POEMAS DEL CHILENO CRISTIÁN GÓMEZ OLIVARES. XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

1 El poeta Cristián Gómez Olivares El poeta Cristián Gómez Olivares

Crear en Salamanca publica algunos poemas de Cristián Gómez Olivares (Santiago, 1971). Poeta y traductor, entre sus libros publicados se cuentan: Inessa Armand (2003), Pie quebrado (2004), Como un ciego en una habitación a oscuras (2005) Alfabeto para nadie (2008), Homenaje a Chester Kallman (2010), La casa de Trotsky (2011) y La nieve es nuestra (2012). También la traducción de Cosmopolita (2014), de Donna Stonecipher. Recientemente fue escritor en residencia en The Banff Center, en Alberta, Canadá. Co-editó junto a Germán Carrasco la antología Al Tiro. Panorama de la nueva poesía chilena (2001) y con Mónica de la Torre la antología Malditos latinos, malditos sudacas. Poesía hispanoamericana made in USA (2009).

Los textos forman parte de “He muerto… y he resucitado”, Antología del XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca.

2

 

 

 

EL JEFE DE OBRA O LOS MISTERIOS DEL HORIZONTE
(demasiados anhelos de escribir en el pasado)

 

 

 

Recuerdo, por ejemplo,
aquellas muchachas que alguna vez perseguimos
hasta sus casas, yo lo recuerdo, hoy son esas señoras
cargando con las bolsas del supermercado.

Nosotros somos un caballero en bicicleta con una
cortadora de pasto, nosotros que las perseguíamos
hasta sus casas, muertos de un ataque al corazón
por las deudas impagas del misterio

Yo lo recuerdo si miro al horizonte.

¿Era entonces en serio?

Las muchachas que perseguimos hasta sus casas
hoy tejen chalecos en una casa de reposo
cobran el montepío en un número de cuenta que no es
el nuestro
ni bañan sus espaldas con el aceite efímero de mis manos
para un sol que impertérrito nunca reparó en sus edades.

Pero si vuelvo a mirar al horizonte las veo otra vez
enemigas de lo absoluto, eternas humoristas
cuando el sol parecía brillar para siempre
en la falda más hermosa y la más vieja
de aquellas muchachas de antaño
casadas con un buen partido del ayer
antes de que el futuro sólo fuera esto.

Yo lo recuerdo, señor capataz.
Hoy soy esas señoras.
Cargando con las bolsas del supermercado.
Cada vez que miro al horizonte.

 

 

3

NO SE EQUIVOCABAN LOS MAESTROS
(museo de bellas artes, versión libre)

 

 

 

Alguien cree estar escribiendo en el fin del mundo,
pero no puede negar que el camión de los helados
está pasando nuevamente por el parque donde
los niños se arremolinan a su alrededor y la

descripción del paisaje no ha cambiado
porque el ojo del que mira no ha cambiado:
confía impertérrito en que el mundo es una
catástrofe tranquila, una reunión de nubes

diríase que de paso por el cielo
sería el único argumento convincente
para encerrarnos a conversar en un café
:de cualquier cosa, menos de las nubes.

Nadie tiene ganas de salvarse de nada
pero sí de tomarse un par de chelas, de
las últimas profecías sobre algún remoto
apocalipsis las palabras tienen poco que

decir: las danzas de la muerte, un anillo
en el dedo de los que no alcanzan a apretarse
el cinturón, aunque nada tengo en ello que
ver la improbable falta de presupuesto:

y es cierto que no sabemos distinguir
como le gusta enrostrarnos a los catedráticos
de las plazas más preciadas entre el cierzo
y el mistral, ok: touché. Así decía mi hermano

cuando hacíamos esgrima con palos de escoba
y terminaba sacándome cresta y media cuando
a los dos se nos pasaba la mano con el ardor de
los guerreros: él moriría poco después, tendido

en una cancha de fútbol, mordiendo no sé
si con desesperación el pasto, de seguro
ya inconsciente, producto de una falla en
el ventrículo derecho del conjunto arterial.

El camión de los helados pasa haciendo sonar
la sirena, los niños están a punto de alcanzarlo y
el conductor sólo piensa en lo fácil que será entregarle
las planillas al supervisor del turno de las mañanas.

 

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CIUDAD

 

 

Hay adoquines en las veredas pero no muy grandes. Un
paseo peatonal donde cualquiera habla con cualquiera, donde
se cobran los cheques de los pensionados y un veterano
se sienta al sol a fumarse el último cigarrillo de la
tarde. Cuando se hace tarde, (hay) algunos jugando ajedrez o
apostando una cerveza, decidiendo
cuál será el próximo país

dispuesto a caer en desgracia. Hay buses
que pasan siempre a la misma hora, cajeros de banco
que te sonríen, choferes de la locomoción colectiva
que te preguntan cómo estás. Hay árboles que
cambian de hojas

(y de color al comienzo del otoño).

Una biblioteca que permanece abierta hasta las dos de la mañana.

Otra que te presta los libros durante unos seis meses. Y un río
que homónimo y circunspecto no guarda relación con la ciudad.

Nadie se puede suicidar desde esos puentes. Tampoco
reflejarse en estas aguas.

 

 

5
RENGA

Quisiera dar las gracias
por este pan sobre la mesa.
Si me llevara la vida entera
agradecer este desayuno

espérenme, por favor:
espérenme leyendo en los escaños
de una escalera que dirija a otra
escalera, divagando sobre
la calidad de los alimentos

recibidos –y su relación
irrenunciable con la lengua.
En el intertanto

pueden practicar lecciones
de dibujo o algún instrumento
musical, pueden practicar
el camino del guerrero

-Gorin no sho, de Musashi-
y estudiar la forma en que
el enemigo intenta aprovechar
tus debilidades (saca ventaja

de que intente aprovechar
tus debilidades), escribir con
tinta invisible un mensaje
que lo confunda: el kanji

donde su muerte venga escrita.
Aprender la caligrafía de los hiragana.
El tono con que se dibujan las sombras
cuando el bambú se corta para usarlo

como un remo para defenderse contra el agua.
Aprender a esquivar los golpes
y la tinta demasiado gruesa.

Aprender a aprender a respirar.
San Agustín Etla, 30 de Abril, 2013

 

6

 

 

 

DOMINGO POR LA TARDE

En el cuarto de al lado escucho los quejidos de
alguna pareja, la división capitalista del
trabajo y las tarifas del servicio telefónico

contribuyen de igual manera
a que uno se pase la tarde sin pronunciar palabra:
domingos por completo en blanco donde el hecho
objetivo de la soledad difícilmente podría conseguir

el adorno de alguna excusa, algún nombre para
exornarlo como dudosa compañía. Los fantasmas
de la juventud recién perdida se mezclan con los fantasmas
de la madurez que aún no llega, un limbo parecido al del
idioma en el que todos se comunican con señales
aunque tengan ganas de salir gritando.
Yo mismo quisiera salir gritando

en busca de alguna leyenda, los jumpers
maltrechos de bertoni, el orompello
del tomás, la cristalería

frente a frente a un elefante.
Vuelvo los ojos hacia la puerta
pero no consigo que se acerque nadie

a tocar. Ninguna colegiala alegre
vestida de colegiala, ningún zombie
por las calles de concepción.

Al elefante que está parado en la ventana:
sólo le pido que empiece luego a recordar.

 

 

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