La poeta chilena Rosa Elena Sánchez Cruz
Crear en Salamanca se complace en publicar cuatro poemas de la escritora chilena Rosa Elena Sánchez Cruz (Santiago de Chile, 1980). Enfermera titulada por la Universidad de Santiago de Chile, también es amante de la música, tocando la batería para canciones de jazz. Tiene publicado otro poemario, Dragón, escorpiones y palomas (2007, conjuntamente con el poeta y juez Victor Ilich).
Portada del poemario
Los cuatro poemas de marcado anclaje cristiano, han sido seleccionados por el poeta A. P. Alencart de su poemario ‘Cuarenta látigos & una rosa”.
DIOS HA AMANECIDO…
Agradecimiento
Dios ha amanecido
en un torbellino de gloria amorosa;
gracias por tu bendición abierta
y por el cielo que puede cantar,
cada día,
destilando tu poder.
Dios ejercitado
en el dolor del amor, gracias
por tus manos acogedoras
y por tu presencia invisible y cándida
que me hace temblar;
gracias por tu mano firme
y respuesta sabia
guiando mi paso acelerado
e inexperto;
gracias por la palabra,
que oyes y recoges desde el viento;
gracias por el lenguaje extendido
que es espejo del alma;
gracias por la voz
que inunda nuestro infinito ser
en la hora de nuestra muerte.
Amén.
NO SOLO PEDRO TE HA NEGADO
No tan solo ha sido Pedro
el que te ha negado:
en las luces de la envidia,
que ha escondido los vientos
he negado tu nombre.
En el bien vestido egoísmo
que cada día golpea mi puerta,
Señor, he negado tu nombre.
No sólo Pedro te ha negado
antes de cantar el gallo.
Cuando mis labios han retenido verdad
y el silencio me ha encadenado
en la agradable comodidad,
más de tres veces he negado tu nombre.
Al hacer ficción prejuiciosa
con mis lunas y mis estrellas,
del que no está presente en mi juicio,
irremediablemente he negado tu nombre.
Con la incredulidad de mis manos,
acortando las riendas de tu amor,
por dios, te he negado y aun a Pedro he juzgado.
Pero ya la angustia me embargó
y tu perdón mis venas transformó.
Procurare anunciarte cada día con mi canto
y dejar que Pedro descanse.
LA PRIMERA CENA
Qué motivo sideral
te ha llevado a golpear mi puerta,
alma que espera la cena
en una noche abierta.
Qué motivo redentor
ha puesto tu mirada en mi miseria,
qué gran porfía del rey, insistir
en una mendiga de palabras de tela.
Qué gran honor saber
que sin tener recursos
ni gran oratoria ni gran gracia,
complace a su Señor,
entrar y cenar en intimidad
con una pequeña de ojos grandes
que expectante espera la comunión
del cielo y la tierra.
CUARENTA LÁTIGOS MENOS UNO
Cuarenta látigos menos uno
fueron pintados en tu espalda
para empobrecer el infierno que nos acechaba.
Cuarenta lágrimas menos una he derramado
para ahogar el egoísmo que como lazo
mis vestiduras afirmaba.
Cuarenta días de ayuno tuviste que experimentar
para derrotar la maldad
que cada día al mundo nutría.
Cuarenta días y cuarenta noches
fueron abiertos los abismos de la tierra
para ahogar el pecado que sobre los montes gobernaba.
7ºESTACION
Cuarenta látigos menos uno ha recibido el orgullo
que acariciaba mi alma
pero que con milicia fue desalojada.
Cuarenta lágrimas menos una he derramado
para lavar tus pies heridos
que aplastaron la serpiente y el escorpión,
que se alimentaban de mi desgano desesperado.
Cuarenta látigos menos uno fueron clavados
en tu frente con una corona de espinas
para moldear tu rostro a la misericordia
que ha movido tu perdón por nosotros,
y rectificar mi corazón apagado que cabalgaba
bajo el viento de otoño.
Cuarenta lágrimas he derramado
desde que supe que me has perdonado
y que ya no soy esclava del desierto ni del invierno
sino que soy como la dulce palabra que sale de tus labios.
Cuarenta años vagaron por el desierto
la incredulidad y la desobediencia,
para abrir las puertas del paraíso que nos alimentaría
de leche y miel reservados a aquel soñado paraíso,
que nos preparaste con anticipo y amor sin hiel.
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