El poeta Harry Almela
Crear en Salamanca se complace en publicar esta reseña que, sobre el poemario del venezolano Harry Almela, ha salido desde la sensibilidad crítica del escritor Alberto Hernández (Calabozo, 1952), poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo, Venezuela. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua, Venezuela. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.
Harry Almela, autor de ocho poemarios, obtuvo en 2014 el primer premio de la I edición de la Bienal de Poesía Abraham Salloum Bitar.
CONTRAPASTORAL
Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Pero no podía leer y eso lo puso triste.
Fue bajando un volumen tras otro, lo hojeaba y hasta descifró algunos títulos.
Más tarde se trepó a la escalera. Quería saber si los libros de arriba ocultaban algún secreto.
Elías Canetti (Auto de fe)
la muerte nada sabe de vos
tu pie tiene hierba debajo
y una sombra donde escribe
el mar del vacío
Juan Gelman (Dibaxu)
no tengu más nochiin lus ojus
no tengo más
nada
Clarisse Nikoidsky
1.-
En uno de los innumerables sobresaltos sufridos por el poeta argentino Juan Gelman, la imagen del exilio lo sumó a la necesidad de escribir un poemario (Dibaxu, 1994) en ladino –sin ser sefardita– para abreviar en las sombras que han sido parte de su travesía por el mundo. Para estar cerca del judeoespañol que le inculcó los sonidos que usa para expresarse y para respirar. Judío de sangre mas no de conciencia, Gelman supo de los meandros de Clarisse Nikoidsky, de quien se desprendió un libro que llegó a las manos de Harry Almela y lo empujó a saberse parte de la diáspora, del exilio que jamás culmina, porque el exilio deja de ser en la inminencia del silencio absoluto, en la muerte, que también es un exilio, como los secretos.
2.-
Una contrapastoral es un contra rezo. Es una visión de lo terrible. Un rito que no es y es, un viaje que no se realiza, pero que ha dejado el camino trazado y pleno de escollos. Una muerte que nunca termina pero que no tiene nombre. Si alguien ambula por el mundo y silabea el paisaje, se hace paisaje. Pero si alguien pronuncia el nombre de otro, lo hace respirar, lo coloca en el lugar donde la vida implanta su comienzo.
El poema devela ese instante: existo porque tú me nombras. Es el momento del bautizo, el tiempo de extinguirla culpa, de imaginar la sangre que habrá de derramarse. Los símbolos que aquí se sienten no dejan espacio para silenciar el exilio, el olvido, el disparo o la puñalada. Almela se agrega al poeta argentino, mide la voz de Nikoidsky, la hace suya: advierte de una geografía perdida.
Si en los antiguos silencios hubo palabras, la bierva que crea, que inventa, nombra también lugares con vocablos por donde se entró al descreído paraíso. Un país que se extingue entre sus nombres. Un país que deja de ser. Un país que nace y se borra, porque ansina avlan y dejan la lengua a plena intemperie, en el papel rústico de los heredados, pero igual, siglos después, en la voz de los herederos. La poesía se sostiene en esa lengua y recrea los sonidos en quienes hablamos el español de hoy. Somos sefardíes en la medida en que sentimos que nos nombran o nos borran.
3.-
he visto pasar/ junto a las biervas/ follajes/ y demás tribulaciones// siete veces siete han sido/ las malgastaduras// siete veces siete
Y así, en la voz bíblica de Mateo, el número multiplicado, talmúdico, las veces del perdón, la ley celestial que rige los destinos del mundo.
Y la poesía, la desterrada de la boca de quienes han sido atropellados por el prócer atroz/ que te entretiene.
He aquí que alguien, la voz que me dice desde el vacío (soy el lector y a la vez el que oye),te hablo desde esta oscuridad/ para que no pierdas/ el sentido de la luz
¿Existe algún sentido? ¿Prosperan los designios del tal prócer que habla y no termina de hablar y como la serpiente adormece al que lo arroba?
Obra de Miguel Elías
4.-
Entramos en la tensión verbal de Harry Almela:
el animal
baja la cabeza
hunde el hocico
en el lodazal
de su destino
lo pardo
de sus cerdas
llamadas por la muerte
la muerte
que siempre le ocurre
a los otros
Entonces me suena cerca la voz de Hannah Arendt: El proceso de la vida que impregna todo nuestro ser lo invade también, y aunque no usemos las cosas del mundo, finalmente también decaen, vuelven al total proceso natural del que fueron sacadas y contra el que fueron erigidas. Abandonada a sí misma o descartada del mundo humano, la silla volverá a ser madera, la madera se deshará y volverá a la tierra, de donde surgió el árbol que fue talado para convertirse en el material sobre el que trabajar y con el que construir.
El animal, se me ocurre, el mismo texto, la materia con que se elabora la imagen de la bestia, hunde parte de su cuerpo en el barro. Y entonces, la muerte, tan cerca de la tierra, tan cerca de la humedad de la desaparición. Ese exilio innegable cierra el ciclo y abre el otro: la muerte/ que siempre le ocurre/ a los otros mientras quienes ven el cuerpo a punto de ser tierra se ufanan de estar vivos. Mañana seremos silla abandonada, cuerpo pútrido, visto por otro vivo que también se cree eterno. Forma de destierro del Ser, La condición humana que la pensadora judía dejó para que la sintiéramos, la oliéramos en el desierto de la soledad más espantosa.
Decimos morir en otro, pero es el otro el que muere en nosotros, el que escapa de nosotros, se exilia de nosotros, se hace de otra tierra, de otra noche, de otro país desconocido.
5.-
¿Cuál palabra es verdadera? Dudemos de la bierva, de la voz que nos llama. La poesía sefardí ha viajado tanto con sus fardos, con sus diccionarios, con sus viejas palabras españolas, con sus noches a cuestas.
resguarda todo simulacro, se deja llevar por la pronunciación de quien come tierra y la mastica, sea cual sea el país que haya pisado. En este hoy del nuestro, no hay simulacro.
El autor de este libro se ha adueñado de las voces olvidadas, de las más viejas, las de los muertos que le hablan en la página en blanco. Y con el ladino que sigue su curso sabe de las humillaciones, por eso
te di lo que trajeron
desde lejos
(…)
trasegaste el alcohol
donde dejaste
el escupitajo
te di el mimbre de tus muebles
la cuerda que te ahorca (…)
Juan Gelman ya sabía de eso, como la misma poeta Clarisse Nikoidsky. La muerte, la imagen de la muerte, el nudo de la horca, el ahogo, la agonía numerosa, el abandono, el destierro, los hijos y nietos perdidos, hasta llegar a la lengua que lo hizo Otro, desde la mirada de una mujer que tenía el mismo tono, el mismo delirio. Sin embargo,
qué lejos queda el mundo
Y Almela se los acerca con estos poemas, con estos dolores, mientras
atraviesas un abismo
entre siete montañas
Icthus, de Miguel Elías
7.-
No es lengua de estos tiempos. No es vocablo de cábala para esta hora. Es bierva vieja, palabras antiguas que hacen poesía y regresan al lector a un lugar, a unos lugares donde fueron pisatarios. Donde fueron nombres y apellidos sospechosos.
La voz en segunda persona, en la persona que se quita de encima los misterios. Canta esa voz, ese vocablo en abandono: luchas por un refugio/ harapiento// calcinado/ en lenguas de fuego// el polvo amarillo/ se pega a todo/ a lus ojus/ las manus la boka// estás convencido/ de tus propios artilugios/ y ni siquiera puedes/ darte con un canto/ en tu boka.
¿Quién habla en esa persona, a quién interroga, a quién reafirma en medio del fuego y la miseria?
Alguien cruza el desierto. La sed, la revelación beduina, el poema que es el hilo del cual pende la vida. Alguien viaja al destierro, a los destierros. ¿Habrá regreso? ¿Tendrá sombra quien venga de retorno? ¿Tendrá huellas, piezes, dedos para arrastrar la tierra buscada? ¿Las palabras tienen país, tienen herencia, sangre que reclamar desde el cautiverio, desde la lejanía oscura, en silencio?
Un ojo advierte el miedo, el pánico. Una nación incendiada. No hay salvación.
8.-
Aurora Bernárdez lo llevó de la mano, a Gelman, hasta la poesía de la franco-bosnia Nikoidsky, de quien el poeta argentino extrajo la esencia de un libro que luego tituló Dibaxu (Debajo). Ambas lecturas se pasean por el tema amoroso, registran la intimidad personal a través de una lengua que a Gelman no le pertenecía, porque su herencia, por así decirlo, era el yiddish y no el sefardí. Pero como estaba en España, hizo de esos sonidos el objeto de una tradición tardía que se acomodó a la lengua de una cultura que aún respira en muchos países, sobre todo en Israel.
Harry Almela, a su vez, tomó de la mano estos referentes e hizo Contrapastoral (bid & co. editor, Caracas, 2014), un libro del desarraigo, un libro del dolor en el que no vacila decir que lo malo es lo que protege/ y crece poco a poco/ hasta la desembocadura
témele a la casa
vigila la piedra
que te oculta
deslava la roca
hasta hacerla herida
en un patio que te salve
Detrás del poema, donde nace la duda y la certidumbre, dentro de él, arriba y abajo, está el temor al destierro: el destino manifiesto de una cultura que dejó su casa vacía, llena de sonidos, de ruidos temblorosos en búsqueda de la salvación, una insania que prevalece, que se ha afincado en la carne y en la mirada de los judíos desde que fundaron su mundo. Es la enfermedad que te hará invisible, dice Almela, y más tarde habla de la marca, de un lunar oscuro/ en la mejilla(…) hasta tu próxima muerte. ¿Qué hay debajo de él, detrás, dentro de quienes han recorrido todos los mundos y se han hecho un poema? ¿Qué queda de ellos, sin país, sin un trozo de país, en marco de oro? Queda el eco, la hoja sagrada, bíblica, talmúdica, la página en la que el pacto es una ofrenda.
en arca de alianza// soy a veces/ yaguaso colorado// línea azul en el horizonte/ cemeruco/ cimbrado
¿Quién habla aquí, quién destella sus palabras y las hace tan locales?
Pájaro, de Miguel elías
9.-
Este es un libro que no termina, como los textos sagrados. Como la vida de los perseguidos, como los paisajes ciegos.
Sombras, luces, cuerpos manchados, impostores, himnos, monstruos ocultos… Un libro que viaja entre las palabras de una voz que no se desgasta, que se alimenta de él mismo. Libro de extravíos, cartapacio de nombres donde quien pastorea busca la manada. Palabras no dichas, prohibidas. Una lectura que nos recorre
cuando lo idéntico
sea carne de tu carne
Un libro abierto para la noche, para ser cantado bajo la sombra, alejado de la luz que perturba. Un libro indicado contra el ritual, apartado de los demonios. Así,
quien habita
detrás de mí
no es leviatán
10.-
La palabra se arrima al último lugar, a la última página, en la que alguien pronuncia a los griegos antiguos, en otro libro donde la sacralidad contiene personajes épicos, también algunos de ellos víctimas del destierro.
En definitiva, este es un libro para la palabra y de la palabra. De la palabra que ha sido expulsada. Y que hoy se nutre de los tantos viajes, de los tantos desvaríos de quienes ostentan el poder. Un libro para construir la carne del Ser: morada de las voces que se oyen y se reconstruyen con las primeras y últimas horas, en tiempos de tanta y difusa indigencia, como afirma el autor en una apostilla que nos respira cerca, tan cerca que nos vuelve difusos.
Este libro oculta algún secreto.
Corcel, de Miguel Elías
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