El poeta Juan Gallego Benot. Foto de Asís G. Ayerbe
“Crear en Salamanca” se satisface en difundir una nuestra del libro “Oración en el huerto” (Hiperión, Madrid, 2020), de Juan Gallego Benot (Sevilla, 1997), joven investigador en Retórica y Literatura mística en la Universidad Autónoma de Madrid, donde ha cursado el Máster en Estudios Artísticos y Literarios. Graduado en Relaciones Internacionales y Literatura inglesa por la Universidad de Reading, Inglaterra. Ha sido editor de una antología de poetas jóvenes relacionados con la Universidad de Reading y coordinador de un festival de poesía en esa misma ciudad. También formó parte de la compañía de teatro «La Troupe» y trabajó como corrector y lector editorial en las editoriales Renacimiento, Almuzara y Plaza & Janés.
Oración en el huerto
El premio Tino Barriuso está convocado por el Diario de Burgos y esta obra obtuvo el premio de su segunda edición.
Fotografía de José Amador Martín
ORACIÓN EN EL HUERTO
I
yo he podido recorrer
por ti todos los campos
todas las amplias nubes fronterizas
la mar hastiada de molicie
el llano fierro inoportuno
y he cantado al blancor
a la dulzura del mundo
he dicho que podría
dar el alma por ti
y tantas cosas
hoy, que el sol
relumbra amenizando
el más terrible verano
podrías ser cualquier otro:
mis cantos son tan generales…
de hecho, no descartes
ser cualquier otro en otros ríos,
otros días intranquilos
calurosos y tristes.
Fotografía de José Amador Martín
II
Prefiero esta noche larga de mi espera
al aire que en tu cuerpo hoy
se despereza. No aspiro al mar:
tu líquido alimento me conmueve.
Tu labio mojado por el búcaro
me es bastante, la rabia aprehendida
de tus flores cubre ya todos los campos.
Tengo mi vid sembrada en tus laderas;
tu garganta ase firme mis hollares.
Si tengo que volver al sitio oculto,
al rincón blanco de la plaza, por mirarte,
llevaré en mis manos la simiente de tus vértebras.
Sabré dolerme, amor, podré aguardar
el fruto fatigado del verano.
La alegre primavera está cantando
al mirlo que tranquilo me mantiene.
Fotografía de José Amador Martín
IV
Que, acabados los trabajos cotidianos,
un niño ya crecido me sonría, con amplitud
y ganas, sin nostalgia, sabiendo, como sé yo ahora,
que hay tantas cosas. Y sólo por eso
no me quiero morir nunca.
No fallecer, o si hay que hacerlo,
caer como las hojas en la acera gris, y embellecerla,
o cuidarla del frío con la muerte.
Detente aquí, un momento,
ubicua es la verdad y no la necesito,
escondámonos como un clavel de la mañana;
no hay litigios del perdón en tu caminar sonoro.
O ven a mi ventana a observar los libros:
mirar cómo pasean, adustos, amarillos, por el parque,
o van al mercado y discuten y opinan
y dicen que no es vida esta, que no es vida.
Estarás siempre conmigo, lugar, nación ya mía,
conmigo y junto a Dios entre mis manos.
Cualquier otro dolor, distancia o grito,
dormido está en mi sien y en mi alma vive.
Fotografía de José Amador Martín
V
Eres un verdor tranquilo de una lluvia
anaranjada entre las nubes, que la calma,
eres como un pájaro —tus alas como estrellas—
tú siempre retornando amigo amor amigo mío
verdad tranquila entre mis ojos
recuerdo mío sueño de mí
ahora que por fin te reconfortan mis poemas
y mi voz se te hace dulce como un niño
ahora amor tú eres mi llanura eres una
risa en aquel bar lleno de flores
ahítas de verano
y eres mi calor profundo desde el cielo.
y me dices que se acerca presuroso
ardiente si tú quieres y desnudo;
yo preparo una fogata por si ajena
la luna se destiñe de mirarnos
y necesitas una luz o una escalera
yo aquí estoy amor dormido
entre el resquicio de bondad que permanece
atado entre tu vientre y la vereda.
Fotografía de José Amador Martín
VIII
Amor, pregúntame esta tarde. Sabré aprehender
tus palabras con mi alma de carne y de miseria;
amor, desgráname en tus labios con los párpados;
amor, derrama el cántaro en el rincón tranquilo,
viértete en la hondura de mi abierto mimbre:
el agua que te ofrezco está desnuda en mi garganta.
Fotografía de José Amador Martín
IX
tiene tu nombre en mi boca
un ruido claro de alondra elevada y
desnuda, la lluvia en ellos
refleja el alba,
tú cantas.
vuelan las alas del aire
regando sangre con agua;
limpias mi llanto verde,
la mar se alza
al alma.
Fotografía de José Amador Martín
XII
cómo nutrirse, amor, cómo
zafarse de tu enjambre rompedor;
tu auténtica beldad es la laguna suave de mi espera.
en tu habla rara, tu sonar abúlico,
la abigarrada dulce paz de nuestro parque;
el suelo furtivo inclinándose, de veras,
por tu perfume gris y tu postura.
Pero es el látigo de ser que me conmueve
al acercar mi llaga tierna a tu caricia,
sólo tu experto gesto, futuro amor,
sólo tu coxis inclemente en sus embates.
Fotografía de José Amador Martín
XIII
Mi querido amor, en esta tarde
augusta y sola, como el olor del viento
cuando la nieve resplandece aún
y siguen el aliento de la bruma las mañanas…
Mi querido amor, ya te fuiste
y yo espero, junto al río congelado,
un resquicio de sol que te me traiga
envuelto entre tu abrigo y mi miseria.
Mi querido amor, ocioso voluntario,
concentrado, como siempre, en el paseo a la tienda aquella,
acurrucado un rato entre promesas de la Historia,
torcido tu zapato, la camisa bullendo,
mis ojos vigilando tus andares.
Ya, aun viejo el corazón en la memoria,
el pájaro palpita y te sonríe —desnuda sus alas.
Comienza la vida en este invierno.
Fotografía de José Amador Martín
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