Fernando Fitas leyendo en Castelo Branco (foto de José Amador Martín)
Crear en Salamanca tiene el privilegio de difundir, calidad de primicia, algunos poemas del libro ganador (en lengua portuguesa) del II Premio Internacional de Poesía António Salvado-Ciudad de Castelo Branco. La ceremonia de premiación se hizo dentro del marco del II ENCUENTRO ROIZ DE POESÍA MÚSICA, celebrado el 23 y 24 de julio en la ciudad lusitana de Castelo Branco. Este evento, organizado por la Junta de Freguesia de Castelo Branco, presidida por Leopoldo Rodrigues, se realiza con periodicidad bienal y se complementa con la entrega del Premio Internacional de Poesía António Salvado – Ciudad de Castelo Branco. Los poetas portugueses que estuvieron invitados fueron Maria de Lourdes Barata, Leocádia Regalo, Sara Costa, Maria José Quintela, Antonio Teixeira e Castro, Pompeu Martins, Joaquim Colôa, Carlos D’Abreu, Manuel Costa Alves, José Pires, Luís Filipe Castro Mendes, João Rasteiro y Artur Coimbra. Por su parte, los poetas salmantinos o vinculados con Salamanca son: José Amador Martín, José Alfredo Pérez Alencar, Tomás Acosta Pires, Aída Acosta, Juan Carlos Martín y A. P. Alencart. También estuvieron presentes los galardonados en idioma portugués: el Fernando Fitas (Premio) y Renato Filipe Cardoso (Mención de Honor). Por vía online leyeron sus poemas el venezolano Ernesto Román Orozco, ganador en lengua española, y la argentina María Chemes, accésit. La idea y coordinación del Encuentro tiene en Pedro Salvado a una referencia ineludible.
JURADOS, GANADORES Y MENCIONES DE HONOR
DEL PREMIO
Un jurado, presidido por Alfredo Pérez Alencart, e integrado por Paulo Samuel, Enrique Cabero Morán, Fernando Paulouro, Victor Oliveira Mateus, Maria de Lurdes Gouveia da Costa Barata, Rita Taborda Duarte, António Cândido Franco, Manuel Nunes, José Dias Pires, Pompeu Martins y António dos Santos Pereira, concedió el 20 de febrero de 2021 el Premio Internacional de Poesía António-Salvado Ciudad de Castelo Branco, en su segunda convocatoria, a Fernando Fitas, por su libro Elegia dos Pássaros, (Premio en lengua portuguesa), y a Ernesto Román Orozco, por su libro Ángel áspero (Premio en lengua española). También se concedieron dos Menciones de Honor: a Renato Filipe Cardoso, por Passageiro do Real (lengua portuguesa), y a María Chemes, por Armadura y Escotes (lengua española)
Algunos de los poetas invitados al encuentro celebrado en Castelo Branco
ALGUNOS DATOS BIOBIBLIOGRÁFICOS
DE FERNANDO FITAS
Fernando Fitas (Campo Maior, Alentejo, Portugal, 1957) es periodista y poeta. Trabajó en varios periódicos de ámbito nacional, También colaboró en varios periódicos regionales, de norte a sur de Portugal, y fue responsable de la programación cultural, durante bastantes años, en una emisora de radio local del Municipio de Seixal (Setúbal).
En el campo de la poesía tiene varias obras distinguidas con premios literarios, entre los que destacan el Premio Agostinho Neto (Unión de Sindicatos de OPorto / CGPT), 1999); el Premio de Poesía Cidade de Moura (1999); el Premio Literario Raúl de Carvalho (2000); el Premio Poesía y Ficción de Almada (2003 y 2014); o el Premio de Poesía Ciudad de Ourense (2017). También ganó los premios de poesía Tito Olivio (2019), Manuel Maria Boarbosa du Bocage (2020) y, recientemente, la II edición del Premio Internacional de Poesía António Salvado. Su escritura abarca desde el reportaje hasta la ficción, pasando por la investigación histórica y la recopilación oral en algunos municipios de la orilla sur del Tajo. Son de su autoría: “Canto Amargo”; “Amor Maltês”; “Cantos de Baixo”; “Silêncio vigiado”; “Mar da Palha- Reportagens”; “Histórias associativas- Memórias da Nossa Memória” (cuyo tercer volumen fue edi tado en 2019); “A Casa dos Afectos”; “O Ressoar das Águas”; “O Saciar das Aves”; “Alma d’Escrita – Reportagens”; “Alforge de Heranças”; “Escrevo um Verso na Água” e “Subversiva Liturgia das Mãos”.Compañero de los cantautores de la resistencia, José Afonso, Francisco Fanhais y Vitorino en la Cooperativa Cultural Era Nova, algunos de sus poemas han sido cantados por reconocidos intérpretes de la canción portuguesa, como Chiquita y Luísa Basto. Invitado por los organizadores, participó en el PAN – Encuentro Transfronterizo de Arte y Patrimonio en Zonas Rurales (Morille-Salamanca, 2015 y 2018); en el SIAC2- Simposio Internacional de Arte Contemporáneo (Guarda, Portugal, 2017) y en “Poesia A Sul” – Festival Internacional de Poesía (Olhão, Portugal, 2018).
Portada del poemario publicado por editorial Labirinto, de Fafe
‘ELEGIA DOS PÁSSAROS/ ELEGÍA DE LOS PÁJAROS’
Traducción de María Isabel Andrés Llamero
y Luis Vicente Gómez García
Pórtico de Alfredo Pérez Alencart
Seleccionamos el preludio y el registro final, además de cuatro de los otros 51 registros que contiene el libro premiado.
PRELÚDIO
I
Naquele tempo, sabes, nascia em minha casa um rio
que saciava as árvores e recolhia os pássaros;
disponível à luz e ao silêncio
– quase tocado apenas por palavras –
colocava-me na boca afectos e lonjuras.
Tenho, assim, entre as mãos um búzio para acordar o mar,
com o ruído das pessoas que se lêem nos lábios
e uma janela que se abre aos outros horizontes do silêncio,
esse lugar nascido de um cântico elegíaco,
da emoção de um gesto.
Será um chamamento, porventura, inaudível, que procura refúgio
para guardar a neve, para domar o frio,
detendo-se à soleira como um cossaco louco,
reivindicando a estepe, ou apenas um lago à distância de um sopro,
onde os dedos tracejem, sob uma cor tão viva que lhes salte da alma,
a bissectriz de um templo,
deixando na parede a cicatriz da fala.
Por isso me amanhecem os passos nesta breve viagem,
como aqueles cometas da infância que vinham, fugazmente,
colorir a casa, dividir a luz, ou entregar, somente,
o rasto do seu fogo aos olhos dos meninos,
ébrios de tanto azul.
II
Ias comigo à água mas trazíamos vento
e um ébrio fascínio correndo, a cada instante, até ao coração.
Não sabíamos nada da luz que oculta as emboscadas,
ou desses sobressaltos que se apossam do sangue
e deixam pelo corpo as marcas da secura
com seus lábios de sede – a vida toda.
Se ao menos eu tivesse um olhar sobre as mãos,
uns lábios sobre os dedos,
ou apenas aquilo que aos poucos fui perdendo,
teria em cada braço o regaço dos rios
por onde corre a luz da intemporalidade.
Não tenho essa fortuna. Apenas a distância profética dos passos.
As sandálias na terra, a areia no vento, intentando o deserto
e a inquieta serenidade dos viandantes,
atravessando a solar tempestade de surpreendentes dunas
que o tempo modelou, à minha revelia.
Sabes-me todo, numa curta palavra. Sei que o sabes.
Isso. Não a digas. Se a dissesses, perderia o encanto,
como os melros se perdem, despudoradamente, nas árvores, ao final da tarde,
para recolher os raios imprescindíveis da gravidez da noite.
Como quem abre a porta para espreitar a fonte,
para domar a fome, ficámos indefesos ante o lume das mãos
e avistamos montanhas bebendo todo o azul
que escorria da boca, em busca da nascente,
para inundar a alma de sôfregos vestígios de utopias
e resgatar da ausência o instante em que os dedos,
dissolutos desnudaram o ventre do olhar
no deslumbrado pólen da sua epifania.
Por fim, viera a chuva, o frio, a neblina,
a solidão na pele como barcos no cais…
e a memória do encanto limitou-se somente
a recolher as nossas impressões digitais.
Então, para tranquilizar esta breve ansiedade, colho um cravo.
E para que meu seja o distante caminho
que se foi afastando da minha caminhada,
aposso-me das estrelas.
Não detenho mais nada. Não pedirei mais nada.
Fernando Fitas en Castelo Branco (foto de José Amador Martín)
PRELUDIO
I
En aquel tiempo, sabes, nacía en mi casa un río
que saciaba los árboles y acogía a los pájaros;
disponible a la luz y al silencio
—casi tocado solo por palabras—
me colocaba en la boca afectos y distancias.
Tengo así entre las manos una caracola para despertar la mar,
con el ruido de las personas que se leen en los labios
y una ventana que se abre a otros horizontes del silencio,
ese lugar nacido de un cántico elegíaco,
de la emoción de un gesto.
Será una llamada, acaso inaudible, que busca refugio
para guardar la nieve, para domar el frío,
deteniéndose en el umbral como un cosaco loco
reivindicando la estepa, o al menos un lago a la distancia de un soplo,
donde los dedos tracen, sobre un color tan vivo que les salte del alma,
la bisectriz de un templo,
dejando en la pared la cicatriz del habla.
Por eso me amanecen los pasos en este breve viaje,
como aquellos cometas de la infancia que venían, fugazmente,
a iluminar la casa, dividir la luz o entregar solamente
el rastro de su fuego a los ojos de los niños,
ebrios de tanto azul.
II
Ibas conmigo al agua pero traíamos viento
y una ebria ilusión corriendo, a cada instante, hacia el corazón.
No sabíamos nada de la luz que oculta las emboscadas,
o de esos sobresaltos que se adueñan de la sangre,
y dejan por el cuerpo las marcas de la sequía
con sus labios de sed —la vida toda—.
Si al menos yo tuviese una mirada sobre las manos,
unos labios sobre los dedos,
o tan solo aquello que lentamente fui perdiendo,
tendría en cada brazo el regazo de los ríos
por donde corre la luz de la intemporalidad.
No tengo esa fortuna. Solo la distancia profética de los pasos.
Las sandalias en la tierra, la arena en el viento, intentando el desierto
y la inquieta serenidad de los viandantes,
atravesando la solar tempestad de sorprendentes dunas
que el tiempo modeló a mi rebeldía.
Me sabes todo, en una breve palabra. Sé que lo sabes.
Eso. No la digas. Si la dijeras, perdería el encanto,
como los mirlos se pierden, impúdicamente, en los árboles al final de la tarde,
para recoger los rayos imprescindibles de la gravidez de la noche.
Como quien abre la puerta para vigilar la fuente,
para domar el hambre, quedamos indefensos ante la lumbre de las manos
y avistamos montañas bebiendo todo el azul
que se derramaba de la boca, en busca de manantial,
para inundar el alma de ávidos vestigios de utopías
y rescatar de la ausencia el instante en que los dedos
disolutos desnudaron el vientre de la mirada
en el deslumbrado polen de su epifanía.
Por fin llegó la lluvia, el frío, la neblina,
la soledad en la piel como barcos en el muelle…
y la memoria del encanto se limitó solamente
a recoger nuestras impresiones digitales.
Entonces, para tranquilizar esta breve ansiedad, cojo un clavel.
Y para que sea mío el distante camino
que se fue alejando de mi caminar,
me adueño de las estrellas.
No poseo nada más. No pediré nada más.
Vista parcial de Castelo Branco (foto de José Amador Martín)
2.º REGISTO
COMEÇA NA LÍNGUA A CASA
Começa na língua a construção da casa,
essa canção de embalo e de enganar a morte
continuamente condenada a legendar errâncias,
a recolher o ar
para homens e aves domarem a friagem
que trouxeram na pele, repleta de mar.
Aí se refugia a brancura da cal,
a estepe onde o vazio exala seus odores
e a sombra dos ciprestes se projecta, imóvel e calada,
a recolher rumores de outras silhuetas,
franqueando janelas invisíveis à fala.
Depois cresce um rumor de ausência nas paredes,
uma roca sem sílabas enleando caminhos
e sabemos, então, de terríveis tragédias
olhando as frias lápides dispostas sobre a terra.
2.º REGISTRO
COMIENZA EN LA LENGUA LA CASA
Comienza en la lengua la construcción de la casa,
esa canción de cuna y de engañar a la muerte
continuamente condenada a traducir pasos perdidos,
a recoger el aire
para que hombres y aves domasen el frío
que trajeron en la piel, repleta de mar.
Ahí se refugia la blancura de la cal,
la estepa donde el vacío exhala sus olores
y la sombra de los cipreses se proyecta, inmóvil y callada,
recogiendo rumores de otras siluetas,
franqueando ventanas invisibles al habla.
Después crece un rumor de ausencia en las paredes,
una roca sin sílabas entrelazando caminos
y sabemos, entonces, de terribles tragedias
mirando las frías lápidas dispuestas sobre la tierra.
Vista del Jardín del Palacio (foto de José Amador Martín)
3.º REGISTO
TREMEM-ME AS MÃOS
Tremem-me as mãos, afirmo, de tantos rios carregarem
para adubar os grãos de quanta luz as ânforas acolhem.
Sob sua sombra deporei o mel, o vinho, o pão
e a malga onde o silêncio deixou suas sementes
para segar o trigo, alimentar os ventos.
Nenhuma catedral sabe medir distâncias tão longínquas
como a que os olhos traçam no coração dos rios
que nascem desse gesto.
O barro de onde emerge, moldado pela ternura,
tem o nome de astros e de naves que retornando dizem
como se erguem casas e se constrói o mar.
3.º REGISTRO
ME TIEMBLAN LAS MANOS
Me tiemblan las manos, afirmo, de tantos ríos como cargaron
para cultivar los granos de cuanta luz las ánforas acogen.
Bajo su sombra depositaré la miel, el vino, el pan
y el cuenco donde el silencio dejó sus semillas
para segar el trigo, alimentar los vientos.
Ninguna catedral sabe medir distancias tan lejanas
como la que los ojos trazan en el corazón de los ríos
que nacen de ese gesto.
El barro de donde emerge, moldeado por la ternura,
tiene el nombre de astros y de naves que regresando dicen
cómo se levantan casas y se construye el mar.
António Salvado, Leopoldo Rodrigues y Fernando Fitas (foto de José Amador Martín)
4.º REGISTO
O ESPELHO É A MEMÓRIA
Digo espelho. A memória é um espelho.
Transparente película atraindo o vazio,
captando orfandades, o instante dizível
de um raio ou de um relâmpago.
Tenho a inabalável imperfeição das linhas
sobre o límpido vidro por onde as mãos se sujam,
os ruídos da pele no sopro das palavras,
essa matéria inerte de quantas caminhadas o pó acumulou
no olhar inconfesso dos pássaros sem rumo,
para tocar os dedos e seduzir a chuva.
Pelo curso dos ventos sei das brisas que morrem
ansiando o rumor de sombras ou vocábulos,
o impulso da água, a combustão da esperança
a assomar no sangue
e uma gota de sede no bico da ave.
A solitária forma de conjugar ausências
vestindo-lhe as palavras.
4.º REGISTRO
EL ESPEJO ES LA MEMORIA
Digo espejo. La memoria es un espejo.
Transparente película atrayendo el vacío,
captando orfandades, el instante decible
de un rayo o de un relámpago.
Tengo la inquebrantable imperfección de las líneas
sobre el límpido vidrio por donde las manos se ensucian,
los ruidos de la piel en el soplo de las palabras,
esa materia inerte de cuantos caminos el polvo acumuló
en la mirada inconfesa de los pájaros sin rumbo,
para tocar los dedos y seducir a la lluvia.
Por el curso de los vientos sé de las brisas que mueren
ansiando el rumor de sombras o verbos,
el impulso del agua, la combustión de la esperanza
asomando en la sangre
y una gota de sed en el pico del ave.
La solitaria forma de conjugar ausencias
vistiéndole las palabras.
Un momento de la alocución de Fernando Fitas (foto de José Amador Martín)
REGISTO FINAL
TALVEZ NÃO TENHA JÁ IDADE
Talvez não tenha já idade para o espanto,
ou lágrimas que inaugurem o tempo da tristeza,
esse relógio ébrio que acorda nas palavras
os ritos do silêncio que dormem sobre as mãos
e me trazem aos lábios a sedução da fruta,
cujo néctar bebi como se fora vinho.
Por vezes é nos olhos que a chuva se recolhe
e o pão se contenta
nas espigas com que a fome reclama searas,
habitadas de assombro com dilúvios no olhar.
Tomo então como minhas as dores de tanta sede
costurando no corpo a memória do feno,
a bravura dos cardos, o ardor das urtigas
e as úberes sementes de remotas escrituras
lavradas com o sangue de todas as derrotas.
Sei assim onde o espanto, os secretos postigos
das casas onde habitam vestígios de sol-posto
e a textura das cinzas de lareiras que vivem nos ocasos da pele,
essa espécie de luz, vestida pelas sombras,
como trémula névoa que cega,
cura, morre ou desfalece.
REGISTRO FINAL
TAL VEZ YA NO TENGA EDAD
Tal vez ya no tenga edad para el espanto
o lágrimas que inauguren el tiempo de la tristeza,
ese reloj ebrio que se despierta en las palabras,
los ritos del silencio que duermen sobre las manos
y me traen a los labios la seducción de la fruta,
cuyo néctar bebí como si fuera vino.
A veces es en los ojos donde la lluvia se acumula
y el pan se contenta
en las espigas con las que el hambre reclama cosechas,
habitadas de asombro con diluvios en la mirada.
Hago míos los dolores de tanta sed
cosiendo en el cuerpo la memoria del heno,
el arrojo de los cardos, el ardor de las ortigas
y las fértiles simientes de remotas escrituras
labradas con la sangre de todas las derrotas.
Sé así dónde el espanto, los secretos postigos
de las casas donde habitan vestigios de atardeceres
y la textura de las cenizas de chimeneas que vive en los ocasos de la piel,
esa especie de luz, vestida por las sombras,
como trémula niebla que ciega,
cura, muere o desfallece.
Renato Filipe Cardoso, A. P. Alencart, Fernando Fitas y Leopoldo Rodrigues (foto de José Amador Martín)
PALABRAS DE FERNANDO FITAS, TRAS RECIBIR
EL PREMIO ANTÓNIO SALVADO-CIUDAD DE CASTELO BRANCO
Senhores presidentes da Câmara e da Junta de Freguesia de Castelo Branco;
Presidente e demais membros do juri do Prémio Intercnacional
de Poesia António Salvado- Cidade de Castelo Branco;
Minhas senhoras e meus senhores;
Meus amigos.
Boa tarde.
Para quem como eu, teve como progenitores dois assalariados rurais analfabetos, atribuir-lhe a denominação de escritor ou poeta, será, porventura, uma designação demasiado pretensiosa, razão pela qual me considero apenas um mero artesão, que recorre à modelável matéria da palavra para intentar conceber alguns escritos, instigados pelo sopro de um vento, que às vezes fustiga o corpo, outras leva a devaneios esculpidos pelo rumor do silêncio.
Por isso, meus pais pouco me puderam ensinar, para além de princípios e valores, fundados na amizade e na solidariedade, na franqueza e na honestidade; coisas que nos dias de hoje são, para muitos, utensílios dispensáveis e fora de prazo.
Sei, que cansados de possuirem únicamente uma enxada puída e um avental de mágoas e de privações, decidiram rumar até à região de Lisboa, procurando, desse modo, dar aos filhos outros instrumentos que não os que eles — desgraçadamente -sempre possuíram.
Não sei se o conseguirma na totalidade, mas parciamente, creio, lograram esse objectivo, posto que nenhum dos seus descentes passou pelas privações que eles experimentaram.
Uma tomou o caminho da música, outro por uma actividade ligada à estomatologia, e eu, quiçá, o mais inábil dos três, pelo irreconhecível e absorvente ofício de carpinteirar a palavra, que é o jornalismo. E a tal ponto se expressou essa absorção, que durante dez anos não esbocei um único poema.
Ora, diz Carlos Alberto Correia, no prefácio de um outro livro meu, que “ os poetas têm a messiânica vocação do futuro”, afirmação que, no caso desta obra, é contestada, dado tratar-se de um conjunto de textos que remetem para o passado, assumindo-se, assim, como um repositório de vivências que os olhos captaram, a memória reteve, e o tempo, ou a falta dele, se encarregou de esculpir.
Trata-se de uma forma de relembrar alguns dos amigos e famíliares com quem comunguei alegrias e frustrações, exaltações e desalentos, e cujas vozes e rostos, permanecem imperturbáveis no album de afectos que ciosamente resguardo, para saciar a alma, e me aquecer do frio que atravessa a estepe deste quotidiano, avesso, tantas vezes, ao companheirismo, à amizade, à solidariedade.
Talvez porque seja nativo de uma pátria a sul, que habita à flor da pele e tem no coração aquela marca d´agua de quem se entrega ao mundo, sem nenhuma outra intenção que não seja a partilha. Pelo menos, com aqueles que ainda me acompanham.
De acordo com Alfredo Pérez Alencart “o poeta vai anotando todo esse caudal de recordações, convertendo-o em versos”, tarefa, que nunca sei se conseguirei alcançar sempre que me debruço sobre uma folha de papel para alinhar algumas frases, tendentes a registar algum episódio ou um gesto. Tal como o oleiro que entrega as mãos ao barro em busca de um começo sempre inacabado.
É evidente, que ao tomar conhecimento de que esta elegia dos “meus pássaros” , esses que empreenderam o longínquo voo que um dia também faremos, merecera os favores do Júri do Prémio internacional de Poesia António Salvado, me conferiu um sentimento de surpresa e satisfação, como poucas vezes, aliás, me sucedeu, uma vez que para mim, a atribuição do aludido prémio é também uma forma de sublinhar os valores da fraternidade.
Situação que, de resto, me leva a acalentar a ideia de que mal-grado a voragem e a adversidade dos dias que correm, afinal, nem tudo está perdido, posto que na trincheira de poesia, ainda há uma bolsa de resistência. Isso me contenta.
Por tudo isto, este livro foi o modo que se me afigurou mais susceptível de manter viva a terna presença dos meus mortos. Faço votos de que ao fixarem o olhar nos olhos poemas que o integram, vos permita reencontrarem-se, de algum modo, com os vossos. Se tal suceder, sentir-me-ei contente.
Até porque, a meu ver, reavivar a memória dos nossos mortos, é uma froma descerrármos a incomensurável cortina do futuro.
Bem haja a todos.
Fernando Fitas y su esposa, en una de las comidas (foto de José Amador Martín)
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