un libro de poesía lleve en su título la palabra Ensayo, termino que parece desplazado de otro género literario más vinculado a la prosa, pero, si nos fijamos bien, su sentido hace referencia a la primera acepción del término según el diccionario: “Acción o efecto de ensayar”. Cobra entonces su sentido pleno, porque lo que se despliega en el libro es un intento, una búsqueda para poner en práctica la acción de encontrar a través de la palabra. Y el resultado  de ensayar es “la belleza y el desorden”, con lo que se pretende proyectar el énfasis en lo que se mira y se contempla, en este caso efectuando una acción, saliendo del propio país, viéndolo desde fuera y dirigiendo la mirada hacia otro espacio, otro lugar, Colombia. No hace falta recordar la importancia de salir fuera de si para contemplarse, para apreciar al otro distinto y también para comprender las cosas y comprenderse. El título además lleva dos elementos que parecen opuestos y distantes, tanto, que uno se asocia al polo positivo, la belleza, y otro que, habitualmente, suele hacer referencia a lo negativo de las cosas, el desorden. Enseguida entenderemos que el poeta nos está ofreciendo su visión del mundo en la que ese desorden es parte fundamental de la realidad, su entraña. El mundo que nos rodea no puede presentar un orden, su sentido es el desorden, con lo que según la concepción del autor, ese desorden alcanza un valor positivo que la mirada tiene que aceptar, integrar y trasponer, en definitiva, ordenar en la palabra. Pronto sabremos que nos encontramos ante un libro que plantea un objetivo para esa mirada que proyecta el  ojo humano, y eso no puede ser más que un ensayo, un intento que ignora si llegará a su objetivo completo.

 

El propio autor en una entrevista publicada el 4 de mayo de 2021, pocos días después de hacerse público el fallo del premio, reconoce que el libro es “un diario de viaje” que hace referencia a su desplazamiento a Colombia, cuando en 2017 participó en el Festival Internacional de Poesía de Medellín. “Empieza desde la salida del aeropuerto de la Ciudad de México hasta Medellín y termina con el regreso”, de ahí las referencias al festival, al suelo y los autores colombianos. También hace alusión a otro libro suyo, Teoría de la belleza (2018) en el que se planteaba reflexiones más generales acerca de la posibilidad de la forma y los temas que tienen que ver con lo bello en el mundo. Pero en Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas repiensa el “viaje como tema, la amistad, los amores posibles e imposibles”, en definitiva, vuelve sobre ese “término que es la belleza”, e insiste en la precisión: “Justo el libro va en el sentido contrario, en el desorden y en una lírica de la descomposición de las cosas”[1]. Precisamente un poema de ese libro de 2018, “Teoría de la belleza”, que el autor publica en la revista mexicana La Otra, plantea como interrogante el tema que luego desarrollará en el libro que ahora leemos:

 

Entre corderos muertos y aves sin ilusiones, entre cedes piratas, hierbas medicinales y revistas de modelos desnudas, entre mendigos enfermos y extraviados te esfumaste, Señor. Apresuro la marcha. Cruzo los hemisferios de la fe y en la otra orilla: sólo aire, moscas que ensayan su ballet en la basura. ¿Equivoqué el camino? Empezaré de nuevo piedra sobre piedra. No te ofendas, Señor, sólo responde: ¿es esta la belleza?[2]

 

Sin embargo, lo que era un planteamiento general, casi filosófico, es ahora un ensayo, un intento de comprobación, un viaje que prueba desarrollar el conocimiento ajustado a la fragilidad de lo fugaz de la vida. Ante ello el poema como palabra sobrevive a esa fugacidad, pero estará lleno de incertidumbre y de preguntas sin respuestas. Por eso nos encontramos con un libro que va desarrollándose de forma natural y ordenada en cinco colecciones de poemas. No creo que pretenda formar apartados como tal, porque el mismo libro practica ese desorden que contempla en el mundo y que intenta traslucir mediante la palabra. Y sin embargo, el orden o anclaje existe y proviene de la propia poesía, de las lecturas que los epígrafes anotan, de las dedicatorias a amigos y poetas. En este sentido es un libro que busca una voz comunitaria, consciente de que la poesía se comparte mediante la lectura de la obra de otros poetas.

 

 

 

Al frente del primer apartado, Festival de poesía, los versos del venezolano Eugenio Montejo iluminan bien lo que es una firme creencia: “La poesía cruza la tierra sola, / apoya su voz en el dolor del mundo /  y nada pide / —ni siquiera palabras. Esta certeza construye su mirada desde el mismo comienzo con el poema titulado “Domingo y una ciudad cualquiera”, dedicado al actor y poeta colombiano Larry Mejía. Con este nombre comienzan a desfilar diversas referencias colombianas, lugares, acontecimientos, personas. Gran parte de los poemas del libro están marcados por la temporalidad, por su situación en el decurso humano, a partir de este primero fechado el 26 de marzo de 2017 en Ciudad de México en el momento de la partida. Es aquí donde su voz se afianza pronto con un verso poderoso que incide en la poética implícita en los textos: “La niebla desarticula la belleza y el orden de las cosas”. Las imágenes borrosas y desdibujadas contribuyen a la melancolía, pero también a la consciencia de la continuidad de la vida, a la fragilidad y la fugacidad que constriñen este comienzo del itinerario en la divergencia entre las imágenes que se piensan y las que se contemplan y adivinan, “El avión despega y las cosas se hacen pequeñas”, la cámara lenta del despegue provoca la desaparición del paisaje, rehace su carácter provisional. Dará comienzo un proceso de autoconocimiento y consciencia de la fugacidad de cuanto contempla. Así inicia la larga estadía en Colombia cuyo motivo central es participar en el XXVII Festival Internacional de poesía de Medellín que habrá de reunir poetas de todo el mundo desde el del 8 al 15 de julio de 2017. Se observa que vamos a leer poemas que hacen referencia al festival, dado el título, pero, siguiendo esa pauta del desorden que se ordena, percibiremos cómo la temporalidad avanza y retrocede en otros apartados para contribuir a la composición del poemario de acuerdo con la visión discontinua, de belleza y desorden, que se ha esbozado. A todo lo largo del libro el tema reaparece con insistencia ofreciendo una unidad y una solidez a los poemas. La duda y la extrañeza del entorno está bien marcada en “Preguntas” (13 de julio de 2017), así como la inquietud y la nostalgia que implica todo viaje, la añoranza de lo dejado atrás, la necesidad de las raíces que se pierden, siquiera sea provisionalmente. No son preguntas retóricas sino metafísicas. El tiempo jalona estos poemas, los reduce y también contribuye a la conmoción que implica el cambio de paisaje. Personajes del festival se suman a los versos, poetas, organizadores, es el caso de “Los días oscuros”, poema breve dedicado al fundador del festival Fernando Rendón. Curiosamente está fechado el 18 de julio de 2017, ya en Monterrey, con lo que se insiste en la continuidad mental del viaje y la reflexión posterior. Se suceden anécdotas como “La maleta de Mina Gligorić”, poeta serbia, y “Gran Hotel” fechado también cuando el festival ha terminado y solo queda la melancolía de la música y el baile traducidas en reflexiones más profundas, o también en sentido distinto, “Un falso positivo   carta de”, que alude a las armas y la violencia del vivir colombiano. De ahí la dedicatoria, “A Wilmar que vive para contarlo”.  

 

Los poemas continúan en un zigzagueo de fechas, se abren al viaje de vuelta (“Vuelo de conexión”), o reflexionan metaliterariamente en “Poema extraviado”, fechado en Medellín el 9 de julio, donde refleja el cansancio y la decepción: “Volvieron todos pero el poema no”. Todos los objetos han vuelto al presente, salvo el poema: “Pero el poema se extravió y a estas alturas del planeta / preocupa su estado emocional”, lo que viene a incidir en el tópico de la imposibilidad de la poesía en el presente, recordando la certeza de la célebre afirmación de Adorno, aunque aquí se convierte en otra cosa, “Posiblemente ahora el poema es la cepa de un cuento / el capítulo extraviado de una novela negra /o un ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas”, contradiciendo con ironía el propósito implícito en los poemas. La propuesta poética del poeta mexicano se consolida en “Vuelo 2139”, donde “Sólo la belleza cruza sin alterar las horas / y permanece como una puesta de sol / que olvida el día y sigue noche adentro / más allá de la luz”. Motivos varios relacionados con el viaje van surgiendo en otros textos, como en “Tribulaciones de un pescador que viaja” entrelazando el homenaje a Álvaro Mutis, cuya obra está elaborada con el tema del viaje de su personaje Maqroll. Es consciente de que el poema se persigue con dificultad, la inestabilidad acecha, es “desorden y fiebre secreta”.  Dudas y temores ante los deplazamientos envuelven los versos de “De tierra y aire”, con referencia temporal anterior, en el que se contraponen los elementos, las cosas tangibles de la tierra, “Oigo las onomatopeyas de la tierra”, frente al medio inasible e inestable del aire. El último poema de esta serie constituye una especie de colofón que marca el encuentro con la belleza y el desorden inevitable: “Poesía”, fechado el 10 de agosto de 2017, es el resultado lejano de esa experiencia arriesgada, la mirada encuentra e intenta ordenar el desorden, la disparidad productiva tan compleja de aprehender.  

 

Margarito Cuéllar y Juan Gelman, en Monterrey

 

Esta primera parte que es búsqueda y construcción de la idea poética, transita por los conjuntos de los poemas siguientes en sus varias temáticas, y viene a concretarse al final del libro en la última serie de poemas que con el título de Crucero peligroso homenajea a dos poetas colombianos, Porfirio Barba Jacob y José Asunción Silva. Los dos fueron marcados por el viaje, en el caso del primero por su azarosa vida, y del segundo, no se puede olvidar que perdió gran parte de su obra manuscrita en enero de 1895 en el naufragio del vapor América. Los dos son buen ejemplo de ese “crucero peligroso” que es la poesía. Dedicado el conjunto a Daniel Ángel, también escritor colombiano, autor de la novela Silva (2019), el epígrafe del chileno Gonzalo Rojas es significativo, alude a provisionalidad de la vida humana, que al final se integra en “la tierra milenaria y primorosa”.

 

Son tres los poemas que construyen el homenaje a Porfirio Barba Jacob, “Porfirio Barba en el pabellón de tuberculosos”, “El desterrado” y “Barba Jacob funda Acuarimántima”. El primero recoge los momentos finales del poeta que hace testamento y recuerda su vida errante, pasando por las anécdotas del asesinato de su persona real, Miguel Ángel Osorio, y de su heterónimo Ricardo Arenales, para quedar como “el hombre que parecía un caballo”, casi otro heterónimo suyo. “La poesía es la vida. Cielo e infierno   mi patria / La lengua   mi perdición” dice el poema de Cuéllar recordando esa vida marginal y ardiente, en la que la poesía es “madre de todos los vicios”. “El desterrado”, fechado el 15 de septiembre de 2017 en el parque Fundidora de Monterrey, donde la pregunta insiste en el mismo sentido, el acto de fe de la poesía que guio la vida del poeta colombiano desde que salió de Santa Rosa de Osos a los 19 años. El homenaje a Barba Jacob sirve también de reflexión acerca del tema que recorre el libro, la poesía y la belleza que desea alcanzar se logra en medio de un inmenso desorden vital que se plasma en la alusión a su excelente poema “Futuro”: “era una llama al viento”, verso que resume la personalidad del colombiano. El útimo poema, “Barba Jacob funda Acuarimántima”, lleva un epígrafe del poeta griego Antípatro de Sidón, en el que se recuerda la belleza del  Templo de Artemisa en Éfeso. Para el autor, Barba Jacob se suma a esa construcción de ciudades con Acuarimántima, la ciudad de la poesía, una ciudad “imperfecta   atroz y despiadada” que entraría en esa concepción de la belleza y el desorden del mundo. Y que en otras ocasiones Cuéllar citó como un espacio obsesivo. El poema que cierra el apartado y el libro, “José Asunción Silva dibuja a Marie Bashkirtseff” es un ejemplo fundamental de la búsqueda de la belleza dentro de ese desorden del mundo. Silva retrata a la autora en su novela póstuma De Sobremesa donde su admiración se plasma en un obsesionado retrato prerrafaelita. El poeta hace referencia a la figura de la poeta y pintora rusa, de la que el pincel de Silva quiere abarcar todo, sus dolores, su enfermedad, su arte. En defintiva, en ambos poetas colombianos la belleza y el desorden se aúnan en su obra como claro homenaje, pero también como algo más, consiguiendo concretar la presencia de la poesía.

 

Los cuatro apartados por los que transitamos anteriormente se centran en temas que constituyen en todos los casos obsesiones del poeta sin perder nunca de vista la poética establecida en estos versos, el tema de la belleza y el desorden. Así Fredonia es la ciudad soñada a la medida humana; el tema del amor y sus variables aparece en Los poemas de la pequeña Jen,  la naturaleza en Memorial de los parques y la música ocupa los versos de Desde antes de la música. Más en concreto Fredonia es un municipio a 40 kilómetros de Medellín que el sujeto poético visita en algún momento, “iré a Fredonia en junio”. Un lugar que alcanza su sentido al final del conjunto con la inserción del poema “Ciudad olvidada de Ítalo Calvino” que desvela la clave del sentido en la referencia a su obra Las ciudades invisibles. Fredonia es una ciudad a la medida humana en la que puede expresarse el amor (“Muchacha de Fredonia”), o se puede realizar la observación de mundo en la serie de tres poemas que remiten al título “De la belleza y el desorden de las cosas” en los que se explora la tactilidad de la belleza, su cercanía, su falta de apego, pues crece en el silencio al nombrar las cosas y en la correspondencia con el lenguaje. Y sin embargo existen otras experiencias, encuentros dolorosos, como en el poema el titulado “Ángel extraviado”, emanado de la imagen violenta, del máximo desorden del atropello de un muchacho. Conectado con el carácter metalitelario nos encontramos “Ninfas en la niebla”, que traza el paralelismo entre escribir y dibujar. La literaturización y lo metaliterario persisten en la percepción de lo externo en este apartado.

 

 

Margarito Cuéllar firmando poemas a colegiales

 

El conjunto titulado Los poemas de la pequeña Jen son asedios, en su mayoría poemas en prosa, que están bien representados en el primero “Y mientras las muchachas se bañan en la fuente”. Se procede en la contemplación del paisaje que integra lo animal y lo vegetal, sin prescindir del culturalismo por la referencia al libro Mis asuntos, del poeta colombiano Mario Rivero. El desorden se vuelve más cercano en lo cotidiano, marca y réplica en “Un hombre llega a casa”. Quizá el poema más representativo de este apartado es “Lección”, porque combina recuerdos de profesor y de una relación amorosa que es la temática general de este conjunto; parece claro que la alusión a Gonzalo puede ser el poeta chileno Gonzalo Rojas, uno de los autores que admira Cuéllar. La búsqueda de la belleza se concentra en “El bisturí” donde quedará tuteando a su objeto, “solo tú  belleza balbuceante y corriente”, en la exploración y la búsqueda persistente de las personas y cosas. Son poemas en los que también el desorden marca la relación amorosa, “Jen en La Isla de los Lobos” y lo que es su consecuencia, el desorden de la casa y su incidencia en la escritura. Otros poemas completan la visión amorosa: “Así como la miel se abre paso”, “El día a punto de convertirse en fuego”, en el que la simbología de la llama incide en la imposibilidad del retorno del pasado.

 

En Memorial de los parques practica las variaciones de un tema especialmente querido, dando inicio con “Poema de los que se aman en los parques”, un poema que asedia ese espacio, la naturaleza y el amor: “Para los que aman en los parques/ la otra orilla no existe”. Los poemas adoptan un carácter de letanía por lo que el orden se impone pero también persiste el desorden en la manera de abordar la temática sucesiva. Así se suceden, entre otros,  “Poema de los que duermen en los parques”, “Poema de los que cantan en los parques”, “Poema de los que escriben en los parques”, situados en un hotel de Bogotá, donde el sujeto ejerce un poder de observación de lo natural y lo guía la ambición de aproximarse a esos espacios. “Nadie sabe qué escribe el que escribe en los parques”, “parece que escriben o dibujan”, no se sabe qué, un verso, una piedra, un zapato. La exploración alcanza diversos ámbitos artísticos como en “Boceto del que dibuja en los parques”, pues no escribe, “dibujo con lápices / que cambian de color/ de acuerdo al estado anímico de las cosas”. O “Poema de los que pintan en los parques”, que consigue dar vida a seres más vivos que los reales, o en la máxima exploración del “Poema de los que mueren en los parques”, pues “Nada les es ajeno a los que mueren en los parques”, ahorcados,  “Vienen a bien morir”. Acaban confundiéndose con las hojas en otoño, “En abril les brotan hongos de colores”. “Informe sobre los parques/ 2” trazará el resumen vital de la ausencia de lo vivo pero persiste la certeza de la sobrevivencia de lo vegetal en las ramas. La vida se resume en este espacio de lo natural trazando una especie de conjuro simbólico de lo que retorna a crecer. Es letanía porque es ruego, pero también es captación y aceptación de lo que significan las fases del vivir.

 

Carmen Ruiz Barrionuevo (foto de Jacqueline Alencar)

 

Si el anterior apartado estaba diseñado como una letanía de variaciones sobre un tema, en Desde antes de la música, se realiza un asedio a uno de los temas más queridos por el autor, el de la música, ello se percibe en la dedicatoria al músico colombiano Fernando Linero, aunque el epígrafe de Messiaen fija el verdadero sentido de lo que quiere transmitir el poeta, cómo “Los pájaros son los músicos más grandes del planeta”. Ello se precisa más con “Revelaciones de Pascal Quignard”, que apoya en una reflexión de su libro Butes (2008) donde el autor y musicólogo francés realiza una reflexión sobre el origen de la música y sobre el sentido del arte. Desarrollando la idea concluye que “Solo la música posee la fuerza suficiente / para habitar la tristeza”. Siguiendo la misma idea de orden y desorden para alcanzar las imágenes, se suceden los poemas, “La flauta es uno de los instrumentos que afean el rostro”, para  alcanzar la convicción de que “las aves siguen siendo músicos virtuosos”.  Otros poemas como “Los hiperbóreos. A partir de una crónica de Plinio El Viejo” abundan en la reflexión filosófica, como también “Argonauta” o “Bitácora del extraviado”, bosque de voces irónicas. “Oración del único habitante de la Isla de los Pájaros Cabeza de Mujer” el peligro y el amor se entrelazan en la escucha del canto. Se cierra con “Música de los silencios” donde la temática amorosa se suma al tema musical y a la plasmación en la palabra.

 

En una entrevista reciente, el poeta Cuéllar planteó el origen de su hacer indicando que “A veces el punto de partida es la nostalgia del tiempo que se deshace en nuestras manos, otras el viento que todo se lo lleva. Otras la raíz que nos vio nacer y crecer. Otras los claroscuros de la vida: amores posibles e imposibles, la enfermedad, el dolor, los sueños truncos. La pandemia está ahí, como un fantasma, una sombra silenciosa”[3]. Da la impresión de que este libro cumple con reunir la temática y las obsesiones que ha ido trabajando en sus anteriores libros en un gesto de continuidad pero también de un mayor ahondamiento y reflexión.

Carmen Ruiz Barrionuevo

Universidad de Salamanca

[1] Las opiniones del autor están tomadas de la entrevista de Saúl Rodríguez, “Margarito Cuéllar: La belleza en el desorden” en El Siglo de Torreón, 4 de mayo de 2021. https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1896473.margarito-cuellar-la-belleza-en-el-desorden.html

[2] https://www.laotrarevista.com/2019/12/teoria-de-la-belleza-margarito-cuellar/

[3] http://cultura.uanl.mx/gana-poeta-margarito-cuellar-el-premio-internacional-de-poesia-pilar-fernandez-labrador-2021-de-salamanca-espana/

 

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