El escritor Rafael Soler
Crear en Salamanca e complace en publicar esta reseña, escrita por Manuel Quiroga Clérigo, sobre la última novela del poeta Rafael Soler (Valencia, 1947). Soler tiene publicados cinco libros de poemas: “Los sitios interiores” (1980), accésit del Premio nacional Juan Ramón Jiménez, “Maneras de volver” (2009), “Las cartas que debía” (2011), “Ácido almíbar” (2014), Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2015, y “No eres nadie hasta que te disparan” (2016), así como dos antologías, “La vida en un puño” (2012) y “Pie de página” (2012), cuatro novelas y dos libros de relatos. Obra suya ha sido traducida y publicada en inglés, francés, italiano, rumano, húngaro y japonés. Participa habitualmente en encuentros y festivales de Poesía en Europa, América y Asia.
Ha sido invitado a varias ediciones de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos de Salamanca.
EL ÚLTIMO GIN-TONIC”,
Ediciones Contrabando, Valencia 2018, 212 págs.
Resulta que Moisés no quiere andar por la vida con solo dos Tablas de la Ley, como aquel que llevó a los judíos a la Tierra Prometida y cruzó con ellos el Mar Rojo. Total que para perpetuarse un poco más bautiza a sus hijos como Lucas y Alberto, pero a Alberto le añade un par de apelativos más, así se convierte en Alberto Judas Tadeo que ya tiene un significado más definido. Este Alberto y todo lo demás pasa por la novela como de puntillas pero su hermano Lucas para ampliar la nómina bíblica bautiza a sus hijos como Marcos, Mateo y Juan. Ya está casi completo el recorrido carismático, luego cada uno hace lo que puede. Por ejemplo María, se configura como una rara Magdalena pues salió por pies del convento argentino al cual la “ingresó su padre al poco de llegar de España”. Casi tenemos ya el reparto completo para una película de Almodóvar o de Polanski. Pero no.
Hacemos una pausa para aclarar algo. Por ejemplo: la acción de la nueva novela de Rafael Soler Medem, valenciano, poeta y escritor de riesgo, comienza con una carta, bueno un correo electrónico, que llega desde Puerto Madryn. ¿Y existe este Puerto? Pues claro, fue fundado por colonos galeses y todo así. La novela si titula ni más ni menos “El último gin-tonic”, a ver por qué, aunque todavía sin ginebra Bombay, que se reserva para la presentación del libro en el renovado, remozado y estilizado Café Comercial de Madrid con el acompañamiento de un académico leonés nacido en A Coruña, José María Merino y de extremeño de Alburquerque criado en la Prospe, Luis Landero.
Soler firmando su novela
Ay, Dios, que tarea. La novela se lee fácilmente y en ella van apareciendo los demás, desde algunas hembras de buen ver, aparte de la supuestamente suculenta María a quien Alberto, sí el Judas Tadeo, no mira con malos ojos una Nina que cuidará a Moisés, Paola un pendón exquisito, sí, la que “del cuello a los talones era todo fruta” que se aviene bien con Juan hasta que Lola, la, digamos, pareja de ésta la encuentra calentita en la cama tras una buena refriega entre ambos, lo cual precipitará más adelante un viaje del propio Juan al mismísimo Palermo, sí, más allá de Catania donde andan todos los años con velones a cuestas en las fiestas de Santa Ágata. Cuando llega el tiempo de juego aparecerá una rara y enérgica, Begoña, Bego para los amigos. Pero todo esto son cuestiones de atrezzo. Luego está Cara Gato, un tal don Ignacio, capaz de perder al juego todo lo perdible en el garito de Timbas, nunca ,mejor bautizado el organizador de las jugadas y otra serie de meritorios que permiten al escritor ir desarrollando una obra firme con un lenguaje moderno, encendido y bien construido, como los de los gimnasio, un búlgaro que sale casi al final y que quiere armar la de dios, que suele pasar en esas partidotas de poker a manos llenas. Y ya está.
O no. Pues no. Los miembros de este familión de aires bíblicos andan metidos en ciertos líos, desde el afecto pernicioso a la traición inmoderada y desde la alegría compartida al riesgo de encontrarse una zancadilla, o un rito, por lo menos.
Desde Puerto Madryn llega el correo antes citado, y estamos a lunes o primera parte del libro o sea “1.Tres más uno”, donde Diego Wiekmann, descendiente de galeses o algo parecido como eran los abuelos de la excelsa poeta y excelente mina Susana Roberts que habita en Trelew, en el mismo Chubut, pero más al noroeste de la Patagonia. Puerto Madryn está en la costa norte frente a la Península Valdés, hábitat único de pingüinos y elefantes marinos, a los que las orcas persiguen con saña por ser su principal sustento. Desde el puerto de la infidelidad, cuyo paseo marítimo de asoma al Golfo Nuevo donde viven medio año las ballenas blancas australes, se pueden realizar excursiones a Punta Tombo para contemplar una pintoresca colonia de pingüinos magallánicos, únicos también en su especie. Wiekmann que se dedica al noble arte de introducir al turismo en la zona pingüinera, reprocha a Lucas, Lucas Casares para ser más exactos, que se haya apropiado de la Magdalena, con el consentimiento de la mujer lógicamente, mientras él estaba en la cárcel por haber querido liquidar a su buen amigo Lito con el cual María decía haberse encamado que luego nasti de plasti, o sea que la fémina le había mentido a su enamorado protector hasta que se largó con Lucas llevándose, por supuesto, la suculenta receta de su torta de lentejas.
Esta parte se desarrolla con los dimes y diretes de la familia, sobre todo los hermanos bíblicos y el J.T, tío de estos, que llega a tener buenos momentos de intimidad con María y actor de poca resonancia como ese Bosco y Carmen que andan a remolque de Mateo y cierta apacibilidad de Marcos que como el evangelista se mueve entre varias historias. Y todo así en la obra hasta que sucede un hecho luctuoso que les deja poco descolocados a todos y que da paso a un martes “2.Los abrazos”, con nueva carta, ya más comedida y poco amenazante, desde Puerto Madryn donde el tal Diego reconoce: “Fui un sultán poco vigilante”, claro por eso se le escapó la no tan pérfida María, y recuerda que una vez aclaradas las cosas con Lito viven como buenos compadres y acierta a confesar a Lucas: “Usted tiene a María, pues en otro caso habría contestado a mi correo, y es de suponer que ella también le tiene a usted”. Es la historia del perdedor razonable, ¿para qué meterse en líos y, además, estando tan lejos?. Y entonces cobra más protagonismo la apocada Nina, tras el suceso luctuoso indicado. Vamos a ver mientras escuchamos a Schubert, que todo hay que decirlo. Y en ese bar ya se reúnen, como en un consorcio delicado en torno a Benito, el que se mueve entre el escalope y la merluza para atender a su clientela y, aduce, no sirve el “gin-tonic en un vaso de plástico”.
Pero no vamos a dejar ni un fleco de un posible episodio de tanatorio aunque apuntamos que no andan lejos, para su peor suerte, el célebre Cara de Gato, a quien llamaba de usted El Duque, y otro protagonista muy concreto, con lo cual su participación en la novela cobra valor, aunque sea algo inerte, y es que como ya nos aconsejó Hitchcook está feo desvelar el final pues, en este caso, no desvelamos el centro de la acción donde continúan desarrollándose varios trajines. Pero regalamos el apunte de una barretina en tan escabroso escenario y un intento, no materializado, de desear peor para los Borbones y una escueta, y elegante, referencia a los ideales republicanos. Y es que hasta para no ser monárquico hay que ser educadito como el pelo rizado tardé con esa expresión brusca e inoportuna de “muerte al Borbón” aunque, dice él, se refería al de 1700 que promulgó los Decretos de Nueva Planta y que permiten, hoy mismo, ansiar un catalanismo libre de otras ataduras.
En otra de las presentaciones de la novela
Otro el trajín de llevar a cabo el rodaje de lo que quiere ser “Soñadores en África”, aunque a la vista de lo rápido que va el mundo con el gordito de Corea del Norte amenazando y Rusia manteniendo al despreciable Al Asad, pronto puede querer ser “Soñadores en Asia”. Lo cierto es que los planos que se van grabando tienen su punto,, por ejemplo cuando Borja y María ocupan el centro de los primeros planos , aparece Gladys con el desparpajo de las tías buenorras y con ese Pedraza grabando los programas de “María y su cocina”, pues parece que la Magdalena sirve para mucho más de lo que parecía cuando sólo quería ser monja. Ah, por entonces aparece Ana, la esposa de Lucas, que se largó en su madurez con un tal Calogero y que aparece en la escena de la necrofilia y, también, con el ánimo de abrazar a sus tres vástagos, cada uno con sus problemas. De todas formas Soler, consumado poeta, ha escrito en su dernier poemario (por ahora), “No eres nadie hasta que te disparan”: “Hay máscaras que son lo que parecen”.
Bueno, pues resulta que entre el guía de fotografiadores de pingüinos y Lucas se mantiene con algo de tensión, y al final llegará a buen puerto (Puerto Madryn, claro), pero, a partir de la página 143 con el tercer capítulo titulo “Aquí nadie tiene a nadie (miércoles)”, Lucas anda preocupado por un viaje a Mongolia, tal vez por lo bonito que suena Ulán Bator, tiene unos ratos de dialoguismo impertérrito con Ana y Mateo sigue con algunos planos, pero lo importante aquí es que reorganiza el juego, se apuesta fuerte, aparece Gladys con el desparpajo de las tías buenorras y con ese Pedraza grabando los programas de “María y su cocina”, pues parece que la Magdalena sirve para mucho más de lo que parecía cuando sólo quería ser monja. Pero si atrás quedaban personajes como el Artillero y el descubrimiento que Nina, que resulta ser Ingeniera Forestal por la Universidad Politécnica de Bucarest, poner sobre el tapete la existencia de unas raras empresas o negocio con tiendas como Cluj-Napoca, denominadas Telescopul. Por allí se andan fumando los cigarrillos de vainilla de Moisés.
La familia va descendiendo a los infiernos de lo cotidiano, cada uno con sus preferencias, cada cual con sus problemas, entre el amor, la ansiedad, el reparto de dineros de un muerto o la alegría entre copa y copa, copones como el de la portada con sus morsas, orcas o leones marinos bien asentados en sus rocas de hielo aseado con medio limón y aderezado todo con el licor del enebro y la claridad gloriosa del agua tónica.
Rafael Soler (foto de Manuel Quiroga Clérigo)
Ay, Moisés. Y qué asco el tipo aquel del tanatorio “con un palillo entre los dientes”. Poco a poco cada cual se dirige hacia su destino, inexorablemente. Y el autor los va conduciendo con un lenguaje entre poético y nervioso, capaz de resucitar las novelas de acción y los libros de buena gramática, hoy tan escasa, por cierto. En el cuarto apartado “Póker de ases”, Mateo quiere seguir grabando, puliendo un guión, viviendo, cerca de Adela que lo mismo puede estar trabajando en un hospital que aportando a cualquier mitin unas empanadillas chilenas, esto es de la página 120, advertimos, y se suele repetir cuando ingresan a alguien por algún motivo. Pero enseguida vuelve el recuerdo de Chus dando cartas y Vasil, el búlgaro, como ya decíamos antes no aguanta un pelo y sale por peteneras. Escena angustiosa con El Duque reapareciendo, Timbas sin saber a qué palo quedarse y la entrada triunfal de Ahmed que, como un John Wayne de los garitos, resuelve la cuestión en un pis pas. La Bego, de todas formas, consigue salir por pies. Juan y Lucas deciden poner tierra por medio, desean ir casi a los antípodas, no sólo geográficamente hablando. Buen guión para un Woody Allen, antes de que le quiten la estatua de bronce de Oviedo.
Y ya, al final, un nuevo correo entre Diego y Juan Casares deja todo un poco más blandito. Y, desde luego, con la inexorable receta del gin tonic que la pérfida a su manera, María, ha grabado en el programa de Pedraza. Es, precisamente “El último gin-tonic”, que también puede ser el penúltimo, como aclaró el autor minutos antes de que los contendientes, es decir asistentes a la presentación del libro, se agolparan en la barra del piso alto del Café Comercial en espera del Bombay ya referido.
Y así.
Majadahonda, 21 de abril de 2018.
Soler por las calles de Salamanca
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