Chaouen, de José Carralero
Crear en Salamanca se complace en publicar algunos textos inéditos escritos por el poeta y articulista madrileño Manuel Quiroga Clérigo. La muestra es sólo una parte del libro titulado SEPTEM FRATRES (Septem fratres es el nombre latino de Ceuta, de ahí pasó a la abreviatura de Septa -como se denomina en Marruecos- y a la actual Ceuta). Fue escrito entre Ceuta, Tánger, Xauén y Tetuán, del 15 al 19 de febrero de 2020.
Mar borrascoso, pintura de Miguel Elías
LA TRAVESÍA
Ni siquiera la noche,/oscura como un túnel,
tiene islas prohibidas/o almacenes de lluvia.
Las nubes tendenciosas/como un ogro en invierno
podrían disuadirnos/de inventar la alegría,
de cruzar el Estrecho/y vivir en el aire
como aquellos judíos/sorteando el Mar Rojo
hacia la prometida/tierra de sus anhelos.
Aquí, donde confluye/un océano de ímpetu,
negligente y furioso,/con un mar de riberas
surge un olor salino/entre nieblas sin luto.
Las luces de los muelles/y las estrellas flácidas
nos conducen al puerto,/largo y desafiante
con el ansia expectante/de sortear las aguas.
Hay un silencio oscuro/a la orillas del tiempo
entre tantos humanos/que olvidaron las nieves:
africanos cargados/con sus bolsas de Primark,
francesas en camisa/como pidiendo guerra,
marroquíes cobrizos/desechados de Europa,
británicos del Brexit/a bordo del deseo,
maritornes de seda,/catalanes, vascuences,
deportistas cansados,/libélulas famélicas.
Con contenido escaso/de humedad hoy no llueve,
abordamos el barco,(un Ave mar excelso)
como quien se refugia/en un desván radiante.
Mortecinos destellos/nos despiden enfrente,
Algeciras de tierra/quedando abandonada;
África reposada,/entre la bruma, espera.
Estas velocidades/de crucero apagado
nos conducen sin miedo/a la costa borrosa.
Un continente abierto,/inmóvil como el sueño,
se dibuja apacible/con nocturna presencia.
Nos vamos acercando/a la patria fenicia,
al lugar de las luces,/y los barcos que vuelven
con la ilusión antigua/de pisar otras tierras
donde, de forma grata,/se acaban los inviernos.
Las sirenas de niebla/inician su alboroto
junto al espejo verde/del Mar Mediterráneo.
Caligrafía de Miguel Elías
LA NOCHE
Huele a noche y a menta,/a isla floreciente,
a nidos de veleros/y mujeres exóticas.
Azahar perfumado/de naranjas amargas
organiza el silencio/con tesón imprevisto.
Palmeras datileras,/gaviotas transparentes,
jubilosas farolas/y banderas de espuma
inauguran los días/de exilio voluntario.
¿Qué buscamos enfrente/de la Europa brillante,
con la niebla obligada/que circunda el Estrecho?.
Tal vez esos vestigios/de fenicios, romanos,
el rumor de los barcos/regresando de Oriente,
el vapor azulado/de algunos baños árabes,
la calma y el sosiego/de las playas atlánticas.
Las Murallas Reales,/los defensivos fosos,
los edificios blancos,/las avenidas limpias,
encendidos lugares/del fervor religioso,
desérticas iglesias,/mezquitas, Sinagoga,
Catedral, santuarios,/el Templo Hindú de Ceuta
confirman nuestra estancia/en un mundo infinito,
en la historia de hombres/que asaltan Occidente,
de orgullosos viajeros/mirando al horizonte.
Caligrafía de Miguel Elías
RETENIDOS EN LA FRONTERA
Sitio de confusiones,/impaciencia, tumultos,
prisas exageradas,/consignas militares.
Este lugar abierto/es sólo la frontera,
la ocasión del caos,/el Tarajal, Marruecos,
la soledad inmensa,/dos civilizaciones:
el Islam y los reyes,/el norte (aún) cristiano.
En los montes gaviotas,/plásticos y fantasmas,
solares de abandono,/comercio clandestino,
nubes negras, oeste,/las vallas del desgarro.
El mar, ahora a la izquierda,/es azul e inocente;
el cielo, gris de plomo,/parece despertarse
mientras las mariposas/sin retorno posible
se posan en ventanas/de autobuses de infierno.
Feroces alambradas/interrumpen el tránsito,
viandantes embozados/cruzan por torniquetes,
hay un raro descenso/al foso de la nada.
Vamos hacia los cerros/de ruidos transparentes,
distanciados solares/carentes de reposo.
Mientras nos detenemos/en la tierra de nadie
observamos los rostros,/preocupados, áridos,
de habitantes de nunca,/policías, atletas,
ciudadanos antiguos/llegados del invierno,
existencias ambiguas/de un destierro asombrado.
¡Qué historia dislocada/de puertas herrumbrosas
cuando pájaros leves/entre el alambre oscuro
se persiguen, se enzarzan/en oscuros romances!
Caligrafía de Miguel Elías
TÁNGER
Avistamos ahora/un paisaje alargado,
la ciudad que amenaza/ser mar y nubes rotas
o la extensa bahía,/los fuertes, las murallas.
Penetramos despacio/en el solar reciente,
donde se concitaron/europeos y yanquis,
los amantes y espías/de después de una guerra.
En el África antigua/Tánger es la mañana,
y representa a Tingis,/bella esposa de Anteo.
El mar de los atlantes/la rodea impaciente
y sus cerros de plata/albergaron sultanes.
Velos, chilabas, vida/son sus mujeres múltiples,
los pasos cristalinos/del universo plácido.
Bares al aire libre,/teterías, esquinas
acogen a los hombres/con su ambigua mirada
pájaros desnutridos/se posan en aleros.
En la kasbah las horas/transcurren lentamente
y en su extensa Medina/de retorcidas calles
el comercio es intenso/e infinito el bullicio.
Degustamos sus frutas,/los continuos rumores,
los líquidos calientes/que acarician el mundo.
Un olor permanente/a jazmín del verano
se refugia en las plazas,/ocupa los palacios,
adorna fuentes nuevas/y ennoblece la tarde.
Hay indicios activos/de futuros sin viento
para unos habitantes/que conviven alegres.
Mezquita, obra de José Carralero
ANTES DE LA ORACIÓN
Entonces Tánger era/patrimonio del mundo,
la ciudad arriesgada/de esquinas y comercios,
internacional, libre,/poblada por la historia,
teatro inveterado/de estrategias y ofensas.
La Medina vivía/en continuo bullicio,
atónita, expectante,/aglomerada, fértil.
Instigaban los hombres/en cafés y despachos
a ritmos alocados/de políticas torpes,
los pactos imposibles/y las negociaciones,
acuerdos y tratados/para futuros tristes:
los judíos buscando/la Tierra Prometida,
los soviéticos bravos,/imponiendo sus normas,
el franquismo difícil/inventando enemigos,
Alemania vencida/aun reconstruyéndose.
Espías y juerguistas/invadían la noche
entre bellas mujeres/y exilados del viento.
Hoy Tánger se adormece/plazas y jardines,
en la bahía intensa,/las codiciadas playas
con sus tés a la menta,/el narguilé, pasteles,
los humos del tabaco,/la grifa o marihuana.
Un mundo abigarrado/sin distinción de clases
ocupa la Medina,/la Kasbah y las callejas;
ropas de mil colores,/chilabas con capucha,
pañuelos anudados,/gorros de cien estilos,
los gatos infinitos/muy bien alimentados.
Figuras del pasado,/estampas de otros tiempos,
soldados de uniforme,/policías de espanto,
entran por los portales,/salen de las esquinas,
se refugian en bares,/se abrazan en silencio.
El muecín les llama/a la oración constante.
Mercado de Chefchaouen, de José Carralero
HACIA XAUÉN
Parecemos ratones/en un cepo apresados,
predilectos juguetes/para inspectores fieros,
aves tristes y solas/con las alas cortadas.
Es la crueldad absurda/de protocolos rancios,
la política enferma/que arrincona al viajero,
el intento despierto/de vigilar el mundo.
Sin quererlo siquiera/debemos enfrentarnos
a obsoletos guardianes/de la tierra vacías
mientras pájaros nieves/vuelan por las barreras.
Liberados de pronto/por la estulticia ronca
nos esperan los campos/de retama y distancia,
las inmensas praderas/húmedas, florecientes.
Hay bosques de romero,/eucaliptos inmensos,
todo un itinerario/de gloriosas caléndulas,
pequeñas margaritas,/cipreses de tristeza,
vegetales adornos/de flores amarillas.
Y colinas repletas/de brezo, casas, pinos,
esa enorme certeza/convertida en abetos.
En alturas del valle/aparecen desnudos
los planteles celestes/de la hiedra en reposo,
garzas en los sembrados,/clima mediterráneo,
la existencia silvestre/de alimañas, roedores.
Cruzamos velozmente/por la “paloma blanca”
Tetuán y su entorno/como barrios de nieve,
las escindidas cumbres/y las nuevas viviendas.
Hay once pasajeros/navegando hacia siempre
Entre los matorrales,/empalizadas, campos
aparecen los lagos,/un hospital y torres,
pinariegas colinas/de almendros floreciendo,
campesinas tocadas/con su gorro de paja.
Ahora, ya apartados/del hormigón y el humo,
Viajamos hacia un cerro/de apariencia bella
confundidos, sin duda,/con los pájaros libres.
Manuel Quiroga Clérigo con un guía de Xauen
LOS CUERNOS DEL MONTE
Son los “cuernos del monte”/en el Rif elevado
Xauen o Chef Chaouen,/ciudad llena de historia
rodeada de cactus,/chumberas y silencio,
con paredes azules/y puertas siempre abiertas.
Jóvenes con chilaba,/mujeres con sombrero,
féminas ataviadas/con su velo y gandora,
túnicas despejadas/de vistosos colores
y los guías amables/mostrándote el entorno
son la biografía/a un país de paciencia,
de ilusiones viajeras/donde todo es posible.
Las calles empedradas,/cuestas de penitentes,
telares en las calles,/las marroquinerías,
el Alminar de cobre,/kasbah de muros rojos,
las mezquitas serenas/con sus torres cuadradas
nos van saliendo al paso/en medio del tumulto.
Todo es azul y el cielo/parece más cercano:
la Alcazaba perfecta/de roca en abandono
protege a la Medina/del comercio continuo,
un delicioso entorno/para desocupados
o las geografías/de un distinto universo.
Ascienden los caminos/entre brisas del bosque
adornadas por cedros,/olivos y matojos,
poderoso recuerdo/de nieves del invierno
que producen cascadas/y fríos manantiales.
Vemos las mariposas/posándose en naranjos,
pavos reales hermosos/contemplando las fuentes,
un avestruz altivo/atado a las miradas,
la humedad retenida/en las raíces verdes,
agua que se desliza/por lavaderos múltiples.
Se abre la Medina/al mundo del pasado
con mercancías nobles/para gustos de todos
tras los tiempos de guerras,/indolencias, metralla:
hay nítidos recuerdos/de tan cercano Al Andalus
con el muecín de pronto/instando a la oración,
el bullicio continuo/de islamistas, cristianos.
Penetramos si prisa/en tan raro horizonte,
viendo portales blancos/misceláneas, desvanes,
tantas habitaciones/de leyendas y abrazos
donde se colecciona/la existencia ordenada
y se activan los versos/de poetas del aire.
Entre las baratijas/y cierto olor a sándalo
vivimos en un clima/de cálida elegancia.
Xauén es un regalo/de los montes rifeños,
el resplandor de nieve/en la ladera frágil,
el jardín elocuente/de exquisitos verdores,
un hogar construido/con pedazos de historia.
Aquí nos detenemos/a vivir el presente.
Entrada a la Medina de Tetuán ( de M. Quiroga Clérigo)
DEPUÉS DE LA CASCADA
Tras la última puerta/de la Medina enorme,
no exactamente limpia/aunque distinta siempre,
hacendosas mujeres/lavan mantas y alfombras
en las piedras oscuras/o de cal blanqueadas
gracias al agua helada/de la cascada enorme,
que regresa del cielo,/llamada Ras El-Má.
Más allá de las rocas/un comercio abundante
donde todo se vende/a precios dislocados
forma parte excesiva/de la oferta y demanda:
los espejos enormes,/las pinturas azules,
los collares de adorno/para mujeres bellas,
jabones, kilims, gorras,/golosinas, bebidas,
caftanes y chilabas,/zapatillas y velos,
pájaros disecados,/azúcares, tinieblas.
Se admite el regateo,/la discusión, la charla:
se permite la prueba,/ir oliendo perfumes,
comparar los tejidos/o pagar con tarjeta.
En estas claridades/del intercambio pobre
el mundo se renueva/con capitales mínimos.
Al volver a la calle/hay olor a naranjas,
la mirada se alarga/hacia los montes verdes,
y músicas eternas/cubren los muros rojos
donde, seguramente,/nadie es extranjero.
Dibujo de Miguel Elías
LA CIUDAD EN CALMA
¡Qué exquisito perfume/surge delos naranjos
en las plácidas cuestas/de la ciudad en calma
inundando las calles/justo en el medio día!.
Revellín y la Calle/de la Misericordia
alargan el paseo/hasta la calle Camoens.
Entonces Ceuta huele/a vida y a milagros,
solitario refugio/para gente de lejos.
Viajeros de la nada/o despiertos turistas,
algunos con mochila,/otros sin pasaporte,
precipitan sus pasos/por el entorno quebrado
tras haber visitado/la estatua de Calypso,
a Hércules desmembrado/y al puerto redimido.
Maniquíes de chilaba,/féminas con el velo,
escolares dudosos,/menas abandonados
suben y bajan cuestas,/penetran en jardines,
se hacen fotografías,/miran escaparates.
Con viento de poniente/siguen llegando barcos
cargados con racimos/de europeos angostos
que irrumpen enseguida/en la Ciudad Autónoma
o fiscal paraíso/para poetas pobres.
Más tarde, tras la siesta,/se renueva el paisaje;
militares de sombra,/gaviotas y palomas,
jóvenes de la playa,/impensadas libélulas
se mezclan en las calles/de la ciudad en calma.
Foto 1
Tras la niebla, Dibujo de Miguel Elías
EL REGRESO
Travesía con niebla/hacia la otra orilla
con viento de levante/y carga innecesaria.
El Ave Mar divide/el mar ya destemplado,
cobija emigraciones/entre dos continentes,
pasajeros del aire,/aventureros dóciles,
los de mochila y gorra,/los de macuto y mapa,
gloriosas amazonas/con rimmel en los ojos,
esos viajeros natos/que recorren el mundo.
El final es el mismo:/superar el invierno,
regresar en su nube/a primaveras nuevas,
descubrir con holgura/un refugio de playas.
Las gaviotas, nerviosas,/vuelan en torno al barco
desde la proa a popa,/de estribor a las olas;
se detienen más tarde/en babor agotadas.
Nos vamos distanciando/del continente antiguo,
del África reciente/y sus desnudas tierras,
con brisa en el flequillo,/tozudos oleajes,
en un Estrecho fácil/con sus oscuras aguas
mientras avizoramos/la espuma itinerante.
Se acorta la distancia/tras el ocio perpetuo,
los caminos vitales/del universo amargo.
Una marejadilla/aminora la marcha
permitiendo la estancia/en la cubierta húmeda.
A mitad de camino/entre las dos orillas
un sol enternecido/desea acompañarnos;
se torna azul el cielo;/se calma el movimiento,
avistamos cruceros,/veleros de leyenda.
Se respira un ambiente/de iodo y sal enhiesta,
regresan las gaviotas/que habían emigrado.
Luego, ya, la alegría,/ese pisar los muelles,
el lugar preferido/para albergar sosiegos.
Caligrafía de Miguel Elías
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