José María Muñoz Quirós, Enrique Viloria y António Salvado, el día de la presentación dentro de los actos del XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar los textos escritos por José María Muñoz Quirós, Enrique Gracia Trinidad y Juan Mares, a modo de prólogo, epílogo y texto de contraportada de ‘Poemas salmantinos’ (CEIAS; Salamanca, 2017), el último libro de Enrique Viloria Vera (Caracas, 1950). Viloria posee una maestría del Instituto Internacional de Administración Pública (París, 1972) y un doctorado en Derecho de la Universidad de París (1979). Hace dos años se jubiló como profesor de la Universidad Metropolitana, donde desempeñó los cargos de Decano de Economía y Ciencias Sociales, y Decano de Estudios de Postgrado, así como el de Director fundador del Centro de Estudios Latinoamericanos “Arturo Uslar Pietri”. Ha sido profesor invitado por las Universidades de Oxford, St. Antony’s College, Cátedra Andrés Bello, (Inglaterra 1990-1991) y por la Universidad de Laval (Canadá 2002). Es autor y coautor de más de cien libros sobre temas diversos: gerencia, administración pública, ciencias políticas, poesía, artes visuales y humorismo. Su obra escrita ha sido distinguida con el Premio de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales, y con Menciones de Honor en el Premio Municipal de Literatura (Mención Poesía) de Caracas y en la Bienal Augusto Padrón del Estado Aragua. Recibió la Orden Andrés Bello (Banda de Honor) y el Gran Cordón de la Ciudad de Caracas. En 1998, la Universidad Metropolitana le otorgó el Premio al Mérito Académico en el área de Ciencias Políticas, Sociales y Administrativas.
Vive en Salamanca desde hace un año, ciudad a la que está vinculada desde 2002 por invitaciones de la Universidad de Salamanca. El libro se presentó el día 25 de octubre, en el Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca y dentro de los actos del XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos.
REPORTAJE FOTOGRÁTICO DE JACQUELINE ALENCAR
POEMAS DESDE LA CREACIÓN ÍNTIMA
DE ENRIQUE VILORIA VERA
José María Muñoz Quirós
La escritura poética de Enrique Viloria se nutre de varios caminos trazados por el poeta venezolano: en primer lugar, la lejanía de su tierra, el sentido melancólico de su vivir en España, en Salamanca, ciudad a la que ama inmensamente, y que sitúa en el punto de mira de su palabra creadora.
Por otra parte, los lugares que transita desde su experiencia vital como hombre de plenitud intelectual, como “viajero” desde la serenidad de un mirar íntimo e intenso.
Una tercera vía se abre desde sus homenajes y sus lecturas personales, auxiliado por una intuición inteligente que le sitúa frente a la vida y la obra de grandes creaciones y fecundos creadores.
Otra senda se abre en el terreno artístico donde Enrique Viloria Vera es un experto observador de la plasticidad, de la fecundidad artística, de la belleza que pintores, escultores y maestros del arte le aportan.
Y todo ello, de forma orquestada y conciliar, se da cita en estos poemas escritos en Salamanca, en el reposo del tiempo, en la melancolía de las ausencias, en el temblor de la luz y de la proximidad de la vida y de los amigos; Enrique Viloria sabe muy bien dialogar con los espacios, con las palabras, con el color y la línea, con la memoria sutil y encendida que le impulsa a crear poesía, a inmiscuirse en territorios de secreta paz y meditada plenitud.
El resultado es este ramillete de poemas, este itinerario interior que su palabra desbroza y nos regala, con la generosidad habitual, con el ímpetu necesario y vital que él pone en todo lo que hace para que el lector disfrute y sienta esos mismos grandes abismos de libertad y de vida.
El poeta y ensayista Enrique Viloria Vera, leyendo poemas de su libro
¿Pero cuál es la poética de Enrique Viloria Vera? No podemos concentrar todos sus impulsos líricos en una sola estética: el escritor vive de sus aventuras emocionales, de sus amores creados desde la serenidad de una situación muy personal y muy compleja…. Pero también sabe llegarnos con el lenguaje poético a la fuerza expresiva, a la sutil mirada poética, al sencillo decir que nos aborda la inteligencia con más inteligencia. Podríamos definir esta poética como el encantamiento de lo sutil y de lo hondo, como la verdadera sucesión de emociones apegadas a la imaginería personal de un hombre abierto a toda sugerencia de la existencia Y eso se construye con un lenguaje suficiente, con la palabra como eje de la intuición necesaria para crear poesía, para regalárnosla, para comunicar con hondo decir lo que siente y añora el poeta.
Cuando Enrique Viloria se sumerge en las cristalinas aguas del decir poético, se mueve en la región insospechada de la intuición, del conocimiento y de la proximidad a lo observado, vivido o imaginado (los tres pilares necesarios para escribir un poema).
Ahora los lectores, frente a este universo tan personal, tenemos que afrontar sus misterios, sus logros, su belleza y todo cuanto un poeta como Enrique Viloria nos regala en este poemario desde donde nos acerca lo más verdadero de su fecunda experiencia con la literatura.
Otro momento de la presentación de ‘Poemas salmantinos’
ENRIQUE VILORIA VERA, POETA EN SALAMANCA
Enrique Gracia Trinidad
“Me quiere… no me quiere… me quiere… no me quiere…” Esa es la auténtica condición, no sólo de las margaritas sino, como dice Enrique Viloria Vera, en una mágica imagen, de las conchas de la Casa de las Conchas, de Salamanca. Y de los poemas, añado yo.
Y sé que los poemas de este escritor nos quieren, porque buscan la complicidad que es lo más auténtico que puede buscarse en poesía: la complicidad del lector. ¡Nada de andar de mirones! ¡Nada de escurrir el bulto con la mala chaqueta de la indiferencia! En poesía, o nos implicamos hasta el final o más vale que nos dediquemos a leer novelas baratas o informes financieros.
Preparo estas líneas con devoción y con tranquilidad. Devoción porque es lo que siento por mi tocayo Enrique Viloria Vera y cuanto escribe. Tranquilidad porque, siendo un epílogo, supongo que el lector habrá pasado ya por los poemas de este libro ciudadano y no me dejará mentir cuando afirme que Salamanca lo merece y íbamos a necesitarla; perdóneseme la redundancia—.
El lector ya habrá comprobado que este libro tiene mucho de compendio de admiración, amistad, pasiones. Ese es el santo y seña de Viloria, aglutinar ideas admirativas, dejarse llevar por la amistad y las características de los amigos, estremecerse con el arte y sus pasiones más allá de cualquier convencionalismo o estereotipo; como a veces se dice: a tumba abierta.
Y hace circular por estas páginas la vida de Salamanca, pero la vida plena, no lo que el turismo o las guías oficiales quieren hacernos pasar por vida.
Así se mueven las cigüeñas en abundancia —todos las hemos visto contándose sus cosas en lo alto de la Clerecía—; así nos enteramos de que la rana universitaria habla bien de Unamuno y, como él, pone en su sitio al bruto de Millán Astray.
El poeta Enrique Gracia Trinidad
Y más allá de este ajustado animalario, surgen admiraciones y respetos humanos de Viloria, y vemos a Miguel Elías y sus pinturas, a José Carralero y las suyas; a Antonio Colinas, tímido paseante, a Pérez Alencart, poeta y brújula de poetas.
No contento con esa gloria viva del arte y la amistad cercana que comparte en la Salamanca de su adopción, expresa su homenaje a los que ya pasaron a esa “otra vida más larga / de fama tan gloriosa”, que diría Manrique, y surgen Aníbal Núñez, Gloria Fuertes, y aun yéndose atrás en la historia con devoción: Rubén Darío, Cervantes, Teresa de Jesús o Antonio de Nebrija.
Muestra incluso con una perspicacia poética inigualable al originalísimo astronauta de la Puerta de Ramos en la Catedral Nueva, argumentando que pudiera venir desde Nazca del Perú hasta la ciudad del Tormes en un viejo galeón, mencionando de paso a Superman —superhéroe preferido de Enrique Viloria, dicen las buenas lenguas— en un alarde de sincretismo emotivo y poético.
Imagino a Enrique Viloria Vera que sale de la Plaza Mayor de España —quise decir de Salamanca—, pasa por la plaza del poeta Iglesias y se encamina Rúa Mayor adelante, para un momento a escuchar cómo “El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada” —gracias, fray Luis— porque está tocando Francisco Salinas en su plaza; y llega hasta el Patio de las Escuelas a reírse con la rana de los turistas que la buscan y a charlar con el agustino de Belmonte que se quedó para siempre en esta Ciudad Dorada aunque su corazón repose oculto en un claustro abandonado de Madrigal.
Como Nebrija de Alcalá, Salinas de Burgos, Fray Luis de Cuenca o el mismísimo Pérez Alencart de Puerto Maldonado en el Perú, Viloria llegó de Caracas, para ser un salmantino más y ahora, con estas páginas de amor, un salmantino de honor y un ejemplo de lo que esta ciudad tiene de amigable universalidad. Bienvenidos sean todos, bienvenido sea el poeta autor de este libro; Salamanca sigue estremecida en estos versos.
Poetas y ensayistas que participaron en los actos celebrados el 25 de octubre
LA PATRIA ES LA LENGUA Y EN ELLA SALAMANCA
Juan Mares
Me arroba la bruma del tiempo cuando de recordar las épicas batallas del estilete, la pluma y el grafito en cada concepto que del pasado nos viene y nos conmueve hasta la edad del ciberespacio con el vértigo de los días, para decir nuestros amores, respetos y homenajes a esos adalides del pensar, del versear y de la prosa, que fluye como río amazónico hasta el mar. Ese mar que nos hermana a los de aquí con los de allá y donde el lenguaje es el hilo conductor de ese medrar tras los pioneros de nuestra lengua.
Cuando hablamos de madre patria, siempre evocamos, nosotros, los hijos triétnicos, de sangres mestizadas, nos damos cuenta que el lenguaje es nuestra patria verdadera. Andrés Bello, un gran adalid de las letras españolas en América, nacido en Venezuela decía “Las ciencias y la literatura llevan en sí la recompensa de los trabajos y vigilias que se les consagran”. Nacido en Venezuela, autodidacta por lo estudioso y defensor de la libertad, elementos heredados por Enrique Viloria, nuestro apologista poético, hoy radicado en la inolvidable Salamanca, la todas esas lumbreras que le han dado sentido a nuestro Idioma forjándolo como la patria que enlaza naciones haciéndolas una desde la epistemología de la misma, filólogos del acontecer desde sus raíces primarias a orillas del Tormes.
Viloria con su libro anterior, crónicas escritas desde Salamanca
Neruda decía algo al respecto: “Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores…”,y luego agregaba: “Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras». Esas de que hace uso nuestro Enrique Viloria Vera para exaltar desde donde anidan las cigüeñas y donde Cervantes dejó su huella igual que antes, Martínez de Nebrija, dejando las bases con que se ordenaron las glosas Emilianenses y Silenses hasta el patio de nuestros días, patio para la recreación de nuestra lengua, allí donde la ronda se suelta y canta. Pensar, hablar escribir y leer como cantar en lengua española ya quedó claro en un alegato de Unamuno cuando dijo la “… lengua íntegramente española, y, además, lengua internacional, lengua mundial” es confirmar que nuestro idioma es la patria.
Así que, hacer un homenaje con toda esa historia que ronda desde el patio de la memoria intelectual de Enrique Viloria Vera, en un poemario, no es de poca monta, y es exaltar todas las huellas y memorias que por Salamanca han sido, desde el virtuosismo de mentes lúcidas que han lucido su volumen de pensamientos porque han vivido desde el padecer y disfrutar la melodía de las palabras para el trasegar por el mundo.
Esta es la historia de un manantial que luego fue río y hoy océano: La lengua castellana.
Juan Mares con su hermana Bernarda y el escritor venezolano Enrique Viloria (Salamanca, 2015)
noviembre 5, 2017
«Se lo llevaron todo y nos dejaron todo» qué maravilloso!!! ahora somos lo que somos y lo que vamos construyendo. Felicitaciones Juan Mares