El poeta gallego Xesús Rábade
Crear en Salamanca publica con satisfacción algunos de los poemas que en Salamanca leerá Xesús Rábade Paredes (Cospeito, Lugo, 1949), catedrático de Lengua y Literatura, poeta, narrador, ensayista, articulista y traductor. Miembro del colectivo de renovación poética Cravo Fondo (1977), su obra ha sido antologada y vertida a varias lenguas. Entre sus libros de poesía están: Xuntos cara ó mañán (1969), Matria de sombra (1985); Poldros de música (1993), Os dedos dos loureiros (2000), Os anos da memoria (2006), Lugar do canto (Selección poética bilingüe, 1969-2007, 2008) y Sobre ruínas (2013). Obtuvo, entre otros, los premios Manuel Antonio, Galicia, Esquío y González Garcés (en poesía) y el Galicia, Álvaro Cunqueiro y Blanco Amor (en narrativa). En 2013, su obra Sobre Ruínas fue Premio da Asociación Galega de Editores y mejor libro poético del año. Ha publicado estudios críticos sobre Rosalía, Pondal, Cunqueiro, Blanco Amor, Novoneyra, Neira Vilas o López-Casanova.
Flor, de Miguel Elías
AMOR, UNA PALABRA
Con ella te aprendí: con la palabra
vestí cada rincón de tu figura
y desvestí mi amor, cierta hermosura
que es más redonda cuanto más se labra.
Para tenerte más, y que se me abra
la profunda extensión de tu tersura,
sigo diciendo amor, cierta locura
con la que aquí te nombro: la palabra.
¿Con qué diría el tacto de tus senos?
¿Cómo el calor oscuro de tu vientre
sin las rotundas voces de tu mapa?
Combinación de mieles y venenos,
clara y sombría como todo siempre,
ella es quien te desnuda y quien te tapa.
Éxodo, de Miguel Elías
ÉXODO
Si acaso fueses hija del país de los éxodos;
si guardas la memoria
del secular exilio de una tierra negada;
si tus progenitores ganaron el sustento
que les negó la patria
en destinos adversos y remotos;
si tal vez sucumbieron
en bodegas de barcos rumbo a América
o limpiaron la mierda capital que evacúa
el vastísimo emporio del váter europeo…
Si es que aún no olvidaste que tu pueblo,
hijo de explotaciones y desprecios,
ostenta el rango de los perdedores,
no insultes a los pobres que llaman a tu puerta,
expulsados del mundo,
pidiendo pan a cambio de trabajo,
aunque hablen de otro modo y tiendan a morenos.
El poeta León Felipe, de Miguel Elías
TESTAMENTO
Templa y tensa tu lira, tensador. Tensa la ira
de escalador, la cuerda. Corona la montaña.
Pinta el aire rebelde de estampas nunca vistas
y sostén la paleta afirmado en el barro.
No digas más, no digas que el mundo está bien hecho.
Jamás beses la mano del ladrón que te usurpa.
Tu principal misión es transgredir,
pisar fuerte y preciso en la punta agresiva del zapato impoluto,
cortar la digestión al contubernio del oro y la sotana
eruptando estruendoso a media mesa.
Rehúye el punto medio,
cínica dictadura moral de lo correcto.
Dispara bien tu flecha al centro de la púrpura.
Desprecia la entelequia y a todas las iglesias
que hurtan el pan y te prometen cielo.
Desnudo, de Miguel Elías
ERÓTICA
Llegaste toda piel,
cuerpo encendido
de moras y manzanas.
Y era gozoso respirar por ti
la tibia tarde.
Me sabías –y ahora– dulce y agria…
Yo navegaba a ritmo perdido por tus ojos,
y el sol, como una ardilla,
erizaba la hierba:
te cubría de besos cuerpo arriba…
Después
–impudoroso–
estrechaba tu cintura.
Y supimos entonces que venimos de lejos,
de una prosapia antigua de río en catarata,
y que hay reminiscencias fijas en la mirada
del mundo que nos brota de la infancia violeta,
pletórica de luz,
de flores de manzano,
donde de puro claros hay días invisibles.
Madre, de Miguel Elías
MADRE
Porque vengo de lejos y cansado,
llamo. Sé que tu viento
acaricia el paisaje.
Sé que tú me disipas
el viejo miedo que me inmoviliza,
la noche aciaga, cuervo y nube ciega
pasando ante la luna.
Te busco en los recodos de afluentes
contra el tiempo encendidos,
y andan sombras violáceas
arandos surcos hondos por mi rostro.
Un día el corazón fue de tus pasos
y de aquel río que arrulló mi infancia.
Era osado contigo.
Tu sonrisa
me vestía de fuerza contra todo.
Tú no querías,
pero muchas veces
te quedabas callando y como ausente.
Supe luego el dolor de tus desvelos,
el pozo mudo que incubó la guerra,
las cicatrices y las soledades
y la derrota escrita en la mirada
de tantas madres, en las cuencas tristes
de todas las miradas…
Entonces nos guardabas de la sombra
y burlabas la hiel que te comía.
Y nos cantabas (niños)
sé que por no llorar.
Así quería verte para siempre,
leda como fingías y como yo te amaba
cuando tus ojos eran mi universo,
toda manos inquietas, y ahuyentabas
los miedos agachados bajo techos de losa,
dejando en mi alborada
un aroma a segado que perfumaba el mundo.
Por las contraventanas entornadas
aún no bramaba entonces
un viento negro galopando el páramo
para envolver la tierra en tu silencio.
No habías reunido,
una por una (todas),
las estirpes remotas de tu sangre.
Y no habías dejado de alentar
para mudarte en el hondón más frío,
madre,
y enmudecerme.
Don Quijote , de Miguel Elías
CARTA DE AMOR CORTÉS
(Evocando al Caballero de la Triste Figura)
Alta Señora mía, Dulcinea:
El herido de ausencia
desde las entretelas del corazón llagado,
te envía la salud que a él le falta.
Es en mí tu desdén afincamiento,
y aun soportando mi sufrir sin queja,
no he de sobrellevar tan grande cuita,
punzante y duradera,
si la tuya hermosura me desprecia.
Por mi buen escudero Sancho Panza,
hallarás relación, ¡oh, amada ingrata!,
del mal estar que por tu causa siento.
Acúdeme, y soy tuyo.
Si me desdeñas, cúmplase tu antojo.
Pues cediendo por ti mi propia vida,
daré satisfacción a tus crueldades
y al fin a mi deseo.
Cartel del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos
septiembre 22, 2016
Encuentro fenomenal, la reunión de poetas iberoamericanos,y además en una cuna de cultura como Salamanca,pero podía ser otra en otro sitio cualquiera,en el mundo Iberoamericano,del que por fortuna for- mamos parte,es más que nunca necesario estimular la lectura y la práctica de la poesia, o de otro modo seremos seres inermes,automa- tizados,sin sentimientos,(crueles) como se está demostrando con los refugiados,que buscan sobrevivir,y no les acogemos.¡Por DIOS! en que nos estamos convirtiendo?. José L. Castro.