Religión y revolución conviven con naturalidad en la obra del sacerdote, poeta y político
Su candidatura se impuso a las de Antonio Colinas y María Victoria Atencia
La comprometida y poliédrica poesía del nicaragüense Ernesto Cardenal merece el premio Reina Sofía
«No sería justo que, por razones extraliterarias alguien tan significativo para la poesía hispana del siglo XX como Ernesto Cardenal quedara excluido de este premio». Así razonaba el también poeta Luis Antonio de Villena, miembro del jurado del premio Reina Sofía de poesía, el fallo de este notorio galardón en favor del poeta y político nicaragüense. El fallo de la vigésima primera edición rompía la ley no escrita que alterna cada año el galardón entre las dos orillas de nuestra lengua.
En la edición pasada el premio fue para la cubana Fina García Marrúz. Tocaba español este año y a punto estuvieron de llevárselo el leonés Antonio Colinas y la malagueña María Victoria Atencia. Al final, con discusión y por mayoría, que no por unanimidad, el galardón se fue a Centroamérica, para distinguir y poner en valor la ingente, poliédrica y comprometida obra de esta sacerdote elevado al rango cardenalicio por su apellido y en la que conviven con naturalidad la religión y la revolución.
Un Ernesto Cardenal que ha sido finalista recurrente tanto del premio Cervantes como de este galardón poético dotado con 42.100 euros (unos 55.700 dólares), considerado como el Nobel de la poesía hispana y al que optan este año medio centenar de candidatos. Es el más prestigioso en el nuestro ámbito poético y Cardenal lo recibía de madrugada en Managua «con sorpresa y agradecimiento». Se define aún como «poeta revolucionario», sigue «al lado del pueblo y frente a los opresores», pero ha trasvasado su interés «de la poesía a la ciencia». «La ciencia es un camino para llegar a Dios, como la poesía, y más directamente que a través de las religiones» apunta.
El comprometido poeta y sacerdote católico, activo teólogo de la Liberación, político y ministro de Cultura con los gobiernos Sandinistas tras la caída de la dictadura de Somoza, superaba así el lastre de su perfil político para hacer valer su gran talento poético. Lo hacía con 87 años cumplidos y apuntalado por una obra «extensa y de múltiples perfiles» según destacó el jurado.
Autor de poemarios como ‘Epigramas’, ‘Oración por Marilyn Monroe y otros poemas’, ‘Salmos’, ‘Telescopio en la noche oscura’ o ‘Cántico cósmico’, Cardenal obtuvo en 2009 el premio Iberoamericano de poesía Pablo Neruda y en 1980 el premio de la paz de los libreros alemanes.
«Tradujo a los grandes clásicos, a los poetas de la modernidad norteamericana y fue un modelo para la generación ‘beat’ de la que participó activamente. Estuvo muy unido a Allen Ginsberg y muy involucrado en la revuelta estudiantil de la contracultura de los años sesenta y setenta» rememoró Villena.
Refirió también Villena «como esa alternancia del periodos clásicos y los guiños contraculturales y su gran variedad de registros, le hacen gran merecedor de este premio y justifican la ruptura de esa la alternancia no escrita».
Una apreciación en la que coincidió el también poeta y jurado Jaime Siles, para quien Cardenal «es un poeta de una obra muy amplia y un gran traductor de los clásicos». «Fue todo un símbolo de un momento histórico, cuya calidad queda hoy reconocida con este galardón» añadió Siles.
Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca convocan y amparan este premio creado en 1992 que la Reina Sofía entregará físicamente en último trimestre del año «muy probablemente con Cardenal en España», según el jurado.
En el palmarés del premio está lo más granado de la poesía hispana contemporánea, del chileno Nicanor Parra, -último ganador del Cervantes-, que lo obtuvo en 2001, a otros ‘cervantes’ como José Emilio Pacheco, Antonio Gamoneda, Juan Gelman, Álvaro Mutis, José Hierro o Gonzalo Rojas, además de Francisco Brines, Pablo García Baena, José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer Blanca Varela Mario Benedetti.
El premio reconoce «el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituya una aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España».
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
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