DEL TIEMPO, DEL ELOGIO Y DEL AGRADECIMIENTO: ‘GAUDEAMUS’ DE ALFREDO PÉREZ ALENCART. COMENTARIO DE CARMEN RUIZ BARRIONUEVO

1 Fernández Labrador, Cabero, Alencart y Ruiz Barrionuevo (foto de Gabriel Alonso)

Fernández Labrador, Cabero, Alencart y Ruiz Barrionuevo (foto de Gabriel Alonso)

 

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, por vez primera, el texto que el pasado jueves 21, Día Mundial de la Poesía, leyera la reconocida académica Carmen Ruiz Barrionuevo, durante la presentación de la antología ‘Gaudeamus’, de Alfredo Pérez Alencart. El acto se celebró en el Salón Rectoral de la Casa Museo Unamuno de la Universidad de Salamanca. Gaudeamus contiene poemas escritos por Alencart a lo largo de sus 33 años en la USAL y quiso recoger estos textos a modo de ofrenda por las ocho centurias de la misma. Tras su reciente jubilación como catedrática de Literatura Hispanoamericana, Ruiz Barrionuevo ha asumido la dirección de Guaraguao, revista de Cultura Latinoamericana.

 

 

DEL TIEMPO, DEL ELOGIO Y DEL AGRADECIMIENTO:

 ‘GAUDEAMUS’ DE ALFREDO PÉREZ ALENCART.

 

 

Gaudeamus, alegrémonos, es la primera palabra del himno universitario, una exaltación de la alegría de vivir que corresponde a la juventud estudiantil de todos los tiempos. Épocas hubo, menos tolerantes, en las que ese himno no se consideró apropiado para la seriedad de los estudios universitarios, pero afortunadamente se ha impuesto en décadas más democráticas y liberales que son, también, las de nuestro siglo XXI. Por eso es significativo que Gaudeamus sea el título que el poeta peruano y salmantino Alfredo Pérez Alencartha elegido para esta “Antología”, porque así la subtitula. Se advierte, además, en la nota final que remite a la procedencia de los textos, que su autor ha ido realizando poemas sobre el tema desde sus mismos comienzos poéticos. En un caso como este, en el que los poemas fueron pensados para otros libros, el mérito es evidenteporque la antología que presenta es en realidad un título conjuntado que,aunque está conformado por poemas de diferentes procedencias, consiguen la unidad del libro que ahora podemos leer. Se aprecia también que no ha afectado el largo lapso de tiempo transcurrido a los varios textos que reúne, y, aquí está el mérito, da la impresión de que el libro ha nacido en torno a ese tema y los poemas han sido agavillados para edificar ese homenaje que su autor quiere llevar a cabo a los 800 años de su universidad y a su relación con ella.

2 Fotografía de Jacqueline Alencar

Fotografía de Jacqueline Alencar

 

 

Lo acompañan en su comienzo figuras señeras del pasado, como Fray Luis de León y Miguel de Unamuno, pero también su maestro Carlos Palomeque, a quien lo dedica. Aunque si miramos los títulos de crédito hay bastante más, porque como digo, todo está calculado y bien trabado, la cubierta del librocontiene una ilustración que es la Lección de Teología de Martín de Cervera (1614), la famosa pintura que decora el depósito de manuscritos de la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca, un lugar que todos los que la visitan no tienen por menos que admirar. El acierto es evidente.Además, los dibujos interiores del libro, enormemente pertinentes, se deben a Miguel Elías, también profesor de la Universidad de Salamanca, y gran amigo del poeta, las solapas presentan dos fotos, una del poeta con el globo terráqueo de Torres Villarroel, obra del argentino Daniel Mordzinski, conocido como el “fotógrafo de los escritores” y otra del medallón dedicado a Fray Luis de León, fotografía que, en este caso ha sido realizada por otro gran amigo del autor, el poeta y fotógrafo José Amador Martín. Es por tanto un libro que se ha fundamentado en el agradecimiento y la admiración, pero también en la amistad, por eso presenta elementos muy bien elegidos, medidos al máximo, para conseguir el objetivo de agrupar a una serie de personas que viven y desarrollan su quehacer en torno a la Universidad de Salamanca.

 

Los que se acerquen a estos versos podrán comprobar que no existe introducción sino “Inscripción”, pues el libro aspira a ser en sí mismo como una ofrenda que se materializa en el texto, y para ello hacía falta una justificación en forma de breve aclaratoria.Aquí Pérez Alencart se reconocecomo integrante de esa familia hispanohablante, pero perteneciente a la otra orilla del idioma, y que llegó a Salamanca, como tantos estudiantes latinoamericanos,guiado por los nombres de Miguel de Unamuno y Fray Luis de León, a los que se añaden, de inmediato, otros conocimientos que estima mucho, Carlos Palomeque y también Alfonso Ortega Carmona, nombres todos, de origen foráneo,y a la vez salmantinos por su vinculación a la ciudad, porque la eligieron por voluntad propia. Es evidente que el autor quiere resaltar cómo la ciudad está ligada asubiografía, hasta el punto de guardar en la memoria la fecha de su llegada, el 13 de octubre de 1985, cuando contaba, 23 años de edad y estaba reciénlicenciado en Derecho. Las palabras de este comienzo ya empiezan a derrochar “gratitudes”, término muy querido por el autor, por eso no deja de recordar que realizó sendos homenajes a Fray Luis y a Unamuno en 2012 y en 2013, así como deja sentado su agradecimiento a Carlos Palomeque, entonces decano de la Facultad de Derecho.

 

Nada más abrir el libro, la “Inscripción” (11-12) preliminar, antes de dejar el paso a los textos, contiene una serie de explicaciones que deben tenerse en cuenta. Nos confía, por ejemplo, que los poemas, muy variados en extensión y formalmente, los escribió en torno “a sus recintos y personajes [aquellos] que dejaron su poso en mí”. Tampoco evita citar una serie de nombres del pasado y del presente, que le han acompañado y que posteriormente aparecerán en sus versos. También añade con cierta solemnidad: “Ahora los acopio, sumo algunos inéditos y los albergo en una sola Arca, a modo de homenaje inequívoco a la Universidad de Salamanca y a todas las personas que forman parte de ella”.  De este modo explicita bien su propósito de realizar ese homenaje a los 800 años de la universidad y a los33 años transcurridos de su vida universitaria. aludiendo a un significativoparangón con el Marcelo de De los nombres de Cristo, de Fray Luis de León, que también se retira a las orillas del Tormes, como el mismo autorde Gaudeamusen las orillas del mismo río en su casa de Tejares. Una emulación del pasado que se ampara en la búsqueda de lugares apartados y apacibles, lejos del mundanal ruido.

 

3 Fotografía de Ana Chaguaceda

Fotografía de Ana Chaguaceda

 

En definitiva, es este un libro muy cuidado, todos y cada uno de los detalles aparecen meditados y ajustados, nombres, palabras, imágenes, dibujos, diseño. Todo ello prueba que su autor ha intervenido necesariamente en su elaboración. Si sopesamos brevemente cada apartado se puede apreciar cuanto estamos diciendo.

 

Cuatro apartados y un tríptico final conforman el conjunto, los dos primeros aportan poemas acerca de lugares y personas que pasaron por la universidad, los otros dos constituyen homenajes más específicos a Unamuno, y a Santa Teresa y San Juan de la Cruz, aunados estos últimos en el mismo bloque. Así el primer apartado se titula “Distinto y junto”,del que el poeta explica en una entrevista que acopió poemas de varias épocas y añade: “Es un guiño u homenaje a Fray Luis y a esos versos suyos que dicen: “…Veré distinto y junto, / lo que es y ha sido…”. (El Norte de Castilla, 14/01/2019).En efecto, en la “Oda X a Felipe Ruiz” podemos leer: “Allí a mi vida junto / en luz resplandeciente convertido / veré distinto y junto / lo que es y lo que ha sido, / y su principio propio y ascondido”. Es esta una lira impactante de la lírica luisiana porque guarda dentro de sí el misterio mismo de la vida y de la muerte, condensando en sus versos la acechante temporalidad que toca a la limitación de la materia ante el máximo misterio del creador y de lo creado, según las creencias que subyacen en los poemas del poeta del siglo XVI.

 

Creo ver en ese apartado primero la visión sorprendida, pero también agradecida, del estudiante que llega y descubre el máximo lugar del saber, sus personas y sus recovecos magníficos. El poema “En Salamanca, en su universidad”, abre el libro como un gesto de amor, en el que se llega a decir que, para ese sujeto que centraliza la idea,se rompe el reloj de la espera impaciente “y te [le]retiene / en un prolongado abrazo / por el tiempo” (15). Llegar a la universidad también supone esfuerzo y sacrificio que están bien expresados en este primer poema, pero en contrapartida, ello conduce a integrarse en la permanencia de una institución que marca de por vida a sus integrantes. El que llega es “El sabio aprendiz” o quizá el aprendiz de sabio que hace alusión a la humildad y la paciencia que implica el saber, aunque luego es recompensado con pródigos frutos parasí mismo y para los otros.En el poema que titula “Alegrémonos pues” cohabitan los siglos, y se produce la fusión temporal, se avizoran aulas encantadas, se celebran las artes, el mañana y el ayer, el futuro y el pasadoque se funden en el Paraninfo para el joven asombrado que viene a aprender las palabras contra la intolerancia, a compartir leccionessin mezquindad. “Alegrémonos, que reverdece”(21) finaliza.

 

A estos le siguen encuentros diversos que plasman los versos y que se cumplen en la imaginación y en la realidad vivida; así entre los primeros encontramos poemas que recuperan personajes y motivos del pasado, como pueden ser “Resiembra del don Diego de Castilla, estudiante mexicano y rector de Salamanca”, canto a ese joven que procede de Nueva España, pues llegó en el galeón de Acapulco en 1571, pleno de sueños,y un domingo de San Martínse inclina a los versos y la astronomía: “Fue entonces lo de Fray Luis con la Inquisición”(24) se rememora. El poema “Amato Lusitano cura a Gaetano Campanotto con un bálsamo traído de Perú” (28), está situado en Ragusa en 1558 y recuerda cómo llegaron ciertos productos medicinales extraídos de plantas de las Indias, en este caso el bálsamo para curar al burgomaestre de Venecia,así como el palo de guayaco para calmar las fiebres.  Al mismo tiempo, al poner el texto en boca de un judío,se puede recordar el hecho ominoso de la expulsión y de la intervención de los inquisidores que acaban convirtiéndolos en judíos desterrados llenos de saudades. En parecida línea el poema “Arden los libros de Pedro de Osma (15 de junio de 1478)” (31)transcribe el auto de fe de la degradación y quema de libros, producto de la envidia y de la religión mal entendida.La mirada crítica, aquí como en otros casos, es inevitable. También el poema de largo título, muy baqueriano,“Fray Luis aconseja que guarde mi destierro y Álvaro Mutis confirma el final de las sorpresas”, radica en la evocación de la noche en la que el sujeto poéticointenta acercarse al poeta Fray Luis como lazarillo o luciérnaga. El consejo llega de esa imagen y le dice: “Guardad vuestro destierro, / que ya el suelo no puede dar contento al alma mía”; a lo queAlvaro Mutis responde: “¡Ay, desterrado! Aquí terminan todas tus sorpresas” (17). Como se puede observar en sus versos, la ciudad proporciona estos hechizos, de tal modo que la antigüedad se funde con el presente.

 

4 Fotografía de Ana Chaguaceda

Fotografía de Jacqueline Alencar

Unamuno es una referencia frecuente en este libro y hay poemas bien logrados como, “Oh señor de Libreros, señor Unamuno” que recuerda su pensamiento transgresor y con el que el sujeto poético se funde en las mismas ideas, en complicidad con él, porque,aunque vino de la otra orilla, es deudor de sus palabras. Varios poemas más pueden citarse, “Venceréis pero no convenceréis”,o el poema escrito “Ante un retrato de Miguel de Unamuno, obra del pintor Miguel Elías y hoy en la Biblioteca del Campus Unamuno”, que vuelve a insistir en sus valores, en este caso en su voz política de responsable ciudadano; también “El Cristo de Unamuno”, guarda una imagen muy querida por el autor, pues ese Cristo no está en los templos, sino que resucita en el corazón de cada creyente. En definitiva, el poeta considera que esas valoraciones unamunianas le están muy próximas y responden también a sus creencias religiosas.

 

No olvidemos que estos poemas tienen una funcionalidad, están ligados al autor, pero también recuperan la historia y el pasado de la universidad, por eso, a los poemas evocados y ficcionalizados, se añaden esos otros que plasman la realidad y el presente:“Ciertas noches, por el claustro del Colegio Fonseca”, visión o evocación de la plaza con el bullicio festivo de los tunos, en un claustro que funde siglos y hace vislumbrar al recién llegado la esencia de la universidad a la que vino para quedarse. O también “Decimos hoy”, nuevo homenaje a Fray Luis, en el que la anáfora de “decimos”, su voz de justicia, hace florecer la palabra, y resaltar la hermandad frente a la envidia que es el infierno instalado en el presente. Advertimos cómo la poesía de Pérez Alencart está llena del espíritu del presente, de la denuncia de lo injusto, de la palabra que se empeña en restaurar valores. A todos estos poemas podemos añadir otros de homenaje a personas, a veces próximas, incluso entrañables, como “Eméritus”,evocación al profesor Palomeque, en el que exalta “la savia del esfuerzo, / que evita las espinas y sube // hasta la rosa” (22); o “Victoria, tan temprano”, dedicado a la limpiadora Victoria Muñoz en el momento de su jubilación, u otros dedicados al poeta Aníbal Núñez, “Aníbal, estás vuelto”atrayéndolo al presente, exaltando su rebeldía en el marco del recinto de Anaya o también “Si yo no estuviera seguro (Aníbal Núñez)”en el que establece la convicción de que su palabra ha ganado la batallatreinta años después. Todos estos poemas culminan con “Mi Universidad” que vuelve a evocar la llamada de los recintos, la gratitud (“Y gratitud, hasta / el último de mis días” 32), con el misterio de sus piedras durante tantos lustros para marcar un destino: el “oficio / con leyes, [pero el] beneficio/ en Poesía” (32).

 

El apartado titulado “Patio de Escuelas”proporciona otro asedio a la misma realidad, acudiendo a poemas de La voluntad enhechizada (2001) que recupera para este libro.Es otra vuelta de tuerca. Se abre con “Llegada”, unbuen poema que responde a la emoción del joven que penetra por primera vez en el recinto universitario:

 

El justiprecio a pagar no es la prisa

sino las derivaciones del punto de amor

del joven que despierta en una ciudad lejana

 y deletrea los asombros

y adapta su razón a la nitidez de las palabras.

 

Abro los ojos para trazar el itinerario

que alimenta al corazón (35).

 

 

Para continuar: “Entonces, /como un aprendiz de perspicaz entendimiento, / abro los ojos para redactar los fundamentos /concernientes a la vida y a las moradas de luz / de un territorio íntimo de la vieja Castilla” (36). Y en otro momento, en el titulado “Como encalado al aula de Fray Luis” asevera de nuevo: “Digo fulgor de antaño / y las palabras se moldean/ sobre el púlpito que recuerda/ lecciones y envidias de los antepasados” (38). Son elogios que menudean de nuevo en otro poema, “A la Universidad de Salamanca”, en el que hay que sumar la otra cara de la moneda,la sordidez, la envidia, la mengua del estudio.

 

5 Fotografía de Jacqueline Alencar

Fotografía de Jacqueline Alencar

 

 

Una serie de poemas se centran en cosas y lugares reconocidos, como la “Sequoiadendron giganteum”, símbolo de resistencia, “Ninguna frontera para esta conífera transterrada de su morada americana. Ni el suelo, ni el tiempo, ni la soledad le arredran. Echó raíces en dura tierra castellana y ahora –en su tierna infancia de siglo y medio– se dispone a superar la espadaña de la Universidad” (40). Otro título,“Patio de Escuelas Menores”, expresa la búsqueda de los lugares o loci que la memoria ejercita, transitando esos espacios: “Sales del sobrio recinto y eres consciente / de no haber logrado captar los mensajes singulares / ni las notas apretadas que vienen surgiendo / del vientre de dulces mandolinas” (41).En cambio, en “En el alto el brillo del Fonseca” revive piedras y gentes que pasearon por esos lugares:

 

Nada resulta fugaz al alma embriagada de armonía. El claustro proporciona sombras para oportunas resurrecciones. Por ahí va don Alonso de Fonseca en cháchara cordial con sus nobles colegiales irlandeses. El testigo sabe de ucronías y les sonríe, y contesta sus saludos (45).

 

Pero la universidad vuelve a ser las personas que tuvieron relación con el recinto pétreo, en un intento de revivir el pasado y sobre todo a sus presencias, más que a sus piedras, en títulos como “Recuerdo del abad Salinas”, o en “Médula de Torres Villarroel”, del que reconoceque fue ejemplo de actuación, y confía que sintiéndolo cercano y contemporáneo, “Todavía ignoro cómo entablar charla con él y preguntarle de sus almanaques, matemáticas y papeles nacidos entre cabriolas o guitarras, entre chanzas y puyas de caleseros y caminantes” (43); también “Sobre la lápida de Vitoria” en homenaje al creador del Derecho de Gentes, que alcanza la plenitud de su vida en el desarrollo de su actuación. El verso adquiere muchas veces cierta dureza o tosquedad buscada, porque está más ocupado en contar y captar. “Palomeque, caro nome”, haciendo referencia al aria de Gilda en Rigoletto deVerdi, pues “En Salamanca el pan y la palabra amistad / llegaron juntas, atentas al joven/ sin vituallas” (46). O también se destaca “Pensamientos del pintor Miguel Elías mientras dibuja la ciudad”donde vuelve a combinar y hacer vivir presente y pasado, los amigos de la sombra y los amigos de la contemporaneidad.

 

Otros poemas vuelven, como en el apartado anterior, a la historia contada o evocada de episodios dolorosos o censurables  de la vida y la historia universitaria, como “Sobre Bartolomé de Medina y sus nuevos secuaces”, personaje que denuncia a Fray Luis porque “Puestos a vivir en este lugar común, conviene no olvidar el soplo desmesurado de los agresores imperecederos” nos dice (51); también “Confesión de Carraolano de Urbieta”, un buen poema con una buena ambientación de la Cueva de Salamanca: “Yo, Carraolano de Urbieta, también colaboro, / gracias a las ciencias adquiridas, para que otros / estudiantes logren lo que natura no quiso concederles” (47). La evocación de Abraham Zacutse produce en “Conquista estelar”,y se convierte en un buen estímulo del estudio del firmamento: “Flechada la Osa Mayor, / un inmenso paraíso cabalga distraído / en la íntima visión interminable / tensada desde mi fingida inmovilidad terrestre” (52).Sigue la evocación de personajes del pasado en “Un trozo de cielo para Girolano”, donde trae al presente su historia: “Girolano aspiraba a rodar / por el plenilunio de los siglos. // Concédamosle un trozo de cielo / y ningún olvido”, para aclarar que “(Entre 1599 y 1607 el florentino Girolano de Sommaia estudió Derecho en Salamanca [y aconseja:] Leed su Diario.) (54)”.Y por último destacaría en esta sección el poema titulado“Limpieza de sangre”,donde rememora el acoso y derribo tantos otros diferentes asediados por el fanatismo religioso: “No sobrevivió la ignominiosa prueba,/ con sus noches de intriga / y amordazamientos, con el paso atrás / para alimentar el poder de los colegiales / y el frío del alma de la única Iglesia posible” (55). El poeta aclara en nota para que apreciemos bien el poema: “(Revisando el expediente de Domingo Becerra, declarado inhábil paraingresar al Colegio Mayor San Bartolomé el año de 1561.)”

 

6 Fotografía de Ana Chaguaceda

Fotografía de Ana Chaguaceda

 

Ya se expresó que una de las figuras que lo guiaron hasta Salamanca fue Miguel de Unamuno, por eso los homenajes son varios y contantes en todo el libro. Así en la sección que acabamos de comentaraparece ya el“Homenaje a don Miguel”, del que también realiza un buen retrato al decir: “El hombre que miraba a extramares daba ejemplo alejándose de todo ello, mientras entintaba la pluma para conquistar su muerte. Publicaba en América para sitiar Europa; se dejaba traducir en Europa para así asomarse al mundo” (49), pero es en la sección dedicada a él en exclusiva, “La piedra en la lengua (unamuniana al alimón)” donde podemos leer toda una serie de poemas que, como bien se indica en la“Inscripción” preliminar, proceden de un libro de homenaje con traducciones y dibujos de Miguel Elías. El poeta continúa con su reflexión en la misma “Inscripción” para aseverar: “Unamuno es más mentado que leído, más utilizado como pretexto que seguido, por ejemplo, en su cristianismo reformador, martillo contra canonjías de tantos fariseos. Este Libro Único es mi humilde homenaje de palabra y obra. Humildad para merodear por el torbellino eterno (59)”. Luego, poemas como “La piedra en la lengua” Unamuniana al alimón” son una acertada serie de dos o tres versos, que en su carácter condensado expresan ese pensamiento, por ejemplo: “Salamanca, luciérnaga de piedra. /Después daré vueltas / para que no me hiera lo eterno” (60); o expresa la espiritualidad de Unamuno en “Cristo ampara tu fe, / en una u otra esquina del tiempo”; o deteniéndose en el tema metapoético: “Poesía, pupila ardiente / en medio del abismo” (61).

 

7 Cabero, Alencart, Elías, Fernández Labrador, Cunha, Andrés, Pérez Alencar y Salazar (foto de J. Alencar)

Cabero, Alencart, Elías, Fernández Labrador, Cunha, Andrés, Pérez Alencar y Salazar (foto de J. Alencar)

 

En lo que respecta a “Ofrendas para Teresa de Cepeda y Ahumada y Juan de Yepes Álvarez, doctores por Salamanca”,la espiritualidad se acendra, y se acerca a la ciudad y a los nombres que la sostuvieron, así“De lo siempre Amado”, es un homenaje a Teresa de Cepeda en un largo poemaque profundiza en algunas ideas sustanciales de la doctora mística: “De por vida nos une un reino fuera del tiempo, / un reino que transfiere palabras contra la desesperanza, / alas para nosotros mismos/ y para sobrevolar las cicatrices del Diluvio” (73). Momentos y motivos de su vida son trascendidos en los versos. También destaca “Teresa me sabe a Dios”, en el que la ternura explota “más acá de las arenas / movedizas, dentro del éxtasis / y las chispas que desatan / veinte milenios.//Teresa es mía y de Él, /y nos sobrevive por el Amor / sin edad” (76).

 

Por último, en la misma sección, los poemas dedicados a San Juan de la Cruz, “Leyendo a Juan de Yepes mientras suena el bolero de Rabel”, muy exaltado y pleno de admiraciones, como la obra que cita del compositor francés: “¡Desencarcela tus ojos, corazón, /y que vuelen más allá de las zarzas y los sueños, /que dancen en el hondo abismo del misterio, / Verbo sobre Verbo sorteando laberintos, /sintiéndolo, sintiéndolo!” (78). También el titulado“Salva de silencios en voz alta por el juglar de Fontiveros”, expresa bien su personalidad incorporando elementos anafóricos llenos de preguntas que se resuelven al final en versos recolectivos:

 

Por la sumatoria de estos porqués

reconozco que el silencio no me arredra,

pues de mi fe brota una alegría que asfixia a las estatuas,

haciendo que broten abrazos gratis que los despliego hacia los demás

en esta noche invernal que mucho brilla para mí (80).

 

Habría que detenerse en más títulos, “Redoble del que espera”donde se apuntala de nuevo la fe: “Cielo tan grande donde pernoctan las voces; / tierra tan sorda donde quedan rastros todavía. / ¿Cuál la rendija por donde ir al abrazo de Dios? /¿Cuál el giro que va de la muerte a la vida?”(81), o bien: “Desde  la Nada surge Dios, o estamos perdidos” (81). En todos estos poemas como en “Vida en Duruelo”o “Para que todo sea cierto”, o “Porque es de noche” o “Comunión con Juan de Yepes”, se pueden destacar potentes reflexiones sobre la trascendencia a la que lo impulsan la figura homenajeada: “Bajo lo oscuro /exhibo mi corazón sin llave /y gozo con el Amado/ que ahora es el Reino en mí” (84) por ejemplo. Todos estos versos están salpicados de una serie de términos misticistas que revierten de la poesía del poeta homenajeado.

 

El Tríptico final es un acertado cierre. Son tres poemas significativos. Por una parte “Treintaitrés años en la Universidad” religa al autor a un claustro, a una universidad en la que se siente bienaventurado y no deja de exaltar la gratitud. Por otro lado, la “Canción de las copas de vino”viene a ser un poema distendido y juguetón que reúne las características esenciales de la ciudad estudiantil, el frío, el vino, las rondas, con lo que nos ofrece el marco más apropiado. Finalmente, la sonrisa del poema final y cierre del libro,con “En la fiesta del Códex llevan en andas al obispo Berrueta” poema en prosa, picaresco y divertido, donde se recrea en la fiesta estudiantil de la Facultad de Derecho, y con el gesto y el homenaje al profesor Miguel Domínguez-Berrueta. En definitiva, no falta nada en este libro de agradecimiento y homenaje, pero también del ambiente estudiantil de la ciudad, y de su dilatada historia de tantos siglos.

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