La poeta Mariana Bernárdez (foto de Rogelio Cuéllar)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir unos textos del último libro de la poeta y ensayista mexicana Mariana Bernárdez (México DF, 1964). Realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en Filosofía. Entre sus libros de ensayo se encuentran Todo está en la línea: conversaciones con Raúl Renán y 15 poemas inéditos (2008); Ramón Xirau: hacia el sentido de la presencia (2010); Dolores Castro: crecer entre ruinas (2015. En poesía ha publicado Tiempo detenido (1987), Rictus (1990), Nostalgia de vuelo (1991), Luz derramada (1993), El agua del exilio (1994), Incunable (1996), Liturgia de águilas (2000), Alba de danza (2000), Sombras del fuego (2000), Simetría del silencio (2009.), Alguna vez el ciervo (2010), Trazos de esgrima (2011), Escríbeme en los ojos ( 2013. traducido al portugués por Nuno Júdice, Lisboa, Glaciar, Casa da América Latina y Ecochoice, 2015), Nervadura del relámpago (2013), En el pozo de mis ojos (2015) y Aliento (2017. Hay edición portuguesa, de 2018). Su poesía ha sido traducida al inglés, italiano, portugués y catalán.
Nuno Júdice en la Feria de Guadalajara
Los poemas aquí reproducidos han sido seleccionados por el poeta Alfredo Pérez Alencart desde la edición aparecida en Lisboa, en castellano y portugués, publicada por la editorial Glaciar, con pintura de portada de Armando Guerrero. La traducción lleva la firma del poeta Nuno Júdice y el prólogo es del poeta Antonio Colinas, ambos Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN
Antonio Colinas, prologuista del libro (foto de Jacqueline Alencar)
INSPIRADO HUMANISMO
ANTONIO COLINAS
En cada uno de sus libros, Mariana Bernárdez ha ido consolidando su voz poética, que encontró pronto. Acaso el secreto último de la misma radique en esa caligrafía suya, clara y grande, por la que alienta su ser, a través de la que su ser (y su obra) se nos muestran sin máscaras ni artificios. En el principio fue, pues, esa voz que ahora el paso del tiempo y las pruebas de la vida le conducen a una madurez que es la que se nos ofrece en estas páginas.
Luchan de nuevo en este libro forma y contenido y, a veces, ya desde el principio: “Des.tierro/ En. tiempo/ Trans.tierro”. Pero que no se engañe el lector, pues siempre hay detrás una hondura que proviene de la experiencia del vivir la poesía, de que ésta es vía de conocimiento y de que la autora la deja fluir con una gran libertad expresiva, en la que ya no cabe distinguir fondo de forma. Se torna así el poema en microcosmo que contiene muchos saberes y le será difícil al lector adscribir dichos poemas a tópicos al uso: una generación, un temario, un tono expresivo determinado. Poesía personal.
Unidad del poema y mensajes dobles, subterráneos, que se quiebran en las palabras, que son símbolo y signo. No sólo habla el poema y el verso sino también cada palabra-signo. (“Saber por la herida, por el signo”.)
No hay tópicos tampoco en el uso de los grandes símbolos, como el del fuego o la luz. La luz que no deslumbra sino que es algo que también “cae/y cae”. Poemas que buscan lo más trascendente, pero que a la vez lo hacen desde una cotidianidad a la que la autora se enfrenta con valentía y lucidez, aunque haya laceración o esté ahí agazapado lo sombrío. La luz interior acaba salvando, (aunque “caiga”).
Hay, a la vez, en cada poema, como un afán de abstracción, pero en él están los claros, sencillos, limpios sustantivos que son como ventanas que abren a la esperanza y que también salvan: el azahar, la estrella, el silencio, vienen para devolverle a la autora la plenitud de ser, aunque siga la lucha y tiemble siempre la amenaza que arrebata el “aliento”; término que da título al libro porque es esencial. El respirar es, sin más, la esperanza.
Otras veces, esa concisión y ese simbolismo escuetos, directos, tan de la poesía de Mariana Bernárdez se quiebran felizmente por medio de un lirismo limpio y tierno (“Y espoleada respondo/que huele a jazmín tu pecho”); o repentinamente el poema se derrama en versículos de largo respiro. El verso pasa entonces de tener una sola palabra, de superar el reto de que una sola palabra lo diga todo, a ese dejarse fluir –sobre todo al final del libro– que busca el poema completo. En estos versículos la autora parece querer sentir más que pensar.
Pero regresa el símbolo: el jardín frente a la “herida”, la escritura que es “casa” profunda. Esta mujer es, al fin, lo que escribe con su letra grande y clara, y la escritura-palabra es la que sana y salva. En ese derramarse del verso se abre la memoria, y brotan de ella ciudades –Estambul, Sevilla–, pero acaso Mariana busca fuera y lejos lo que lleva en su interior, lo que puede encontrar en su propia tierra, en un “sábado de gloria”; es decir, allá donde asoma la trascendencia. París es el aguacero-muerte de Vallejo, pero siempre llega en el poema siguiente una mano, un abrazo, unos “labios de mujer/como lo más hondo del morar”, que serenan y que conducen a Mariana Bernárdez a su centro. Ha llegado así a esos límites del humanismo, a ese humanismo original e inspirado que acaso sea el sustrato primero de su Poética.
Salamanca, 28 de enero de 2016
El poemario en una librería portuguesa
Desbandada de pájaros en la hora altísima del fuego
no tu mano en señal de la piedra que es cimiento
no tu aliento en surco de piel por nuestro cuerpo
no del vientre ni del pasmo que sobreviene
sino de aquellos que se llaman desde lejos
No gemido
no hueco
sino hallazgo de saberse uno tan de otro
Misterio y quebranto del misterio
Silencio y pulso
que bautizan lo innombrable
lumbre que agrava con su monzón
y que arrebata y desnuda y cimbra a su paso
el estero que se forma
cuando el abrazo es un relámpago
No fulgor
no reciedumbre
sino atisbo de lo previo y del siempre
porque sólo se guarda lo querido
o lo alguna vez parte del corazón.
Evanescencia.
Debandada de pássaros na hora altíssima do fogo
não a tua mão em sinal da pedra que é cimento
não o teu alento em sulco de pele pelo nosso corpo
não do ventre nem do pasmo que sobrevém
mas sim daqueles que se chamam desde longe
Não gemido
não vazio
mas sim descoberta de saber-se um tão do outro
Mistério e quebranto do mistério
Silêncio e pulso
que baptizam o inominável
lume que agrava com a sua monção
e que arrebata e desnuda e ressona à sua passagem
o estuário que se forma
quando o abraço é um relâmpago
Não fulgor
não pujança
mas sim vislumbre do prévio e do sempre
porque só se guarda o amado
ou o alguma vez parte do coração
Evanescência.
Mariana Bernárdez (foto de Gabriela Bautista)
Toma pues esto que soy
Este nombre
que rezuma en su bautizarse
no la carne del deseo
sino el anhelo largamente perseguido
que sólo es vencido cuando al pronunciarnos
soy parte y todo en ti.
Toma pois isto que sou
Este nome
que ressuma no seu baptizar-se
não a carne do desejo
mas sim o anseio largamente perseguido
que só é derrotado quando ao pronunciar-nos
sou parte e tudo em ti.
Ven, dijiste
que habremos de atravesar lo oscuro
o el humo o el desasosiego
ese negro que de tan suyo resplandece
en destello ínfimo de faro en lontananza
¿Para qué atajar el extremo del talud
si el vacío engulle labios como espadas?
Detén tu paso en su orla y acaricia la lejanía
que ya los dioses
han mordisqueado lo alguna vez sido
Ven
y para nacernos
cruzamos la fiereza del desatino.
Vem, disseste
que haveremos de atravessar o obscuro
ou o fumo ou o desassossego
esse negro que de tão seu resplandece
em clarão ínfimo de farol no horizonte
Para quê atalhar pelo extremo do talude
se o vazio engole lábios como espadas?
Detém o teu passo na sua orla e acaricia a distância
que já os deuses
mordiscaram o alguma vez sido
Vem
e para nascermos
cruzamos a ferocidade do desatino.
Detrás del centro y la periferia
el velo de una ciudad
en los pilares deslavados de su templo
Martes que no jueves
del que no tengo imagen alguna
y llueve
legendaria lluvia
que seduce la lisura de las peñas
y pregona en sus aguas
el horror
que habita lo umbrío
y quisiera que con un chasquido
la luminosidad ahuyentara su viento plomizo
pero su dentellada planta marca en el húmero
mientras París en aguacero despide a Vallejo
y redoblan las campanas
por un verso y un muerto.
Por trás do centro e da periferia
o véu de uma cidade
nos pilares deslavados do seu templo
Terça e não quinta-feira
de que não tenho qualquer imagem
e chove
lendária chuva
que seduz a lisura das rochas
e apregoa nas suas águas
o horror
que habita o sombrio
e queria que com um estalo
a luminosidade afugentasse o seu vento plúmbeo
mas a sua denteada planta marca no úmero
enquanto Paris em aguaceiro despede Vallejo
e dobram os sinos
por um verso e um morto.
El sol y su tremolar
arropado en pájaro
deja su azor
por los siglos y los lienzos.
La troza.dura
hace cala en pozas de cristal
y a veces atisbo
la geografía de sus lirios
En asombro me dices
que se me ha enredado
en las manos
la ventolera
Y espoleada respondo
que huele a jazmín tu pecho.
O sol e o seu tremular
vestido de pássaro
deixa o seu açor
pelos séculos e pelas telas.
A mastra.dura
faz enseada em charcos de cristal
e às vezes vislumbro
a geografia dos seus lírios
Em assombro dizes-me
que se me enredou
nas mãos
a ventania
E picada respondo
que cheira a jasmim o teu peito.
Hemos hecho de la prisa un hábito
Reparamos poco en el nudo que nos somos
demasiado abatidos al suceder la noche
la pausa teje la conversación frente a la mesa
filigrana contenida en el vertedero de sílabas
que se apagan en su blancura
Desde ahí nos acariciamos
comprendiendo que el cansancio
le gana la querella al polvo.
No hay herida
No hay reclamo
No hay cuentas pendientes
El jardín se enseñorea
el naranjo abate azahares
y la tibutina engalana el morado
Todo está bien
El cielo
La estrella
Y el roce del silencio.
Fizemos da pressa um hábito
Reparamos pouco nesse nó que somos
demasiado abatidos ao suceder a noite
a pausa tece a conversa em frente da mesa
filigrana contida no depósito de sílabas
que se apagam na sua brancura
Desde aí nos acariciamos
compreendendo que o cansaço
ganha a querela ao pó.
Não há ferida
Não há reclamação
Não há contas pendentes
O jardim assenhoreia-se
o laranjal deixa cair flores
e a tibutina enfeita o habitado
Tudo está bem
O céu
A estrela
E o roçar do silêncio.
En Tierra Santa
en el muro del primer lamento
rezaste por mí
y colocaste en una de sus ranuras
un papel doblado
con las letras de mi nombre
Quisiste sellar con ese gesto
la paz duradera
para el resto de mis días
Y yo ajena a su misericordia
asaltada por el tajo
dudé de mi sino y de mi gracia
hasta que a la vuelta de los días
tomaste mis manos
para bien.decirme
en el misterio de haber sido parida
de tu vientre
al vientre de la tierra.
Em terra santa
no muro do primeiro lamento
rezaste por mim
e colocaste numa das suas ranhuras
um papel dobrado
com as letras do meu nome
Quiseste selar com esse gesto
a paz duradoura
para o resto dos meus dias
E eu alheia à sua misericórdia
assaltado pelo golpe
duvidei da minha sina e da minha graça
até que na volta dos dias
pegaste as minhas mãos
para bem.dizer-me
no mistério de ter sido parida
do teu ventre
ao ventre da terra.
Durante el revuelo del ramaje
se muestra que el soplo
también tiene su gravitar…
era imposible vivir en la luminosidad del alba
en su privilegio…
el corazón se adentra en los bancos de niebla
y ahí
de espaldas a Dios
llora su peso y su hueco
quiso ser trino
pero en tal hojarasca
sólo habita
lo que poco percibe de su desconsuelo
Sujetado
en macizo de puño
lee en su tribulación un poema al Padre
Graba en el fuego su desolación
el silbo donde el llanto
se crece yermo
o estrella sin firmamento
o siroco incapaz de apaciguar
la furia ingobernable
de su destierro.
Durante o alvoroço da ramagem
mostra-se que o sopro
também tem o seu gravitar…
era impossível viver na luminosidade da alvorada
no seu privilégio…
o coração adentra-se nos bancos de névoa
e aí
de costas para Deus
chora o seu peso e o seu oco
quis ser trino
mas em tal folhagem
só habita
o que pouco apercebe do seu desconsolo
Sujeitado
em maciço de punho
lê na sua tribulação um poema ao Pai
Grava no fogo a sua desolação
o assobio onde o choro
cresce ermo
ou estrela sem firmamento
ou siroco incapaz de apaziguar
a fúria ingovernável
do seu desterro.
De lo oscuro no habré de hablar
No de su mordedura
ni de su abismal vórtice
ni de su afición por el filo
ni de que toda buenaventura
se cifra en la grima de su mácula
y que no hay almíbar que no se desee
sin haber transitado primero la hiel
Lo adviertes
con los años lo amargo
es más raíz que trasiego
su juntura es telar de la mente
y por eso el alma sabia lo esquiva
No te engañes
No conozco quien apure la cicuta con alegría.
Do obscuro não irei falar
Não da sua mordedura
nem do seu abissal vórtice
nem da sua afeição pelo fio
nem de que toda a boa sorte
se cifra no arrepio da sua mácula
e que não há calda que não se deseje
sem ter passado primeiro o fel
Prevines
com os anos o amargo
é mais raiz que rega
a sua junção é tear da mente
e por isso na alma sábia o evita
Não te enganes
Não conheço quem beba a cicuta com alegria.
Qué solo el mundo
qué solos hemos quedado en medio del ruido infernal de ciudad
como si fuéramos notas sueltas de una partitura ardiendo en la pira del desamparo
dónde quedó la risa adolescente o el juego de la matatena
las canciones en corrillo o los viajes en el tren de madera
Quedan los testigos mudos de lo alguna vez indudable
las insignificancias que en su tránsito alcanzan la alcurnia de lo eterno
pero no los cuerpos en su amándose
no la pared blanquísima donde el humo configura el retazo del tiempo
no la promesa sobre la que se erigen los póstigos y los ventanales
donde se enraízan las aguas de una fuente imaginaria
atrás el pozo
atrás la acequia y la huerta
atrás
y se me atraganta la pena de haber querido tanto
y tener ya la boca amarga
porque inútil es fustigarse para salvar lo insalvable
aunque siempre atormente la hermosura de lo perdido
y baile su silueta en el perfil del desierto.
Quão só o mundo
quão sós ficámos no meio do ruído infernal de cidade
como se fôssemos notas soltas de uma partitura a arder na pira do desamparo
onde ficou o riso adolescente ou o jogo da matatena
as canções em grupinho ou as viagens no comboio de madeira
Ficam os testemunhos mudos do alguma vez indubitável
as insignificâncias que no seu trânsito alcançam a estirpe do eterno
mas não os corpos no seu amando-se
não a parede branquíssima onde o fumo configura o retalho do tempo
não a promessa sobre a qual se erguem os postigos e os janelões
onde se enraízam as águas de uma fonte imaginária
atrás o poço
atrás a acequia e a horta
atrás
e sufoca-me a pena de ter querido tanto
e ter já a boca amarga
porque é inútil fustigar-se para salvar o insalvável
embora sempre atormente a formosura do perdido
e dance a sua silhueta no perfil do deserto.
Portada del ejemplar dedicado al poeta A. P. Alencart
INSPIRADO HUMANISMO
ANTONIO COLINAS
Em cada um dos seus livros, Mariana Bernárdez foi consolidando a sua voz poética, que encontro rapidamente. Talvez o seu segredo último radique numa caligrafia clara e grande que inspira o seu ser, através da qual o seu ser (e a sua obra) se nos mostram sem máscaras nem artifícios. No princípio foi, assim, essa voz que agora a passagem do tempo e as provas da vida conduzem a uma maturidade que é a que ser nos oferece nestas páginas.
Lutam de novo neste livro forma e conteúdo e, às vezes, logo desde o princípio: «Des.terro/ Em.tempo/ Trans.terro». Mas que não se engane o leitor porque há sempre por trás uma fundura que provém da experiência do viver a poesia, de que esta é a via de conhecimento e de que a autora a deixa fluir com uma grande liberdade expressiva, em que já não cabe distinguir fundo de forma. Torna-se assim o poema em microcosmos que contém muitos saberes e será difícil ao leitor adscrever os referidos tópicos ao uso: uma geração, um temário, um tom expressivo determinado. Poesia pessoal.
Unidade do poema e mensagens duplas, subterrâneas, que se quebram nas palavras, que são símbolo e signo. Não só fala o poema e o verso mas também cada palavra-signo. («Saber pela ferida, pelo signo.»)
Não há tópicos igualmente no uso dos grandes símbolos, como o do fogo ou a luz. A luz que não deslumbra mas que é algo que também «cai/e caio». Poemas que procuram, o mais transcendente, mas que de cada vez o fazem a partir de uma quotidianidade com que a autora se defronta com valentia e lucidez, embora haja laceração ou esteja aí escondido o sombrio. A luz interior acaba salvando (embora «caia»).
Há de cada vez, no poema, como um esforço de abstracção, mas nele estão os claros, simples, limpos substantivos que são como janelas que se abrem à esperança e que também salvam: a flor de laranjeira, a estrela, o silêncio, vêm para devolver à autora a plenitude de ser, embora siga a luta e estremeça sempre com a ameaça que arrebata o «alento»; termo que dá título ao livro porque é essencial. O respirar é, sem mais, a esperança.
Outras vezes, essa concisão e esse simbolismo sóbrios, directos, tão da poesia de Mariana Bernárdez quebram-se finalmente por meio de um lirismo limpo e terno («E espicaçada respondo/ que cheira a jasmim o teu peito»); ou repentinamente o poema derrama-se em versículos de larga respiração. O verso passa então a ter uma só palavra, a superar o repto de que uma só palavra diga tudo, a esse deixar-se fluir – sobretudo no fim do livro – que procura o poema completo. Nestes versículos a autora parece querer sentir mais do que pensar.
Mas regressa o símbolo: o jardim frente à «ferida», a escrita que é «casa» profunda. Esta mulher é, enfim, o que escreve com a sua letra grande e clara, e a escrita-palavra é a que cura e salva. Nesse derramar-se do verso abre-se a memória, e brotam dela cidades –Istambul, Sevilha– mas porventura Mariana procura fora e longe o que leva no seu interior, o que pode encontrar na sua própria terra, num «sábado de glória»; quer dizer, ali onde assoma a transcendência. Paris é o aguaceiro-morte de Vallejo, mas sempre chega no poema seguinte uma mão, um abraço, uns «lábios de mulher/ como o mais fundo do morar», que serenam e que conduzem Mariana Bernárdez ao seu centro. Chegou assim a esses limites do humanismo, a esse humanismo original e inspirado que talvez seja o substrato primeiro da sua poética.
Salamanca, 28 de janeiro de 2016
Alfredo Pérez Alencart y Antonio Colinas, en la Plaza Mayor de Salamanca (2014. foto de Jacqueline Alencar)
Mariana Bernárdez y Nuno Júdice en la Feria de Guadalajara
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