La poeta Odalys Interián
Crear en salamanca se complace en publicar el comentario en torno al último libro de la destacada poeta cubana Odalys Interián, escrito por José Hugo Fernández García (La Habana, 9 de abril de 1954), escritor, periodista, filólogo. Durante la década de los años 80, trabajó como periodista para diversas publicaciones, y como guionista de radio y televisión. A partir de 1992, se desvinculó completamente de los medios oficiales y renunció a toda actividad pública. Desde entonces, vive en estricto retiro, consagrado a la creación literaria. Es autor de las novelas “Parábola de Belén con los pastores”, “Los crímenes de Aurika”, “Las mariposas no aletean los sábados”, “El clan de los suicidas”, “Balas gastadas”, “El hombre con la sombra de humo”, “Mujer con rosa en el pubis”; de los libros de relatos “La isla de los mirlos negros”, “Yo que fui tranvía del deseo”, “Hombre recostado a una victrola”, “La novia del monstruo”; del libro de ensayos “Del cabreo al choteo”; y de los libros de crónicas “Siluetas contra el muro” y “Entre Cantinflas y Buster Keaton”. Ha publicado una veintena de libros, entre novelas, relatos, ensayos, crónicas. Reside en Miami desde 2015.
‘Aunque la higuera no florezca’, resultó finalista del I Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana, convocado por Tiberíades con el auspicio de la Sociedad Bíblica de España y la Fundación RZ. El libro acaba de ser presentado en una feria literaria de Miami.
Foto de José Amador Martín
POEMAS PARA TOCAR A DIOS
La poesía de Odalys Interián, no solamente la de este libro admirable, Aunque la higuera no florezca, sino toda su poesía, parece tener como fin la búsqueda de una plenitud sin altibajos. Y es en la materialización de ese empeño como se multiplica su esencia prodigiosa (igual que Jesús multiplicó los panes) en tanto beneficio para el lector.
Según Aristóteles, los dos objetivos básicos de la poesía son agradar y conmover. Con tales premisas, él, junto a otros, le enmendó la plana a sus antecesores, los primeros griegos, quienes asumían el poema, ante todo, como un vehículo para expresar la verdad.
Sería difícil saber cómo se las arreglaban aquellos poetas de la antigua Grecia para establecer con certeza dónde estaba la verdad. Así que prefiero creer que se referían únicamente a la verdad intrínseca de la poesía, que tal vez consista en su capacidad para agradar y conmover. De modo que no veo claro el aporte aristotélico en este sentido.
En cuanto a Odalys, su verdad personal como poeta se perfila aquí mediante un singular salterio. Aunque la higuera no florezca es un libro de salmos, no en balde agasaja al rey David, uno de los principales o el principal entre los predecesores del salmo como género oratorio-religioso, y además el preferido de la poeta entre los personajes bíblicos. Es algo de lo que ella da cuenta desde el primer poema, en versos que rememoran: El libro de los salmos/de David/que leía mi madre bajo el peral/y la nube.
Así, pues, la poeta honra su estatus de religiosa, honra al credo que ella representa, al tiempo que no se limita para dar vuelo a otros asuntos que, aunque más mundanos y corrientes, forman parte por igual de las caras subjetividades del oficio. Explícitamente, Aunque la higuera no florezca está destinado a homenajear a todas las personas que hoy sufren alguna forma de persecución por su fe. Ello, desde luego, no le impide ser un libro para el mero disfrute de los amantes del buen verso, surgido de una de las más fecundas y originales voces de la poesía cubana de estos días, sobre cuyo panorama podría decirse, parafraseando a la Biblia, que son muchos los llamados pero pocos los elegidos.
Poesía en estado puro, casi virginal. Poesía contemplativa, que a veces discurre dulce, suave… y otras veces se despeña como impelida por los rayos del apocalipsis. Los salmos de este libro pueden ser indistintamente ardorosos, cáusticos o enternecedores, siempre con la palabra en su desconsolada avidez/arrojada hacia los vértigos, como precisa la poeta. Una palabra, agregaría yo, que es vehículo de la pasión y también del remanso.
Hay una música interior en todos los textos de la Biblia, una especie de convocatoria al embeleso. Y en esa música, tanto como en las palabras y en sus sabias enseñanzas, se afinca el casi milagroso poder de convocatoria que contienen las Sagradas Escrituras.
Esa misma música, especie de acento celestial, tipifica cada uno de los salmos de Aunque la higuera no florezca. Debe ser cierto eso de que el gran estilo se halla entre el poeta y su objeto, porque justo en la correspondencia entre el contenido de este poemario y el modelo escogido para darle forma, veo yo patentizado el gran estilo de Odalys.
He dicho ya que no me gusta explicar la poesía, por la sencilla razón de que la poesía no debe o quizás no pueda ser explicada. Pero si tuviera que resumir con una frase mi conclusión particular sobre este libro, lo más probable es que saliera del paso valiéndome de un salmo donde la poeta proclama: Escribo para tocar a Dios… Y es que leyendo sus versos uno se descubre bajo la impresión de que en verdad logra tocarlo.
José Hugo Fernández
Foto de José Amador Martín
AUNQUE LA HIGUERA NO FLOREZCA
(Selección)
Escribo para tocar a Dios
para volver al parto
y descifrar el origen de la luz
el círculo acuoso de las primeras semillas.
Escribo para amparar(me)
para amparar esas espirales de mundos
desprotegidos.
Recorro la luz en su vértigo
en su goteo de espina
interminable
el hombre en su impávida cacería
de sueños y esperanzas.
Ahora que son interpretados
todos los acentos de la oscuridad…
Lo que fue volverá a ser.
Ve como arde este rumor
en el corazón de las cosas
pero no te detengas
camina sobre esa luz que plantaron
para ti.
Oyeron que se dijo: no temas
ha llegado la hora del coraje.
Empínate
toca esa doctrina ilícita
que acompaña la sombra
se hará el tiempo solemne.
Inhala la hora de luciente esperanza
inhala la belleza frondosa del paraíso.
Foto de José Amador Martín
Esta verdad dónde ponerla
estos pensamientos que entran y salen
y me delatan.
Si respiro la abierta profecía
si sigo en expectación
esperando
como las vírgenes sensatas
previsoras.
Aquí yazgo
la realidad es pequeña.
Dónde esconderme
en la profundidad de la almendra
que se aferra a la luz.
Si él ha dado la orden
nada podré añadir.
No podré detenerme
aunque este parado frente a mí
el ángel con su espada
desenvainada.
Amé Padre
Amé los trozos pequeños de la luz
tu silencio impulsándolos
también los rótulos soberanos
que trizaban las sombras.
Todo era tuyo
el pan /el sembradío en llamas
dentro la viña y el relámpago.
El hombre como espiga ofrecida
su corazón preñándose de vientos y raíces
de albas en su blancura elocuente.
Las cosas perdurables tuyas eran
el mar /la estación /la tierra toda.
Y yo amé lo que era mío
el llanto memorable
la vendimia lenta del insomnio
la tristeza en su más fiera desnudez.
Foto de José Amador Martín
Está sucediendo
muéstrate también aquí
Jesús de Nazaret.
Eres la verdad
que nadie puede aniquilar.
Diré las palabras
las benditas palabras.
Diré la náusea
el rastro unánime y desconocido
que invalida la esperanza.
Diré qué miedo se quiebra.
Mi pie avanzará como gacela
en el aire maduro de la tarde.
Mi dedo irá hilvanando un nuevo horizonte
escribiré el cruce unánime de la vida
hacia la totalidad del Todo.
En la muerte no hay mención de ti.
Mañana me arrastrarán hasta el foso
apuntarán a mi boca
la llenarán de cenizas.
Untarán mis ojos con ungüentos
y me vendarán.
Me dejarán en el cepo cuarenta días
y cuarenta noches.
Pero no habré de preocuparme
entraré en tu libertad
en la blancura de ese sol incontaminado.
Mañana no faltará el salmo
las palabras de mi padre David:
Jehová es mi pastor…
Aunque ande en el valle de sombra profunda,
no temo nada malo, porque tú estás conmigo.
Mañana cortarás ese aire de muerte
el verdugueo /la cizaña que crece
tanto fruto inservible.
Mañana será el roce único
la llamada
el mar y la luz
entregando a sus muertos.
Nos ultiman
nos dejan en la pira inaugural
con las manos atadas
nos ponen en el cepo
bocabajo
nos obligan a tragarnos
las palabras.
Mientras apuntan a matar
nosotros cantamos
decimos palabras saludables
de verdad
recitamos un salmo
una salutación.
Mientras el verdugo
hará rodar nuestras cabezas
cantamos y cantamos
las bienaventuranzas
rogamos y rogamos:
perdónales Padre
su ignorancia.
Consuelen /consuelen a mi pueblo
dice el Dios de ustedes.
Ahora los huérfanos tendrán mi compañía
los dejados enteramente
los despreciados por tu nombre
serán mis compañeros.
Todo el que venga
todo el que invoque la verdad
tendrá mi compañía
Ahora quien dice tu nombre es mi hermano
quien canta tu justicia
y no retrocede.
Ahora que está el hacha reluciente
y el pulgar levantado.
Escuchen al que dice: Yo soy tu Dios
Aquel que ruega:
Vengan a mí, yo los refrescaré.
Todo el que tenga hambre
venga y tome y sírvase
del pan de la consolación
de esta libación propiciatoria.
Foto de José Amador Martín
Ahora no soy cubana
escríbanlo
déjenlo claro
no soy de aquí /ni de allá
tengo tantos hermanos esparcidos
Una es la tierra /uno es el reino.
Ahora la única frontera es Dios
el último horizonte.
Ustedes que han perseguido
mi palabra
pueden quitar de mí
todo vestigio individual
mi raza y linaje
toda la mediocridad que los alude
el título /los títulos
mi nacionalidad.
Medianoche de la muerte
que alba temprana te saluda.
Quién nos cortó la tiniebla
y anudó de nuevo la esperanza
y fue despojando lindero a lindero
los tramos de oscuridad
la inútil muerte.
Aquí nos respira la desolación
la infinidad de crepúsculos
hollados.
Aquí se repliegan
los ángeles de la oscuridad
los innumerables deshojes de las luces
huérfanas.
Sobre los púrpuras
tintineando
sobre las rosas
la sangre vertida del cordero
de Dios.
Hay una hebra de esperanza
para este día
el olor de los frutos
bajo las luces nuevas.
Y hay otra arquitectura
de soñada transparencia
que desborda la lluvia en el peral
las campanas en sus múltiples visiones.
Y hay lo soleado
en la espesura caliente del amor.
Un trueno dulce de palabras
de buenas palabras
derramando el corazón
un puñado de pasiones selectas
una orgía de cantos alegres.
Foto de José Amador Martín
Y se hará el canto.
Habrá un regocijo y vísperas
cielos derramados en su espiga.
Habrá violines tragándose el silencio
y se abrirán las noches
nuevos soles
en su danza y memoria.
Será lo pulcro de la luz
ese volcán del amor purificado.
Y será la cena
un mediodía mayor
Hombres juntándose bajo los algarrobos.
Y reventará la muerte en su diluvio
y será la vida
nacerán en su júbilo las razas
todo juntado y armónico.
Y en lo sabático del verbo
florecerá Dios
innumerable.
José Hugo Fernández y Odalys Interián
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