La poeta Giovanna Benedetti
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar una muestra poética de Giovanna Benedetti (Ciudad de Panamá, 1949). Es poeta, doctora en Derecho por la Universidad Complutense, artista plástica, narradora, periodista y acaba de ser admitida como académica correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua. Su carrera literaria la inició en 1981, cuando obtuvo, con su primer libro de cuentos (La lluvia sobre el fuego, 1982), el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, el máximo galardón literario de Panamá. En 1984, volvió a ganar dicho Premio Nacional de Literatura, en calidad de ensayista, y en 1992 lo obtuvo por su obra poética; galardón que ha seguido conquistando –hasta un total de seis veces (entre 1981 y 2016)-: tres veces en poesía, dos veces en narrativa y una vez en ensayo. Es, además, Premio Internacional de Periodismo José Martí (La Habana, Cuba, 1992), y dos veces Premio Samuel Lewis Arango de Ensayo Literario (Panamá, 1997 y 1998).
Su obra poética reunida, titulada DESPUÉS DE LOS OBJETOS, se publicó en Madrid (Doce calles, 2017), con prólogo de Raquel Lanseros. Ha participado en varios encuentros internacionales de poesía y su obra poética, narrativa y ensayística se encuentra ampliamente antologada en publicaciones colectivas internacionales y se han traducido selecciones al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, rumano, húngaro, catalán, ruso y árabe.
Viene a Salamanca como poeta invitada para participar en el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, a celebrarse entre el 14 y 17 de octubre.
Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín
MÚSICA PARA LAS FIERAS
Del poemario MÚSICA PARA LAS FIERAS
(Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 2013)
Editorial Mariano Arosemena, INAC, Panamá 2014.
(Poema en quince cantos) -fragmento-
I
De estas épocas apenas reveladas
se dirá que no había acuerdo entre nosotros, los insomnes.
Que cada quien vivía el pronóstico del día sobre la víspera;
que pasábamos de la noche al cuerpo, sin ser vistos;
que nos ganaba la costumbre de esperar la lejanía
y que flotábamos como objetos no asidos a la tierra
con el eterno resplandor de una mente sin recuerdos.
Se creerá que simulábamos fantásticas criaturas
navegando por imágenes de estuarios y ballenas.
Que propiciábamos demonios
que nos hacían perder el sueño
dando ascenso a las tertulias vagabundas de la aurora.
Y que no obstante despertábamos, de pie e hipnotizados
sin que nadie nos diera palmaditas en la frente;
recortando calendarios, papeles y fotografías
para poder saciar la sed que daba de beber
a nuestras lágrimas.
II
Pensarán que inventábamos países de juguetería
calcando en relieve mapas de territorios prohibidos.
Que redondeábamos los riscos de coral, los farallones
con crípticas arboladuras, por imposibles dominios.
Y se nos hará lucir las galas de los amantes vencidos
acusados de una suerte de incoherencia delictiva:
de hacernos guiños falsos en la paradoja del olvido
atrapando las caricias subitáneas del desvelo
que se caen de su estatura
y no se quiebran.
Y se hablará
de encantamientos: que hubo pacto, maleficio.
Que traíamos ya indispuestas las líneas de las manos
y una cartilla de deudas en expansión perpetua.
Que nos habíamos hecho prófugos
de nuestras pobres narrativas
fermentando como espuma la fatiga de los vientos.
Y que atrapados como estábamos
entre el río y su turbulencia
discurríamos hacia arriba, alrededor, sin punto fijo:
(como esas necias crónicas viajeras del paisaje
que se acercan por detrás huyendo de los riesgos).
(…)
Fotografía de José Amador Martín
V
La memoria es una lenta caravana de consignas.
Una mano extendida que separa las aguas.
Una trampilla de paso. Una ficción del cántaro.
Una caja de reliquias que sobrevive al cálculo.
Una opinión que afina la velocidad de la mirada.
Una noria que da vueltas undívaga y portátil.
Un barco que se desliza por un mar de abecedarios
sobre esa incertidumbre fraticida del olvido
donde ya no coinciden ni los días ni las palabras;
y los sucesos se depuran de la sal en sus cornisas
y los héroes se desploman y caen sobre sus astas
tumbados a banderillazos o envejecidos de súbito.
De largo sopla el viento que convida a los halcones
brincando entre la espiga y la bulla sofocante;
sin planos, ni portulanos, ni folios, ni recetarios
desahogando los naufragios rescatados de las olas
que confunden la ilusión de cal y canto de las piedras
con la tibieza protectora de una lumbre bien servida
porque la piel de los verdugos no se quema.
Sencilla metalurgia del infierno:
martillar a yunque plano la fatiga de la carne
y herrar la fragua dócil que ya no tiene aliento.
(…)
Fotografía de José Amador Martín
XIV
Pasarán estos ubicuos territorios de la imagen
más allá de la distancia electrónica del siglo.
Y seguirá el pequeño escriba
componiendo sus querellas:
fijando carteles necios en templos y graderías.
Defendiéndose del péndulo de sus conspiraciones
del desamor y su ausencia
de la obsesión y la culpa
del reloj inmensurable de las horas preteridas
desolladas por la hoja de afeitar de la indolencia.
Y de aquel candor erótico guardado en el trastero
que nos plagiaba el instinto por todos los caminos;
jugando a desligar del azar sus consecuencias
al discurrir por las aceras de tierra y crinolina.
Y volverá la duda ingrávida
—esa terrible epifanía—
y nos ocuparemos de tramar la rendición de los cortejos
y conoceremos por diagrama las pasiones que nos rigen
y olvidaremos las leyendas que se levantaron en lenguas;
y tocaremos el arpa clandestina en los balcones
y nos llenaremos de espejos para curarnos de espanto
y nos contentaremos con ser como la rosa, que es efímera
y se sucede a sí misma en un tránsito de esquemas.
Fotografía de José Amador Martín
NOCTURNO DE LA LUZ
Cállate luz:
no me apagues la sombra.
Deja de golpear implacable en mis ventanas
y regresa a tus niveles: vade retro.
No te preocupes si enciendo otro sol bajo mi espejo
y descuélgate de los rosales que entoldan las azoteas;
de esos encajes larguísimos y de esos corpiños de seda
que la araña ha ido tejiendo con la fatiga del viento.
Cállate luz:
no me apagues la sombra.
No quiero que le abotones el aire a mis entretelas.
Anda y quédate, si quieres, con mi frasco de tormentas
pero devuélveme las tinieblas y pon rumbo a tu cortejo.
Cállate luz:
que me estás chamuscando el sueño.
ÁSPERAS CONCORDIAS
Me apuran los contornos
de una cruel correspondencia
que lenta y siempre torpe persigo con mis letras.
Y digo cruel, maldita sea, porque me abruma:
¡tanta luminosidad …y yo sin señas!
El ruido de la luces complica la experiencia.
Espesa los matices coloreados de las formas;
y hay un sabor que sube desde el vientre a la saliva
y se propaga aprovechando su máquina alegórica.
A la postre las sirenas emergen fatigadas
magulladas por la cólera del agua entristecida;
y se zambullen juiciosas, como delfines sin lastre,
por las ubres espirales de los cuernos de la aurora.
PABELLÓN DE LA ROSA
Del poemario Entrada abierta a la mansión cerrada
(Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 2005)
Editorial Mariano Arosemena, INAC, Panamá, 2006
Detrás de todo resplandor está la rosa.
En una sombra fugaz, también lo está.
Moviéndose silenciosa, en la nostalgia, está la rosa.
y está en el fondo del mar y en las promesas.
Hay una rosa invisible dando la vuelta al viento
y una rosa atrevida por cada robo de un beso.
Hay una rosa desnuda, en la noche, bailando.
y una nube de rosas, cuando cae el aguacero.
Una rosa es ya cristal si la traen los recuerdos
pero es rosa primordial cuando se pinta al lienzo.
Nadie olvide que el arte es una fuerza de rosas
y que no hay rosa imposible cuando nace un poema .
Toda selva en lo profundo es un santuario de rosas
y se habla de una cierta rosa que dejaría caer la luna.
Rosas habrá siempre bajo un balcón que espera
y no han de faltarle rosas a aquéllos que nos dejan.
Hay rosas callejeras, primordiales, infinitas
(o rosas abismales, como esa de la guerra).
Hay rosas que son números y rosas que son letras
¡y es que la rosa es la rosa …aunque parezca otra cosa!
GÉNESIS DE ABYA YALA
Del poemario ENTONCES, AHORA Y LUEGO
(Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 1992)
Editorial Mariano Arosemena, INAC, Panamá, 1993
El nombre de América, aplicado a nuestro
continente es reciente… En el idioma de la nación Dule,
se le conoce y se le seguirá conociendo por su
verdadero nombre: Abya Yala.
Aristeides Turpana
Madre y padre piedra:
continente.
Hermano del silencio
hijo del río.
Compañero de sombra
escucha:
en el principio era el mar
oye lo que te digo.
Entonces fue la noche y vino el verbo
y hablaron en sus sueños las palabras:
¡Sea esta tierra dulce
como la piel de caña!
Y fue Abya Yala la de la vulva de agua
y volcanes como pechos
(primer día).
Creció Abya Yala inmensa
desde su árbol florido.
El sol volcó su espuma
y engendró entre sus playas
muchedumbres de orquídeas.
Y fue su concha viva/viva fuente
ombligo primigenio
y hubo luna menguante
(día segundo).
Y dijo el Huracán:
¡Reviente el firmamento
y haya tormenta
y caiga el aguacero
y hierva el continente
de lagartos
de iguanas
y de grillos
y sean sus bestias
tantas como estrellas!
Giovanna Benedetti con la estatua de García Lorca
Y así fue.
Cayó la lluvia a flechas
sobre las sementeras
y zumbaron en las miasmas
las libélulas
las ranas
los zancudos.
Y hubo
en los cardinales trópicos y nieves
y desiertos y pampas y arco iris
(día tercero).
¡Hágase el jaguar
—dijo la luz—
y se hicieron las selvas.
¡Sea el relámpago
la lengua de los valles!
y surgió la anaconda como un río.
¡Vuele hacia
el amanecer el cóndor
y sean sus alas nubes!
Y alzáronse los Andes
hasta el cielo.
¡Vénganos un dios!
—gritó la sangre—
y fue el pájaro quetzal
libre y altivo.
Y hubo en los altiplanos
pedernal de fuego nuevo
y serpientes emplumadas
(cuarto día).
El Corazón de la Montaña
habló sobre las serranías:
¡Que sea el maíz
el polvo de mi carne
que broten de su espiga
los murmullos
y de sus granos el hueso
y la simiente!
Y conmoviéronse los péndulos
en sus callosidades
y salieron los pellejos de las grietas
y hubo en sus alfabetos
sangre coagulada
y fueron sus cenizas
macho y hembra.
(quinto día).
Ciñéronse sus lomos
los hijos del follaje.
Milenios de cal y canto
guardaron sus madreperlas
y del hueco de las sombras
hicieron sus paisajes.
¡No prevalecerá
otro nombre en mi conciencia
ni quedará en tus huellas
piedra sobre piedra!
Dijeron
en sus ruinas,
las tinieblas.
Y fue Abya Yala
territorio enigma.
Término de Oriente
y de Occidente.
Y quedaron sus arcanos
sellados para siempre
(sexto día).
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